tag:blogger.com,1999:blog-17272174322714992452024-02-18T19:42:58.101-08:00Sudamérica a pedalSudamérica a pedalhttp://www.blogger.com/profile/01262964256565420157noreply@blogger.comBlogger61125tag:blogger.com,1999:blog-1727217432271499245.post-14959989346988972332010-08-26T08:31:00.000-07:002011-04-21T10:18:42.220-07:00Segundo epílogo porteño: los adioses<div style="text-align: center;"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 400px; height: 261px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh5HuCDyDJqR6UPrU5Ma2AT2YFalQOOHpS5FJ6j6SvohWIDXTbORKYCUG6J0mibYHSHLTnZQ2XyCbWckvMMUSaBz2zGRx8_akLxLZyYyWO9vZUz38yGKCJXeJNfKO7GuoeAyd9qmH6J3fe6/s400/(1).jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5511688106694223602" /></div><div><div style="text-align: left;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">Aterrizo. Caras conocidas y sonrisas. Amigos demasiado buenos. Mis padres, mis hermanos, todos aquí en el nuevo abrazo. O casi todos. Un reencuentro se demora: Michi suspira por sus alitas rotas y Sherpa me mira con una complicidad llena de nostalgia. Procuro sonreír. Empiezan las historias, la ilación de anécdotas, la puesta al día con el mundo que me recibe de vuelta. He llegado a casa. Se siente como no haberse ido nunca. A la vez, se está tan lejos todavía, tan lejos para siempre. Un golpe de bruces contra un sol y unas montañas que conozco demasiado. Y arranco de nuevo. Ahora sin moverme.</span></span></div></div><div style="text-align: left;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"><br /></span></span></div><img src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjKkov2ATFgUMmbmMntrWCPW0fuzJMXJeZSRcS2-HUG9QBzk8ELgqmx4vaJxcxvkR5UPs0IFHqYyC71tg9s-Dcab3Clb9aJja4m48PilOV27fjwpABHGe_3yHZYYjm80o580Qkr64QLvcEt/s400/(2).jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5511688102617535026" style="display: block; margin-top: 0px; margin-right: auto; margin-bottom: 10px; margin-left: auto; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 260px; " /><div style="text-align: left;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">Desde el día en que tomé la decisión de salir a viajar en bicicleta por Sudamérica hasta ahora han pasado cerca de cuatro años. Más de uno de ellos lo he pasado afuera, con Sherpa, descubriendo lo que tengo metido adentro y la forma en que ello puede adquirir un significado en su relación con el mundo, </span></span><i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">mi mundo</span></span></i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">. Ha pasado mucho tiempo, muchas, muchas cosas. Han sido más de 400 días de viaje, más de 250 jornadas de pedaleo, más de 1.400 horas rodando con Sherpa y más de 23.500 kilómetros sencillamente irrepetibles. He recorrido diez países. He paseado por enormes ciudades y descansado en villas que no existen en mapa alguno. He mirado un mundo que hasta hace no mucho ignoraba que existía. He vencido obstáculos y he sido vencido por ellos. He recibido el co</span></span><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">ntacto humano de centenares d</span></span><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">e personas y a través de ellas he aprendido a conocer parte de lo que el mundo puede significar para nosotros, sus frutos. He convertido a extraños en amigos, y a amigos en hermanos. He sido poderoso como nunca, y, a la vez, he sufrido la decepción de no ser nada más que una hormiga soñando polvo al pie de la Creación entera.</span></span></div><div><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"><br /></span></span></div><div><div face="Georgia, serif"><img src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjhkZumqItGve4QSNkZ-gljB6gWr3ObHWjp6uiUL-OThhzcyJxhPgb5P8_A5EKQm85ow8tfRAwzne-7VUavcuwpQcpJAYiH8GIAycL8oOmg3G-YPi1uKiyudHdRMa7EETfXgAgayPoaGE9u/s400/(3).jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5511688088904052178" style="display: block; margin-top: 0px; margin-right: auto; margin-bottom: 10px; margin-left: auto; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px; " /><div style="text-align: left;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">Es increíble cómo creció esta diversión de amigos. Creo que en el fondo siempre intuí que algo así habría de pasar, que no podría detenerme hasta sentir una suerte de revolución entera. Ha sido lenta, imperceptible, esencial. Un universo oculto que se revelaba. Sí. Sobre todo eso. Me obligué a levantar un espejo frente a mí </span></span><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">y lo contemplé por siglos. Metido de cabeza en mí mismo, hurgué en todos los recovecos que pude encontrar. Lo hice sin miedo y sin frenos. No fue fácil. No todo lo que he visto me ha gustado, no todo me ha quedado claro, no todo merece aplausos. Y, sin embargo, estoy feliz. No sé cómo explicarlo. No me siento satisfecho, ni calmo, ni saciado siquiera. Solamente me siento unos peldaños más arriba de mí mismo, del que fui cuando empecé a imaginar todo esto. Creo que de alguna manera entiendo un poco más lo que significa querer ser mejor, esforzarse por ello, vivir en su función y estar </span></span><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">dispuesto al sacrificio.</span></span></div><div style="text-align: left;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"><br /></span></span></div></div><img src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhFnZgcjc7Le19AYZCtCb0y6EPwm90LFyXtNvMlscvDNO1_GMHmJB4eaDZKaUtXUTpu8lljT0hZO0k5sjpJ6DRkXKEaHIORiEF3U_cIz4SCNGJBx20Mizs-gUhPkNOe1Xo9tLFa69Q9l4ip/s400/(4).jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5511688090209556434" style="display: block; margin-top: 0px; margin-right: auto; margin-bottom: 10px; margin-left: auto; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px; " /><div style="text-align: left;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">Este </span></span><i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">post</span></span></i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> es un asunto de saldos y de adioses. En parte está escrito para mí mismo, para saciar mi melancolía y tener algo qué mirar cuando los años me hagan olvidar lo que ahora siento. Es, también, un asunto de liquidación de cuentas y agradecimientos repetidos. Simplemente necesito abrirme una última vez par</span></span><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">a compartir la emoción que me causa la clausura. Necesito decir gracias nuevamente. A todos: a la vida, a los caminos, a los valles y los cerros. Es curioso cuánta gente me ronda la cabeza cada vez que trato de elaborar mis recuerdos sobre ruedas. Mi viaje en solitario no solamente habla de mí, habla también de la amistad. Sé que la mayoría de personas que se involucraron de alguna manera en el periplo habrán olvidado ya el paso de los ciclistas y sus fantasías, que muchísimas jamás sabrán que este diario existe y que lo que </span></span><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">hicieron o dijeron es parte fundamental de todo lo ocurrido. Yo trato de no olvidar a ninguno. En mi mente y mi corazón viajaron muchos. Algunos fueron fugaces e irrelevantes, otros fueron fundamentales. Hay quien fue una presencia absoluta. Quiero agradecer a todos.</span></span></div></div><div><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"><br /></span></span></div><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 400px; height: 118px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj1GwB32ByiumH_Wzwmlk9ACpuSKxEwu3d45waMc2Aa1Thhhcr0k59wN7ElluKHiJyF3kdN1kVDLDpdFTVqrdpAG6DiVd_RkxnSlNicCNMSiu0bBH4TfdqV-LMQ2VG0CWL4zQSGYjl6Ufsq/s400/(5).jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5514322997256607074" /><div><div><div style="text-align: left;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">Es difícil recapitular, así que volveré al inicio: nuestros días infantiles en el Perú. Entonces no había nada más que felicidad plena. </span></span><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">En algún otro lugar pinté esa etapa como el momento del ensueño y la aventura: no sabíamos lo que hacíamos y no nos importaba saberlo. Fue el momento de mayor libertad y alegría. Desde los desiertos costeros del norte hasta las llanuras andinas del sureste, Perú fue nuestro mayor triunfo. El momento crucial del desafío ocurrió, pues, al inicio, durante los pasos dados en nuestro vecino del sur. Todo lo demás fue casi un dejarse arrastrar por la corriente que creó la enorme energía que tuvimos en esos primeros meses. La amistad, además, nos hizo invencibles. El Perú nos permitió los mayores atrevimientos y ocurrencias de todo el viaje. Cada paso fue un descubrimiento y una emoción conmovedora. En términos generales, la ruta peruana fue el desafío más difícil y agotador de todos los que enfrentamos: nada volvió a ser igual al reto de superar los gigantescos tajos de la cordillera de ese país y las abrumadoras condiciones que se registran en sus estribaciones. A Perú debemos agradecerle el triunfo de la fantasía y la fuerza, la génesis de toda nuestra camaradería y la alegría de nuestro éxito.</span></span></div></div></div><div><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"><br /></span></span></div><div><div><img src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEihjeBTeEIXr6Bfzt_56c67X_n8Qhsv2z4G8J5Hxd3Ewfyiw7ISIrZ6X0nrXznD7bFU-Au7Curno7GpT6WrGvqtPjMbGX-aDHmDtLAkSPSXviqMwatEFcpf4KvUtX_l_WoCwCrcbvlan8Kf/s400/(6).jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5511686229329931570" style="display: block; margin-top: 0px; margin-right: auto; margin-bottom: 10px; margin-left: auto; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 89px; " /></div><div><div></div></div></div><div><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">A pesar de los abruptos desniveles y los mundos de magia que atravesamos en el Perú, no fue ese el país de la geografía que más me sorprendió. Ese título lo tiene nuestro otro vecino cercano: Colombia. Nutridos por dos cuencas hidrográficas que nacen casi en el mismo lugar y que atraviesan gran parte del país de norte a sur creando dos enormes valles longitudinales, los retos que me impusieron los ramales de los Andes colombianos fueron dramáticos. Al igual que el Perú, Colombia fue un espacio inaug</span></span><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">ural, un tiempo en el que mente y cuerpo empezaban a acostumbrarse a las exigencias de la aventura, y yo no comprendía bien aún el alcance de lo que estaba por hacer. Eso hizo de Colombia una tierra de fascinación, pero también de agotamiento. Apenas recuerdo cierta calma en las cercanías de Cali, al interior de la gran llanura que en esa región forma el río Cauca. Todo lo demás fue ascensos y descensos asombrosos. Al contrario del Perú, para enfrentar el vigor de Colombia no tuve tiempo preparación. Salí con un estado físico muy inferior al requerido para enfrentar una cosa así, con poca planificación en cuanto a rutas y ningún tramo sencillo que me permitiese aclimatarme. La relativa cercanía a casa y los respectivos bríos que me llegaban a través del teléfono fueron fundamentales para no decaer tras las primeras enfermedades, quemazones y fatigas mecánicas.</span></span></div><div><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"><br /></span></span></div><div><div><img src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjrFtb7cF7LxbbE5O5UYm3Jalso0Iv6NgU1Sb_uC4SWO5fwyzHTNT2lfscwanSkHzeQPWhF_3PLuxGUEPk_kLBswjdRpmd237J7kWX0Sv1-OwTWjbxenFH64EdX6XwVe359oKDGJsuWZIpH/s400/(7).jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5511686222078416306" style="display: block; margin-top: 0px; margin-right: auto; margin-bottom: 10px; margin-left: auto; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 78px; " /></div><div><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">Tras las etapas iniciales, de descubrimien</span></span><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">to y sorpresa, siguieron los días de la madurez, los días en que viajar sobre pedales empezó a ser una costumbre. Hacia el sur, el turno fue para Bolivia. Hacia el norte, Venezuela. No puedo pensar en dos países más distintos entre sí de los que componen Sudamérica que esos dos. El corazón andino del continente nos sorprendió por su aire de enigma, por el velo cerrado que protege sus misterios naturales y humanos. Bolivia es la convivencia y la confrontación de mundos profundamente enemistados: entre los departamentos del altiplano y las llanuras orientales se despliegan idiomas, culturas y formas de vida muy dispares. El antagonismo regional es en Bolivia parte de la esencia misma de la nación. El único otro país que ha hecho de las diferencias regionales un motivo tan demarcatorio del espíritu nacional es el Ecuador, pero, al contrario que en nuestro caso, donde eso tiende a orientarse hacia una dinámica de coexistencia conjunta (no por ello carente de conflictos a veces muy graves), para Bolivia la oposición entre regiones es un sismo que desgarra continuamente los esquemas de convivencia y ha hecho del país un problema irresoluble. Hay mucho en Bolivia todavía por descubrir y comprender. Baste decir que en ese país encontré los dos paisajes que más me han impresionado en todo el continente: los desiertos del sur-occidente, incluyendo la zona del Salar de Uyuni (como paisaje natural), y las desoladoras minas del Cerro Rico de Potosí (como paisaje humano).</span></span></div></div><div><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"><br /></span></span></div><div><div><img src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgGDshc2A0RKH1o4eHBICwDqxsNRbcjVmB5Af_2vcaC8xf0c-7RT71i2UE6cx8gegZsBpQWE6QryRpQp3jCDoFsm2aNLZCM-HNrAeeAy_bG_BckY1N1I8gyauODOL7j0d0szPfOosgNwY8F/s400/(8).jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5511686219463429186" style="display: block; margin-top: 0px; margin-right: auto; margin-bottom: 10px; margin-left: auto; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 101px; " /></div><div><div></div></div></div><div><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">Venezuela fue un país que sentí como en ebullición. Fue el país donde más amigos tuve, donde más contactos hice, donde más ayuda recibí y donde mis expectativas fueron mayormente superadas. Conforme avanzaba, cada día me demoraba más en responder mensajes y reportarme con los nuevos amigos que </span></span><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">iban quedando en la ruta. Nunca la gente se había interesado tanto por mantenerme “a salvo”. El país que pelea con Chile y Brasil el título de ser el más caro de Sudamérica fue también el que más dinero me obsequió. Por diversas circunstancias, en el fondo derivadas de la gigantesca reserva de recursos que alberga el país, el regalo más común que recibí en Venezuela fue dinero en efectivo. La cifra total sin duda pasa de los varios cientos de dólares, aun sin contar la comida y el hospedaje que, a menudo, también obtuve sin abrir mi billetera. La gente se sorprende cuando digo esto. Estadísticamente, Venezuela no parece muy atractivo: por decir algo, es uno de los países con peor distribución de riquezas en la región y su capital, Caracas, es la ciudad donde más personas mueren por actos violentos en toda Latinoamérica. Mi paso voló por encima de todo eso. Mientras el país ahonda una radical división entre partidarios y opositores al gobierno (división que asusta y se muestra a todas luces peligrosa), parece que el venezolano no pierde la generosidad y el abierto carácter caribeño. Venezuela fue una experiencia definitivamente positiva, más todavía si pienso que en medio del recorrido por ese país tuve un descanso de dos semanas en casa que recuerdo como el tiempo más dulce que he tenido en los últimos años.</span></span></div><div><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"><br /></span></span></div><div><div><img src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgYwCLjc_ve_HI0Po6EFeyxL53XAKPqjb4M2HTX5VUsKFe5a-rCIcEJ92DZq8K6hfNu33e9h3yfWHLkx0rBQgko1Tcb-u3mcux1jeeVKLn9DqUhq5FFClY2P0YFyfSsSDi8-Jk8cf7xLf4x/s400/(9).jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5511686214158192466" style="display: block; margin-top: 0px; margin-right: auto; margin-bottom: 10px; margin-left: auto; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 96px; " /></div><div><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">Salir de Bolivia, ya en el cuarto mes del primer viaje, significó el encuentro inicial con uno de los dos gigantes sudamericanos: Argentina. El país que durante gran parte del siglo XX figuró como la punta de lanza de la economía regional y el centro de atención de las miradas de todos sus hermanos “más pequeños”, para nosotros fue, desde el inicio, el símbolo de nuestro sueño. El objetivo de Sudamérica a pedal sie</span></span><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">mpre fue viajar a Argentina en bicicleta. Desde la primera propuesta hasta el último día de viaje, el destino se encontró permanentemente en ese país; y la clausura, de una u otra forma, siempre fue imaginada en la cautivante Buenos Aires. Argentina fue el país que más veces visité: ingresé por sus fronteras dos veces en cada viaje y desde su interior partieron los dos vuelos de regreso a casa. Además de todo eso, Argentina probó bien su condición destacada como desafío final. Desde las pintorescas condiciones creadas por los declives de la cordillera hasta las pampas y de vuelta a las alturas heladas que abren la Patagonia, fuimos conociendo un mundo fundado en la novedad. El frío del viento austral, la languidez de las poblaciones, el aire distinguido de las comidas, el carácter rudo de las costumbres y los gestos, el vacío de la vegetación, la agresividad del lenguaje… al fin mirábamos de frente todo lo que habíamos conjeturado por años. Fuimos bien recibidos y bien despedidos. Fue la conquista y la conclusión perfecta.</span></span></div></div><div><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"><br /></span></span></div><div><div><img src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgBANNhO5z4kr3me_mbl8LQNckQArBDsntBsZALsdJwumycMEB-Ds-3BOi0RJSJ0rLvy_OeR1TcnxhQediI4nFMuPcD8_nbYEsLx0zLoilXNpSg_KfrfJur0m-RufzjnR4YoAdzZ0iFa8f3/s400/(10).jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5511686208159479826" style="display: block; margin-top: 0px; margin-right: auto; margin-bottom: 10px; margin-left: auto; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 90px; " /></div><div><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">En términos muy amplios (¡perdón por tantas generalizaciones!), nuestro continente define sus caracteres en relación a sus regiones: hay una Sudamérica “andina”, una Sudamérica “caribeña”, una Sudamérica “amazón</span></span><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">ica”, una Sudamérica “pampeana”, una Sudamérica “chaqueña”, una Sudamérica “del cono sur”… Fuera y a pesar de todo ello, hay una Sudamérica distinta a todas: el Brasil. Él es nuestro verdadero gigante. Aunque similar y cercano, Brasil es un país que descolla por su diferencia. Es un país de otro mundo, de otra realidad, mucho más grande, poderoso, poblado, pujante y versátil. Es un país que ha despertado más que el resto, que se ha encendido más y arroja sus chispas sin remordimientos. Más de la tercera parte del tiempo invertido en todo el viaje sucedió en territorio brasileño. Más de la cuarta parte de la distancia total recorrida se dio dentro de las fronteras de ese país. Yo siento que pasé una vida entera ahí. Brasil fue el país donde más aprendí a desenvolverme solo, a entablar relaciones nuevas y a meterme sin recelo por lo desconocido. También fue el país al que llegué con menos preparación y menos perspectivas: no sabía cuánto tiempo permanecería en él ni por dónde rodaría, o ni siquiera las destrezas que podría desarrollar con el nuevo idioma. Era casi nada lo que conocía de extensas regiones del país y a menudo tuve que escoger entre opciones que no me decían nada más que direcciones distintas en un mapa. Brasil fue la plenitud, la mayoría de edad, el cenit y la cumbre de todo el periplo. Quizá no le pertenezcan los momentos más espectaculares, pero a él le pertenece la marca más grande de todas: fue el Brasil el punto culminante de mis aspiraciones y desafíos en bicicleta. Todo lo que siguió resultó un trámite accesorio, un premio extra, ya no el meollo primordial de las búsquedas de Sudamérica a pedal. Sin que me diese cuenta, con su firmeza y ánimo positivo a pesar de su compleja realidad, Brasil creó en mí una </span></span><i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">saudade</span></span></i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> que durará el resto de la vida.