Comienza el inmenso Perú

De Machala a Huaquillas fuimos contemplando el paulatino fin del verde trópico y su reemplazo por la seca costa del Perú. En Santa Rosa se separó del grupo el Conejo, luego de cumplir con su cometido y haber hablado todas las sandeces que pudo durante los 10 días en que viajó. De hecho, a los pocos kilómetros ya extrañábamos su humor. Qué guaso el tipo...

Ya nos estábamos creeyendo los duros, pero poco antes de llegar a la frontera nos cruzamos con una pareja de alemanes que andaba ya por su quinto año de viaje en bicicleta: toda Europa, Oriente Medio, el sur de Asia, la Indochina, gran parte de Australia y Nueva Zelanda, algunas islas del Pacífico, Chile, Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay, Bolivia, Perú, Ecuador... Nos bajó el moco, realmente, pero también nos amplió el horizonte. Por lo pronto hay que continuar.

Felizmente entramos al Perú.

Lamentablemente, el sol ya nos achicharró el mate.

Todo iba bien hasta que un buen día se nos ocurrió iniciar el proyecto ahora conocido como "La Morsa guasa y la Anguila trola al desnudo", el cual consiste en transformar nuestros blancos y almidonados cuerpos en sensuales y musculosas esculturas mulatas. Para ello, optamos por deambular cuasi desnudos (sin la protección ni de los bloqueadores gentilmente donados por nuestros auspiciantes ni por la severa moral arraigada en nuestros corazones por parte de nuestras familias) en medio de las desérticas llanuras de la costa norte del Perú y bajo un sol que a menudo sobrepasó los cuarenta grados centigrados y los límites (hasta ahora no conocidos) de nuestra verguenza. Nunca los carros nos habían brindado tanto apoyo... moral.

Resultado:

En lo concerniente a lo geográfico... pues bueno, como que por aquí no hay mucho: sol, llanuras, dos que tres árboles desperdigados por el horizonte, pequeños rebaños de chivos que francamente no sabemos cómo sobreviven, camiones de Cristal que vuelan por las rectas infinitas, arena, casas semi abandonadas... Eso y tres ciclistas que van cocinándose no muy lentamente a la sazón de su salado sudor: nosotros.

Pero bueno, estamos siendo injustos con esta zona del Perú. Los desiertos y el calor son ciertos (MUY ciertos), pero no son lo único que hemos encontrado. Las primeras etapas nos recibieron con playas y una buena brisa, además de la persona que ostentó el título de "más personaje" por dos días seguidos. Ready, un ciclista que se nos acercó en Tumbes, quiso acompañarnos hasta la playa de Zorritos, ese día, y hasta el balneario de Máncora, al siguiente. El inconveniente era que el mentado oriundo de la zona no cargaba consigo ni medio céntimo, y muy alegremente se las ingenió para vivir a cuesta nuestra hasta que lo fuimos botando por ahí. Imagínense: el muy pilas quería irse hasta Lima.

No bien logramos convencer a Ready de que la vida no es tan fácil como a él le había parecido por un momento cuando hicimos nuestro primer encuentro con viajeros en algo similares a nosotros. Dos chilenos (hombre y mujer) y un argentino que comían en el mismo paradero que nosotros en Máncora nos hicieron la conversa. Ellos iban pal Ecuador. En bus, nada más, pero viaje es viaje. Les regalamos nuestro mapa ecuatoriano. Lamentablemente, no recordamos sus nombres (el de ella claro que sí: Tamara). Cambiamos consejos y ahí les va una foto.

Ese día dormimos en un pequeño pueblo que ostenta el nombre de "Los Órganos". No nos atrevimos a preguntar por qué, pero habiendo dormido el día anterior en "Zorritos", pues ya no nos sorprendió mucho. Ahí aprovechamos la playa y nos gastamos más soles de lo previsto degustando las delicias cerveceras del Perú. Aún no hemos establecido categorías definitivas a ese respecto, pero seguiremos trabajando con ahínco para descubrir cuál cerveza es la mejor en estas tierras. Ta duro esto, ah.

Tanto en Órganos como en Zorritos nos recibió muy gentilmente la Policía de Carreteras. Miles de gracias a ellos.

El tercer día de nuestro viaje en tierras peruanas terminó en el extrañísimo puerto de Talara, una población que más parecía ser parte del mundo de Mad Max que del nuestro. Por suerte no fue muy difícil conseguir hospedaje ese día, pues veníamos ya con las espaldas calcinadas y el ánimo un tanto gastado. Quien nos recibió fue el subteniente bombero voluntario Santos Perfecto Jara Ruidía (así como lo leen), nuevo personaje revelación. Al parecer, nuestra llegada lo alegró mucho. Estuvo pendiente de nosotros contínuamente y no cesó nunca de contarnos anécdotas y preguntarnos acerca de nuestras aventuras. Un señor muy bueno.

De ahí a Piura hicimos dos días, desgastados por el fuertísimo sol, lo desolado del paisaje y la falta de descanso. También algo enfermos del estómago (vómitos del Mario en media carretera próximamente en el YouTube: ¡espérelo!), y con extraños dolores en las rodillas y los tobillos. La Andre sigue siendo la más fuerte...

En Sullana fue la primera vez que nos hospedamos en una iglesia. El padre Ángel nos cedio una pequeña habitación en la casa comunitaria de la parroquia, por lo cual estamos muy agradecidos. Sullana nos pareció una ciudad muy agradable. Toda la gente con la que conversamos se portó muy amable. Además, Sullana nos pareció como un oasis en medio del árido desierto que acabábamos de atravesar. A la entrada de la ciudad, hay un amplio puente sobre el río Chira, el más grande que hemos visto desde que entramos al Perú.

1.008 km recorridos

Piura, 28 de enero de 2008