lunes, 12 de julio de 2010

Encima, debajo y dentro de Capricornio

Hace poco más de dos años, en la mitad del descenso que se abre por la Quebrada de Humauaca desde las alturas del altiplano andino hasta el inicio de las pampas meridionales de nuestro continente, Sudamérica a pedal alcanzó por primera vez el límite sur de los trópicos. Entonces éramos cinco los pedaleros que avanzábamos con la ciudad de Mendoza metida entre las cejas. Atravezamos el Trópico de Capricornio y no volvimos a desviar la marcha hacia el sur hasta después de superada la meta grupal. Ahora que he vuelto a encontrarme con el límite de la región tropical, la historia ha sido un poco distinta: por dos semanas y casi un millar de kilómetros no he dejado de acompañar ese límite en dirección oeste. He entrado y salido de la región tropical al menos unas ocho veces en las pasadas semanas. La primera vez que crucé el Trópico de Capricornio fue al sur de Ubatuba, en el litoral paulista. Luego volví a alcanzarlo, o estuve a punto, mientras transitaba por la autopista Ayrton Senna, en la entrada a São Paulo, a través del municipio de Guarulhos. Desde ahí seguí casi exactamente paralelo al Trópico, por el costado sur, y dormí prácticamente encima de él en las poblaciones de Sorocaba y Angatuba. Lo atravezé dos veces, hacia el norte y hacia el sur, el día que dormí en Taquarituba; y repetí el doble paso al día siguiente, cuando entré al estado de Paraná y terminé colocando mi carpa junto a una gasolinera de Guapirama. En la jornada que siguió a esa noche crucé el Trópico tres veces: cuando bordeaba el pueblo de Jundiaí do Sul, cuando me alejaba de Nova Fátima y cuando "volvía" desde São Sebastião da Amoreira hacia la ciudad de Assaí. Antes de llegar a Maringá, volví a atravezarlo dos veces más, una hacia el sur y una hacia el norte. Aquí, en donde he descansado ya cuatro días, estoy durmiendo prácticamente encima de la línea.

El Trópico de Capricornio no hace más que marcar el extremo sur de la elíptica del sol sobre la Tierra. Eso quiere decir que por encima de él sale el Sol el día de solsticio de verano (para el hemisferio sur) o invierno (para el hemisferio norte). Por fuera del Trópico de Capricornio, en el sur, y el de Cáncer, en el norte, el Sol nunca alcanza el cénit del cielo. Se trata, pues, de una suerte de límites para el poder del Sol sobre la superficie de la Tierra. Todo lo que queda fuera de la región tropical hasta las regiones polares corresponde a las zonas templadas del planeta y como tal presenta otro tipo de relación entre el ser humano, la vida y la naturaleza en general. El nombre de "Trópico de Capricornio", por su parte, es circunstancial. Se debe a que cuando la línea fue bautizada hace 2.000 años, el Sol amanecía sobre ella transitando la constelación de Capricornio en el día de solsticio de invierno (21 de diciembre). Hoy en día, el movimiento de los astros ha cambiado y ese el Sol aparece en la constelación de Sagitario. El nombre, sin embargo, ha permanecido.

Debido a los muchos movimientos del planeta en relación a los demás astros del sistema solar, y de éstos en relación al resto de la Vía Láctea, la ubicación del Trópico de Capricornio no es fija; se desplaza unos cuantos metros por año, y no siempre en la misma dirección. Aún así, se lo determina a poco más de 23° en relación con el Ecuador terrestre. Eso es poco más de la quinceava parte del total del perímetro del globo. Según mis cálculos, eso equivale a unos 2.650 kilómetros en línea recta vertical desde la línea equatorial (considerando un aproximado de 40.000 kilómetros para el total de la circunferencia del planeta). Sumémosle, casi que al ojazo, unos 1.000 kilómetros más (considerando que la diferencia de longitud entre Quito y Maringá son también unos 23°, es decir, otros 2.650 km en línea recta, pero horizontal) para un gran total de 3.650 kilómetros en línea recta desde el lugar en el que empecé a rodar el 6 de diciembre del año pasado y el punto en el que me encuentro ahora, casi exactamente encima del Trópico de Capricornio, en el noroeste del estado brasileño de Paraná. Para cubrir esa distancia he tenido que rodar más del triple de distancia real (12.500 km), además de cortar un buen trecho del camino avanzando por unos 1.000 km más en barco sobre el Amazonas.