</span></span></div></div><div><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"><br /></span></span></div><div><div style="text-align: left; "><img src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhuROcZDLjeIhP74uM8ZpiBSSU0nhctEG8U0dSYh0_UU_MnDDdVxPeSPAPjpXvmquvItrdmN0HVnIxXrC3nhQXe3IRwXVrgEladuanxilJ90_4LmtFn4kTEvpdnXniNu-8EvjmWaatXxokb/s400/(11).jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5511685777218560754" style="display: block; margin-top: 0px; margin-right: auto; margin-bottom: 10px; margin-left: auto; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 92px; " /></div><div><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">Paraguay, el país de la tierra roja, fue en realidad un capricho. Llegar a sus territorios implicó una suerte de “desvío” de la ruta di</span></span><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">recta que me hubiese conducido a la capital argentina. Insularizado “hacia el interior”, como Bolivia, es un país que, al igual que aquél, guarda misterios imposibles. Tras pasar tanto tiempo en el poderoso Brasil, Paraguay se me pintó como un país pueblerino y quizá olvidado. A la vez, de alguna manera, sentí que estaba volviendo a territorio familiar después de todo lo aprendido en la tierra portuguesa. La verdadera patria es el idioma, dicen. Qué curioso que haya logrado sentirme bienvenido en un país donde la presencia viva de una lengua completamente extraña sea la característica más notable. Paraguay ha logrado algo que ningún otro país de Sudamérica ha logrado: la armonía real y efectiva entre los dos componentes centrales de su cultura, lo europeo y lo indígena. La simbiosis se muestra en muchos aspectos, pero principalmente en el idioma: no hay paraguayo que no comprenda y utilice el guaraní como parte de su vida cotidiana. Y ya sabemos, un idioma es una cosmovisión, una forma de pensar, una manera de entender el mundo. No he sido el primero en pensar que Paraguay es el país más original de nuestro continente. Eso lo debe principalmente al hecho de haber sido capaz de no darle las espaldas a uno de sus pilares (como quizá hemos hecho todos los demás), y, en cambio, ver en ello una poderosa marca de identidad y fuerza.</span></span></div></div><div style="text-align: left;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"><br /></span></span></div><div style="text-align: left;"><div><img src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiWst3zv7mK10Cx2ZSsbZT9yhShpGR_4A6DZenaCH7Am-8qyLvgj8CzjIexlx2wOBQ2IJeDucxkgP7d-21OQ08kFgUabkjkjMl8m7fzow5E7Zq8xH4MFNqKyTUrnTp1drAWkBopqW49uEcg/s400/(12).jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5511685771693088402" style="display: block; margin-top: 0px; margin-right: auto; margin-bottom: 10px; margin-left: auto; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 179px; " /></div><div><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">Muy anteriores a la tierra guaraní son los recuerdos del largo país que acaricia el Pacífico del otro lado del continente. A Chile debo agradecerle haberme enseñado la tarea intensa y melancólica de ser un viajero solitario. Los días que pasé entre sus viñedos y prados verdes fueron el trecho de mayor dificultad emocional y, por eso mismo, de mayor violencia. Algo especial ocurrió en los días en que perdí la cabeza al sur de Santiago. Algo de místico o sobrenatural. A lo largo de las larguísimas jornadas que pasé envuelto en una bruma blanca y congelada, por dentro fui venciendo todas mis trabas, conociendo mis caprichos, dándome de cara contra mi forma de ser y de asumir las cosas. A veces siento que no conocí el país, que solamente pasé por él mientras debatía dentro de mí un conflicto que no tiene explicación posible. Chile fue difícil, interminab</span></span><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">le, doloroso y frío. Fue genial. Salí de ese país cansado y con susto, pero muy feliz. Quizá como nunca lo había estado. La mañana espléndida que me despidió de sus territorios fue el verdadero final de la primera etapa de Sudamérica a pedal: fue, de hecho, mi mejor marcha triunfal.</span></span></div></div><div><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"><br /></span></span></div><div><div><img src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgZpaQQzQXm5k8rIcNx3fRtGZh7VMia3hWurzY9BXqRr7mkQ-R-vL8DUen2Kn5xoFLv8refKZhb1QFRCyLweivQVA5qiCG3w-0M-VB5JszI-6bluINj6fL779Iq7eqjEhP1gQsgxKu9GuHU/s400/(13).jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5511685766006702818" style="display: block; margin-top: 0px; margin-right: auto; margin-bottom: 10px; margin-left: auto; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 86px; " /></div><div><div></div></div></div><div><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">Por último, Uruguay, el más pequeño, un país como una gota de agua. Atravesé sus llanuras ganaderas siguiendo el litoral del </span></span><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">río que ha dado nombre al país. Por ahí fui agotando mis últimos cartuchos, tomando nota de las últimas impresiones y descubriendo una vez más que la alegría de todo viaje (de toda vida) reside en la calidad de la convivencia que podamos mantener con quienes nos rodean. Sin buscarlo, Uruguay me abrumó con cordialidad y ayuda. La gente se esforzó por hacerme sentir en casa sin que yo haya tenido que hacer otra cosa que simplemente pasar por su camino con un poco de hambre y de fatiga en las piernas. En eso fue quizá como todos los demás, pero con un aire fortalecido por la sensación de triunfo y desenlace. Atardeceres inolvidables y días de intenso frío fueron apagando la marcha. Compartí mis últimos kilómetros con un pueblo abierto y amable que me hizo olvidar un poco la lejanía de mi vida anterior, el miedo que sentía a los cambios que habrían ocurrido en mi ausencia y los posibles costos que la distancia y el tiempo habrían de significarme. El final del recorrido fue la capital más austral del planeta, Montevideo, ciudad que viví fría, calma y acogedora. Con ella y la posterior visita a Buenos Aires pude dar por concluido el ciclo completo de la aventura sudamericana y cerrar los capítulos de esta historia.</span></span></div><div style="text-align: left;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"><br /></span></span></div><div style="text-align: left;"><div><img src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjVwPTq2RDqYA8sTmgjsw7SKncwa3uyG8HHSv3WSx5fPRreyBgD1sJGDoG6US-IQG-jNwoV_AbdK0UxPUa2wgjpDVDSCPZF49ikJczCq3QZ0R-oSslH5Udg0Nf3kr_CPsogzKxiw_LOld_Y/s400/(14).jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5511685760815039778" style="display: block; margin-top: 0px; margin-right: auto; margin-bottom: 10px; margin-left: auto; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 86px; " /></div><div><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">Esos fueron los países que conocí y visité andando sobre las ruedas de Sherpa. Sin contar una breve incursión anterior en el Perú, también en bicicleta, nada conocía fuera de lo que puede conocerse desde lejos. A Ecuador, quizá la mejor joya, lo dejaré de lado en estas memorias porque representó apenas la pista de despegue. De Sudamérica tenía ideas, sospechas, informaciones, no vivencias. Ahora casi no tengo otra cosa que eso. Lo que antes intuía ahora se ha plasmando en realidades</span></span><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">, personas y hechos muy distantes al conocimiento pasajero que puede obtenerse a través del turismo habitual. Lo que he hecho es tangible y duradero, es vital. Mi visión de nuestros hermanos ha pasado de ser un conjunto de imaginaciones y datos a ser una experiencia concreta, directa, fuerte y definitiva. Ésa es quizá la mayor riqueza real que he obtenido. Si antes sentía al Ecuador como mi mundo y mi espacio, ahora puedo ver más allá y todavía percibir mi existencia presente en donde miro. Siento que Sudamérica es mía por derecho y condición: es parte de mi historia y mi futuro, está presente en mis sueños y mis glorias personales, me recuerda un buen pedazo de lo que he sido, y existe como horizonte en las cosas que haré.</span></span></div></div><div style="text-align: left;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"><br /></span></span></div><div style="text-align: left;"><div><img src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi9QrMT-zzzhtTGHS8-rry3vNqC7Pg3GPo_UrZWgGH8UW9jVfoMjreYNXodz9zjVZZ7En1y1oNC6D7ElpcxtaWxNcamDALiA-TgbzP7G9T29VbdpZKyYt02koLCxaFKvBfZ2oBIMvoiUC0Z/s400/(15).jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5511685747002690626" style="display: block; margin-top: 0px; margin-right: auto; margin-bottom: 10px; margin-left: auto; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 211px; " /></div><div><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">No cabe extenderse más acerca de todo el aprendizaje que ha significado para mí y quienes me rodean esta marcha de más de un año, de más de muchos años. De eso hemos tratado de hablar desde las primeras entradas de este diario, aún sin saber que lo hacíamos. Aquí he pretendido simplemente dar un vistazo panorámico a lo que pasó. Con ello coloco una piedra final a estas aventuras y doy el primer pas</span></span><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">o de las siguientes. Se termina el ciclo. Se termina el mundo. Arranco de nuevo, quizá sin moverme tanto, pero con mucho (¡mucho!) más contenido en los equipajes de mi espíritu.</span></span></div></div><div><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"><br /></span></span></div><div><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">Qué bueno, qué grande y qué feliz es haber logrado todo esto.</span></span></div><div><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"><br /></span></span></div><div><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">Buenos Aires/Quito/Cuenca, agosto de 2010</span></span></div><div style="text-align: center;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"><br /></span></span></div><div><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;">(Las fotos de este </span><i><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;">post</span></i><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;"> han sido seleccionadas casi al azar entre todo el material disponible. 1: Aventón en las llanuras del altiplano al sur de Oruro, Bolivia. 2: Junto a la laguna de Paccha, en Apurímac, Perú. 3: Junto al lago Titicaca, en Copacabana, Bolivia. 4: Descanso a lado de un altar en la carretera que baja de Tunja a Villa de Leyva, Colombia. 5: Paso de Yanashallash, en la Cordillera Blanca, Perú. 6: Bogotá vista desde el cerro Monserrate, Colombia. 7: Laguna de los Flamingos, departamento de Potosí, Bolivia. 8: Ciudad de San Cristóbal, capital del estado del Táchira, Venezuela. 9: Valles Calchaquíes, provincia de Salta, Argentina. 10: Sâo Paulo, Brasil. 11: Llanos cercanos a San Juan Bautista, Paraguay. 12: Paisaje de los Andes al sur de Curicó, Chile. 13: Estadio Centenario de Montevideo, Uruguay. 14: Cañón del río Guayllabamba visto desde la parroquia de Perucho, Ecuador. 15: Rodando al norte de El Carmelo, departamento de Colonia, Uruguay. Las fotos 1, 2 y 7 son de David Coral. La foto 3 es de Andrea Vallejo. La foto 15 es de Christie Nelson. Todas las demás son mías o tomadas con trípode.)</span></span></div>Sudamérica a pedalhttp://www.blogger.com/profile/01262964256565420157noreply@blogger.com12tag:blogger.com,1999:blog-1727217432271499245.post-73212601527489582672010-08-14T08:19:00.000-07:002010-08-16T07:47:41.902-07:00El futuro en las espaldas<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg4CEbIRpkG3-POohhRKecFzdUaCl8GsgJndbvSbZpB980T9k1sXmuRSH8mLsffPfVHwNGsNZOjwCnFDB6i4UwDAOGo8T8X5ra5Pjckfttnd_xLD4yhhe4cGtGrqi_DiGxs0G6_9mtM1paR/s1600/1.JPG"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg4CEbIRpkG3-POohhRKecFzdUaCl8GsgJndbvSbZpB980T9k1sXmuRSH8mLsffPfVHwNGsNZOjwCnFDB6i4UwDAOGo8T8X5ra5Pjckfttnd_xLD4yhhe4cGtGrqi_DiGxs0G6_9mtM1paR/s400/1.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5506015009405299090" border="0" /></a>Siento que he pasado un siglo frente a esta pantalla. No tengo nada adentro. O tengo demasiado. Realmente no sé por dónde empezar a decir lo que quiero decir, o si en realidad quiero decir algo. Adentro mío, todo de golpe: satisfacción, alegría, alivio, nostalgia, poder, tristeza. Incluso una tonelada de rabia. Me resulta imposible descifrarme luego de los últimos días de combate contra el viento y la lluvia. Se acumulan muchas cosas, cosas que he venido arrastrando por semanas y que tienen que ver con mucho más que Sherpa, yo, los caminos, la gente, los países, el viaje; cosas que, a la vez, tienen que ver con todo lo que soy y he sido en estos meses. Durante más de un año, este viaje ha sido mi vida entera: triunfo y fracaso, ilusión y decepción, amor y miedo. Ahora, con los kilómetros de Sudamérica a pedal empezando a alejarse tras mis espaldas, me siento lejos de mí. No soy yo el que está aquí esta noche. Mis entrañas vacías. Qué puedo hacer. Me avergüenza un poco sentirme así. El corazón me duele.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg5JtjeHisOmT3GFQgThsBcLZ_eGTRLKIfxZ201iKuNpxMs6N4hgGUJzr_8Y1isZ-ouV1AqnXLlCeGP6aJaO-xsFQlXsQn1XPbd-NLblFg9Bg7LmiVdQ6Rkygfp1KuR8JiypU3wGN0MKNEK/s1600/2.JPG"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg5JtjeHisOmT3GFQgThsBcLZ_eGTRLKIfxZ201iKuNpxMs6N4hgGUJzr_8Y1isZ-ouV1AqnXLlCeGP6aJaO-xsFQlXsQn1XPbd-NLblFg9Bg7LmiVdQ6Rkygfp1KuR8JiypU3wGN0MKNEK/s400/2.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5506015003224685714" border="0" /></a>La gente se impacienta. Todos quieren noticias, datos, anécdotas. Me felicitan y me ponen en las nubes. Para todos menos para mí parece que hay algo grandioso escondido en estos días y estos logros. Mi padre me dice que rompa el silencio describiendo detalles sobre el último país y las últimas jornadas, que trate de poner en orden mis impresiones y que agradezca al mundo de personas que me han traído hasta acá. Podrá sonar tonto, pero a mí de pronto no me importa nada de eso. Me importa algo que no entiendo, algo que tiene que ver conmigo como persona, con la vida dando vueltas y las etapas de la existencia abriéndose, cerrándose. Sudamérica a pedal ha llegado a ser una suerte de gran escalón de vida. Estar aquí es como haber comenzado el colegio o acabar de defender la tesis de licenciatura. El fin de un gran amor lo deja a uno vacío, me dice. Incluso si uno no ha dejado de amar. Me pregunto sin pausa sobre lo que debería sentir, pero parece que no siento nada. Quiero saber qué es lo que he aprendido, qué es lo que he aprovechado, qué es lo que he logrado en realidad.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgAYJhauPasiY9l48Xic9DiHV_CtFFI-ZTS2X63AwyWn0yQRaZODIFJDjgt03k4EHKD1UZU940DvENSW4kVPZeQBTDsb5pRa57HTT5-9pbxegAOXlKpGemrdb7ZHzTxQmK6SdZKlnGYnZrc/s1600/3.JPG"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgAYJhauPasiY9l48Xic9DiHV_CtFFI-ZTS2X63AwyWn0yQRaZODIFJDjgt03k4EHKD1UZU940DvENSW4kVPZeQBTDsb5pRa57HTT5-9pbxegAOXlKpGemrdb7ZHzTxQmK6SdZKlnGYnZrc/s400/3.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5506015000067531650" border="0" /></a>Nadie tiene respuestas para cosas así. Ningún momento de la vida se nos presenta como cosa clara, menos aquellos que hemos atravezado en constante turbulencia. Cada vez que uno se pregunta sobre quién es, sobre el lugar que ocupa en medio de las cosas que hace y que vive, el resultado es una oscura amalgama de ideas, pensamientos, emociones, creencias, hechos, búsquedas y tantas cosas más: la cadena es tan inagotable como carente de forma. Somos lo que percibimos que somos, y eso es un hallazgo que solamente puede existir en constante proceso de transformación. La certeza es el concepto más lejano a lo que llamamos vida. Somos luz rebotando entre espejos. Somos pasión y somos fe. Somos, sobre todo, tiempo.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh9HXTJIDedRmbl2fHdDVC09DLV-l1Ap1_tmjQ-vB_3xo0_0B_ueBB-AOGrG6yibOgK08iNeYW9QdFCI0T_TR_ZvJ4ciVYkrEEDfodmzxPlz5jCh4gZ4D76EPeQc66riVyHGT41gkE59lFD/s1600/4.JPG"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 300px; height: 400px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh9HXTJIDedRmbl2fHdDVC09DLV-l1Ap1_tmjQ-vB_3xo0_0B_ueBB-AOGrG6yibOgK08iNeYW9QdFCI0T_TR_ZvJ4ciVYkrEEDfodmzxPlz5jCh4gZ4D76EPeQc66riVyHGT41gkE59lFD/s400/4.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5506015001801538578" border="0" /></a>Parte de lo que hierve en nuestras mentes termina por convertirse en actos. Las acciones, repetidas, crean hábitos, y los hábitos, formas de ser. Si tengo necesidad de subirme en una bicicleta y andar, es muy posible que termine haciéndolo. Si lo hago, entonces me convierto en eso. Repetir y repetir una misma acción eleva los acontecimientos a un nivel de esencia: soy lo que hago. Quizá por eso uno tiende a identificarse con su profesión o su actividad más reiterativa. Es músico quien compone y toca, es escritor quien escribe, es profesor quien enseña. Por ocho meses yo he sido un ciclista errante, un viajero, un explorador. Eso he sido para mí mismo y para la gente que me ha conocido en la ruta. Eso, de alguna forma, me ha definido. Es también lo que he respondido cuando, al borde de la carretera o en la plaza de algún pueblo, me han preguntado quién soy. Así, la esencia de lo que somos tiende a reducirse hasta caber dentro de una definición. Somos buenos si lo que hacemos se percibe como bueno. Somos malos si lo que hacemos es ruin. Ser y hacer parecen fundirse en una misma cosa: la persona es sus actos.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiiIy3mVX3qoL8MhEFdbyV9s9-G97YA1UkmT2n06tMTFuCF8HqjhWHQ5sl91nJmFdFkWF6timuUrYOjmy13CwYRYcfOghaW8xzuK7lAa7vrj-rAYK8xIkU7lqqHx5L5sGTIMJMbnGqDNg6H/s1600/5.JPG"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiiIy3mVX3qoL8MhEFdbyV9s9-G97YA1UkmT2n06tMTFuCF8HqjhWHQ5sl91nJmFdFkWF6timuUrYOjmy13CwYRYcfOghaW8xzuK7lAa7vrj-rAYK8xIkU7lqqHx5L5sGTIMJMbnGqDNg6H/s400/5.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5506014328580436738" border="0" /></a>¿Es eso suficiente? ¿Qué es, a fin de cuentas, "aquello que hacemos"? Hay mucho más en cada uno de nuestras acciones que decisiones ejercidas sobre una o varias posibilidades. Actuamos siempre dentro de una vida, de un mundo, de una realidad que son mucho más grandes que nosotros y bajo los cuales estamos condicionados sin remedio. Aparte de las simples limitaciones psico-fisiológicas, nos atraviesa una trama muy compleja de símbolos, procedimientos, lenguajes, informaciones, códigos y circunstancias que elevan, a nuestro arlededor, paredes mucho más grandes de lo que sospechamos. Vivimos imaginando que el camino en frente nuestro es un espacio por descubrir, una eterna posibilidad. Vivimos fingiendo ser libres. Creemos que en las bifurcaciones que nos trae la vida se esconde el secreto de nuestra existencia, como si en verdad tuviésemos independencia para escoger entre los colores que la realidad nos muestra, capacidad plena para decidir si tomamos el sendero de la izquierda, el de la derecha o el del medio. En el fondo, sin embargo, gran parte todo lo que hacemos viene dictado desde afuera de nosotros.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg_NEXPS_vH3ScD5xY1PYE6drWbUz1Hw6pfRAMSPR4lQhy77VB7LOlF3-_7v_TLiIUjSE2zP1-_1gEMtDw0uHJfRZVgFIzSFu_BJ7AHe6lK4f48_TShvDoV0b_JYwHWn8dhDR9FrbRnivI/s1600/6.JPG"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg_NEXPS_vH3ScD5xY1PYE6drWbUz1Hw6pfRAMSPR4lQhy77VB7LOlF3-_7v_TLiIUjSE2zP1-_1gEMtDw0uHJfRZVgFIzSFu_BJ7AHe6lK4f48_TShvDoV0b_JYwHWn8dhDR9FrbRnivI/s400/6.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5506014320046798962" border="0" /></a>Cada vez que he abierto un mapa para planificar la ruta, he creído tener un poder sobre ella, he creído ser capaz de decidir sobre el camino y el futuro. Las curvas del recorrido, sin embargo, nunca han dejado de traerme sorpresas. Nunca los lugares y las personas se me han presentado de la forma en que las imaginaba, y nunca mi tránsito por el mundo encontró lo que las informes intuiciones de mi mente esperaban encontrar en él. He dado vueltas una y mil veces sobre todos los temas que me interesan y preocupan, he vivido dentro y fuera de mí mismo centenares de situaciones extendidas entre el desafío y la calma, el sufrimiento y el placer, pero tras ello no he obtenido más que el mismo desconcierto del que partí en un principio. La voluntad misma de viajar ha sido el resultado de muchos acontecimientos acumulados durante años. No he sido yo propiamente quien ha tenido el impulso de hacer lo que he hecho: ha sido la vida (<span style="font-style: italic;">mi </span>vida) la que ha venido a depositarme aquí tras muchas vueltas, dudas, coincidencias y regalos de la fortuna.