La víspera

Ignition. Llega la hora.

Durante semanas he esperado ansioso el momento de finalmente partir, pero ahora -en que apenas faltan unas horas-, siento un lastre que me retiene. Los nervios y la ansiedad se manifiestan como un leve temor, similar quizá al que se puede sentir por un hecho sobrenatural que no se ha vivido en carne propia (y que en el fondo no se acepta como cosa cierta), pero del que se tiene viva noticia. Siempre, en todo pequeño o gran viaje que he emprendido en bicicleta, he sentido en algún momento la misma sensación: "¿Para qué me metí en esto?" Estoy seguro de que esas palabritas me rondarán por la cabeza más de una vez en los siguientes días. Sin embargo, el verdadero inicio del viaje no radica en el momento de empezar a pedalear, sino en el momento en que internamente se toma la decisión de hacerlo. Algo de eso quizá se cifra en las palabras que me dijo algún amigo cuando me vio nervioso hace un par de días: "Ya dijiste. Ahora te toca irte".

En fin, es momento de iniciar el recorrido, y de entrada siento que hay algunas preguntas que debo responder y responderme. Por ejemplo: ¿Qué es lo que busco? ¿Por qué? Claro que eso no tiene respuesta (ni la tendrá aun al término del viaje), pero intuyo que el meollo del asunto consiste en meroddar alrededor de esas interrogantes y "disfrutar" de la experiencia que significa el mero hecho de hacerlo. Alejo Carpentier, en algún punto de Los pasos perdidos (no puedo buscar las palabras exactas porque por ahora casi todo lo que tengo, libros incluidos, está guardado en cajas), describe la imposibilidad que supone revivir la maravilla de cualquier experiencia, por más que uno se esfuerce por hacerlo. Me adhiero a ese pensamiento, y salgo con la idea de que no tiene provecho tratar de resucitar en este viaje las grandes aventuras que vivimos en nuestro viaje hacia el sur. Pero, al mismo tiempo, no puedo negar que la motivación de esta nueva aventura está impregnada de viva nostalgia. Como el enamorado que ha dejado de estarlo, pero que busca sin darse cuenta el retorno a ese estado de asombro, comienzo a pedalear con la intención de volver a encontrar en la bicicleta un mecanismo para descubrir, conocer y comprender un pedazo de este mundo en el que vivo.

La pregunta que más he escuchado en estos pasados días ha sido: "¿Por qué viajas solo?" Tampoco tengo una respuesta clara para eso, pero hoy por hoy se me ocurre que la más precisa es acaso la más simple: Porque es más difícil. Dicho de otra forma: Porque me exige más, porque complica el reto, porque me obliga a estar más despierto y a enfrentarme de manera más directa con las circunstancias que se me cruzan en el camino. En definitiva, porque así es más violento, definitivo y sustancial el abandono de la vida rutinaria y convencional a la que a menudo estamos condenados en el día a día cotidiano. De nuevo, pues, a romper amarras con el mundo forjado en los últimos meses y salir en busca de sorpresas. Habrá muchas, no lo dudo.

El primer objetivo son los Andes colombianos. Espero llegar a la frontera Tulcán-Ipiales en unos cinco o seis días. Espero, también, reportarme antes de eso.

Quito, día 1, domingo 6 de diciembre de 2009.