sábado, 3 de mayo de 2008

Zigzageando por la Ruta del Vino

San Salvador de Jujuy nos otorgó un recibimiento peculiar y lleno de afecto. Benjamín, Ana Rosa, Danny, Laura, Belén, Karim, Nahuel, Yahuar y Misquinina abrieron las puertas de su humilde pero caluroso hogar para compartir con nosotros un día y medio de sus vidas. La enorme tropa de chiquillos monstruos que componen esta familia nos doblegó rápidamente con su inagotable energía, sus juegos y sus carcajadas; y en eso se nos pasó volando nuestra breve e intensa estadía en esta ciudad.

Resulta que Benjamín, hace ya más de dos décadas, viajó a lo largo y ancho de este enorme país durante 5 años, trabajando como mimo y actor de la calle, y enseñando a fabricar instrumentos de música popular a muchísimos jóvenes argentinos. Además, lo hizo en bicicleta (llevando más de 130 kilos de peso en un remolque!!), y por ello conoció la alegría y el alivio que experimentamos viajeros como nosotros cuando recibimos cariño desinteresado y abierto. Ahora, en su pequeña casa del barrio Los Perales, recibe a vagabundos ruteros que atraviesan esta zona en sus bicicletas. No podíamos pedir más…

Nos costó algo de tiempo y esfuerzo emocional alejarnos de esta familia, pero, una vez en la ruta, fuimos volando hacia la siguiente capital provincial de nuestra ruta: la ciudad de Salta. El camino, que se adentraba por las estribaciones de las “yungas” (ceja húmeda de montaña que baja desde la cordillera) fue uno de los tramos más pintorescos y divertidos de los que hemos visto hasta ahora en la Argentina, lo cual volvió relativamente fácil recorrer los más de 100 km que separan a Jujuy de Salta y nos depositó alegres en el hogar de una nueva familia inolvidable.


Ramón Marín, un ciclista local que sueña con viajar por el continente (y el mundo, quién sabe), ha establecido una casa de ciclistas en la casa de su familia en Salta. Él, junto con sus hermanas y su madre (Tina), no solamente nos recibió atento y generoso, sino que nos atendió casi como a niños y nos instruyó (o nos permitió auto-instruirnos, más bien) en las artes vitivinícolas de la región (acá un buen vino se consigue desde los 3 pesos o menos, o sea poco menos de un dólar…)

De ahí en adelante retomamos los días duros de la pedaleada por regiones inhóspitas y alejadas. Ascendiendo lentamente hacia el sector de los valles calchaquíes (orgullo natural y cultural de la provincia de Tucumán, siguiente destino de nuestro viaje), avanzamos en etapas casi siempre superiores a la centena de kilómetros, entregados, además de a las degustaciones de vino y a la cultura del pan con salame y queso, a una actividad que extrañamente no habíamos practicado mayormente hasta ahora: el camping.

Aquí en Argentina es común encontrar en cualquier pueblo uno o varios establecimientos de camping en donde, por una módica suma (entre 5 y 10 pesos), se puede plantar carpas y pasar la noche con una serie de comodidades que en una verdadera noche de carpazo serían un lujo imposible: luz eléctrica, duchas de agua caliente, baños, etc. Algunos hasta ofrecen pequeñas cabañas con camas o al menos colchones limpios. Ese tipo de lugares han sido nuestro resguardo en las pasadas noches, y parece que en el futuro seguirán siendo nuestros principales refugios de descanso.

El camino durante los pasados días (La Viña – Cafayate – Amaicha del Valle – Tafí del Valle – San Miguel de Tucumán) nos ofreció un variado desfile de paisajes y climas. La predominancia de un amplio valle poblado de viñedos, algarrobos y cactus también ha dado lugar para encañonados áridos de impresionantes paredes rocosas (como el cañón de Cafayate, de rocas coloradas y notorias formaciones sedimentarias que han sido profundamente alteradas por la erosión), así como extensas llanuras secas y ventosas.

De los 1.200 metros de altura en el que se halla Salta fuimos remontando poco a poco (a los 1.600 el primer día; a los 2.000 el segundo y el tercero; a los 3.000 el cuarto…) para realizar uno de los pasos más difíciles que hemos enfrentado en todo el viaje: el abra de El Infiernillo, por donde, según un cartel fijado junto a la ruta, descendiera el primer europeo (Manuel de Rojas) desde la serranía andina a los llanos que se extienden al oeste de la costa atlántica sudamericana.

Lo difícil de esa jornada no fue propiamente el ascenso o la altitud (ambas trabas las hemos tenido en mucho mayor categoría, sobre todo en la sierra central del Perú), sino el intenso frío que nos envolvió en la cumbre misma del collado. Cuando la topografía parecía prometernos un divertido (y merecido) descenso, una densa neblina cargada de papacara helada nos puso el alma a tiritar y los dedos al borde del congelamiento. Poco pudimos hacer más que hacer de tripas corazón y descender a regañadientes a través del nubarrón. Por momentos perdimos toda sensibilidad en los dedos y apenas podíamos apretar los frenos. De hecho, pasados ya tres días de ese tremendo shock, aún sentimos secuelas de amortiguamiento en las manos… Brrrrrrrrrrrr!!