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh9kya5k8jrOhd6zr3AK7SIGrE_rTW7bZ5h3cOoZQdUMS8gDWUqxNn06-GuCzn2P5qEOkHJnjGY6P68Y9yxW26TLovaTquCtwvmDXz0oywljA__6674G2t7i72wblsyZ-9Y3E3A3UHc4fGu/s1600/7.JPG"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh9kya5k8jrOhd6zr3AK7SIGrE_rTW7bZ5h3cOoZQdUMS8gDWUqxNn06-GuCzn2P5qEOkHJnjGY6P68Y9yxW26TLovaTquCtwvmDXz0oywljA__6674G2t7i72wblsyZ-9Y3E3A3UHc4fGu/s400/7.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5506014318368720962" border="0" /></a>Ya sea manifestado en una lluvia no anunciada, una llanta baja o un camionero gruñón, el mundo se ha encargado de hacerme saber que es él, y no yo, el verdadero artífice de mis días y mis noches. Más ha sido el universo el que se ha metido en mí y me ha movido, que yo el que ha abierto su ruta a través de él. El mundo nos supera, la vida nos supera, el camino nos supera. Aún en la cumbre de nuestros logros y éxitos, las cosas esenciales, contra las que nada podemos, siempre permanecen fuera de nuestro alcance: es lo que alguien llamó <span style="font-style: italic;">la nature divine des choses</span>. Por eso la vida es siempre más opaca en la realidad que en nuestros sueños. Más que acciones, pues, somos circunstancias, consecuencias, descenlaces que dependen de un universo muchísimo mayor que nosotros, sus simples actores. No conseguimos lo que conseguimos a costa de la realidad, sino como resultado de ella: apenas somos siluetas arrastradas (construidas y devastadas) por el paso de los días.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjMwi7Oo_1x_67liqWpB8suxf4OYzlSvYa1rlS7JNZWTkjJNm1xLO8wBSH1yqKDFR5q1BzbmfgIn80jKWe6d0aa0yl9w5ZdK66bFdG7rBfcDYrKVbUr_OTlM_yA0xiqDf8xh4aElKgvdELj/s1600/8.JPG"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjMwi7Oo_1x_67liqWpB8suxf4OYzlSvYa1rlS7JNZWTkjJNm1xLO8wBSH1yqKDFR5q1BzbmfgIn80jKWe6d0aa0yl9w5ZdK66bFdG7rBfcDYrKVbUr_OTlM_yA0xiqDf8xh4aElKgvdELj/s400/8.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5506014317693234114" border="0" /></a>Parece, entonces, que ni siquiera somos lo que hacemos, sino lo que hemos hecho desde las anclas de nuestra estrecha realidad. Dicho de otra forma: somos lo que hemos podido hacer a pesar de todo. Por eso nada de lo que imaginamos tiene una correspondencia nítida en la experiencia concreta. Hay una gran diferencia entre lo que queremos ser y lo que somos, entre lo que queremos hacer y lo que hacemos. El resultado de vivir es, por eso, siempre de alguna manera adverso a nosotros mismos. Estamos condenados al eterno desface entre lo que esperamos y lo que recibimos, inevitablemente ansiosos de encontrar algo que desconocemos por completo, pero que sospechamos encierra una suerte de satisfacción plena, de seguridad sin quebraduras, de dicha total. En el fondo, no obstante, estamos hechos por el mundo, estamos solos y no tenemos posibilidad alguna de redención.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEia97v_JFN5bA9SrC8yBY1LHtQzbNsaXldzQw9DWaGwoVmvMNmowtIrQ43TQSFAyRgRLX3D0yZ39mg_PJIDaH3jg9VZfgvPeRraCF4lCNrdUL_pF_Pthl9O8-gsdzyhZSzEryQeM574h3ur/s1600/9.JPG"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEia97v_JFN5bA9SrC8yBY1LHtQzbNsaXldzQw9DWaGwoVmvMNmowtIrQ43TQSFAyRgRLX3D0yZ39mg_PJIDaH3jg9VZfgvPeRraCF4lCNrdUL_pF_Pthl9O8-gsdzyhZSzEryQeM574h3ur/s400/9.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5506014313775613458" border="0" /></a>No pretendo que esto suene a un desahogo pesimista. Al contrario, creo que la idea encierra una belleza enorme. Que seamos menos artífices de nosotros mismos de lo que creemos no significa que estamos reducidos a meros juguetes del destino. Significa, simplemente, que estamos vivos. Reconocerlo, por tanto, implica reconocernos. La eterna carencia de plenitud es el motor que nutre a la vida, y hay una fuerza muy poderosa en el pequeño hecho de asumir nuestra tarea de procurar la consecusión de una armonía imposible. Para nosotros, nada más que seres humanos, esa es la clave de todas nuestras exploraciones. Todo en nosotros es búsqueda, anhelo de perfección, ansia de libertad verdadera. Nuestro vagabundear atrás de respuestas está presente en todo lo que hacemos, ya sea una charla casual con un amigo, una declaración de amor, la admiración de un paisaje asombroso o un viaje de 15.000 kilómetros en bicicleta. Nuestra existencia es, a la vez, muy poca cosa y el lugar de la más grande maravilla. Lo poco que tenemos es lo único que tenemos, es <span style="font-style: italic;">todo lo que tenemos</span>, y como tal es irremplazable, único, irrenunciable. No puede haber nada más valioso.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjFKeLB4XhjXpmaxsUMsEehg0Wf9LogfkcyOm9i71ts172xU05mlvFiB6w0szL5c266bSwFFKC1Up9bUdfMTnW3P6uMWE1SpKITmW_akmkaoM_gnVDuSpzEzHofKjoT3eF27NpN48lCimen/s1600/10.JPG"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjFKeLB4XhjXpmaxsUMsEehg0Wf9LogfkcyOm9i71ts172xU05mlvFiB6w0szL5c266bSwFFKC1Up9bUdfMTnW3P6uMWE1SpKITmW_akmkaoM_gnVDuSpzEzHofKjoT3eF27NpN48lCimen/s400/10.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5506013783068983762" border="0" /></a>En momentos de clausura, como el de ahora, se nota más el peso de la vida que nos pasa por encima. Uno necesita detenerse a digerir lo visto y lo dicho, aunque la vida en sí no permita pausa alguna. Cuando lo hacemos, no somos ni lo que creemos que somos, ni lo que hemos hecho, ni lo que hemos logrado hacer. Somos mucho más que eso. Al tomar un respiro en medio de la avalancha (no es otra cosa el tiempo), tenemos la oportunidad de contemplar lo que fuimos. Y lo que fuimos, anclado en el vaivén de la memoria, se transforma en lo que quisimos ser. Esa es nuestra puerta al infinito.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh4HQGrYVLrF2drBc5yD-Fy7LFtJqrNL6nGHN8oau1JAChUqNcnW8pM17p4mD_7GvfCiyfy_MH8k8WGtYDe9wiG8sRv44vSu1Wwvm09NXqaDB-N6Dwo08ME77YkVSFkAuiuo-mQXYK-aPK1/s1600/11.JPG"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh4HQGrYVLrF2drBc5yD-Fy7LFtJqrNL6nGHN8oau1JAChUqNcnW8pM17p4mD_7GvfCiyfy_MH8k8WGtYDe9wiG8sRv44vSu1Wwvm09NXqaDB-N6Dwo08ME77YkVSFkAuiuo-mQXYK-aPK1/s400/11.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5506013775754657298" border="0" /></a>Imaginación y memoria. Veo en ello una de las claves de nuestra esencia profunda como especie. Tenemos el enorme privilegio de ser capaces de inventarnos en lo ocurrido. Es eso lo que permite toda posibilidad de sentido en nuestras vidas. Permite sanarnos de las caídas y destruirnos en las cumbres. Nos forjamos a nosotros mismos en la contemplación de nuestro pasado, y es ahí donde se produce nuestro supremo grito de libertad, nuestra inquebrantable prepotencia frente al poder de dioses y demonios. Somos ilusión, somos memoria. Somos mucho más de lo que el mundo permite que seamos. No importa el tamaño que tengan nuestras acciones, ni su duración, ni su forma. Podemos salir a comprar pan en la esquina o recorrer un continente entero: si somos capaces de admirarnos ante ello y darnos el tiempo suficiente para recrearlo en nuestra mente, el sentido de lo que somos (de lo que hemos sido, de lo que hemos querido ser) adquiere una dimensión trascendental. Nuestra memoria nos permite ir más allá de nosotros mismos. Ahí radica la dimensión de toda hazaña, la dimensión de toda condición humana.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjGaV0EZBlBpS10nJ3azLknQ1a-lrB_qtQ14vcCHhjTkC1N5HhcLNJ5wicCkWedtb-OgRUp_ifHyP1ZWEDeBkfhkS2P9665tWyEIR3OpkZ6KrPYs8f3J-v5ONOUizajPF7xTedFskmIbmD2/s1600/12.JPG"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjGaV0EZBlBpS10nJ3azLknQ1a-lrB_qtQ14vcCHhjTkC1N5HhcLNJ5wicCkWedtb-OgRUp_ifHyP1ZWEDeBkfhkS2P9665tWyEIR3OpkZ6KrPYs8f3J-v5ONOUizajPF7xTedFskmIbmD2/s400/12.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5506013772757796882" border="0" /></a>Se me ocurre ahora que todo el esfuerzo de este diario ha sido ese: detenerse a mirar lo que pasó para admirarlo y darle forma. Ahora que he concluido el trayecto y trato de prepararme para volver a casa, siento que puedo empezar a inventarle una vida entera a lo que he hecho, es decir, a lo que he sido, a lo que he querido ser, a lo que soy gracias a ello. No puedo responder qué es lo que he ganado o perdido en este tiempo, ni qué es lo que he aprendido en cada país y cada aventura. Puedo masticar, eso sí (y ustedes un poco conmigo, gracias a todo lo escrito), el contenido enorme de las horas que he pasado buscando una oportunidad de ser lo que intuí que quise ser durante todo ese tiempo, aunque en verdad siempre lo haya ignorado.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhIDV21WgSMgBp3EBrtEjHtQ7ttXeRzgjy6hnQxtxZz4ZRf91BzSACd6TC4g_qhwP9Og4ZGhVrkRu9jRUJQH5gQB6RW6Yli4AeuqMcXHme4ZEC71Gdrmcauv564oSFNOoEps0P7Mgccts7E/s1600/13.JPG"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhIDV21WgSMgBp3EBrtEjHtQ7ttXeRzgjy6hnQxtxZz4ZRf91BzSACd6TC4g_qhwP9Og4ZGhVrkRu9jRUJQH5gQB6RW6Yli4AeuqMcXHme4ZEC71Gdrmcauv564oSFNOoEps0P7Mgccts7E/s400/13.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5506013761836611586" border="0" /></a>Empiezo a atorarme en trabalenguas. Entonces me detengo y digo: "Misión cumplida". Puedo empezar a caminar hacia otro rumbo. Con ello soy feliz y triste. Soy grande y soy pequeño. Me hundo en la condición que comparto con todos los demás: hombres a la deriva.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjr14MDLiLqEh5dQq3HVvLAvRU4-ODca-xasDxNnAvEgflYmNNut9XI2P426IIwsis5EryORvToyi7gPM3spWioNPiotLOm0BPa1yn5arakuIU_I1PH5_SDegcLT8A-S4D6Ms7RwcDkqlIo/s1600/14.JPG"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjr14MDLiLqEh5dQq3HVvLAvRU4-ODca-xasDxNnAvEgflYmNNut9XI2P426IIwsis5EryORvToyi7gPM3spWioNPiotLOm0BPa1yn5arakuIU_I1PH5_SDegcLT8A-S4D6Ms7RwcDkqlIo/s400/14.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5506013760862444866" border="0" /></a>Tendrán que perdonarme que guarde el último país y los últimos kilómetros para mí mismo. En poco tiempo, algunos (los más cercanos y queridos), estarán hartos de oírme repetir una y mil veces esos hechos poblados de vivencias e invenciones. Que me perdone el mundo por todo lo que he sido incapaz de descifrar e incapaz de recoger en mi memoria. Que me sonría, en cambio, por todo lo que he podido acumular entre las ruedas de Sherpa y mis piernas salpicadas de sudor. Está bien que en esta noche no tenga nada que decir ni sea capaz de sentir nada más que el confuso nudo de mis tripas. Eso me hace saber que, una vez más, he tenido éxito. Lo que quise ser es lo que he sido. Lo que recuerdo es lo que seré. Cuánto encanto percibo ahora en esas pequeñas palabras.<br /><br />Adiós, Sudamérica a pedal. Y gracias.<br /><br />Montevideo, Uruguay, lunes 16 de agosto de 2010.Sudamérica a pedalhttp://www.blogger.com/profile/01262964256565420157noreply@blogger.com19tag:blogger.com,1999:blog-1727217432271499245.post-44885964926715425122010-08-02T15:35:00.000-07:002010-08-03T16:29:40.125-07:00Dos viejos amigos<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgK4wnSAXtuSFKOl11Sc-cYi4P1q_6eV1sM0OF7TQyd8HgQiK5hjzTd52cGPsRKhZ3ZQ83Fkp7LaIZiKkR5xIXQwo7-lrNmAT6VRyenzgCpyuQS-Uta3Ez_K_nvUc-Z0WQQ4C55SzFZxKFj/s1600/1.JPG"><img style="margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 400px; display: block; height: 300px;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5501259260887432722" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgK4wnSAXtuSFKOl11Sc-cYi4P1q_6eV1sM0OF7TQyd8HgQiK5hjzTd52cGPsRKhZ3ZQ83Fkp7LaIZiKkR5xIXQwo7-lrNmAT6VRyenzgCpyuQS-Uta3Ez_K_nvUc-Z0WQQ4C55SzFZxKFj/s400/1.JPG" border="0" /></a>Una semana, tres países. Aunque no tiene mayor sentido pensar que las fronteras dividen drásticamente las experiencias culturales creadas y vividas por los pueblos que las habitan, de uno y otro lado, hay algunos rasgos que pueden percibirse como caracteres generales de una nación entera. Está claro que la gente -que interactúa, se mezcla, crea, pelea y comparte- puede no darse cuenta (o puede, simplemente, ignorar) la línea imaginaria que pretende separar y crear condiciones distintas del otro lado de un río o a la vuelta de una cadena de cerros. En el fondo, para la vida de la frontera, la división no existe o no es muy clara. Existen, sí, muchas separaciones y uniones, oposiciones y confluencias, y éstas se manifiestan en diversos lugares, se muestran por diversos motivos, se perciben desde diversas perspectivas, se viven en diversas formas. Nada de eso tiene que ver únicamente con las demarcaciones establecidas por una "frontera internacional": un campesino pastuzo es más parecido a un carchense que a un bogotano, un habitante de Puno comparte más rasgos comunes con los pobladores bolivianos del Titicaca que con un limeño, un <span style="font-style: italic;">gaúcho</span> brasileño tiene más en común con un correntino que con un carioca... Eso no quiere decir que no exista un "espíritu nacional" que aglutina las regiones bajo concepciones globalizantes que crean, o pretenden crear, un sentido de país.<br /><br /><div></div><div></div><img style="margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 400px; display: block; height: 300px;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5501259252965364834" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgsf00pfKQDqE3rvaAu4WcEUtK4wz477KM_UHUFTSm_bPW4av0RlvnCUqfJNHkQJz7RLn-M0HqOl4GzY6ZTROVqPhCOzZl2h8zU4uaaefSKt1kQkpbYH4nrexLtk1Yjriky-ZhmJObwDxr-/s400/2.JPG" border="0" />Las fronteras nacionales sí demarcan un sentido totalizador de una experiencia cultural. Ese sentido viene dado por varios factores: idiomas, leyes, recursos, desarrollo socio-económico... En gran medida, además, por la creación de una historia común (una historia "nacional") nutrida de símbolos que solamente adquieren sentido dentro de una demarcación territorial, por arbitraria que ésta sea. Esos símbolos son hombres, momentos, fechas, proyectos. De la valoración de esos símbolos dentro de un espacio limitado por fronteras depende gran parte de la articulación de ese espacio como una realidad cohesionada. Un argentino de la Patagonia puede sentirse representado (y <span style="font-style: italic;">valorizado</span>) por una figura histórica como José de San Martín, a pesar de que éste, en vida, nunca tuvo una relación directa con esa región. Un brasileño de Rio Grande do Sul no puede hacerlo de la misma forma, a pesar de que el héroe nació en el mismo espacio geográfico que él habita. Los países se agrupan y se definen en torno a esos núcleos de sentido, y existen así, como ideas (como <span style="font-style: italic;">ideales</span>) antes que como realidades concretas. Claro, la existencia práctica de los pueblos siempre llega más allá de eso, y demarca, quiérase o no, complejas convergencias y divergencias que escapan a los ideales simbólicos de lo que se entiende como "un país", pero eso no elimina la presencia de ese universo semiótico que se busca crear bajo la denominación ambigua de "patria".<br /><p><img style="margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 400px; display: block; height: 300px;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5501259247517710370" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgCKFqSfwcD61fY8y17YwF9khUdjIkjYGdJOSA2qXj_DdtYIuTq01pnAV_nP49xcLWyzH74zqt7f8libCHtfyqH3_0jbQijw44KGz-TCIO__lD6TCalEkQXmWXAtVD3VyzTSzV9gYwpXdfU/s400/3.JPG" border="0" />Saltar de frontera en frontera, hablar con la gente de uno y otro lado de las divisiones, pasar de un país a otro, crea también un imaginario, un cuerpo simbólico, en quien lo hace. Yo me hago ideas sobre lo que son los paraguayos, los argentinos, los brasileños. Más aún, me hago ideas sobre lo que es la Argentina o el Brasil como si se tratase de personas a quienes conozco y con las que estoy acostumbrado a tratar. En mi caso actual: como personas a las que conocí en cierto momento y con las que de pronto me vuelvo a encontrar. Como cuando se piensa "ah, es este man": eso conlleva una cadena de ideas no muy claras que hacen de esa frase una suerte de definición que incluye características físicas, estados emocionales, posturas éticas y tantas cosas más. En la última semana me he encontrado justamente con aquellos dos: la gruñona y refinada Argentina, a quien no había visto desde hace dos años, y el buen Brasil, el gigante que tanto me ha enseñado y de quien no tuve la oportunidad de despedirme adecuadamente, perdido como estaba en días de lluvia congelada y nostalgia amorosa.</p><p><img style="margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 400px; display: block; height: 300px;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5501258949574139298" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjW5Vxq3M2rxI3niVaH9uavcFdMgymtQO4ACOiJxGaG4A_Zak82O60J56dvnSt-9A3JtltAH7sTAF4tqe4fQmKHmIJGh1RxpbbP8CfyosO8X2iGKGac-SLsf4ibTu4BuRul2meVfLydoCto/s400/4.JPG" border="0" />Los últimos días en Paraguay fluyeron bien. El clima, aunque demasiado frío a momentos, me dio una amplia tregua. No tuve que soportar lluvias e incluso a ratos pude disfrutar de temperaturas que me dejaron pedalear solamente en camiseta. El desinteresado apoyo de la gente -ese viejo descubrimiento de SAP- también ayudó a que los días dentro de ese país desfilen con alegría y emociones suficientes para sobrellevar el cansancio. Nombres y momentos hay muchos. Fernando, un artista y arquitecto asunceno, me dio indicaciones en la entrada del centro de la capital y hasta ahora comparte conmigo (por mail) sus inquietudes y deseos de viajero. Héctor, un loco al que conocí en un taller de bicicletas, me detuvo medio borracho cerca de Carapeguá y me invitó a pasar la noche en su estancia de Paraguarí, mientras me contaba a gritos que había vivido con ecuatorianos y que se consideraba "mono" (y tras ello, gritaba: "¿Quién decía 'cuando pego, pego', serrano? Bucarám, carajo, Bucarám!"). Jorge José Vera, un ciclista con quien conversé en Villa Florida, me relató su experiencia de haber cruzado el Chaco en bicicleta, por donde superó una distancia de 600 kilómetros completamente despoblados, sobreviviendo con comida enlatada y pastillas para desinfectar agua. Ricardo Luis Vera, un motociclista de San Ignacio Guazú, me acompañó durante una parchada de llanta y me regaló 10.000 guaraníes (unos 2 dólares) para que continúe con mi viaje. Eve y Olga, dos panaderos de San Ignacio, me obsequiaron una funda llena con panes dulces, confites y yogurt. Teobaldo Medina y su hijo Juan, dos albañiles que trabajaban en una obra gubernamental en la población de Gral. Delgado, ofrecieron compartir su pequeña habitación conmigo y compraron dos botellas de vino para amenizar la velada. Así... </p><p><img style="margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 400px; display: block; height: 300px;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5501258940011433202" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjdTvXRFzGTtgiaj3dXOTnCJefMNNaRIozph8PT_s4xc9erEl0RAe2Db2Q87hvD6YO0J7DW7o7JM-G8dRmcUoet4m_QmzI4URpNKR0H28_CiSRYC2zO2iiJbys7sttJoClo3eZ8dPmVntv3/s400/5.JPG" border="0" />Ya en la frontera, luego de las visitas a las reducciones jesuíticas y las reflexiones que anoté en el último post, quedaba atravezar el Paraná e ingresar de nuevo a la Argentina. Fue algo complicado: los argentinos no permitían la circulación de bicicletas o peatones sobre el puente y me hicieron volver cuando ya estaba en la mitad. Luego los paraguayos no me dejaban pedir un aventón cerca de la estación de aduana y, afuera de ella, los carros no se detenían a escuchar mis peticiones. Finalmente tuve que pagar un taxi y, del otro lado, ser interrogado mil veces acerca de cómo había atravezado el puente. Registraron mis alforjas y me hicieron preguntas, cosa que nunca había ocurrido en otras fronteras. Ah, bueno, sí ocurrió en otra: cuando tratábamos de entrar a la misma Argentina desde la frontera con Bolivia. Ya en Posadas fue imposible encontrar alojamiento por más que recorrí un amplio sector de la ciudad. Terminé por pagar el hospedaje más caro de todo el viaje (150 pesos: unos 40 dólares) por un cuarto en el que ni siquiera me dejaban compartir con Sherpa.