Todos estos cálculos son, en realidad, estúpidos. No solo provienen de datos inexactos (en gran medida meramente imaginarios), sino que carecen de un sentido concreto o aplicable a lo que estoy haciendo. ¿Por qué, entonces, perder el tiempo en ellos? Eso es lo que me pregunto cada noche, después de pasar horas y horas meditando sobre temas como éste, planteando variaciones, elaborando teorías e inventando contra-argumentos para acabar con ellas. Mientras voy dando brincos de un lado a otro de una línea que no existe y que, en los términos prácticos que preciso para avanzar en el viaje, no significa nada, ese tipo de datos e informaciones parece cobrar un sentido vital. Como si el simple hecho de especular por horas sobre asuntos como el lugar donde inician o terminan los trópicos hiciese brotar de ellos una luz trascendental que explica (o debería explicar) el sentido que tengo yo subido sobre una bicicleta y tratando de cubrir un espacio absurdo del planeta sobre ella. Siento que voy descubriendo el sentido último de la vida. Paseo mis ojos por las enormes plantaciones de trigo, soja o caña de azúcar que acompañan mi camino por las serranías bajas que se extienden entre Paraná y São Paulo, respiro con fuerza el aire frío o tibio del invierno y vuelvo a perderme en cálculos que me resultan necesarios. Cuando todo se enreda en mi cabeza y empiezo a confundirme, empiezo a elaborar otro pensamiento que explique el fracaso del anterior. Y dale. El ciclo se repite para siempre. No puedo parar de hacerlo. No puedo dejar de avanzar.

He superado todas las espectativas que tenía cuando salí de Quito. He conquistado cada una de las metas que me he puesto adelante y vencido cada obstáculo del camino. He alcanzado, por segunda vez, el límite de la región que constituye mi hogar "natural". Estoy a apenas unos 400 kilómetros de cumplir el sueño de rodar hasta Argentina en bicicleta... ¡Por segunda vez! Aún con todo eso, continúo insatisfecho. ¿Por qué? ¿Por qué no puedo parar? La gente en Quito empieza a decirme que piense en volver. Yo mismo extraño a tantas personas y a tantas cosas que continuamente me pregunto qué es lo que busco con cada kilómetro que pasa. Avanza el tiempo y sigo endeudándome, pero mi cabeza sigue muy lejos de preocuparse por eso. Me he vuelto prisionero de una idea que no tengo muy en claro y que se traduce en una palabra: avanzar. Los cálculos y pensamientos en las nubes no ayudan a resolver mi problema, solo lo hacen más risible. Me detengo y miro el paisaje una vez más. Nada parece mutarse por mi presencia, ni las grandes llanuras cercadas por ríos o las lomas abombadas por los diversos colores de los cultivos. Ni siquiera carros y camiones parecen darse cuenta que ahí estoy, en medio de un drama que ocupa toda mi existencia actual. Sólo el Trópico de Capricornio me sonríe, me hace un guiño de ojos.

Cuando nací, la mañana del 28 de noviembre de 1981, en algún lugar de la parroquia quiteña que entonces se llamaba Chaupicruz y hoy en día corresponde a Iñaquito, cuatro de los diez astros representados en mi carta astral se ubicaban en el signo de Sagitario. Uno de ellos era el Sol, el astro más intenso e influyente de todos, directamente relacionado con la configuración de la identidad individual. Otro era la Luna, de enorme influencia también, que rige aspectos tan importantes como las emociones, el instinto, la memoria y el hogar. Tan solo eso bastaría para convertirme en un Sagitario a rajatabla. Sin embargo, el signo que ocupaba el horizonte era otro, muy distinto, el mismo que ha dado nombre a la línea que he venido recorriendo: Capricornio. Según la astrología, es ése, y no propiamente mi signo solar, el signo que más se relacionaría con la construcción de mi personalidad. El ascendente viene a ser algo así como la luz con la que vemos el mundo, una línea que nos atraviesa y está presente en todas las cosas que hacemos y sentimos, tanto que en el fondo pensamos que la forma en la que concebimos las cosas elementales de la existencia son iguales para los demás, cuando en realidad pueden ser radicalmente opuestas.

