sábado, 12 de diciembre de 2009

Historias familiares

Gabriel Fernando Landázuri fue una personalidad destacada en su San Gabriel natal durante al menos la primera mitad del siglo XX. Fue, entre otras cosas, uno de los mentalizadores y líderes locales durante la famosa construcción de la “carretera oriental del Carchi”, hoy en día convertida en la vía panamericana y por cuya creación recibió la capital del actual cantón Montúfar el título honorífico de “Procerato del Trabajo”. Gabriel, en su matrimonio con Jesús Carrera, concibió catorce hijos, de los cuales solamente cuatro vieron la vida adulta. Los nombres de esos cuatro fueron Carlos, Darío, Juan y Vicente. Todos los demás murieron de niños.

Darío, el segundo de los cuatro hermanos, migró a los Estados Unidos junto a su esposa Mercedes Jiménez y terminó por convertirse en un exitoso médico. Murió en California a los 87 años, luego de una penosa y larga agonía causada por su diabetes. Sus descendientes (Margarita, Gabriel, Mónica, Roberto, David y María Laura) aún viven y son ahora ciudadanos norteamericanos junto a sus familias.

Darío fue el último de los cuatro hermanos en morir. El primero fue, en realidad, el menor: Vicente. Un derrame cerebral lo mató cuando, aun relativamente joven, vivía en Macas junto a su conviviente y dos pequeñas hijas. Con su esposa legítima, Regina Narváez, de quien nunca se separó formalmente, tuvo cuatro hijos: Vicente (ya fallecido), Fernando, Cristóbal y Pablo (que aún viven).

El segundo en morir de los cuatro fue Carlos, el primogénito. Él pereció debido a un cáncer de páncreas ante el cual tuvo la sensatez de no luchar innecesariamente. Dejó a su esposa Lourdes y a seis hijos (Tomás, Carlos, Gloria, Diego, Pedro y Mariana), de los cuales uno ha muerto desde entonces a causa de un tumor en el cerebro. También dejó a nueve nietos. Yo soy el cuarto. Cuando mi abuelo murió, yo tenía ocho años y apenas sabía montar bicicleta.

El tercero de los cuatro hermanos en morir fue Juan. Él se había casado con Estela Obando, también carchense, y con ella había procreado a tres hijos: María Cecilia, Ernesto y Lucía. Esta última, por ser la menor, fue quien más vivió con sus padres, al punto que llegó a cohabitar su casa aún luego de casada. De hecho, Lucía atendió a su madre durante su convalecencia por el cáncer que la mató en 1988. Cuando anunció a su padre que su madre había muerto en sus brazos, él se postró junto al cadáver y lloró con amargura. Fue la primera vez que Lucía vio a su padre Juan debilitado por la vejez y la pena.

A partir de entonces, Juan decayó con un alzheimer progresivo que terminó por bloquear su mente ante el entorno. Lucía y su esposo Francisco pasaron los siguientes años de sus vidas cuidando a Juan, cada vez menos consciente de sí mismo e incapaz de valerse solo. El viejo Juan apenas reconocía a su hija en medio de su delirio de olvido y desconsuelo. Hacia el final de ese período, Lucía cayó enferma con parálisis parcial (que a la larga devino en una arterioesclerosis que aún avanza), y tuvo que atender a su padre estando ella mismo incapacitada. En los peores momentos, cuando la mitad de su cuerpo estaba inmóvil, tenía que arrastrarse de grada en grada para subir (o bajar) a las habitaciones de su padre y darle de comer con la única mano que le quedaba útil.

Por intervención de su esposo Francisco, los hermanos de Lucía cayeron en cuenta de la grave situación. Lo que hicieron fue trasladar a Juan a un hogar de reposo cerca de Quito, donde él murió a las pocas semanas por un paro respiratorio. Para entonces era el año 1998: Lucía había luchado a lo largo de diez años por cuidar y proteger a su padre, quien a menudo ni siquiera la reconocía.

Todos esos años de esfuerzo siguieron cobrando su cuota sobre la salud de Lucía. Hoy en día, más de una década después de la muerte de Juan, ella carece de defensas. Por decir algo, una persona “normal” contabiliza entre cinco y once millones de glóbulos blancos en su organismo. Ella tiene tres. Entiéndase bien: no tiene tres millones, tiene tres. Uno-dos-tres. Ni uno más. Así de simple.