</p><p><img style="margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 400px; display: block; height: 300px;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5501258935193758722" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg5WaoYB7JXifbIFnHAG04-NUWWNCHXinCmySxUk6yyOCjDbQyq2PHXv87FfOVZgGo8OqtdewpAKnjxDjMKjTTdQvNteBNW_WprCYU9tH_1iIgKGVM4bXTe1oWNMK_o5Bw9nZm4XNHYM1OF/s400/6.JPG" border="0" />Me había olvidado de ese carácter gruñón y buscapleitos de los argentinos (ellos mismos se reconocen como un poco "hincha-pelotas"). Al toparme con él, sin embargo, en lugar de molestarme, me sentí como visitando a un viejo amigo. Durante la tarde, mientras paseaba por el centro de Posadas, tenía la sensación de ya haber estado ahí. Era algo en la configuración de la ciudad, en los nombres de las plazas, en la forma de los edificios y el color de los semáforos. En mi cabeza despertaban imágenes de Tucumán o La Rioja. Las palabras y gestos también se me hacían conocidos. La forma de expresarse, que para un quiteño pacato resulta confrontativa, también me traía recuerdos. La ciudad estaba más llena de vida que Encarnación. Mientras en Paraguay no había podido renovar mis zapatos porque no encontraba de mi número, en Argentina no lo logré por ser incapaz de decidirme entre tantas opciones. A pesar del frío, la gente comía en las calles, vendía artesanías, descansaba en la plaza. Apenas pude me zampé un buen sánduche de milanesa con fritas y una Quilmes. Y sí... el sabor también era cosa familiar.</p><p><img style="margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 400px; display: block; height: 300px;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5501258931227065010" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhFfOZMlARnv08GWwkV3hn9Szj-ixocWSUoUnpTS9QQSn8vbhEmcNtQEoH203GhSeSXdjCJWPbLf9iw38b2Re78xy8yyBX8CJjFOdP5v3mbSsEiv9i3z38DtINKxGwB7gtScKuSwMNVxigh/s400/7.JPG" border="0" />El siguiente día fue de gran optimismo y fuerza. Salí con la idea de atravezar la provincia de Misiones y quedar cerca del río Uruguay, frontera con Brasil. Anduve duro, bien y lleno de alegría. Por la tarde, una indecisión y un consejo que quizá no debí escuchar alteraron mi ruta inesperadamente y me hicieron pedalear bastante más de lo esperado. Aunque no por el mismo camino, entré y salí de la ciudad de Apóstoles sin necesidad de hacerlo, alargando la tarde en por lo menos unos 25 kilómetros. Terminé por encontrar refugio en el pueblo de Gobernador Virasoro. La disposición de los pueblos que tenía adelante convertían la etapa del día siguiente o en algo bastante corto o en algo muy largo, como los días más duros. Pensé en escapar al Brasil por la primera frontera que tuviese a disposición (Santo Tomé/São Borja) pero me detuvo un descubrimiento encontrado en el billete de cinco pesos (los billetes argentinos tienen inscritas pequeñas biografías): si seguía por el costado argentino, en dos días pasaría por el pueblo natal del general San Martín.</p><p><img style="margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 400px; display: block; height: 300px;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5501258923754603602" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjpC5fzUSAQeaozELGPZEK8dVKj90b86bdpLfkOPrN2CghhCvm63DSJlLeb78z3g_JsxKnP1AG0ALeo6v_PGmk3RL6Al3ZV_A-jdLehp9PYNhB35uVYOfx-Kl5c0iFAqzhf7PyocIC0ItQp/s400/8.JPG" border="0" />Decidí tomarlo con calma y avanzar poco a poco, de pueblo en pueblo, en etapas cortas y descansos largos. Algunos dolores extraños en mi muslo izquierdo me impulsaban a ello. Hasta Santo Tomé, además, la mañana fue muy dura. Tuve que encontrarme con otro viejo conocido argentino que había borrado de mi memoria: el furioso viento frío que sube del sur en busca de regiones más cálidas. Volvió a llover, como no lo había hecho en días, y tuve una caída que me dejó costras y dolores en rodillas y manos. Con haber pedaleado unos 70 kilómetros ya me sentía agotado. En Santo Tomé busqué un hotel y un restaurante. Pensaba pasar la tarde dando vueltas y averiguando si el pueblo conserva o no algo de su pasado jesuítico. Sin embargo, una vez que tuve el estómago lleno, me asaltó el mismo ímpetu que siempre me asalta. ¿Por qué no continuar? No sé si es simple exceso de temeridad (esa incapacidad sagitariana de ser paciente) o la voluptuosa búsqueda de siempre vencer los límites, el asunto es que salí en busca del siguiente pueblo, a 90 kilómetros de distancia, cuando ya era la una de la tarde. Fue tremendo, excesivo, tonto. El viento en contra redujo a escombros mis fuerzas y pedalear hasta la noche por una carretera sin banquinas me puso en peligro. Terminé el día en un estado de malgenio y hambre como ya no recordaba, además de algo que no había hecho desde Chile: 10 horas de pedaleo efectivo. En invierno, eso equivale a casi todo el tiempo de luz del día, quizá más.</p><p><img style="margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 400px; display: block; height: 300px;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5501258492563380722" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgA4ME4EA6vONLIyzoNS7VMLLdoNScY8a-lB_ocCkA-wpU7E1xbOzsR67nk2UQTzvbYFDNibnTPExtJry8vOhGJ_efPgbojEtuaEPhkVmoQ1UYnNgTzaJHW4y0XmZXeyCUPLthZmEtwQmH0/s400/9.JPG" border="0" />La novedad fue que no me sentí a gusto. En mi diario de esa noche anoté un grito en contra de ese día tan enorme y una suerte de queja en contra de mi pedaleo excesivo. Hasta hace poco disfrutaba de esas extralimitaciones. Eso me ponía feliz y me hacía sentir todopoderoso, invencible, libre. Ahora no. En lugar de alcanzar el infinito, me estoy apagando. Ya no quiero más días así. Ya no estoy dispuesto a ellos. Ya mi cuerpo y mi mente me piden pausa. Ahora empiezo a sentir la necesidad de algo de paz, de quietud. Y eso se empieza a traducir en jornadas en las que el tiempo no pasa, en las que avanzo a pasitos por rectas interminables y me detengo simplemente para echarme y ver el cielo hasta que el frío me obliga a levantarme y continuar. Lentamente. El fondo de mi mente se escapa pronto al descanso del final del día en lugar de disfrutar las pequeñas aventuras de la marcha.</p><p><img style="margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 400px; display: block; height: 300px;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5501258481890184930" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjTQhc8NOR5pgpzW6qabDxCFHTM1mvgVNr_h72x_-b_4Nz-GvvuDW-VB5yuL6wMOYHaeU72kXtjJvv9Ymmxfh6Nw7hkWpbnreeTi53T3vV88aH70snsn4CBs8FfkBWwoyEfyt_M9D6Rv9wU/s400/10.JPG" border="0" />Pasé una tarde larga en Yapeyú, a orillas del río Uruguay, caminando entre las ruinas inventadas que conmemoran el lugar de orígen de San Martín. La gastronomía argentina, en base de pastas y carnes que, en mi opinión, son bastante racionadas en los restaurantes, me tenía hambreado sin que me diese cuenta. Gastaba más de lo normal en completar mi plato con "guarniciones" y diversas golosinas extras. Me di cuenta de que eso era lo que más extrañaba del Brasil el día que crucé la frontera. Un buffet "a la brasileña" me dejó sentado por una buena media hora y le causó a Sherpa la sorpresa de un par de kilos más en sus espaldas. Brasil me había conquistado de la mejor manera en que se puede conquistar a un tipo como yo: por el estómago. Mientras comía como loco, me avergonzaba de algún día haberme quejado del monótono <span style="font-style: italic;">arroz com feijão</span>. Hay que reconocerle al Brasil el logro de haberme mantenido igual de gordo a pesar de los catorce mil kilómetros. En la tarde de ese día hice amistad con unos vendedores de la plaza y entendí un poco por qué la Quilmes, amarga y seca, raspa un poco más que la Brahma, más dulce y suave (tanto que a veces llega a empalagar). Brasil y Argentina, hermanos, rivales, distintos. Por la noche, jugaba a los insultos con mis amigos a través del Facebook y me olvidaba de que estaba ahí, tan lejos, con una temperatura de cero grados recorriendo las calles vacías de la ciudad y con Sherpa, como siempre, en su fiel espera hasta que me enciendan de nuevo las ganas por continuar.</p><p><img style="margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 400px; display: block; height: 300px;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5501258480619688978" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgwHYnZkn79s3z-Y_Ejav2joDQmlRv7rh3oFKzhLSINj8x3BeYD5o5y1sqMN-MCHj0GAomEiR99utwFA2DBmbepOT80X-bzPT4AK4WoJnjMf8oUn8pBU9vh2Xp7IUfkzJxjrfw9yQ5B5pqa/s400/11.JPG" border="0" />Rio Grande do Sul es el último estado que visitaré del Brasil. Resulta simbólico, ya que mis dos mejores amigos brasileños (Felipe y Jociane) son ambos <span style="font-style: italic;">gaúchos</span> (él de Caxias do Sul y ella de Farroupilha) y fue a través de ellos, hace muchos años, que empecé a conocer este país. No conoceré esas ciudades. Tan solo pasaré dos días en este estado y recorreré no más de 100 km hasta la frontera con Uruguay. Con eso me despediré de este país que llevo ya conmigo como se lleva en la memoria a un viejo amigo. Como llevo a la Argentina y a todos los demás. Pronto pasaré a conocer al último de ellos. Siento lo de Vallejo en su <a href="http://www.poesi.as/cv31110.htm">poema</a> de piedras negras y blancas. Parece que tengo ya en la memoria los días fríos, cansados y conmovedores que me llevarán hasta Montevideo. Parece que recuerdo ya las calles de esa ciudad, los rostros no vistos bajo el cielo blanco, la comida y el dolor en las piernas durante los últimos días de marcha.</p><p><img style="margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 400px; display: block; height: 300px;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5501258468366669362" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiUakqzJ8h2KME1-gelsh7gn3UZKe_umdHdPDdL2KMRMuZNtoC2A_6oZB8klR999-hk21qpzG66lejmOgFBGAs89_7QK0fLwXPKz-t_yXoI84PpmUaHB1w0z9KIyONe6qQv6IaG1Qw-24RP/s400/12.JPG" border="0" />La pila empieza a agotarse. El viaje también, por suerte. Cuando me acercaba a Bariloche, hace poco más de dos años, la cosa era muy distinta. Allá me detuvo el hielo de la Patagonia, la falta de dinero, la ausencia de planes. La llama que me movía, sin embargo, seguía ahí aún después del último día. Por eso salí de nuevo. Por eso estoy aquí. Ahora, en cambio, siento que merezco darle un punto final a los asuntos de este viaje, que merezco ya un descanso. Montevideo está a unos siete, ocho días. He crecido tanto en fuerza y resistencia que no parece haber nada que pueda impedirme conquistarla. Voy, pues, a terminar la ruta, pero mi corazón viaja ya hacia otra parte, pensando cada vez más en mi familia, mi novia, mis amigos. Quiero sentarme a cenar entre mi padre, mi madre, mis hermanos, y oír sus historias cotidianas. Quiero hablar estupideces, beber y reír sin parar con mis amigos. Quiero estar con Cuenqui y disfrutar de ese tiempo sin apuros, sin agotamientos ni hazañas.</p><p></p><div></div><img style="margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 400px; display: block; height: 300px;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5501258466607638306" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhSlN-I3f1tSfS6fvIUO5kyDRRM7RcF-dVncAL_W_kTB6Qd06tmRqMNrMU6wFXTVAhlCQeaC5vIaATKlklDKZ7yuz9AFI0YLCh04VwXdYLsz6M81104VO6H7sIrKGLCm375Ctahhhc7jvR4/s400/13.JPG" border="0" />Cuán grande todo esto. Miro para atrás y no me reconozco. ¿En verdad he sido yo el que lo ha hecho todo? ¿De dónde saqué el coraje para estar aquí? En un parpadeo se me cruzan tantas imágenes, tantos momentos, tantos caminos y rostros. Siento que he doblegado a Sudamérica tanto como ella me ha doblegado a mí. Ha sido increíble. En conjunto, es más de un año de mi vida el que he invertido en esto de pedalear por el continente. Han sido más de 20.000 kilómetros y más de 200 jornadas de buen pedaleo.<br /><br />Parece suficiente.<br /><br />Quiero terminar ya.<br /><br />Uruguaiana, Rio Grande do Sul, martes 3 de agosto de 2010.<br /><br />14.179 kilómetros recorridos.Sudamérica a pedalhttp://www.blogger.com/profile/01262964256565420157noreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-1727217432271499245.post-48113208406757806602010-07-28T15:05:00.000-07:002010-07-30T15:48:08.797-07:00Otro capítulo de historia<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg2NYv_bA8ZtBIXyZ7vqj3VweIc2X24m458zFZJOL4QNiMfc9ppuXVvIGRNd_EEGtISjYr3DLcKGkpz_tsrJzDwfIVb54BO72vbFRlOd7A-c-vAEf2nd_76Vb1F_3ihhsv58Zp4m5OIE1PC/s1600/1.JPG"><img style="text-align: center; margin: 0px auto 10px; width: 400px; display: block; height: 300px;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5499438461263709314" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg2NYv_bA8ZtBIXyZ7vqj3VweIc2X24m458zFZJOL4QNiMfc9ppuXVvIGRNd_EEGtISjYr3DLcKGkpz_tsrJzDwfIVb54BO72vbFRlOd7A-c-vAEf2nd_76Vb1F_3ihhsv58Zp4m5OIE1PC/s400/1.JPG" border="0" /></a>Paraguay ha sido un descubrimiento. Es un país al que me atrevo a calificar de "extraño". Quizá ha sido mi total falta de espectativas lo que ha hecho que cada cosa que he conocido resulte más representativa y novedosa. A pesar de ser bastante más grande que el Ecuador en términos territoriales, por primera vez en las aventuras de SAP siento que vengo desde un país "mayor", más poblado, más lleno de vida, más diversificado, más conectado al mundo. He recorrido en poco más de una semana la región más poblada y desarrollada del Paraguay. Tras ello, tengo la sensación de haber recorrido un país más de pueblos que de ciudades. Un país rural. Asunción, como distrito, apenas supera los 600.000 habitantes. La "Gran Asunción", que agrupa un gran número de municipios aledaños administrados independientemente y bastante autónomos, suma dos millones de personas y más del 30% de la población total del país. Fuera de la capital, no hay ningún conglomerado urbano verdaderamente significativo. Las cabeceras departamentales son poco más que pueblos grandes. Paraguarí, capital del departamento homónimo, no tiene más avenida que la autopista que la atraviesa. San Juan Bautista, capital de Misiones, no llega a los 30.000 habitantes. Encarnación, tercera ciudad del país y un fuerte núcleo turístico, casi pasa desapercibida frente a su vecina argentina del otro lado del Paraná, Posadas, que es tan solo la 13ª urbe en su país y de por sí una ciudad pequeña.<br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiefA7sgXy3jQ64tyMaNe8GcD7h3_9BWo8857VnuAoBmZlVV6Q5chiaVkM4Xde3hRJHn17UIsWGugpOtVKpIvqboSQannYCaVf1_P471xLtvtvS7JAyEVrvAn990jNFULQtXb5aNCOutGvD/s1600/2.JPG"><img style="text-align: center; margin: 0px auto 10px; width: 300px; display: block; height: 400px;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5499438264877007506" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiefA7sgXy3jQ64tyMaNe8GcD7h3_9BWo8857VnuAoBmZlVV6Q5chiaVkM4Xde3hRJHn17UIsWGugpOtVKpIvqboSQannYCaVf1_P471xLtvtvS7JAyEVrvAn990jNFULQtXb5aNCOutGvD/s400/2.JPG" border="0" /></a>Las carreteras que atraviesan el Paraguay son contadas con las manos. He recorrido por entero las dos más importantes (la Asunción-Ciudad del Este, y la Asunción-Encarnación), y en ambas me ha sorprendido la poca actividad y el poco tránsito. Hay pocos camiones de carga pesada y todavía menos buses de pasajeros. Los pueblos, quizá por influencia del estilo de vida "guaraní", tienden más a la dispersión y amplitud que a la concentración en un centro urbano denso. Es difícil encontrar restaurantes u hoteles, hasta ahora no he visto un gran mercado o una feria pública y me he sorprendido de encontrar poblaciones relativamente grandes sin ninguna calle pavimentada. El sector de servicios parece ser pequeño. Frente al hormiguero del Brasil, el cambio es muy grande. Paraguay no es propiamente pobre (o no lo es más que el resto de países sudamericanos), pero es distinto. Tiene una vida aparentemente más tranquila, aislada, relajada y lenta.<br /><br /></div><div> </div><div> </div><div></div><div></div><div><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj__4Wl2MtEkoYdwbJFPSxVivNxeqstRehgQYWd1FSHLe3xMVjPOiA-FQ0xCI6-78_6vSFe-a8vfKoFbnZZwuT8o_qj81B7GwWEXoRc9BE1p7rK-cnct9tbA8SPtYfYxVKhVWtWwjFG-bLw/s1600/3.JPG"><img style="text-align: center; margin: 0px auto 10px; width: 300px; display: block; height: 400px;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5499438114086565170" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj__4Wl2MtEkoYdwbJFPSxVivNxeqstRehgQYWd1FSHLe3xMVjPOiA-FQ0xCI6-78_6vSFe-a8vfKoFbnZZwuT8o_qj81B7GwWEXoRc9BE1p7rK-cnct9tbA8SPtYfYxVKhVWtWwjFG-bLw/s400/3.JPG" border="0" /></a>El asunto del guaraní es bastante enigmático. He preguntado a muchas personas y he obtenido poca información. La lengua guaraní es, simplemente, algo "natural" en el medio, que todo el mundo habla y nadie explica. La vida diaria es tan mezclada entre castellano y guaraní que algunas personas parecen tener problemas en percibirlos como idiomas distintos. Solo para saludar existen una gran cantidad de expresiones, algunas con palabras enteramente en castellano, pero "aguaranizadas" en su pronunciación. Ignoro si será posible, para un extranjero, acceder a un estudio académico de la lengua. El propio castellano paraguayo tiene un dejo único, más difícil aún que el chileno, al que consideraba el dialecto más difícil de entender de entre los sudamericanos. Al mismo tiempo, es fácil encontrarse en la calle con alguien que habla un castellano perfecto y plenamente "universal". Todos los paraguayos con los que he entablado algún tipo de diálogo se han mostrado sumamente aprehensivos e interesados en mi viaje. Me han regalado comida y dinero, me han ofrecido ayuda y me han felicitado tan efusivamente que me han provocado una suerte de vergüenza.</div><div><br /></div><div><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhaPyxwqG-0n108WI8wqK51mLGJ1PF1sax09-kv-kVPT0eKSblobwD93BQz6dbG2FcFlBRNeacGKHEf77UtTGdgz4kJrRhGXgtHfEIE7abT0VbeXiRsCzQSdWQj8ulK-wtpsK8L6aDa2ltr/s1600/4.JPG"><img style="text-align: center; margin: 0px auto 10px; width: 400px; display: block; height: 300px;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5499437957193354066" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhaPyxwqG-0n108WI8wqK51mLGJ1PF1sax09-kv-kVPT0eKSblobwD93BQz6dbG2FcFlBRNeacGKHEf77UtTGdgz4kJrRhGXgtHfEIE7abT0VbeXiRsCzQSdWQj8ulK-wtpsK8L6aDa2ltr/s400/4.JPG" border="0" /></a>¿De dónde viene esta amalgama tan particular, este modo de vida "ruralizado", esta apertura al desconocido? Algunas claves las he encontrado en la última región que he recorrido en el país del que ahora salgo. He vuelto a las orillas del Paraná luego de una escapada no tan corta hasta las orillas del Paraguay, donde se encuentra Asunción. Entre ambos ejes fluviales se concentra la región más antigua del país y casi toda la población existente en él aún en nuestros días. Cerca de la orilla del Paraná, y desperdigadas por lo que ahora también es parte de los territorios de Argentina y Brasil, se encuentran las ruinas de diversas reducciones misioneras que en un tiempo florecieron como centros de desarrollo cultural, administrativo y económico de gran impacto en la configuración social de la región: son las famosas Misiones Jesuitas Guaraníes.</div><div><br /></div><div><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiAwfG_rvQcsLFAz9E3Uj-gw3xaa0PPD9G1Ya6Z7RgL487w_jnEd4PxJvLq3T1X94OrE7GnYlxRlHHwnXpfoQJUDQJhL3tib5hcNFgT-7yDKqjosXBFMgpCpvel_sixQ7dlu7JCkNBSp_KJ/s1600/5.JPG"><img style="text-align: center; margin: 0px auto 10px; width: 300px; display: block; height: 400px;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5499437584153857266" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiAwfG_rvQcsLFAz9E3Uj-gw3xaa0PPD9G1Ya6Z7RgL487w_jnEd4PxJvLq3T1X94OrE7GnYlxRlHHwnXpfoQJUDQJhL3tib5hcNFgT-7yDKqjosXBFMgpCpvel_sixQ7dlu7JCkNBSp_KJ/s400/5.JPG" border="0" /></a>Creados a partir de la llegada de la Compañía de Jesús a las tierras españolas del Nuevo Mundo en el siglo XVII, los pueblos misioneros jesuitas de la región del Paraná fueron los responsables de un logro único en la historia colonial americana. En su territorio se consolidó una alianza entre misioneros e indígenas que no solo produjo una experiencia de verdadero mestizaje, sino que logró lo que para la época era la consecución de la utopía máxima: el Paraíso en la Tierra. Los jesuitas lograron aglutinar a las poblaciones guaraníes prácticamente disueltas tras las guerras de conquista y la devastación demográfica causada por las enfermedades venidas de Europa, y lo hicieron bajo los preceptos de lo que entonces se concebía como lo bueno y lo justo a través de los cánones de la evangelización. Los pueblos guaraníes supieron aprovechar las intenciones de los misioneros y la puerta que ellos les ofrecían para formar parte del sistema colonial sin necesidad de enfrentarse con las coronas europeas ni abandonar su estilo de vida propio. El resultado fue la creación de numerosos núcleos de poblaciones en los que, a pesar de la rígida jerarquía teocéntrica, se desarrolló una sociedad inusualmente justa e igualitaria, como nunca antes ni después se vio en nuestro continente.