Regido por el gigante Júpiter, Sagitario es el signo de la abundancia. La astrología se refiere a él como un signo positivo, masculino, extrovertido. Sus pretensiones son la búsqueda expansiva y exagerada, la sabiduría plena. Le interesa más la cantidad que la calidad, y a menudo tiene pretensiones idealistas que pueden rayar en la intolerancia. A Sagitario le interesa saberlo todo. Avanza de asunto en asunto sin cansancio, apasionándose muy rápidamente de cada cosa nueva que encuentra y, a la vez, olvidando las que va dejando atrás. Positivo y alegre, suele estar rodeado de amigos que gustan de su carácter excesivo y humorístico. Solo consigue seguir adelante cuando entiende (o cree hacerlo) aquello que le preocupa, y casi nunca mira atrás, ni para consolarse ni para buscar inspiración para sus nuevas aventuras. Es tan optimista que a menudo resulta pueril, tan variable que a menudo termina siendo inestable, irresponsable y hasta cruel. Es el prototipo del aventurero incansable, nunca saciado, siempre listo para salir de cacería.

El opuesto natural de Sagitario es, sí, Capricornio, un signo terrenal, negativo, volcado hacia adentro. A Capricornio no le gusta la novedad ni la abundancia. Al contrario, le gusta sentir que las cosas permanecen sólidas y conocidas. Prefiere tener poco, pero tenerlo con firmeza. Y necesita luchar por cada cosa que consigue. El planeta regente de Capricornio es Saturno, uno de los más "oscuros" y de difícil relación con los demás: es el planeta que rige el miedo, el control, la abnegación y la disciplina. Si se ha de describir a Capricornio en una palabra, ésta es persistencia. La cabra, al contrario del arquero-centauro que va de salto en salto derramando flechas hacia todos los puntos del espacio, pisa con fuerza el suelo y va ascendiendo lentamente, con esfuerzo, con calma. Todo para Capricornio es un reto, un combate, una apuesta a vencer, un objetivo que debe ser cumplido. Nada es demasiado cuando se trata de persistir en la conquista de un objetivo que le permita superarse.

He llegado a una conclusión que es, como mis cálculos de distancias, inútil, artificial y tonta. Pero me trae consuelo. He llegado a pensar que no estaré tranquilo hasta que de alguna manera sacie las dos vertientes predominantes de mi personalidad, a la que aquí he tratado de dar forma con astrología (no hay que hacerle mucho caso a esas cosas, son sólo formas de expresar una idea que no tiene forma). Por un lado, necesito dejarme llevar por la aventura expansiva y las ansias de descubrimiento. Por otro, es indispensable que cierre el ciclo, que cumpla el reto, que complete la ruta, mi ruta. Mi Sagitario y mi Capricornio. Necesito conciliarlos. Para que el uno deje de angustiarse por cada cosa que no alcanzo a ver o cada curva en la carretera que me llama para que la recorra, el otro tiene que vencer, tiene que alcanzar su objetivo. Tengo, pues, que completar "la vuelta entera". Y la vuelta entera no es otra cosa que el cumplimiento de la idea que dio inicio a toda esta locura, allá, cuando tenía unos catorce o quince años, cuando daba vueltas por la serranía ecuatoriana y a alguien (quizá a mí mismo), se le ocurrió decir: "Vámonos en bicicleta hasta Buenos Aires".

