En cuanto a las noticias, pues resulta que no soy el único miembro de Sudamérica a pedal que logró alcanzar suelo chileno sobre una bicicleta. Con un día de retraso, la Andre consiguió un compinche bicicletero en Mendoza (el Santi Leguizamón, un primo de una prima suya, a quien debemos muchos buenos momentos de nuestro descanso en la capital mendocina) y empezó a seguirme la pista por la endiablada subida al paso de Los Libertadores. Los muy tigres han logrado hacerlo todo y entrar a Chile, pero ahí nuestro pana Santi ha cometido el pecado de ser ecuatoriano indocumentado, por lo que por las mismas los devolvieron al lado oriental de la cordillera y en estos momentos deben andar de relax extremo en algún lugar del vecino país.
Yeah!
Por mi parte, tuve que enterarme a las malas que he venido a Chile en la peor época posible. El invierno está ya casi que instaurado, y sus feroces anuncios vienen de la mano de intensos días grises y fríos, en los mejores casos, y de aguaceros helados, en los peores. Tuve un par de días para pasearme por las concurridas calles del centro de Santiago, pero más pasé escapando de chubascos y vendavales que echando ojo a la ciudad.
El colmo fue mi visita a Valparaíso, la ciudad "más bonita de Chile", según me dicen. Todo indicaba que el día que se venía sería gris a no poder más, pero yo decidí hacer caso omiso a las advertencias y me tomé rumbo hacia el puerto. Encima más ese día me desperté tarde y estuve llegando a Valparaíso, en medio de un diluvio, a eso de las 2 de la tarde. Triiiiste. No quedó más que refugiarse en cafecitos y lecturas hasta que pasase el temporal... Para cuando la cudad ya se abría lista para que yo la recorra, ya debía tomar el bus de vuelta a Santiago. Plata botada.
Al menos pude ver algo del Pacífico y me pasée por un par de calles a lo bestia. No cabe duda que Valparaíso merece otra visita con más luz y calma. Ya llegará el día.
En Santiago fui huésped de honor de una querida y antigua amiga de aventuras: la Cari Peña. Muy fiel a su alegre y amiguero espíritu cuencano, la Cari me dio más hospitalidad de la que yo buscaba. No solo me dio cama y una ducha hirviente, sino que me permitió acabar con su pequeña alacena y me permitió atiborrarme de café, algo que no hacía en tal medida desde que salí de Quito. Pa todos los que la conocen, sepan que ya anda requete instalada en un depar a lo bestia de Providencia, con todas las comodidades posibles, varias buenas amigas y encima una beca que lo paga todo.
Millones de gracias, Cari!!! Ya nos veremos en algún otro rincón del mundo...
Bueno, ya entrando a lo que nos compete en este blog, finalmente tomé mi bicicleta (ya por fin voy acostumbrándome a no usar el verbito ese, "coger") y salí rumbo sur luego de 3 fríos días de guakseo en la capital chilena y sus alrededores. El nudito en la garganta que me acompañó al salir de Mendoza se volvió a formar a lo largo de las primeras cuadras, pero de nuevo tuvo que pasar poco tiempo para que me vuelva a integrar plenamente con la bicla y fije mi mirada hacia el lejano Temuco, que será, si todo va bien, el lugar del próximo descanso.
Lo primero en llamarme la atención (aunque ya lo había hecho el día que llegué a Santiago) fue el tamaño y las condiciones de la autopista. Ahí como la ven en la fotito, la carretera va desde Arica a Pto. Montt. Por ahí me dijeron que Chile "hizo un buen negocio" concesionando las vías. Ignoro los pormenores internos del asunto, pero debo reconocer que la panamericana chilena es muchísimo mejor que sus pares argentina, boliviana, peruana y ecuatoriana.
Y a pesar de que durante los primero kilómetros anduve estresado por lo pesado del tránsito y la bulla de los carros, me he ido dando cuenta que para mí resulta bastante cómodo transitar por ahí. La banquina es siempre amplia y siempre está pavimentada, por lo que voy sin molestar a nadie y sin recibir molestia alguna. Además, la carretera está tan bien señalizada que ya me he olvidado de sacar el mapa en días.