</div><div><br /></div><div><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhctbJ9w3CxES-9pnkDCCZoaH_SfMn2PZZnB94dRiKt2Nr07-sLErmWs8WaGbT8cPoPVKNZ3X_hPtRr7YXrwrDupnTwvshwL6dqBNyYTCUE8iY7NcvFTCBYHCiIX9goj4qAHAHrEZiwh-ON/s1600/6.JPG"><img style="text-align: center; margin: 0px auto 10px; width: 400px; display: block; height: 300px;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5499437469526207026" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhctbJ9w3CxES-9pnkDCCZoaH_SfMn2PZZnB94dRiKt2Nr07-sLErmWs8WaGbT8cPoPVKNZ3X_hPtRr7YXrwrDupnTwvshwL6dqBNyYTCUE8iY7NcvFTCBYHCiIX9goj4qAHAHrEZiwh-ON/s400/6.JPG" border="0" /></a>Ni los misioneros jesuitas ni los indígenas guaraníes atentaron contra la integridad cultural diversa que de pronto tenían en frente. Al contrario, la amalgama siguió un camino de relativa tolerancia. El idioma guaraní fue tan cultivado como el castellano, y al amparo de ambos florecieron pueblos muy destacados por su diversidad. En mucha mayor medida que sus pueblos vecinos, las misiones jesuíticas llegaron a ser los principales centros de actividad artística y educativa a todo nivel. Fueron las reducciones jesuitas las que produjeron la mejor arquitectura, escultura, pintura y música de la época en el cono sur. Sus templos incluyeron observatorios astronómicos, escuelas, auditorios e incluso la primera imprenta que existió en el Río de la Plata, la cual fue de fabricación local. La tolerancia y actitud inclusiva mostrada tanto por los misioneros europeos como por indígenas locales creó una base social "democratizada" y sentó las bases de lo que en el futuro se consolidaría como el origen social del Paraguay. Si bien solo 7 de los 30 pueblos misioneros se encuentran en el actual territorio paraguayo, fue éste país el único que incluyó ese legado como parte estructural de la identidad nacional, como parte de su constitución misma como nación, como conjunto de pueblos y realidades, como sociedad unificada bajo ciertas ideas y ciertas leyes.</div><div><br /></div><div><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjpeVDbtX1sZJPjzUajX73QhvpLfeDh9abhNIyuRBh9PybWyr4epNhyphenhyphenAhsSO5QsCev5iYlCKIcXJ38ABmD3lPpNRyNws01z-RBDjUR78rwF0sQwxB8p8MRe8vc8Y_BylurHPO-aDYhZ0Vnd/s1600/7.JPG"><img style="text-align: center; margin: 0px auto 10px; width: 400px; display: block; height: 300px;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5499437393162628818" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjpeVDbtX1sZJPjzUajX73QhvpLfeDh9abhNIyuRBh9PybWyr4epNhyphenhyphenAhsSO5QsCev5iYlCKIcXJ38ABmD3lPpNRyNws01z-RBDjUR78rwF0sQwxB8p8MRe8vc8Y_BylurHPO-aDYhZ0Vnd/s400/7.JPG" border="0" /></a>La historia de las reducciones jesuíticas terminó siendo trágica con el curso de la historia. Su condena fue, en parte, su propio éxito. Los pueblos jesuitas llegaron a ser los económicamente más competentes y competitivos de la región, contribuyendo al gran enriquecimiento de la Compañía de Jesús en América. Y a su fortalecimiento político, también. Atrapados entre los intereses de las coronas española y portuguesa, las reducciones empezaron a sufrir estragos hacia mediados del siglo VIII, cuando España cedió a Portugal numerosos territorios al oriente del Paraná a cambio del control de la fundación portuguesa de Colonia del Sacramento, competencia directa de Montevideo para el control de la desembocadura del Río de la Plata. La decisión, que nunca llegó a efectuarse en la práctica, causó violentos enfrentamientos armados entre portugueses y los pobladores de las misiones jesuitas de los territorios en conflicto. Gran parte de las misiones se despoblaron o perdieron peso organizativo. Poco después, con la expulsión de la Compañía de Jesús de los territorios gobernados por la corona española, el gobierno ibérico encargó la custodia de las misiones a otras congregaciones religiosas y creó un gobierno especial para aglomerar a los 30 pueblos, el cual existió hasta su adhesión a la Primera Junta de Buenos Aires en 1810. A pesar de ello, el esplendor de los pueblos misioneros decayó hasta la insignificancia.<br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjwZARVTIkGZwXsmEAD3NNFFOG4vp9PavfrHzJ0wo7uqUE-KyY1V9nhwcVV0bVaQUlpR-OAQCGmkNNmpbxqZt1xzrbkpZ4Sev6k2YlUJcZIeaPAdkq53k5LjP2XwNWGtPAtGTBVfPYzpxHw/s1600/8.JPG"><img style="text-align: center; margin: 0px auto 10px; width: 400px; display: block; height: 300px;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5499437236982942818" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjwZARVTIkGZwXsmEAD3NNFFOG4vp9PavfrHzJ0wo7uqUE-KyY1V9nhwcVV0bVaQUlpR-OAQCGmkNNmpbxqZt1xzrbkpZ4Sev6k2YlUJcZIeaPAdkq53k5LjP2XwNWGtPAtGTBVfPYzpxHw/s400/8.JPG" border="0" /></a>Las misiones se desvanecieron con el tiempo hasta convertirse en lo que son ahora: ruinas. Sin embargo, su legado como crisol de la identidad nacional no se perdió. Fue el Paraguay, mucho más que la Argentina o el Brasil, el encargado de rescatar ese fundamento en el corazón de su conciencia histórica. Cuando la formación de las juntas de gobierno americanas en respuesta a la invasión napoleónica de la península ibérica, Asunción rápidamente dejó en claro su oposición a las políticas de Buenos Aires. Y las tierras que reconocía como suyas incluían gran parte de las antiguas reducciones jesuitas. Belgrano condujo un ejército que, para los argentinos, era un brazo libertario que extendían para el beneficio de sus hermanos en el interior. Los paraguayos, por su parte, se refieren a esa fallida misión militar argentina como el primer intento de invasión extranjera y los primeros triunfos militares nacionales. Luego de ello, gracias a su lejanía y natural exclusión geográfica, Asunción logró mantenerse alejada de los muchos conflictos en los que la nacientes naciones vecinas se vieron sumidas por décadas. Al poco tiempo, Paraguay se reconocía ya como una nación independiente, y tras algunos años de negociaciones, políticas conflictivas y revueltas fallidas, el control del país cayó sobre las manos de uno de los íconos de la historia nacional: Don Gaspar Rodríguez de Francia.<br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEivtRKpJSOi260T6J0OMUaI-73Dhk6ILb7kOjY3t7jpNQbgcgdvVWVzkw8NRUDP6NL9bEItdsn5LbP0qi_PWwv_tRCpWnjacPrGIRFJPNWOYmF68OruvwhBxHj1UGv5zsG4F1ajvBys1KxH/s1600/9.JPG"><img style="text-align: center; margin: 0px auto 10px; width: 400px; display: block; height: 300px;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5499437118366907170" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEivtRKpJSOi260T6J0OMUaI-73Dhk6ILb7kOjY3t7jpNQbgcgdvVWVzkw8NRUDP6NL9bEItdsn5LbP0qi_PWwv_tRCpWnjacPrGIRFJPNWOYmF68OruvwhBxHj1UGv5zsG4F1ajvBys1KxH/s400/9.JPG" border="0" /></a>El "Dr. Francia", como lo llaman hoy en día los paraguayos, concentró el poder al punto de lograr se declarado dictador perpetuo en 1816. Desde entonces hasta su muerte en 1840, Rodríguez de Francia cerró el país al mundo y desarrolló una política aislacionista basada en un modelo económico autárquico muy rígidamente supervisado por el Estado (las únicas poblaciones con cierta apertura comercial fueron las antiguas reducciones jesuitas cercanas a la frontera, como la actual ciudad de Encarnación). Paraguay, así, se libró de los años de contiendas militares libertarias y vivió un proceso de desarrollo que no tuvo similar en toda América. La autarquía económica impulsó el desarrollo de diversas industrias que no existían hasta entonces e hizo del Paraguay una nación verdaderamente autónoma. Después del Dr. Francia, el país empezó a abrir sus fronteras y, bajo el mando de Carlos Antonio López (sobrino del dictador), empezó a mostrar al mundo los logros de la nación aislada. Para 1860, Paraguay había logrado ser lo que todo el resto de sus hermanos sudamericanos había pretendido ser, sin lograrlo: era una nación fuerte, unificada, económicamente autosuficiente y sin deudas. Se había convertido en el segundo productor mundial de algodón (después de Inglaterra) y tenía desarrollos únicos como el primer ferrocarril sudamericano o la primera planta de fundición de hierro del continente. Era, además, una nación culturalmente original, diferente, peculiar y notable en relación a sus vecinos.</div><div><br /></div><div><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi2W90vpkKF4bAzvn4vFBWhCqiTRQ9rBbOVdGryBIbdhTpQg_zZ_7WI6g8m7QUeAB5C0fVIPEErOsepDfa2OQZll_rqxBbe_GC-vYT4SwHJIIFRhb3u-Z5JbtccAHd0N6W7hDdQy2KmyMpV/s1600/10.JPG"><img style="text-align: center; margin: 0px auto 10px; width: 400px; display: block; height: 300px;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5499437014543242082" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi2W90vpkKF4bAzvn4vFBWhCqiTRQ9rBbOVdGryBIbdhTpQg_zZ_7WI6g8m7QUeAB5C0fVIPEErOsepDfa2OQZll_rqxBbe_GC-vYT4SwHJIIFRhb3u-Z5JbtccAHd0N6W7hDdQy2KmyMpV/s400/10.JPG" border="0" /></a>Lo que vino después es quizá ya parte de otra historia. Paraguay empezó a mezclarse en las políticas internacionales. Presiones internas y externas (que venían no solamente de sus vecinos, sino también de la corona británica) lo llevarona involucrarse en los conflictos regionales. El presidente Francisco Solano López (hijo de Carlos Antonio López), involucró al país en los conflictos internos uruguayos (en guerra civil, con la participación del Brasil en uno de los lados en contienda) y prácticamente obligó a la Argentina a aliarse con el Brasil en su contra. La guerra fue impopular en Argentina e incluso causó fuertes levantamientos, pero no impidió que tropas de ese país se uniesen a las brasileñas/uruguayas en una guerra que causó la total destrucción de la nación floreciente. El más beneficiado fue el Brasil, que terminó por aplastar e humillar al Paraguay en una guerra que, según he podido averiguar en Internet, causó la muerte de más de la mitad de la población paraguaya de la época. Fue un aniquilamiento total. Después de ello, Paraguay lo había perdido todo, y nunca volvió a recuperar su edad de oro.</div><div><br /></div><div><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgNcuJTUltgZxXhp-1Uir8evXEeiPjDQErNL0l3CNRSp4Q3ZADQJSru6aIK_soCJxedRUqfO614tFY2PQD3zOFjRYegkrI9Ov9CQCZd5A-CjjPAs2-DkoPSU3b9MGiUE2vNUybutu4738av/s1600/11.JPG"><img style="text-align: center; margin: 0px auto 10px; width: 400px; display: block; height: 300px;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5499436904072025042" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgNcuJTUltgZxXhp-1Uir8evXEeiPjDQErNL0l3CNRSp4Q3ZADQJSru6aIK_soCJxedRUqfO614tFY2PQD3zOFjRYegkrI9Ov9CQCZd5A-CjjPAs2-DkoPSU3b9MGiUE2vNUybutu4738av/s400/11.JPG" border="0" /></a>Las que en algún día fueron las poderosas misiones jesuíticas también terminaron por desaparecer en esos días. La mayoría terminaron por pertenecer a lo que hoy en día es la provincia argentina de Misiones. Otras son ahora parte del estado brasileño de Rio Grande do Sul. De otras simplemente quedaron los nombres. Junto a las ruinas que actualmente pueden visitarse se levantan pueblos modestos que seguramente no hacen honor al esplendor del pasado. Basta pasearse un poco por los remanentes monumentales de templos, plazas y habitaciones para percibir la grandeza que alcanzaron esos experimentos misioneros. Lo más importante, sin embargo, fue el resultado que esas poblaciones tuvieron con respecto a la configuración de una sociedad cuyos rasgos aún son perceptibles en nuestros días. En cierta forma, fueron las misiones jesuitas las que conformaron parte del espíritu cultural autónomo del Paraguay moderno, y, sin duda, también fueron ellas parcialmente responsables por la creación de la única nación verdaderamente bilingüe de Sudamérica. Y por bilingüe, hay que decirlo, se entiende una complementación que va mucho más allá del conocimiento de dos idiomas tan diferentes entre sí como el castellano y el guaraní.</div><div><br /></div><div><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgUZBRvCfA1n_zQKBn1EvfNhlHMgJMKd-yj4BdWvNBN1F4VHJYRqBgSrXo5Y29U06bX5Ib0ox4Ux9tAeuGOPmYO1AFK4rbnsFgxSbSn_z6YgHplzxEyOVRhLmT7XMtu56yle88Vgz3vGl_S/s1600/12.JPG"><img style="text-align: center; margin: 0px auto 10px; width: 400px; display: block; height: 300px;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5499436779520864706" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgUZBRvCfA1n_zQKBn1EvfNhlHMgJMKd-yj4BdWvNBN1F4VHJYRqBgSrXo5Y29U06bX5Ib0ox4Ux9tAeuGOPmYO1AFK4rbnsFgxSbSn_z6YgHplzxEyOVRhLmT7XMtu56yle88Vgz3vGl_S/s400/12.JPG" border="0" /></a>Para llegar hasta el territorio de las misiones jesuíticas, he pedaleado ya cinco días desde Asunción y he atravezado una frontera más. Integraré el relato de esas aventuras en noticias que vendrán en el futuro. Hoy por hoy, solamente he querido poner por escrito algo de la fascinación que me ha causado el descubrimiento de este nuevo país y sus complejos orígenes. Todas las fotos de las ruinas jesuíticas corresponden a las dos únicas ruinas que han sido declaradas Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco en territorio paraguayo: Santísima Trinidad del Paraná y Jesús de Tavaringüe. Son las dos más importantes de la región, pero existen otras dignas de verse tanto dentro como fuera del Paraguay, así como otras también patrimonializadas tanto en Brasil como en Argentina. La foto del edificio blanco corresponde al llamado "Palacio de los López", que fue propiedad de los gobernantes que he mencionado en el relato y hoy funciona como palacio presidencial en Asunción. Las dos últimas fotos muestran el río Paraná con Encarnación al fondo, vista desde la provincia argentina de Misiones, y una plaza céntrica de esa misma ciudad.</div><div><br /></div><div><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi2MRd-kxyyjCY6fF_qicnoFgFE8D3_9bQTzV9yU-TQ2UnRMmThMNf_e4ekK9Y9-yS2xWMtF-qG3gY7RDzHYO8LZdFcBYWUdrreFib8yayaczY8A3E81_U3Vn1iuNECx6WR45k6cZzAsxv6/s1600/13.JPG"><img style="text-align: center; margin: 0px auto 10px; width: 400px; display: block; height: 300px;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5499436398942906082" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi2MRd-kxyyjCY6fF_qicnoFgFE8D3_9bQTzV9yU-TQ2UnRMmThMNf_e4ekK9Y9-yS2xWMtF-qG3gY7RDzHYO8LZdFcBYWUdrreFib8yayaczY8A3E81_U3Vn1iuNECx6WR45k6cZzAsxv6/s400/13.JPG" border="0" /></a>Existe más al sur otro país que también tuvo un orígen azaroso. Un país que, al contrario del Paraguay, optó por un camino opuesto: la eliminación de su legado aborigen y su inclusión al mundo pretendidamente occidental. Un país cuyo nacimiento se dio en medio de guerras y asedios ininterrumpidos de sus vecinos poderosos. Es el país más pequeño de los diez que tienen relación con Sudamérica a pedal. Es, también, el último que visitaré. Hacia él me acerco sorteando los días fríos del invierno y haciéndole cara al desespero que me causa el término de la aventura. Recorreré algunos cientos de kilómetros entre Brasil y Argentina para llegar hasta ese último país y esa última meta.<br /><br />Estamos cerca de empezar la recta final.<br /><br />Posadas, Argentina, jueves 29 de julio de 2010.<br /><br />13.770 kilómetros recorridos.</div></div></div></div></div></div></div></div></div></div></div></div>Sudamérica a pedalhttp://www.blogger.com/profile/01262964256565420157noreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-1727217432271499245.post-6865809721213473852010-07-23T11:54:00.000-07:002010-07-28T15:04:17.714-07:00Frío en el alma (variaciones psico-climáticas en la tierra del guaraní)<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhyol3GldCOohdqTIKjrWPXNHXwmTG3LQLUByPVs8uCmBQKcESlNPe_PqImn9-2QEMIpTk-Jj6g_fNawCuBqM5AkDxn8R0J6HFt9x_w5M_Mnreb6RjVr3d0XaTjq2QxcyBVLP69NY5q0IOw/s1600/1.JPG"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhyol3GldCOohdqTIKjrWPXNHXwmTG3LQLUByPVs8uCmBQKcESlNPe_PqImn9-2QEMIpTk-Jj6g_fNawCuBqM5AkDxn8R0J6HFt9x_w5M_Mnreb6RjVr3d0XaTjq2QxcyBVLP69NY5q0IOw/s400/1.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5497192212281990738" border="0" /></a>Un frente frío se expandía por sobre los cultivos de Paraná el día que salí de la casa de Jo en Jardim Alvorada. Maringá fue quedando atrás en una mañana enteramente gris, de vientos fríos y nada más que nubes en el cielo. Avancé con desgano, dejándome llevar por la obligación que me he impuesto antes que por el ímpetu de seguir adelante. Todo el día fue así: pedaleos lentos y apáticos, las nubes metiéndose en la cabeza y el termómetro en picada. Las advertencias que me había dado el clima se desbocaron sin tapujos en una sola mañana, o al menos eso creí: no sabía lo que tenía en frente. Cuando por la tarde buscaba un refugio en Campo Mour<span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;">ã</span></span>o, unos 100 kilómetros más al sur, me sentí abandonado en un universo que no me pertenecía, en el que no encajaba: había llegado el pleno invierno.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiFrPENQheZMVrc1vRIoCvjQ2uVFBHDjnF7uU6PHQTtN-m5yh5RKXm2giasTCVrXu_ct9DPV6Km9NPmCBzq4a9T8awmJvvezatEx9wMaFBLHq7htbPL4HzcTA9v6bC5xZBd1db_nVOmlb1u/s1600/2.JPG"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiFrPENQheZMVrc1vRIoCvjQ2uVFBHDjnF7uU6PHQTtN-m5yh5RKXm2giasTCVrXu_ct9DPV6Km9NPmCBzq4a9T8awmJvvezatEx9wMaFBLHq7htbPL4HzcTA9v6bC5xZBd1db_nVOmlb1u/s400/2.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5497192204575793442" border="0" /></a>Dice la gente de las zonas templadas que los inviernos son deprimentes. Las personas tienden a refugiarse en el fondo de sus hogares y evitan el contacto con otros. Todo parece una pérdida innecesaria de energía: es mejor volcarse hacia adentro y esperar mejores amaneceres. Parece verdad. Después de los contactos cálidos en S<span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;">ã</span></span>o Paulo y Maringá, el silencio del invierno se me hacía demasiado pesado. Hablar en voz alta con Sherpa era una pérdida de tiempo, cantar en voz alta era una pérdida de tiempo, pensar era una pérdida de tiempo. Los contactos por Internet resultan demasiado futiles. Los amigos viven demasiadas historias propias para tomarme verdaderamente en cuenta, y mi novia, cada vez más lejos, estira un silencio que se vuelve una tortura. Yo pedaleo solo, como siempre, pero por primera vez eso me duele. Es el invierno que penetra y se hace parte de los huesos.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgaVnyq2OcLOZ6mmIPK3hJ6NKAO4ckQ_pGrd0hpAfCVu9gX1N-svQXnIgFNCd_MnHx3MeVpwnXmjXvTh0ej3oSnVLTmqpX1pl1eAEonp3p_Jf_Vk-bH3nIntSVbW8azQQWge58qe9KQp_x3/s1600/3.JPG"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgaVnyq2OcLOZ6mmIPK3hJ6NKAO4ckQ_pGrd0hpAfCVu9gX1N-svQXnIgFNCd_MnHx3MeVpwnXmjXvTh0ej3oSnVLTmqpX1pl1eAEonp3p_Jf_Vk-bH3nIntSVbW8azQQWge58qe9KQp_x3/s400/3.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5497192202712601858" border="0" /></a>No estaba preparado para lo que vendría al sur de Campo Mour<span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;">ã</span></span>o. Al contrario, la nostalgia me volvía débil. Hasta el municipio de Mamboré pedalée con relativa calma. Hubo un momento, sin embargo, en el que la amenaza de las nubes era ya demasiado brusca. Me detuve en una parada de buses de la carretera y, resignado, me equipé con todas mis ropas impermeables. Poco después empezó la lluvia. No paró hasta tres, cuatro días después. Los 7 u 8 grados de temperatura ambiente se sentían mucho más bajos al interior del aguacero. La lluvia paró y renació, muchas veces, como si midiese mi capacidad de resistir. Para la hora del almuerzo lo tenía mojado todo. Comí con algo de ropa seca encima y luego, para la tarde, sentí que sería buena idea ahorrarle trabajo al agua y continuar con las mismas prendas mojadas de la mañana.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgpXgRQiUR9jPpCTZnIUd9Kt5dSoMcl0AWb0oKUOTrgebHF6pKg1FdTga4394arkJA0igccrux_h6f8s1GvKsZ9FMCZ0RdOBA7cPS-Hdy6f3M_UnkMSTWrCR7E2zm1okyE6D_FUO_7vbtim/s1600/4.JPG"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgpXgRQiUR9jPpCTZnIUd9Kt5dSoMcl0AWb0oKUOTrgebHF6pKg1FdTga4394arkJA0igccrux_h6f8s1GvKsZ9FMCZ0RdOBA7cPS-Hdy6f3M_UnkMSTWrCR7E2zm1okyE6D_FUO_7vbtim/s400/4.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5497192188928195202" border="0" /></a>Cosa curiosa: el agua helada me hizo reaccionar. Mi tristeza empezó a volvérseme motivo de risa. Cuando llegué a Ubirat<span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;">ã</span></span>, unas tres horas más tarde, Sherpa y yo íbamos bromeando con nuestras vacaciones paradisíacas bajo el hielo de Paraná. El dueño de una vulcanizadora se reía incrédulo: "Tá doido, cara? Rodando neste friu?" Yo sonriendo como un niño: "Tá frio mesmo, neh?" En la noche pedí cobijas extra y puse entre ellas mi ropa mojada para secarla con mi calor mientras dormía. Muerto por mil, muerto por mil quinientos: no pensaba detenerme. Ya saben, nunca lo hago.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhvS9P4nh6JbmXtOm0_BxUEsdMQmJwGnCM_SjiAMWQCVhUNlFOLBJ0Ef0PxvD5AxR7-4Fi3X-NvNq0CFxuK6vObBUWtREiJKkH_W5FgohCMvjtUkiW9Xk48iV3xsE_5uJin_N-Y82SFHz1Y/s1600/5.JPG"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhvS9P4nh6JbmXtOm0_BxUEsdMQmJwGnCM_SjiAMWQCVhUNlFOLBJ0Ef0PxvD5AxR7-4Fi3X-NvNq0CFxuK6vObBUWtREiJKkH_W5FgohCMvjtUkiW9Xk48iV3xsE_5uJin_N-Y82SFHz1Y/s400/5.