Ahora me doy cuenta que esa idea tenía adentro mucho más que un trayecto diseñado. No es Buenos Aires por sí mismo el objetivo, nunca lo fue. El objetivo fue el que se volvió palabras mucho después, cuando nos reuníamos para planear nuestro anhelo y le buscábamos un nombre a nuestra idea. Eso nombre lo conocemos todos: "Sudamérica a pedal". Sudamérica. Pedal. ¿Hace falta decir más? A mí no me interesa viajar. Me interesa viajar en bicicleta. Y no me interesa dar la vuelta al mundo. Me interesa Sudamérica. Mí Sudamérica. La que quiero y la que trato de entender (quizá por eso las Guyanas siempre quedan fuera, porque no se incluyen en ese sentimiento, porque no logro incluírlas en él).

Y bueno, ya tengo ocho banderas cosidas en mis alforjas: solo faltan dos cromos para llenar el álbum. No es que estén aquí no más a la vuelta, pero tampoco es que queden muy lejos. Países que no conozco, dialectos que no he escuchado, hermanos con los que no he conversado y a los no he mirado a los ojos. Cuando le contaba a Sherpa lo bien que le iba a Sudamérica en el Mundial, ella me preguntaba: ¿y quiénes son esos Paraguay e Uruguay? Ah, qué iras! No puedo quedarme tranquilo si no piso esas carreteras, aprendo esas palabras, compro con esas monedas, recorro esas calles. ¡Tengo que ir!

Mi amiga Jo (Leo de ascendente y signo solar), que me ha recibido en su casa en Maringá, escucha estas historias y se ríe. No sabe que ella es la última ancla que me queda antes de los días finales. Silencio y frío. Si todo ha de repetirse, como parece que lo hará, está por empezar el tramo más intenso del trayecto, el más solitario y emocionalmente difícil. Empiezan los días de la clausura y con ellos una avalancha. Todo el viaje se me viene encima, desde el primer metro. Eso duele un poco. Como ocurrió la primera vez (como está ocurriendo ya), cada vez seré menos capaz de hablar sobre lo que ocurre afuera de mí y necesitaré hablar más sobre lo que ocurre dentro. Pero aún queda bastante por andar. Es decir, bastante por contar. Mi Capricornio no dejará que me rinda. Mi Sagitario no dejará que me entristesca.

Mañana cruzo por última vez el Trópico de Capricornio y abandono definitivamente la zona tropical del planeta. Aquí es invierno y hace frío. A veces llueve. A veces me siento solo y a veces me vuelvo loco pensando en tonterías. Nada de eso importa. Nos falta poco. Somos el ojo del huracán. Sherpa, Michi y yo. Somos el viento.

Maringá, Paraná, martes 13 de julio de 2010.

12.560 kilómetros recorridos.

9 comentarios:

fanfarriateam dijo...

pedalear siempre
rendirse jamás

es cierto que te extraño mas de lo normal pero no quiero que te detengas

uruguay y paraguay A POR ELLOS!!!
(con tal que vuelvas para el 40 guaso, todo bien)

te quiero mucho!
amarantita

AAAbikers dijo...

Nuevamente... acá estamos para dejarte un comentario de aliento.

Para decirte que a pesar de que puedes sentirte solo a ratos, no es cierto, tienes muchas almas de ciclistas que hubieran querido, pero que no han podido, hacer lo que Tu..

Ahora nos llevas en tus alforjas, a conocer paises, territorios, personas pero ... por sobre todo, a conocer lo que se siente hacer un periplo como el tuyo..

Cada día escribes mejor Andrés, esa es otra cosa en la que mejoras con los kilómetros.

Sigue, avanza, pedalea, llega, conquista, resuelve y vuelve. Acá estamos esperándote físicamente pero nuestro espíritu ciclista va en las alforjas de la sherpa..

Un abrazo desde Quito-Ecuador.

Anónimo dijo...