Lo malo es que el tamañote de la vía "oculta" la naturaleza circundante, o por lo menos la vuelve menos visible por la continua y abrumadora presencia de rejas, camiones, carteles, luces, desvíos, carriles de servicio, etc. De todas formas he podido ir saboreando el aroma de kilómetros y kilómetros de plantaciones frutales y, sobre todo, viñedos, que cubren de extremo a extremo el horizonte y cargan unas uvas que se ven de lo mejor. No sé cómo es que de este lado de la cordillera no he continuado con la sana y muy recomendable degustación diaria de vinos que practicábamos del otro lado...
Ahora viene la parte de las quejas:
Ya desde Santiago me habían dicho que las lluvias habían sido tan fuertes que hasta puentes se habían llevado, y que, a pesar que tendría algunos días secos (lo cual hasta ahora ha sido cierto), el frío empezaría a ponerse serio...
Pues bueno: ME ESTOY CONGELANDO.
Es común amanecer con grados bajo cero, y durante el día es muy raro que se llegue a los 10 grados centígrados. Me toca pedalear a temperaturas que van de los 4 a los 8 grados todo el tiempo. Yo, que siempre me he quejado de no poder moverme mucho porque en seguida empiezo a sudar, ahora debo pedalear con dos y tres sacos y dos pantalones encima, además de guantes, orejeras y dos pares de medias. La situación se ha vuelto tan difícil que por ahora creo imposible poder seguir cuando vuelvan las lluvias, y según el servicio metereológico lloverá toda la próxima semana!
Ya nadafff! Mi respuesta será la misma que ha sido hasta ahora: seguir y ver qué pasa. No se sorprendan si el próximo blog lo redacta un gruñón y congelado hombre de hielo.
Solamente he pedaleado tres días desde Santiago, pero eso ha sido suficiente para dejarme hecho un caos. Además, según mis planes tengo que pedalear 4 días más antes de merecer un descanso en Temuco. He recorrido más de 330 kilómetros en estos tres pilches días y lo que se viene está peor: etapas de 120 y hasta 130 km al día!!! Toy cagao' verdaderamente. Todo sea para escapar de la lluvia y el frío brutal, cosa que, según se ve, no será posible de ninguna manera.
Al segundo día de recorrido, en Curicó, tuve el gusto de ser recibido por Pablo Castillo Arce y su familia. Pablo, a quien contacté gracias a una amiga de la Cari, resultó ser un tipazo a lo bestia. En la breve noche que estuve a su cargo, me dio de comer como a caballo, me paseó por su ciudad (muy bacana, por cierto), me hizo conocer a sus amigos, se aseguró de darme un buen lugar para dormir, llenó mis alforjas de comida y hasta me regaló una chaqueta impermeable que ya probó ser valiosísima en este primer día de uso!!!
No puedo sino expresar mi inmensa gratitud por Pablo y su familia. Con gente así de mi lado, poco importa que me caiga un glaciar encima: estaré a salvo.
El ritmo febril con el que ando pedaleando apenas me ha permitido conocer las ciudades por las que paso. Lo típico es salir de la carretera, entrar a la plaza central, tomar un par de fotos y salir por las mismas. Debo contentarme con lo que veo en la ruta, que es bastante. Hoy, al pasar por Talca (la capital de la Región del Maule), recordé una divertida historia que llegó a mis oídos hace no mucho. Al parecer, hace mucho tiempo, un visitante inglés que pasaba por la ciudad expresó su asombro por lo denso y constante de la neblina diciendo que Talca era similar a su ciudad natal: "Talca parece Londres". Pero en su castellano mal aprendido, balbuceado apenas quizá, su oración debió sonar algo así para los lugareños "talca parisi londres". De ahí en adelante, los talqueños han hecho emblema de esa frase para codearse con esas grandes capitales ("Talca París y Londres"), al punto que en la fachada de su centro comercial exhiben simultáneamente la hora de las tres ciudades.
Yo, por lo menos, pude constatar el hecho de que la neblina en esa ciudad es insoportable. Hoy día, en casi 9 horas de viaje, apenas vi el sol por 20 minutos!
Bueno, no los canso ni me canso más. Por ahora debo dormir para mañana seguir dándole y dándole en este clima polar. ¿Para qué? Para ir hacia el sur, done hace más frío. ¿Y luego qué? A trepar la cordillera, donde segurito que sí hace un calorzazo. =( =(
Escenitas:
Escena 4: Sherpa también requiere de sus dosis de sol.
Escena 5: "Putagán" o la "Villa Alegre". Tal difícil decisión me tuvo dudando por media hora. Obviamente, visité ambas.
7.652 kílómetros recorridos.
Linares, Región del Maule, Chile, viernes 30 de mayo 2008