Salidos de ese infierno en la altura y algo repuestos con una noche sobre colchones en lugar de aislantes y abundantes “facturas” o “mediaslunas” (pequeños panecillos cubiertos de algún tipo de dulce, por lo general mermelada o dulce de leche), continuamos el descenso hacia San Miguel de Tucumán, a 400 msnm y con un clima mucho menos agresivo (aunque poco parecido, debido a la cercanía del invierno, a lo que podría esperarse a esa altura en el Ecuador). Ese día nos sorprendimos al interior de un cañón estrecho y abrupto, el del río Sosa, que abría el camino, en curvas sinuosas y una estrecha vía al filo de la peña, hacia las llanuras que dan inicio a las famosas pampas.


Ya aquí abajo, todo fue cuestión de hacer contacto con viejos amigos de la adolescencia para iniciar el que será el último descanso largo antes de emprender la aproximación final a Mendoza. Pero eso corresponde ya a la historia que vendrá en el siguiente post, así que por ahora nos despedimos simplemente con las escenitas de la vida cotidiana.

Escena 1: Dos bravos gauchos con sus respectivos caballos llaneros de pura sangre runa.

Escena 2: El Petit Comité reunido en franca discusión amenizada por vino más barato de la región. Nótese la intromisión de un cobayo en la mitad de la foto.

Escena 3: Lujosos aposentos con finos decorados se disfrutan en el norte argentino.

Escena 4: Clara violación a la Ley de Tránsito. Que se metan con lo que sea menos con "eso"...

Escena 5: La camaradería crece en el grupo. En esta gráfica se evidencia instantes previos a una fraternal palmadita en el traste. Se respondió con un pedo.

Escena 6: Queda demostrado que sí se puede pedalear chuchaqui.

Escena 7: Extraña cruza entre morsa y hombre hallada en Tucumán. Cualquier parecido con el Niño Viajero es pura coincidencia.

5.736 km recorridos.

San Miguel de Tucumán, Argentina, 3 de mayo 2008

6 comentarios:

Anónimo dijo...

que bueno que todos los "dedos" están sanos y salvos ;)
cuidense!!
se les manda un abrazo grande desde el helado Quito.
anamaria & anapaula

Anónimo dijo...

Queridos: Hasta Potosí los seguíamos recordando paisajes que alguna vez conocimos. En esta etapa de su viaje recordamos las canciones (Los Chalchaleros, Los Fronterizos, Atahualpa Yupanqui...) que nos gustan desde la juventud y en las que se canta a una chica humahuaqueña, o se oyen los sones de un "tamborcito calchaquí", bajo la "Luna tucumana", o se describe el "Paisaje de Catamarca", o el que se ve "desde la cuesta del Portezuelo", o se narran las aventuras y los amores "entre San Juan y Mendoza", o se alardea de lo que pasa "cuando pa' Chile me voy, cruzando la cordillera".
En fin, por cualquier motivo los seguimos paso a paso y con interés que aumenta con cada kilómetro que ustedes pedalean.
¡Buen clima y buena suerte!
CLC

Unknown dijo...

Hola Andy, un abrazo gigante a la distancia, que cheveres fotos. Animo sigue adelante. Es un gran orgullo saberles tan cerca de su objetivo.

Felicitaciones!!!

Saludos,
Karina

Anónimo dijo...

Saludos desde el Perú, siempre reviso su blog para saber en que anda su bicicleteada por la región, y me encuentro con que lo lo mas hermoso que muestran de los lugares que conocen, es su gente, eso es verdad, aunque a veces los seres humanos seamos tan lacras, su viaje lo estamos haciendo sus lectores con ustedes.

Saludossss.

Pablo.

AAAbikers dijo...

Gracias.

Es muy probable que por mi edad y por las heridas de guerra que deja la vida, no logre hacer nunca la ruta que Ustedes han hecho.
Ese es el valor que su viaje tiene para quienes estamos atados a la rutina, a la tierra y a una libertad con fronteras.

Por eso, gracias por compartir con nosotros esta aventura, la hemos hecho nuestra.

Como dice Serrat en una de sus mas hermosas canciones a la amistad (Juan y José):

-----
Tú cabalgabas y yo iba a la grupa
en las largas tardes junto a la estufa del viejo café.

Con las alas de tus cartas, José,
atravesé todos los cielos de América contigo, amigo.
------

F dijo...

ya se acabam de uuuna! Guabas, vas a bater el record de ser el q mas pedalio de nuevo o no?!