Ya está, pues, definido públicamente el objetivo de este segundo periplo del SAP, que comenzó casi sin rumbo cierto en diciembre de 2009. Para ponerlo con los nombres de las capitales: Asunción, Montevideo y Buenos Aires. Lo cual significa ir al sur, al oeste, volver al este y más al sur, atravesar lo que falta del Brasil, parte de Paraguay de ida y vuelta, cruzar la mesopotamia argentina, volver a cruzar el sur del Brasil, atravesar el Uruguay y llegar a la otra orilla del gran Río de la Plata, a la ciudad de Buenos Aires, justamente donde terminaste el primer SAP hace dos años. Abrás cerrado así un enorme círculo de afecto, de aventura y de descubrimiento.

Lo que te falta todavía para cumplir semejante propósito viajero sería, para cualquiera de los que seguimos tus crónicas, un viaje enorme, casi imposible. Para ti, parece ser solo la etapa final de la aventura. Cuidate mucho, pues queremos volverte a ver sano y salvo pronto.

Aunque poco nos cuentas de Jo y su familia, quiero que ellos sepan que cuantos te queremos apreciamos muy de veras su hospitalidad y su ayuda. ¡Que Dios, el Padre de todos los seres humanos, les pague por su bondad, que nosotros casi seguramente nunca podremos pagarla!

Un abrazo y mucho ánimo,

CLC

Anónimo dijo...

Mi brotherix del alma, solo te hago acuerdo del libro del frances ese loco que termino siete años en bici, ese que vimos en casa del Lucho en Peru, un dia simplemente se detuvo, vio la señal clara de que era hora de detenerse, si para ti no llega no te sientas mal, ni te sientas culpable por los que aca te extrañamos, solo sigue, solo sigue, es tu viaje , tu vida, solo sigue ese profundo anhelo que te impulsa a ser.
Un abrazo y eso si... cuidate
MS

F dijo...

Vas a salir, eso si, graduado de escritor.

Suerte en la última etapa.

Felipe

PS: tu pasada por mi casa cambió el rumo de mi vida, que loco no?! Sigues siendo un grana amigo y una gran influencia positiva en mi vida, gracias por eso, SALUD!

Anónimo dijo...

Broder!

Alegría Sagitariana es lo que traes con tus relatos.

Me cuentas como va lo de Larisa... y para ser sincero, espero que si regresas o sigues, tus relatos nos sean revelados.

Un gran abrazo siempre!

JFDS

Lupa Jacob dijo...

Sempre achei que não tinhas planos de retorno. Voltar para casa é somente um dos desafios. Essa relação transcendental entre o viajante e a estrada revela que o mais importante não são as chegadas ou partidas dos lugares. O mais valioso de uma viagem de bicicleta é o percurso, a trajectória, os caminhos.
O que se revela é o que te move.
Um forte abraço.

Anónimo dijo...

Dale Guabas entiendo perfectamente el sentimiento y creo que solo es el hecho de saber que ya estas cerca de la meta, animo y fuerza bro, que se sigan cumpliendo nuestros sueños y ya planearemos nuevas metas
Jose

Anónimo dijo...

Hola Andy, hace rato que no había podido seguirte.

A todo el conocimiento astrológico que has ido adquiriendo quisiera añadir, por si te sirve, que lo que te está pasando tiene que ver también con lo que se conoce como el Retorno de Saturno. Como es uno de los planetas externos respecto de la Tierra, gira mucho más lento y nos da vuelta cada 28-30 años. Es decir la edad por la que estás atravesando. Este retorno es muy fuerte, yo recuerdo perfectamente cuando me sucedía a mí mientras era estudiante en los Estados Unidos y alguien me explicó lo que me estaba pasando. Es una enorme sacudida de todos los temas que este planeta maneja. No toca más que ser bien macho, en tu caso, y verle a la cara.

Yo de mi parte voy a ir al Brasil en septiembre a participar en un encuentro internacional de coros, en representación del Ecuador. Tus notas del nordeste me servirán para conocer mejor esa zona (Minas Gerais).

Y este momento salgo a ponerme la vacuna de la fiebre amarilla.

Mucha suerte en esta acometida final,


ml