Esta mujer alegre, optimista, generosa y muy fuerte es mi tía Lucía. La gripe que me ha mantenido en Ibarra (y que seguramente pone en riesgo su salud) me ha permitido conocerla, enterarme de su historia, formar vínculos con sus hijos y echar una mirada a mis orígenes familiares. No soy de los que cree que todo lo que pasa “pasa por algo”, pero sí creo que se puede aprender de todo lo que nos sucede. “Hay más cosas en el hombre dignas de admiración que de desprecio”, escribió Camus. El ejemplo de un solo ser humano puede iluminar las posibilidades y fortalezas que subyacen (o pueden subyacer) en todos los demás. Detrás de toda bondad, hay un sacrificio: un sacrificio de amor. Esto es lo que me dice la historia de mi tía. Si estamos dispuestos a renunciar a nuestro placer con tal de aliviar el padecer de otro, estamos dispuestos a todo. Hoy por hoy, tengo la intuición de que en ello radica la clave de nuestra convivencia como especie.


Quizá deberíamos tratar de ser más capaces de amar verdaderamente.

Como mi tía.

Ibarra, Ecuador, sábado 12 de diciembre de 2009

(FOTOS: 1. Jesús Carrera y Gabriel F. Landázuri, mis bisabuelos. 2. Jesús Carrera hilando en su casa en San Gabriel. 3. Los cuatro hermanos y sus esposas. De izquierda a derecha: Regina, Vicente sosteniendo en brazos a su primogénito Fernando, Mercedes, Darío, Carlos (aún soltero), Estela y Juan. 4. Juan y su esposa Estela. 5. Ana María Escobar y su madre, mi tía Lucía.)

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué curioso que un viaje en solitario, que te aleja del hogar, te haya dado ocasión de adentrarte en esas historias familiares! Toda exploración del mundo es al mismo tiempo, en algún sentido, un viaje por nuestro propio interior. Y en los seres humanos, nuestro "interior" está formado también por las experiencias de nuestros congéneres, tanto en un sentido biológico como en un sentido histórico. Así, pues, me alegro que hayas descubierto algunas de tus raíces.

Un abrazo,

CLC

Anónimo dijo...

Tal vez lo más impactante, para mi, de toda la expreiencia de SAP, tanto en el recorrido de hace dos años como en el de hoy, ha sido la bondad de tantas personas dispuestas "porque sí" a acogerlos y ayudarlos.

Algunos de esos gestos han sido tan pequeños que podrían pasar desapercibidos. Otros son tan grandes que permanecerán por mucho tiempo en nuestro recuerdo. Pero el Señor, del que proviene todo amor, los ha visto todos y no olvidará ninguno. Y ninguno quedará sin recompensa.

Esa es, al menos, mi esperanza cuando desde el corazón les digo a todas esas personas bondadosas y en este caso a tu tía Lucía, su esposo Francisco y toda su familia "¡Que Dios les pague!"

CLC

wAlter diEgo dijo...

Tú yendo para el norte y encuentras raíces, yo debo ir para el sur a reencontrarme con las mías...

Un abrazo y siga ahí buscando y encontrando todo lo que avances.

Crl.

sara dijo...

El encontrarte con algo inesperado te brinda la oportunidad de conocerlo mejor, que bueno que estés conociendo a fondo tu interior y que saques conclusiones valiosas para vos que es lo importante... y a tu tía un abrazo aun que no la conozca.. que bien!!! sigue Guabitas y recuperate pronto para que tus palabras pedaleen contigo.Te I lov yu

ƒriandise dijo...

interesante, y bacanas las fotos, me gustan mucho las fotos a blanco y negro, las de anhos atras.

abracines!

El diario de Eni K. dijo...

Que bien hermanito! Me gustó este post loco, me llegó en momentos cruciales. Un abrazo Guabas, y tranquilo con esa gripe y duro con los hornados!!

Anónimo dijo...

Que increible! amé este post guababerry! La familia siempre sorprende.
se te extraña,
mando besos y fuerza!

Pachi

AAAbikers dijo...

Es interesante descubrir que existe otra dimensión digan de recorrer en pedales.. Habiendo viajado en el tiempo has alimentado tu propia identidad. Encontrando en cada historia familiar una razón para vivir cada día intensamente y dejar huella transcendente. Para cuando el libro que debes publicar..

Anónimo dijo...

Ya nada... aunque uno es varón.. par lagrimitas cayeron...

chubi chan

Anónimo dijo...

hola, que grato enconrar en este mundo virtual a un "BORREGUITO" mas y quelindoleer un poquito de la historia familiar y social de nuestro querido san gabriel...
Que tiempos aquellos y que personas las que hicieron la historia de nuetro pueblo... personas; cultas honestas, trabajadoras, inteligentes, personas que hacian valer su palabra y que daban todopor su tierra...

orgullosamente somos decendientes de esa estirpe de montufareños...
VIVA SANGABRIEL
la ciudad mas bonita con la gente mas amable
CORAZON Y CEREBRO DEL CARCHI
100% BORREGOS

Anónimo dijo...

visita mi blog.. esmioowm@blogspot.com... tambien encontraras algo de nestro sangabriel...