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5497192067839411634" border="0" /></a>Realmente no sé de dónde saqué el valor necesario para emprender la marcha a la mañana siguiente. Ese día llovió todo el tiempo, desde el primer kilómetro hasta el último. Simplemente me hice a la idea de no sentir nada en los dedos, las orejas, la nariz. Pensaba que mientras más avanzase más descansaría luego, y empeñaba mi tiempo en imaginar un abrazo eterno con Cuenqui, nariz con nariz, bajo la protección de una tonelada de cobijas. A pesar de todo, ese día hecho de hielo y un cielo blanco no fue el más difícil. A la mañana siguiente amanecí en la ciudad de Cascavel, sin lluvia, y tomé una decisión que probaría ser más extrema en los hechos que en las palabras: no me detendría hasta alcanzar la frontera, en Foz de Iguaçu, a 150 kilómetros de distancia.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhf27MSzXVfRXGIvomoLvecF8hI9LsffuF_xIozY1sjZ3Z28hOrAdHMcGTNryvLY9K8NCIGvraRXL9NT5_EGigbRllKlnHXUk7kM3Nlb9olHsavH2NhVUB7x6YMv2uq0v_2Lf08qm32OFBF/s1600/6.JPG"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhf27MSzXVfRXGIvomoLvecF8hI9LsffuF_xIozY1sjZ3Z28hOrAdHMcGTNryvLY9K8NCIGvraRXL9NT5_EGigbRllKlnHXUk7kM3Nlb9olHsavH2NhVUB7x6YMv2uq0v_2Lf08qm32OFBF/s400/6.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5497192057627334978" border="0" /></a>Fui capaz de algo que ahora no creo posible. Recordarlo me devuelve los escalofríos. Solo veo vaivenes largos poblados de nubes, agua y frío. Mucho frío. Mi primer descanso lo ocasionó un pinchazo en la llanta trasera. Ya que la lluvia me impedía parchar, puse mi tubo de reserva y continué. Lo normal hubiera sido parchar el hueco durante el almuerzo para tener la reserva lista. Solo que nunca me detuve a almorzar. Hacía tanto frío que no podía detenerme. La única forma de poder continuar era manteniendo el calor causado por el ejercicio. Cuando volví a pinchar por la tarde me quedé helado. Más todavía cuando revisé mis herramientas y encontré solo dos parches. ¡Qué descuido! Perdí el primero tratando de parchar bajo la lluvia. Mientras cortaba el segundo para convertirlo en dos, mis manos temblaban azuladas. Por más que trataba de proteger el tubo del agua, la goma resbalaba y se hacía inútil. Terminé por exprimir todo el pegamento sobre un parche mojado y embutir todo eso dentro de la llanta. Sorpresa: funcionó. Más sorpresa: cuando estaba por poner a Sherpa de nuevo en pie, descubrí que la llanta delantera también estaba desinflada. Nada que hacer más que tiritar de preocupación con el único acompañamiento del agua que me lanzaban los camiones. Los siguientes 10 kilómetros avancé a piques de velocidad que me duraban lo que el tubo tardaba en desinflarse. Volvía a inflar, bajo la lluvia, y seguía. Y el frío se volvía cosa de miedo.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhboi5x0kg0Z-MR4xcwBFgN_dA1Wui7pdEfDsBsexcQ45Ww5y2ebDf4248jrmyF-J9izb693xL9MRs6V0swpE7ecsGgdExFuPMbZ7QvPRltmlTk6LMxh-DsiHbC9ZdK-DbWm__yYOePIS01/s1600/8.JPG"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhboi5x0kg0Z-MR4xcwBFgN_dA1Wui7pdEfDsBsexcQ45Ww5y2ebDf4248jrmyF-J9izb693xL9MRs6V0swpE7ecsGgdExFuPMbZ7QvPRltmlTk6LMxh-DsiHbC9ZdK-DbWm__yYOePIS01/s400/8.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5497192050336133698" border="0" /></a>En S<span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;">ã</span></span>o Miguel do Iguaçu encontré una vulcanizadora y pedí ayuda. El dependiente no solo no me cobró nada, sino que me ofreció comida. Yo la rechacé aduciendo que me faltaba tiempo para llegar a Foz antes de que oscurezca. Él se sorprendió: "¿A Foz?" Mientras me alejaba, gritó: "¡Suerte!" Lo hizo así, en español. Era el primer paraguayo que encontraba en el camino. De hecho, creo que fue el primer paraguayo con el que he hablado directamente en mi vida.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgx-9iaFOu4czkcuwDPBoJdgpgHfEzQh0LOyBxrvoGZOxRebh91FH38AQn8hNKI8ukq1_vPcZdjQDzVAIvk8i-4k9fpsur6SQGJiqW3AD0z91FxBNfr4xYgeMchxlrBgGfEP9U6h63IxyaN/s1600/9.JPG"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgx-9iaFOu4czkcuwDPBoJdgpgHfEzQh0LOyBxrvoGZOxRebh91FH38AQn8hNKI8ukq1_vPcZdjQDzVAIvk8i-4k9fpsur6SQGJiqW3AD0z91FxBNfr4xYgeMchxlrBgGfEP9U6h63IxyaN/s400/9.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5497192046146391266" border="0" /></a>En la noche llegué a Foz de Iguaçu como si me hubiesen demolido a golpes. Lo más impactante, sin embargo, era que estaba asustado. Todo yo era lodo y agua. Sherpa había vuelto a perder dos radios, le sonaban los ejes y tenía los mandos atorados por el lodo. Si me hubiesen dicho que todos los días continuarían así, quizá hubiese desistido. Llegar a Foz fue demasiado frío y demasiado cansado. La última hora la pasé deambulando por el centro, inmune ya a la lluvia, buscando un refugio para pasar la noche. Me metí a la ducha con todo, ropa, zapatos, alforjas, y tomé uno de los baños más largos y placenteros que recuerde. El problema fue que, al salir, seguía con miedo. Lo más difícil en esos momentos es no tener a quién arrojarle todo para compartir el agobio. Entonces el miedo, como el frío, se mete adentro. Me desespero mandando mensajecitos por Internet, pero es imposible lograr algo más que prolongar la angustia. Termino por odiar el Facebook cada vez que salgo de él sin haber visto un mensaje de Cuenqui diciéndome que sí, que también me ama, que me manda un beso en el cuello para calentar mi noche. Y me duermo con toda la pena del invierno metida en el estómago.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhmNvJZrdyDYMVmKjHNi5AZJmFSiWvCAVaCRf76aVkUMgl4DPwq2egR1pqxeBgMWK6XOJ-1rAnJ8ROQFS22vOiqneCQbfL5G4tNPKMi0n3NHoB4WSIgFhbg_Me5GKDwYCYxdoKeaqpzn6-t/s1600/10.JPG"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhmNvJZrdyDYMVmKjHNi5AZJmFSiWvCAVaCRf76aVkUMgl4DPwq2egR1pqxeBgMWK6XOJ-1rAnJ8ROQFS22vOiqneCQbfL5G4tNPKMi0n3NHoB4WSIgFhbg_Me5GKDwYCYxdoKeaqpzn6-t/s400/10.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5497191849751509058" border="0" /></a>Después de la crisis, viene la calma. Es un ciclo natural. Uno busca otros asideros, retoma la tranquilidad, se distrae. Las nubes esperaron que yo me detenga para ellas también parar su llanto. Durante el primer día de descanso en la frontera disfruté del enorme espectáculo de las cataratas. El río Iguaçu estaba majestuoso y lleno de ira: algo bueno tenía que venir con tanta lluvia. Contemplar boquiabierto el torrente de agua era una suerte de respuesta a mis esfuerzos. Me había ganado el premio de presenciar la maravilla. Quién sabe cuántas historias viajarán entre los cientos de personas que desfilan frente a las cataratas tomando fotitos. Para mí había en ellas una nueva revelación de nuestra fugaz trascendencia, de la belleza que pueden encerrar todos nuestros jueguitos de dioses inútiles. Y con ello, un motivo de alegría, de satisfacción, de calor en las entrañas.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgiItTqcEP_etdBdASHCUeH4BUBxWb_alIkue1_n4b5exHQXTqXO7r5u0Wx5ZuvrbQ9S_mu1omwAaQakZP0pKZXB21eXFwYrpup2CVMXoagJuEiRXVkccUa4AbJ3wEwgG4p55dkrBLXFRAi/s1600/7.JPG"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgiItTqcEP_etdBdASHCUeH4BUBxWb_alIkue1_n4b5exHQXTqXO7r5u0Wx5ZuvrbQ9S_mu1omwAaQakZP0pKZXB21eXFwYrpup2CVMXoagJuEiRXVkccUa4AbJ3wEwgG4p55dkrBLXFRAi/s400/7.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5497192053616379730" border="0" /></a>Quizá más espectacular que la maravilla natural que marca un punto de la frontera entre Brasil y Argentina es, por lo dicho, la maravilla humana que forma un nudo entre Brasil y Paraguay. Itaipú Binacional es todavía la represa hidroeléctrica de mayor capacidad productiva en el planeta, y recorrerla me generó un aire de orgullo no solamente como sudamericano, sino como parte de una especie fascinante. 14.000 Megavatios producidos por 20 turbinas gigantescas que reciben impulso de 3.500 kilómetros cuadrados de aguas retenidas del río Paraná, un volumen de concreto equivalente a 210 estadios Maracaná y tanto hierro como el necesario para construir 380 torres Eiffel... Itaipú es sorprendente. Dividida en partes iguales entre ambos países, tan solo el 7% de la energía de Itaipú es suficiente para abastecer más del 90% del consumo paraguayo, mientras que el restante 93% (Paraguay le vende al Brasil lo que le sobra), cubre casi el 20% del consumo brasileño. Ya que los terrenos de Itaipú Binacional pertenecen tanto al Brasil como al Paraguay, puedo decir que la primera vez que puse pie en suelo paraguayo fue sobre esa mole de concreto.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjVomxmGwkNNWPJM2u70T7Mdk4RCjhIVqlD31mlT_-00fnOD_MN-jjCRClPWpK6EWYWPGg4PuiA3KrOiau-nzr93GOACZkUZyqFSm8qPbxxOE0v524PLUZj307-6tqi1ZQFI3ZxPtikitb4/s1600/11.JPG"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjVomxmGwkNNWPJM2u70T7Mdk4RCjhIVqlD31mlT_-00fnOD_MN-jjCRClPWpK6EWYWPGg4PuiA3KrOiau-nzr93GOACZkUZyqFSm8qPbxxOE0v524PLUZj307-6tqi1ZQFI3ZxPtikitb4/s400/11.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5497191843763982370" border="0" /></a>Finalmente, Paraguay. Aproveché el primer día en que los pronósticos anunciaban buen clima para despedirme de cuatro intensos meses en el Brasil. En realidad, jamás me despedí. Estaba demasiado ocupado disfrutando de más de 10 grados en el termómetro, tratando de recordar cómo era eso de ingresar a nuevos países en bicicleta. Los trámites en migración duraron poco. Antes de las 9H00 (gané una hora al cruzar la frontera) ya estaba con un nuevo mapa en la mano escogiendo rutas y aprendiendo nombres. Quien me recibió en Paraguay fue la segunda urbe del país y capital del estado del Alto Paraná: Ciudad del Este. Fue un poco como volver a casa: el caos de los comercios informales, los buses y taxis sin paradas señaladas, los gritos de los vendedores, la policía deteniendo carros, la basura... Ciudad del Este parece estar condenada a ser la administradora del paso de contrabando más activo de Sudamérica. Todo está concebido para venderle al Brasil lo que ya tiene, pero más barato. Eso hace de la ciudad un eterno alboroto. Yo pensaba en Huaquillas, en Rumichaca, y me sentía agradecido por tener vecinos bastante más modestos que el gigante portugués.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgHRA4ubdL_5TMeBeqsLhLSNL6sFj_0nMhi8NSb5u8F0q4Hz4Rcn7QJIWe8EZlsoQjKcZKROPj0m9oa36P2m79yJOwhSDhHTczvwZkULtlUTgsZAQZ8tvgAyq_sXcZTk9iwXwfyUrEnC4ap/s1600/12.JPG"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgHRA4ubdL_5TMeBeqsLhLSNL6sFj_0nMhi8NSb5u8F0q4Hz4Rcn7QJIWe8EZlsoQjKcZKROPj0m9oa36P2m79yJOwhSDhHTczvwZkULtlUTgsZAQZ8tvgAyq_sXcZTk9iwXwfyUrEnC4ap/s400/12.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5497191838307148498" border="0" /></a>Uno no conoce un país hasta que empieza a relacionarse con la gente. Y relación significa interacción. No es tan fácil como parece, sobre todo si la vida de uno se centra en lugares de paso como hoteles, restaurantes y gasolineras. Los primeros paraguayos con los que traté de hablar me miraron con una seriedad muy diferente a la alegre curiosidad brasileña. Al principio no entendí lo que me decían o se decían entre ellos. Luego me di cuenta de que que no podía entenderlo: la vida rural paraguaya está más en guaraní que en castellano. Aunque la "oficialidad" (sobre todo escrita) está en español, la vida diaria del campesino paraguayo se habla en la lengua indígena. No parece haber persona que no sea bastante fluida en ambos idiomas, y para algunos (más de 2 millones, según me dicen), el español es apenas una segunda lengua. Vaya sorpresa: un país verdaderamente bilingüe, capaz de aceptar y vivir un legado indígena tan fundamental como el idioma. Yo estudié kichwa por dos años y medio, pero fuera de mi conocimiento gramatical es poco o nada lo que sé en un sentido práctico. El problema es que, en el fondo, los kichwa-hablantes prefieren que los mestizos nos mantengamos alejados de su lengua, su mundo profundo. En el Paraguay ha ocurrido lo contrario: lo mestizo y lo indígena no se perciben como puntos antagónicos, sino como parte de un conjunto unitario. El Paraguay es, por tanto, una nación tan "guaraní" como "española". Lo indígena es parte integral del mestizaje, no una reducción que precise "respeto" o "protección". Los indígenas del Paraguay no son "distintos" a los mestizos, son los mismos. Todos son verdaderamente partícipes del mundo guaraní a través del idioma.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjF1iTLLsshbV51sKvovtAIhiNjOPMYMkCEO0iqRMz4t_AQs7GHD7639AvvxOzCamjg_w4v4nG7HVEMhvqqWL11mgykRW3mwoGM2SIMF4AvG-4M6UAtQQ4vlRW5DeKeu9270llRFwPqhJ7X/s1600/13.JPG"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 300px; height: 400px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjF1iTLLsshbV51sKvovtAIhiNjOPMYMkCEO0iqRMz4t_AQs7GHD7639AvvxOzCamjg_w4v4nG7HVEMhvqqWL11mgykRW3mwoGM2SIMF4AvG-4M6UAtQQ4vlRW5DeKeu9270llRFwPqhJ7X/s400/13.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5497191837294546642" border="0" /></a>El contraste con el Brasil es muy fuerte. Pasé de un país con más de 180 millones de personas, que mueve una economía muy poderosa y en auge, con un territorio infinito, a un país de apenas 6 millones de habitantes, no exageradamente mayor en tamaño al Ecuador y con la economía más pequeña y dependiente de la región. El mapa de Brasil es una telaraña de caminos y municipios regados como piedras en un río, donde muy fácilmente se encuentran conglomerados de más de medio millón de personas. En Paraguay la cosa es más simple. Desde Ciudad del Este (que, aunque es la segunda ciudad del país, no llega a los 400.000 habitantes), o iba al occidente, a Asución, o iba al sur, a Encarnación. Pare de contar. Las vías asfaltadas son pocas y pequeñas, y, al menos cerca de la frontera, más pobladas por placas brasileñas que por placas paraguayas. Por alguna razón, Brasil me creó una <span style="font-style: italic;">saudade</span> inmediata. Me demoré más de dos días en dejar de soltar "bom dias" y "obrigados" y ya desde el primer almuerzo me hizo falta la infaltable montaña de <span style="font-style: italic;">fiej</span><span class="Apple-style-span" style="font-style: italic;font-family:georgia;" ><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;">ã</span></span><span style="font-style: italic;">o</span> sobre el arroz. Los precios no bajaron tanto como yo esperaba, e incluso subieron en los hoteles, que se han vuelto indispensables en estos días de lluvia.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjnHQuLx_uPIdf1JPlb_LCFYM1-DdzYRqDA6i2qpFAoItn3deIK8fyb2RX33CFmtcQNzj4sD2sExKZHqX0wT4RjOZwXU8w1iWdm5tBuijBO2EXLxQ-Rw8gpdHqboo_bd1oQeUvddcLR00Mr/s1600/14.JPG"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjnHQuLx_uPIdf1JPlb_LCFYM1-DdzYRqDA6i2qpFAoItn3deIK8fyb2RX33CFmtcQNzj4sD2sExKZHqX0wT4RjOZwXU8w1iWdm5tBuijBO2EXLxQ-Rw8gpdHqboo_bd1oQeUvddcLR00Mr/s400/14.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5497191829829342098" border="0" /></a>El día en que empecé a darme cuenta de estas cosas fue un verdadero descanso a las penurias del invierno. Apenas cruzada Ciudad del Este, me tuve que detener para aligerar mis ropas y guardar el equipo de lluvia. Por la tarde, incluso, volví a ver al viejo sol, tantas veces amigo y enemigo. Para el segundo día en tierras guaraníes, la calidez empezó a aparecer también en las personas. Cerca de Coronel Oviedo, capital del Departamento de Caaguazú, me detuvieron en la carretera una mujer (Nancy) y su hija (Clara). Me habían visto pedaleando y pararon para saber si necesitaba algo. Para ese entonces yo estaba lejos de mis depresiones gruñonas del Paraná. La cordialidad me encantó y al rato estaba almorzando con ellas en su casa del centro de la ciudad. Una buena sopa de poroto paraguayo terminó de llevarme por la transición al nuevo país. Las nuevas amigas, además, me llenaron de datos turísticos interesantes y me dejaron percibir algo del alma paraguaya: los orgullos nacionales, los símbolos del pasado, la relación con el tupi-guaraní...<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiSBzySw_J5lkD5xwLrJ1rZfGww60Wsxv5unoIJgXvqaHKCfPHsk9XRu32sLX4hDpyS7iRyHVpugt4AhIxXFOIP_MlwGt-MxU5gazESMczCPQHFExk5CisTcH5AB4f1qPMJ0QCmA-RwfaeD/s1600/15.JPG"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiSBzySw_J5lkD5xwLrJ1rZfGww60Wsxv5unoIJgXvqaHKCfPHsk9XRu32sLX4hDpyS7iRyHVpugt4AhIxXFOIP_MlwGt-MxU5gazESMczCPQHFExk5CisTcH5AB4f1qPMJ0QCmA-RwfaeD/s400/15.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5497191643292970034" border="0" /></a>En las llanuras que precedieron a San José de los Arroyos me detuve a comer unos cuantos bananos que me había regalado Nancy al salir de su casa. Si no lo hubiese hecho, no habría tenido el extrañísimo encuentro con una tumba de aparenetes malos augurios. Sobre un pequeño mausoleo, una bicicleta destruida por el paso del tiempo y el estómago de algún camión. La escena llamaba la atención, sin duda, pero fue al acercarme que descubrí el símbolo oscuro que me puso la piel de gallina. Fíjense bien en la rueda trasera: en la parte inferior tiene amarrada una pequeña insignia. Es un bracelete tricolor que lleva bordado un nombre muy grande: ECUADOR. Estaba nueva, así que era evidente que había sido puesto ahí recientemente. Una banderita de Ecuador amarrada a una bicicleta destruida en el oriente paraguayo. ¿No es extraño? Me reí por los malos presagios y pasé el resto de la tarde tratando de elaborar teorías que expliquen el hallazgo. Después lo entendí: ¡los amigos del <a href="http://yakunan.com/blog/">Yaku Ñan</a>! Un grupo de 12 ecuatorianos que ha viajado en los últimos meses desde Quito hasta Foz de Iguaçu en bicicleta siguiendo casi exactamente la misma ruta del primer SAP. ¡Colegas en la ruta! Yo acabo de enterarme de su paso por aquí. Aún más: parece que estuvimos en Foz en los mismos días... Nos hemos cruzado sin saberlo, y, sin saberlo, nos hemos unido en una misma tarea, la de unir nuestros países pedaleando. Hubiese sido bueno saber de su blog durante los días de marcha. Por suerte dejé la banderita donde la encontré. Seguramente fue colocada ahí como un homenaje, y ese es el fin que le corresponde.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgrIbELUXwQRLRF1biqtxN6X56AaTZd0LNjRi91mIADbgzgO9C9J9U0Gr4ya-dYKgDPEZpmCZS2yRHwfnbH0HNnHhe45t04xv-vAf5ASdUYfKG3MEp8R62fGBrPUQWDMQl1TyWnpK0CPGqv/s1600/16.JPG"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgrIbELUXwQRLRF1biqtxN6X56AaTZd0LNjRi91mIADbgzgO9C9J9U0Gr4ya-dYKgDPEZpmCZS2yRHwfnbH0HNnHhe45t04xv-vAf5ASdUYfKG3MEp8R62fGBrPUQWDMQl1TyWnpK0CPGqv/s400/16.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5497191635911919394" border="0" /></a>Tuve que pedalear muy duro esa tarde para escapar del aguacero (cosa que logré solo parcialmente) y encontrar refugio en Itacurubí de la Coordillera. De coordillera, como supuse, apenas unas lomas indignas de su nombre. Alcanzarlas significó, con todo, ponerme a un día de Asunción: ya ni la lluvia podía privarme de una nueva victoria. Antes de llegar a la capital visité el Santuario de la Virgen de Caacupé, la mayor veneración del Paraguay. Volví a esquivar chispazos de lluvia amedrentadores mientras avanzaba por los varios municipios que componen la Gran Asunción en busca de una ruta al centro. La parte final fue tediosa por el frío, el tránsito desordenado, la estrechez de las avenidas y el hambre. En el centro de Asunción pasé al menos una hora buscando una posada: a pesar del frío, los hoteles están abarrotados de turistas brasileños que aprovechan sus vacaciones invernales en la que, según me dicen (me niego a creerlo), es la capital más caliente de América del Sur (en temperatura promedio al año).<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEggxSKZDr97BGazkKogy1dQtsB549rVn4zgu9hVKbqgEmNNvdQQWAXYvmv3-mCM3UGlxQ171TawFOMKVkDvG4rlV9Z-uRt-GJ0STHsPeRAMJ7Cw9rMkdRzIyPFJECCXpGymUEDNvKwi58Um/s1600/17.JPG"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 300px; height: 400px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEggxSKZDr97BGazkKogy1dQtsB549rVn4zgu9hVKbqgEmNNvdQQWAXYvmv3-mCM3UGlxQ171TawFOMKVkDvG4rlV9Z-uRt-GJ0STHsPeRAMJ7Cw9rMkdRzIyPFJECCXpGymUEDNvKwi58Um/s400/17.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5497191627750528002" border="0" /></a>La ciudad más importante y poblada del Paraguay ha sido, en conjunto, una pequeña decepción. No es fea, pero tampoco brilla. No es espectacular ni insignificante, ni cosmopolita ni pueblerina. De las glorias de su pasado (que las tiene, pero las dejaré quizá para el siguiente post) parece que solamente le quedan las historias. Aún me queda algún tiempo para tratar de descubrir algo que me impacte en las calles de esta ciudad en la que se forjó uno de los países más originales de la América hispana. Por ahora me ha parecido demasiado "común y corriente", además de severamente hostil para quienes nos movemos en bicicleta. Luego de haber conocido urbes muy activas en el tema del ciclismo como opción de transporte (como Rio o Bogotá), resulta curioso encontrar una capital nacional que ni siquiera se ha planteado el problema todavía. Parece que Asunción aún está lidiando con el caos que le originó su crecimiento desmedido y apenas es capaz de sostener el tránsito de vehículos motorizados: el asfalto es malo, la señalización insuficiente, los carros y buses viejos y destartalados...<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjTbiy4fJjplkv1dRte8bMgbA7gzdGraKJ8z09NCs5W7vWYbv_-anWWxk4-UstxtSXfF3ax7t0DxG09n2vHi0HmhWEX76Vk-8aILkdbFfuHF6HHddnX7BCYRizL5RXBbcuENXFfoWqi_TIb/s1600/18.JPG"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjTbiy4fJjplkv1dRte8bMgbA7gzdGraKJ8z09NCs5W7vWYbv_-anWWxk4-UstxtSXfF3ax7t0DxG09n2vHi0HmhWEX76Vk-8aILkdbFfuHF6HHddnX7BCYRizL5RXBbcuENXFfoWqi_TIb/s400/18.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5497191622492883826" border="0" /></a>Es poco lo que se puede ver del río Paraguay y la bahía fluvial junto a la que está construida la ciudad. En vano he buscado algún mirador natural que me permita observar y comprender mejor la disposición de la urbe. No he encontrado un buen taller de bicicletas y, para colmo, las conexiones telefónicas hacia el extranjero son pésimas (Cuenqui se sigue alejando). Lo que me ha mantenido optimista, en cambio, es la calidez de la gente. Los paraguayos han resultado ser bastante bromistas y conversones. Muchos me han detenido a hacer preguntas sobre el viaje y me han ofrecido ayuda. Su apariencia de seriedad o incluso ira es meramente superficial. Lo que les sobra es garra y pasión futbolera. Todos me reconocen por venir de la ciudad donde hasta hace poco jugó Enrique Vera, y la mayoría se sorprende cuando les explico que la verdadera pasión de nuestro fútbol capitalino se llama Deportivo Quito. Por último, no logro descifrar el acento con el que hablan, a veces idéntico al argentino y a veces tan extraño que pienso que están hablando en guaraní cuando en realidad lo están haciendo en castellano.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj0sns2HfoiW-XzVZrUXXWNrr82icFR_dQNBMAJzmBb3P1-mV5WQjQaCn95qVb_PNj8tNW-aQWk5gbdqOEdhzzmXo9w7YDH9tR8l36v52qEZvm9Md6i54aUB9z4A5SbPOitHU4MTl0av7nZ/s1600/19.JPG"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj0sns2HfoiW-XzVZrUXXWNrr82icFR_dQNBMAJzmBb3P1-mV5WQjQaCn95qVb_PNj8tNW-aQWk5gbdqOEdhzzmXo9w7YDH9tR8l36v52qEZvm9Md6i54aUB9z4A5SbPOitHU4MTl0av7nZ/s400/19.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5497191615561428914" border="0" /></a>Se acerca un nuevo frente frío desde el sur. Los noticieros dicen que quizá pueda disiparse un poco, que quizá no sea tan fuerte como el último. Todos, sin embargo, utilizan las palabras "frío polar". Yo no tengo tiempo para sentarme a esperar. Si quiero avanzar, tengo que seguir esquivando la lluvia y aprovechando los días en que el sol se digne a dar la cara. Me niego a repetir lluvias de hielo como las del Paraná. He logrado recuperar el ánimo durante las jornadas paraguayas y pienso aprovechar ese buen espíritu para dirigirme hacia una nueva frontera. En no mucho tiempo estaré saludando una vez más a la Argentina. Me impaciento.<br /><br />Espero tener la fuerza para que mi alma no se vuelva a congelar en el proceso.<br /><br />Asunción, Paraguay, viernes 23 de julio de 2010.<br /><br />13.355 kilómetros recorridos.Sudamérica a pedalhttp://www.blogger.com/profile/01262964256565420157noreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-1727217432271499245.post-6416858315917883682010-07-12T13:37:00.000-07:002010-07-18T15:00:21.229-07:00Encima, debajo y dentro de Capricornio<img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; DISPLAY: block; HEIGHT: 300px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5493599978627478914" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjhTOloyXZTLx8firNcb25VlYimC7IkrM6E48E2l8zXmzZ_bMBDDbQgo76i3MkerBWVziA2bi49PwdDTku4ayE7alvY5IzQs5mkaOgNRCM606OXwHKSJgStSEBpW59LaMwB_9KrZmsCHpul/s400/1.JPG" /><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;">Hace poco más de dos años, en la mitad del descenso que se abre por la Quebrada de Humauaca desde las alturas del altiplano andino hasta el inicio de las pampas meridionales de nuestro continente, Sudamérica a pedal alcanzó por primera vez el límite sur de los trópicos. Entonces éramos cinco los pedaleros que avanzábamos con la ciudad de Mendoza metida entre las cejas. Atravezamos el Trópico de Capricornio y no volvimos a desviar la marcha hacia el sur hasta después de superada la meta grupal. Ahora que he vuelto a encontrarme con el límite de la región tropical, la historia ha sido un poco distinta: por dos semanas y casi un millar de kilómetros no he dejado de acompañar ese límite en dirección oeste. He entrado y salido de la región tropical al menos unas ocho veces en las pasadas semanas. La primera vez que crucé el Trópico de Capricornio fue al sur de Ubatuba, en el litoral paulista. Luego volví a alcanzarlo, o estuve a punto, mientras transitaba por la autopista Ayrton Senna, en la entrada a São Paulo, a través del municipio de Guarulhos. Desde ahí seguí casi exactamente paralelo al Trópico, por el costado sur, y dormí prácticamente encima de él en las poblaciones de Sorocaba y Angatuba. Lo atravezé dos veces, hacia el norte y hacia el sur, el día que dormí en Taquarituba; y repetí el doble paso al día siguiente, cuando entré al estado de Paraná y terminé colocando mi carpa junto a una gasolinera de Guapirama. En la jornada que siguió a esa noche crucé el Trópico tres veces: cuando bordeaba el pueblo de Jundiaí do Sul, cuando me alejaba de Nova Fátima y cuando "volvía" desde São Sebastião da Amoreira hacia la ciudad de Assaí. Antes de llegar a Maringá, volví a atravezarlo dos veces más, una hacia el sur y una hacia el norte. Aquí, en donde he descansado ya cuatro días, estoy durmiendo prácticamente encima de la línea.</span></span> <span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;"><br /></span></span><br /><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 300px; DISPLAY: block; HEIGHT: 400px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5493599977585076978" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhRznrVbfPIqnv6JjFsheYLPZaTZRh6YLjPOwR5q9fAhAA2hwOZQTabbAsybJRv9inog6ci-WqvD0WEDmXrhKqnJym-imeL7sCwXimaShg-lDUqX1FzIamE3fDY_c__vbmuidEcVHPj1IsH/s400/2.JPG" /><span style="LINE-HEIGHT: 115%"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;">El Trópico de Capricornio no hace más que marcar el extremo sur de la elíptica del sol sobre la Tierra. Eso quiere decir que por encima de él sale el Sol el día de solsticio de verano (para el hemisferio sur) o invierno (para el hemisferio norte). Por fuera del Trópico de Capricornio, en el sur, y el de Cáncer, en el norte, el Sol nunca alcanza el cénit del cielo. Se trata, pues, de una suerte de límites para el poder del Sol sobre la superficie de la Tierra. Todo lo que queda fuera de la región tropical hasta las regiones polares corresponde a las zonas templadas del planeta y como tal presenta otro tipo de relación entre el ser humano, la vida y la naturaleza en general. El nombre de "Trópico de Capricornio", por su parte, es circunstancial. Se debe a que cuando la línea fue bautizada hace 2.000 años, el Sol amanecía sobre ella transitando la constelación de Capricornio en el día de solsticio de invierno (21 de diciembre). Hoy en día, el movimiento de los astros ha cambiado y ese el Sol aparece en la constelación de Sagitario. El nombre, sin embargo, ha permanecido.</span></span></span> <span style="LINE-HEIGHT: 115%"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;"><br /></span></span></span><br /><span style="LINE-HEIGHT: 115%"><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; DISPLAY: block; HEIGHT: 300px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5493599972700783618" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgspHCAgept1jafqE4N2TQkAKKJFh6nfViE0d3Ctw6CrrHhikstS9jEnUv1wQ99ctvUwrzOiythZ1m7wjAUL1qsG3QCC2YoRxjHoUjzPrzGUu77sDsEXYI8oyRpbrbYA56xaVYua70z3eyL/s400/3.JPG" /></span> <span style="LINE-HEIGHT: 115%"><span style="LINE-HEIGHT: 115%"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;">Debido a los muchos movimientos del planeta en relación a los demás astros del sistema solar, y de éstos en relación al resto de la Vía Láctea, la ubicación del Trópico de Capricornio no es fija; se desplaza unos cuantos metros por año, y no siempre en la misma dirección. Aún así, se lo determina a poco más de 23° en relación con el Ecuador terrestre. Eso es poco más de la quinceava parte del total del perímetro del globo. Según mis cálculos, eso equivale a unos 2.650 kilómetros en línea recta vertical desde la línea equatorial (considerando un aproximado de 40.000 kilómetros para el total de la circunferencia del planeta). Sumémosle, casi que al ojazo, unos 1.000 kilómetros más (considerando que la diferencia de longitud entre Quito y Maringá son también unos 23°, es decir, otros 2.650 km en línea recta, pero horizontal) para un gran total de 3.650 kilómetros en línea recta desde el lugar en el que empecé a rodar el 6 de diciembre del año pasado y el punto en el que me encuentro ahora, casi exactamente encima del Trópico de Capricornio, en el noroeste del estado brasileño de Paraná. Para cubrir esa distancia he tenido que rodar más del triple de distancia real (12.500 km), además de cortar un buen trecho del camino avanzando por unos 1.000 km más en barco sobre el Amazonas.</span></span></span></span> <span style="LINE-HEIGHT: 115%"><span style="LINE-HEIGHT: 115%"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;"><br /></span></span></span></span><br /><span style="LINE-HEIGHT: 115%"><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; DISPLAY: block; HEIGHT: 300px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5493599836340835602" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgo0mjUiHP_U8a2vU3peNicfY0wcvldBEfin50mYRX9SxEnlgL6aPofj9tinO_-cJeylIjdIfgrv_LMwNfE-cVOjuBx9R_u8ThGoRI0179z4IHPhsxhDndy8wGV21qvAJPjmm2F2sN_E7DQ/s400/4.JPG" /></span> <span style="LINE-HEIGHT: 115%"><span style="LINE-HEIGHT: 115%"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;">Todos estos cálculos son, en realidad, estúpidos. No solo provienen de datos inexactos (en gran medida meramente imaginarios), sino que carecen de un sentido concreto o aplicable a lo que estoy haciendo. </span></span></span></span><span style="LINE-HEIGHT: 18px" class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;">¿</span></span></span><span style="LINE-HEIGHT: 18px" class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;">Por qué, entonces, perder el tiempo en ellos? Eso es lo que me pregunto cada noche, después de pasar horas y horas meditando sobre temas como éste, planteando variaciones, elaborando teorías e inventando contra-argumentos para acabar con ellas. Mientras voy dando brincos de un lado a otro de una línea que no existe y que, en los términos prácticos que preciso para avanzar en el viaje, no significa nada, ese tipo de datos e informaciones parece cobrar un sentido vital. Como si el simple hecho de especular por horas sobre asuntos como el lugar donde inician o terminan los trópicos hiciese brotar de ellos una luz trascendental que explica (o debería explicar) el sentido que tengo yo subido sobre una bicicleta y tratando de cubrir un espacio absurdo del planeta sobre ella. Siento que voy descubriendo el sentido último de la vida. Paseo mis ojos por las enormes plantaciones de trigo, soja o caña de azúcar que acompañan mi camino por las serranías bajas que se extienden entre Paraná y São Paulo, respiro con fuerza el aire frío o tibio del invierno y vuelvo a perderme en cálculos que me resultan necesarios. Cuando todo se enreda en mi cabeza y empiezo a confundirme, empiezo a elaborar otro pensamiento que explique el fracaso del anterior. Y dale. El ciclo se repite para siempre. No puedo parar de hacerlo. No puedo dejar de avanzar.</span></span></span> <span style="LINE-HEIGHT: 115%"><span style="LINE-HEIGHT: 115%"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;"><br /></span></span></span></span><br /><span style="LINE-HEIGHT: 115%"><span style="LINE-HEIGHT: 115%"><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; DISPLAY: block; HEIGHT: 300px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5493599828334828610" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjnSt4bs4f4kVZ_yyShweCiD-ETfw0gbzBmk05K52q_j5V0UMuXXnM_55bhJl4QaDIi6B3RKGCEHPIY9Rn0hjfRsl3RDxWsN67CGDTXu5pOZSoGsI07KrwI6uaGnEloIs1GkVYZ6Bnn2fPu/s400/5.JPG" /></span></span> <span style="LINE-HEIGHT: 115%"><span style="LINE-HEIGHT: 115%"><span style="LINE-HEIGHT: 115%"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;">He superado todas las espectativas que tenía cuando salí de Quito. He conquistado cada una de las metas que me he puesto adelante y vencido cada obstáculo del camino. He alcanzado, por segunda vez, el límite de la región que constituye mi hogar "natural". Estoy a apenas unos 400 kilómetros de cumplir el sueño de rodar hasta Argentina en bicicleta... </span></span></span></span></span><span style="LINE-HEIGHT: 20px" class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;">¡</span></span></span><span style="LINE-HEIGHT: 18px" class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;">Por segunda vez! Aún con todo eso, continúo insatisfecho. ¿Por qué? ¿Por qué no puedo parar? La ge</span></span></span><span style="LINE-HEIGHT: 18px" class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;">nte en Quito empieza a decirme que piense en volver. Yo mismo extraño a tantas personas y a tantas cosas que continuamente me pregunto qué es lo que busco con cada kilómetro que pasa. Avanza el tiempo y sigo endeudándome, pero mi cabeza sigue muy lejos de preocuparse por eso. Me he vuelto prisionero de una idea que no tengo muy en claro y que se traduce en una palabra: avanzar. Los cálculos y pensamientos en las nubes no ayudan a resolver mi problema, solo lo hacen más risible. Me detengo y miro el paisaje una vez más. Nada parece mutarse por mi presencia, ni las grandes llanuras cercadas por ríos o las lomas abombadas por los diversos colores de los cultivos. Ni siquiera carros y camiones parecen darse cuenta que ahí estoy, en medio de un drama que ocupa toda mi existencia actual. Sólo el Trópico de Capricornio me sonríe, me hace un guiño de ojos.</span></span></span> <span style="LINE-HEIGHT: 115%"><span style="LINE-HEIGHT: 115%"><span style="LINE-HEIGHT: 115%"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;"><br /></span></span></span></span></span><br /><span style="LINE-HEIGHT: 115%"><span style="LINE-HEIGHT: 115%"><span style="LINE-HEIGHT: 115%"><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; DISPLAY: block; HEIGHT: 300px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5493599823241584930" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi9Yjov0zCVC_ijHBceP8j4LD8Ucq9f9cMRTg9Aw19o15mxF8DU8XkA0hRCyTCS4lFRE0B0vu95mK9rMzi6xD_fyT6uy2clEr87a6ZXgXA_J1iSrLYBAFuJnzetfcBdm2Ii-nuKfuU9k2l2/s400/6.JPG" /></span></span></span> <span style="LINE-HEIGHT: 18px" class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;">Cuando nací, la mañana del 28 de noviembre de 1981, en algún lugar de la parroquia quiteña que entonces se llamaba Chaupicruz y hoy en día corresponde a Iñaquito, cuatro de los diez astros representados en mi carta astral se ubicaban en el signo de Sagitario. Uno de ellos era el Sol, el astro más intenso e influyente de todos, directamente relacionado con la configuración de la identidad individual. Otro era la Luna, de enorme influencia también, que rige aspectos tan importantes como las emociones, el instinto, la memoria y el hogar. Tan solo eso bastaría para convertirme en un Sagitario a rajatabla. Sin embargo, el signo que ocupaba el horizonte era otro, muy distinto, el mismo que ha dado nombre a la línea que he venido recorriendo: Capricornio. Según la astrología, es ése, y no propiamente mi signo solar, el signo que más se relacionaría con la construcción de mi personalidad. El ascendente viene a ser algo así como la luz con la que vemos el mundo, una línea que nos atraviesa y está presente en todas las cosas que hacemos y sentimos, tanto que en el fondo pensamos que la forma en la que concebimos las cosas elementales de la existencia son iguales para los demás, cuando en realidad pueden ser radicalmente opuestas.</span></span></span><span style="LINE-HEIGHT: 115%"><span style="LINE-HEIGHT: 115%"><span style="LINE-HEIGHT: 115%"><span style="LINE-HEIGHT: 115%"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;"><br /></span></span></span></span></span></span><br /><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; DISPLAY: block; HEIGHT: 300px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5493599813965506130" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgu-SDxCqu4yB4vtErSOX0Xr74W7cvY1RqOKbXdQmPLtTC3qW57f5bgdDc-_YymdA0WbDNsrjtYg7iZV3uP8a9HrqZkuOJQCtWfx-RK_h-jDlNSU6pwuxEvKZUd6RPJqUBxQWTyDP5AgVDs/s400/7.JPG" /> <span style="LINE-HEIGHT: 18px" class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;">Regido por el gigante Júpiter, Sagitario es el signo de la abundancia. La astrología se refiere a él como un signo positivo, masculino, extrovertido. Sus pretensiones son la búsqueda expansiva y exagerada, la sabiduría plena. Le interesa más la cantidad que la calidad, y a menudo tiene pretensiones idealistas que pueden rayar en la intolerancia. A Sagitario le interesa saberlo todo. Avanza de asunto en asunto sin cansancio, apasionándose muy rápidamente de cada cosa nueva que encuentra y, a la vez, olvidando las que va dejando atrás. Positivo y alegre, suele estar rodeado de amigos que gustan de su carácter excesivo y humorístico. Solo consigue seguir adelante cuando entiende (o cree hacerlo) aquello que le preocupa, y casi nunca mira atrás, ni para consolarse ni para buscar inspiración para sus nuevas aventuras. Es tan optimista que a menudo resulta pueril, tan variable que a menudo termina siendo inestable, irresponsable y hasta cruel. Es el prototipo del aventurero incansable, nunca saciado, siempre listo para salir de cacería.</span></span></span> <span style="LINE-HEIGHT: 115%"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;"><br /></span></span></span><br /><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; DISPLAY: block; HEIGHT: 300px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5493599810016739266" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg5Wl_nRRWgXFNYzU27xPlGbaJPD-HExuoG-j6mR1az7mYUgSjM8idDJU_Vl6bRCPz8FBQWyu2hSwSaoSlqYtaqrJ1sDsSHBrsKOQ3-ASLzZmH0f8FwhR5G_zoWAnt7gU1NQ0uptpdVHPl8/s400/8.JPG" /> <span style="LINE-HEIGHT: 18px" class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;">El opuesto natural de Sagitario es, sí, Capricornio, un signo terrenal, negativo, volcado hacia adentro. A Capricornio no le gusta la novedad ni la abundancia. Al contrario, le gusta sentir que las cosas permanecen sólidas y conocidas. Prefiere tener poco, pero tenerlo con firmeza. Y necesita luchar por cada cosa que consigue. El planeta regente de Capricornio es Saturno, uno de los más "oscuros" y de difícil relación con los demás: es el planeta que rige el miedo, el control, la abnegación y la disciplina. Si se ha de describir a Capricornio en una palabra, ésta es </span></span><i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;">persistencia</span></span></i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;">. La cabra, al contrario del arquero-centauro que va de salto en salto derramando flechas hacia todos los puntos del espacio, pisa con fuerza el suelo y va ascendiendo lentamente, con esfuerzo, con calma. Todo para Capricornio es un reto, un combate, una apuesta a vencer, un objetivo que debe ser cumplido. Nada es demasiado cuando se trata de persistir en la conquista de un objetivo que le permita superarse.</span></span></span> <div><div><div style="TEXT-ALIGN: left"><span style="LINE-HEIGHT: 115%"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;"><br /></span></span></span></div><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; DISPLAY: block; HEIGHT: 300px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5493599570643953346" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjZRiy7ZBDp70hr2yxG3yVzcRqLXPHDqj98qDgxPx61kbpTSn76_tx69AImN3R4DeSBeDAKtYGmK2w24iKonYLMSWHK820M8CHGxKmkh4l9g8optNsPuDgz5gVOyg_spMOwsZRTH5W1DQ8K/s400/9.JPG" /><span style="LINE-HEIGHT: 18px" class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;">He llegado a una conclusión que es, como mis cálculos de distancias, inútil, artificial y tonta. Pero me trae consuelo. He llegado a pensar que no estaré tranquilo hasta que de alguna manera sacie las dos vertientes predominantes de mi personalidad, a la que aquí he tratado de dar forma con astrología (no hay que hacerle mucho caso a esas cosas, son sólo formas de expresar una idea que no tiene forma). Por un lado, necesito dejarme llevar por la aventura expansiva y las ansias de descubrimiento. Por otro, es indispensable que cierre el ciclo, que cumpla el reto, que complete la ruta, </span></span><i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;">mi ruta</span></span></i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;">. Mi Sagitario y mi Capricornio. Necesito conciliarlos. Para que el uno deje de angustiarse por cada cosa que no alcanzo a ver o cada curva en la carretera que me llama para que la recorra, el otro tiene que vencer, tiene que alcanzar su objetivo. Tengo, pues, que completar "la vuelta entera". Y la vuelta entera no es otra cosa que el cumplimiento de la idea que dio inicio a toda esta locura, allá, cuando tenía unos catorce o quince años, cuando daba vueltas por la serranía ecuatoriana y a alguien (quizá a mí mismo), se le ocurrió decir: "Vámonos en bicicleta hasta Buenos Aires".</span></span></span></div><div><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"></span></span><span style="LINE-HEIGHT: 18px" class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;"><br /></span></span></span><div><div><div><div><div><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; DISPLAY: block; HEIGHT: 300px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5493599566404311474" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgCpJIf5uaWdRcXUrdWAR1Xl0r7itnuBDHoAR7gd4K-POCdMIFYihp8INx6pHlIrSUqjoxux64mqfXy-JpbJacpc5xh54vEnX-fGvA0CrXVyaKtcvSYnKqii2N5gF0ojUeFil8yZx7YqaAY/s400/10.JPG" /> <div><span style="LINE-HEIGHT: 18px" class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;">Ahora me doy cuenta que esa idea tenía adentro mucho más que un trayecto diseñado. No es Buenos Aires por sí mismo el objetivo, nunca lo fue. El objetivo fue el que se volvió palabras mucho después, cuando nos reuníamos para planear nuestro anhelo y le buscábamos un nombre a nuestra idea. Eso nombre lo conocemos todos: "Sudamérica a pedal". </span></span><i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;">Sudamérica</span></span></i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;">. </span></span><i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;">Pedal</span></span></i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;">. </span></span></span><span style="LINE-HEIGHT: 18px" class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;">¿</span></span></span><span style="LINE-HEIGHT: 18px" class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;">Hace falta decir más? A mí no me interesa viajar. Me interesa viajar </span></span><i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;">en bicicleta</span></span></i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;">. Y no me interesa dar la vuelta al mundo. Me interesa </span></span><i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;">Sudamérica</span></span></i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;">. Mí Sudamérica. La que quiero y la que trato de entender (quizá por eso las Guyanas siempre quedan fuera, porque no se incluyen en ese sentimiento, porque no logro incluírlas en él).</span></span></span></div><div><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"></span></span><span style="LINE-HEIGHT: 18px" class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;"><br /></span></span></span><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; DISPLAY: block; HEIGHT: 300px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5493599557934858978" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjBLfFZp4UxkEFxabopyz10YsbnKoQ724gDXkrbRjpBT9yL0CMXVxpICD7WCLESvmALOw5_28DDdb7Q4enEYkI5ZPHdcvkx6ggyHY82f2VQEsyvEG48pOpqtAzgLHZKdeCiyXRuNT2yt0g5/s400/11.JPG" /> <div><span style="LINE-HEIGHT: 18px" class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;">Y bueno, ya tengo ocho banderas cosidas en mis alforjas: solo faltan dos cromos para llenar el álbum. No es que estén aquí no más a la vuelta, pero tampoco es que queden muy lejos. Países que no conozco, dialectos que no he escuchado, hermanos con los que no he conversado y a los no he mirado a los ojos. Cuando le contaba a Sherpa lo bien que le iba a Sudamérica en el Mundial, ella me preguntaba: ¿y quiénes son esos Paraguay e Uruguay? Ah, qué iras! No puedo quedarme tranquilo si no piso esas carreteras, aprendo esas palabras, compro con esas monedas, recorro esas calles. </span></span></span><span style="LINE-HEIGHT: 20px" class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;">¡</span></span></span><span style="LINE-HEIGHT: 18px" class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;">Tengo que ir!</span></span></span></div><div><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"></span></span><span style="LINE-HEIGHT: 18px" class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;"><br /></span></span></span><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 300px; DISPLAY: block; HEIGHT: 400px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5493599557659898322" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhl7DK5nuX7X0nAcY1GwLbu1oKF4DHBPgnMlxCS-w3o09EF8gHcPqvnTWqX8sbVUckjFdeDtI5__wEwDXF0fHhcFqGWkLUje1nv87eN38iB9J07ssnbtvO4WXBni4v28Cgy5z6qAiTgAF0s/s400/12.JPG" /><span style="LINE-HEIGHT: 18px" class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;">Mi amiga Jo (Leo de ascendente y signo solar), que me ha recibido en su casa en Maringá, escucha estas historias y se ríe. No sabe que ella es la última ancla que me queda antes de los días finales. Silencio y frío. Si todo ha de repetirse, como parece que lo hará, está por empezar el tramo más intenso del trayecto, el más solitario y emocionalmente difícil. Empiezan los días de la clausura y con ellos una avalancha. Todo el viaje se me viene encima, desde el primer metro. Eso duele un poco. Como ocurrió la primera vez (como está ocurriendo ya), cada vez seré menos capaz de hablar sobre lo que ocurre afuera de mí y necesitaré hablar más sobre lo que ocurre dentro. Pero aún queda bastante por andar. Es decir, bastante por contar. Mi Capricornio no dejará que me rinda. Mi Sagitario no dejará que me entristesca.</span></span></span></div><div><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;"><br /></span></span><div><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; DISPLAY: block; HEIGHT: 300px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5493599547130299810" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEinNchOxXoIMiPzPA1QBakPcv9Bu6tITI1vXyhJcAAyLe-XK33pnRw3Rl7p7jztgttb2Ih3y9ldksyAqHBh0oHZVxa7agGaCsHDnQwgOGuIjuegIAc-w6iL4BStMj2sJ_QnJg4M6dZK1RtW/s400/13.JPG" /> <div><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:small;">Mañana cruzo por última vez el Trópico de Capricornio y abandono definitivamente la zona tropical del planeta. Aquí es invierno y hace frío. A veces llueve. A veces me siento solo y a veces me vuelvo loco pensando en tonterías. Nada de eso importa. Nos falta poco. Somos el ojo del huracán. Sherpa, Michi y yo. Somos el viento.<br /><br />Maringá, Paraná, martes 13 de julio de 2010.<br /><br />12.560 kilómetros recorridos.</span></span></div></div></div></div></div></div></div></div></div></div></div>Sudamérica a pedalhttp://www.blogger.com/profile/01262964256565420157noreply@blogger.com9tag:blogger.com,1999:blog-1727217432271499245.post-81540817895116145362010-07-02T11:11:00.000-07:002010-07-06T15:59:18.660-07:00A Copa do Mundo<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEglFwy_az8IhY5u4jnOGxCrSQIgjHEzStfiYEoF3MaJD9HZVzLgY5NFFktNfzCAKV8X_UC_ANyXQtmbjncbfuuwxw9Q6GnWWw9fNwxN_8yKnl1aa0CmaPVeTONTr-Fved8fDlk8pMK-gqSP/s1600/1.JPG"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEglFwy_az8IhY5u4jnOGxCrSQIgjHEzStfiYEoF3MaJD9HZVzLgY5NFFktNfzCAKV8X_UC_ANyXQtmbjncbfuuwxw9Q6GnWWw9fNwxN_8yKnl1aa0CmaPVeTONTr-Fved8fDlk8pMK-gqSP/s400/1.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5489830467684698210" border="0" /></a>Esta vez el asunto empieza en el Soccer City de Johannesburgo. La noche es fría, aunque solo fuera de la cancha. Luis Fabiano recibe una bola cerca del área, la domina con la ayuda del brazo, hace dos sombreritos increíbles y le da un zurdazo. Estalla el estadio. Estalla la ciudad. Brasil amplía su ventaja sobre Costa de Marfil y prácticamente define su clasificación a la segunda fase. Nadie espera otra cosa. Nadie duda que Brasil dominará el grupo, que vencerá a todos, que inflará su gloria. El mundo está acostumbrado. Eso parece. A miles de kilómetros, los estallidos se expanden por todo el país verdeamarelo. Estalla también Copacabana. Abrazos, alaridos, coros, desenfreno. Miles de personas son una sola alegría. No hay para qué ahorrar efusividades. Es el país rey del festejo, rey del fútbol, y está ganando como siempre. "O hexa é nosso!", retumba en la multitud. "Brasil! Brasil! Brasil!".<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgI_oszqEGSnlrUIU6_2e0B_SBqy_8nKE3xs-kj2iAsAvuv9AOpRP9cK8zrtFxnfFgONFF22U_Ft12TORRlV7DRrJSUHqFSDLhvqvXO6Pm-CfYuAKDC54aAwjquHWadIPKYKQ6EoITcdXdI/s1600/2.JPG"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgI_oszqEGSnlrUIU6_2e0B_SBqy_8nKE3xs-kj2iAsAvuv9AOpRP9cK8zrtFxnfFgONFF22U_Ft12TORRlV7DRrJSUHqFSDLhvqvXO6Pm-CfYuAKDC54aAwjquHWadIPKYKQ6EoITcdXdI/s400/2.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5489830464928325698" border="0" /></a>En medio del carnaval, yo estoy quedándome dormido. Así, de pie. Me duelen las piernas como no lo habían hecho en meses. Siento las rodillas abiertas como una fruta aplastada, y, a ratos, tiemblan mis muslos. Llegar a Rio de Janeiro a tiempo para el partido me costó cuatro días y medio de marcha desenfrenada. La etapa más corta fue de 110 kilómetros. La más larga, de 180. Volví a transitar por carreteras no pavimentadas, pedalée de noche, dormí en gasolineras, bordée el agotamiento. Pero lo logré, de nuevo. La <span style="font-style: italic;">cidade maravilhosa</span> significó un nuevo punto de giro en las aventuras de SAP: por fin el Brasil empezaba a verse pequeño, posible, cosa hecha. Y yo empezaba a celebrar convirtiéndome en un hincha fanático del mejor campeonato de fútbol que existe en el mundo.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj2pu7t1BZiRRWNY0rOoFeZuBmc_TIqaUERnNIVBTbNsgmI4VKpQ_-3cYx2jFQ4gymkbWfI49S7QNHBgXrjUK6wh57xCOCfaqPaKOgnb64fF66VoQvsL-RFT5Q-dR3j5nnzl0jht20nH2S7/s1600/3.JPG"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 300px; height: 400px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj2pu7t1BZiRRWNY0rOoFeZuBmc_TIqaUERnNIVBTbNsgmI4VKpQ_-3cYx2jFQ4gymkbWfI49S7QNHBgXrjUK6wh57xCOCfaqPaKOgnb64fF66VoQvsL-RFT5Q-dR3j5nnzl0jht20nH2S7/s400/3.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5489830459359243426" border="0" /></a>Nunca uno sabe los colores que irá tomando el camino. Desde que empezó el Mundial, he entrado en un nuevo estado de locura. Para mi sorpresa, estoy más futbolizado que la mayoría de brasileños. Ellos solamente están pendientes de los suyos, a quienes siguen con detalle. Yo estoy pendiente de todos. Y con Sudamérica jugando bien, la cosa se me sube a la cabeza. De pronto pedalear ha pasado a ser casi un obstáculo, una molestia entre juego y juego. Corro de gasolinera en gasolinera tratando de mantenerme al tanto, preguntando con angustia quién hace los goles, quién juega mejor, quién da más espectáculo. Calculo mis días para poder presenciar al menos parte de los partidos, al tiempo que muero de iras cada vez que la carretera me retrasa y tengo que conformarme con las incompletas repeticiones. Estoy pendiente incluso de los equipos que no me importan, y rara vez voy a dormir sin haber logrado mirar todos los goles para completar mi propia tabla mundialista. Casi no me acuerdo del viaje antes del Mundial. Siento pena ya por el viaje que continuará después, sin goles.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEinOFICX203EsOKPdF6yYo9ATjZuB8UmI-0kHxycPRBxWx19qrdPIcfyUTQbqR0S1ukAgiseGxXMnS8v4zwswSXQT0F1U279U99YfZHyn_TtkoCd5kO9p7z1RDdndjzD1K_GlZcflNbBE8N/s1600/4.JPG"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 300px; height: 400px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEinOFICX203EsOKPdF6yYo9ATjZuB8UmI-0kHxycPRBxWx19qrdPIcfyUTQbqR0S1ukAgiseGxXMnS8v4zwswSXQT0F1U279U99YfZHyn_TtkoCd5kO9p7z1RDdndjzD1K_GlZcflNbBE8N/s400/4.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5489830241348968946" border="0" /></a>El país me ha contagiado su fiebre. Las ciudades se han vestido de los colores de la bandera. Buhoneros hacen su feria con chucherías de todo tipo, desde diminutas banderitas de plástico hasta las malditas cornetas que zumban el día entero, dentro y fuera de la televisión. Deambular por el Brasil durante el tiempo de un Mundial no es poca cosa. Eso pensé. Por eso decidí volver prioritaros al menos los juegos de la selección de Dunga.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEisHNoQ8s2aJg7kj-qUkWooRVo6zOaUbTN6JqnhcqpDZg6rOuX6GaU8Pvmo0acjtNnSvVr5mdQ2RMb7H3XqRvxF5Od_TkwldgBr3usyw8TkohN3SzrIosQkKwbiXH_aix38A9FeDYuHyeKI/s1600/5.JPG"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEisHNoQ8s2aJg7kj-qUkWooRVo6zOaUbTN6JqnhcqpDZg6rOuX6GaU8Pvmo0acjtNnSvVr5mdQ2RMb7H3XqRvxF5Od_TkwldgBr3usyw8TkohN3SzrIosQkKwbiXH_aix38A9FeDYuHyeKI/s400/5.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5489830235181981938" border="0" /></a>Al primer partido de Brasil lo alcancé todavía en Vitória. Yo había ido a dar a una curiosa pensión del centro poblada solamente por ancianos, olorosa a medicinas, orines y madera vieja. Ya desde la primera noche había trabado amistad con algunos de mis vecinos de cuarto, a quienes encontraba a veces vagabundeando por las calles cercanas, ejerciendo algún oficio similar al mío, sin hogar. Junto a la posada, en un pequeño bar de barrio, me refugiaba durante los partidos y conversaba con los hinchas locales. Luego de la victoria ante Corea del Norte, pasé un buen tiempo entre un grupo de lo más peculiar. Jorge Florentino, un boliviano criado en Brasil, era quien orquestaba buena parte del ambiente bromista y chabacano de la cantinita. También conocí a Alexandre y Zé Carlos, que me llevaron a presenciar una función de <span style="font-style: italic;">pagode </span>entre <span style="font-style: italic;">feijoada </span>y <span style="font-style: italic;">queijo assado</span>. Juliano y Jamilly, novios en aparente crisis, me regalaron 50 reales con la condición de que los utilize para pagar una noche más en Vitória. Yo me resistía. En algún punto de la velada, mientras <span style="font-style: italic;">seu </span>Jorge trataba de conseguirme una entrevista en la televisión y Jamilly me ofrecía una habitación en su casa por encima de la mirada severa de Juliano, me ablandé. A lo Dom Pedro I: "Fico!" Con eso quedamos todos contentos y seguimos celebrando la victoria con comida y cerveza. Al siguiente día, sin embargo, partí: tenía que llegar a tiempo a Copacabana.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhslYjNBUs63-51jnFEsGbxqIjoyHC5VSBFoD5tPsO0VphTZqNHKG_eef_kLtgAmfJbkivsuRMD9770AqG9iqG8vdtzwDbIBDEkqORB8FFaPjy_T_K1RIR2jWMU6et1U4P_xrdOThcNN7FG/s1600/6.JPG"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhslYjNBUs63-51jnFEsGbxqIjoyHC5VSBFoD5tPsO0VphTZqNHKG_eef_kLtgAmfJbkivsuRMD9770AqG9iqG8vdtzwDbIBDEkqORB8FFaPjy_T_K1RIR2jWMU6et1U4P_xrdOThcNN7FG/s400/6.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5489830231347968322" border="0" /></a>El litoral sur de Espírito Santo fue un grato reencuentro con el mar, al que no veía prácticamente desde la Bahia de Todos os Santos. Chile le daba una fuerte bienvenida a Honduras mientras yo pedaleaba horas junto a un ciclista local que me acompañó de Vila Velha a Guaraparí. Cuando yo pasaba volando por las playas de Anchieta y Piuma, España era sorprendida por Suiza. Para la caída de la tarde, en una gasolinera de Marataízes, me embutí de chocolates mientras Uruguay le aguaba la fiesta a los anfitriones de la Copa. El siguiente día fue algo parecido: yo comiendo kilómetros como poseso mientras mi cabeza andaba más en los estadios de Sudáfrica que en las carreteras de Brasil. Por qué tanta fiebre de Mundial? Por días fue eso en todo lo que pensé. Algo me decía que estaba obligado a vivir al máximo un Mundial de fútbol en el país más futbolizado del planeta.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj23Kg_3sw4QHm7ZH2Obje1kHxxXq3mUk2ipv5HYfS1xbBAIaG7c1bk_6AMO4gWiq9dBzCKGxs_salZRjbI9XBURff5hACyBF-U4Ob0OQ6pcT7LssCC8RgC3IhXZ8bwcDXXBWIX1QFspodm/s1600/7.JPG"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj23Kg_3sw4QHm7ZH2Obje1kHxxXq3mUk2ipv5HYfS1xbBAIaG7c1bk_6AMO4gWiq9dBzCKGxs_salZRjbI9XBURff5hACyBF-U4Ob0OQ6pcT7LssCC8RgC3IhXZ8bwcDXXBWIX1QFspodm/s400/7.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5489830226130523010" border="0" /></a>Fueron fuertes los días hasta Rio. Hermosos. Playas remotas. Pueblos que el propio Brasil ignora que posee. Caminos pedregosos serpenteando junto a las olas, o hundiéndose en los cañaverales sin fin de donde sale todo el etanol que veo distribuir en las Petrobras del camino. Cuando entré al estado de Rio de Janeiro sentí que de pronto había llegado a otro planeta. Propiamente nada había cambiado, ni la gente, ni los lugares, ni los nombres. Pero era Rio. Rio! Una de las capitales del globo, una ciudad en la que vive todo el mundo, este ahí o no. Avanzaba con doble impaciencia: la del fútbol y la de la ciudad que me llamaba. La noche que dormí en Macaé estaba nervioso, apresurado. Solo pensaba en la mañana siguiente, cuando podría seguir avanzando. Quería llegar a toda costa. Pedalée de una manera que ya se ha vuelto cosa habitual: en una suerte de éxtasis, completamente feliz. A veces me pregunto si mis epifanías sobre ruedas no son más que un exceso de endorfinas revolcándose en mi cuerpo, placer que me trae el movimiento, ejercicio conducido a la exageración. Almorcé cuando ya había recorrido unos 90 kilómetros. Cuando llegué a mi meta del día, en Maricá, había andado más de 150. Di vueltas y vueltas preguntando a la gente por un refugio seguro. Ninguna puerta se me abría, así que decidí seguir. Nueve de la noche y yo seguía pedaleando. Solo me detuve cuando encontré una gasolinera 24 horas dispuesta a acoger mi carpa y mis sueño. En el odómetro, 179 kilómetros: lo máximo que he llegado a pedalear en un solo día.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhDhdmF_5RJ0qwZ4njVKdRvAvhXmhwGvkVRjPwjLR9_sgya1VC1qAaXaQgckKUTJKfmbuoBRHtU7TKOKhYBA8VYxt6nlqXtO3HylC7vCuZ7nvXgU0MKd8717gRizcUCUCjOG8mvpM2svunh/s1600/8.JPG"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhDhdmF_5RJ0qwZ4njVKdRvAvhXmhwGvkVRjPwjLR9_sgya1VC1qAaXaQgckKUTJKfmbuoBRHtU7TKOKhYBA8VYxt6nlqXtO3HylC7vCuZ7nvXgU0MKd8717gRizcUCUCjOG8mvpM2svunh/s400/8.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5489830223840495794" border="0" /></a>Paraguay estaba logrando la lideranza de su grupo cuando yo tomaba un ferry en unas barracas de Niterói para cruzar la famosa Bahía de Guanabara (el puente de más de 10 kilómetros que existe un poco más al norte prohibe el paso de bicicletas). Conocí a un par de ciclistas viajeros colombianos mientras la ciudad de Rio se nos acercaba junto a toda su espectacular y complicada geografía. Italia se ponía en apuros frente a Nueva Zelandia. Los colombianos se fueron hacia el litoral sur de la ciudad, Ipanema y Leblón, donde pensaban alquilar un departamento para quedarse algún tiempo trabajando con sus artesanías. Yo me quedé en el centro y, con la ayuda de otros ciclistas que conocí casualmente, conseguí un cuarto por 13 reales en el barrio bohemio de Lapa. Fue cuestión de bañarse y quitarse de encima un poco del cansancio acumulado para en seguida salir a buscar buses hacia Copacabana. Y ahí, bueno, lo ya dicho: millares de personas <span style="font-style: italic;">torcendo </span>para que Brasil imponga su buen fútbol sobre los africanos. Jerarquía, le dicen. Vi el fútbol y la euforia, pero no el festejo. La energía me alcanzó solamente para volver a Lapa y caer rendido en un sueño de al menos 12 horas. Había llegado a nuevos días de descanso.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiFVylzf3T1D5J1whAcJK48Sfe4fjK5EdFQrFxX58MSny_5-Bi_yItCeZ43OR72qVu8mMlwKJxuqUxW8BvfN4gMI-ViqaFZ8z0LG-OuTNfB-ZIQstU9fbmm37EqFm1GxKhtttFIDsAkvXh-/s1600/9.JPG"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 113px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiFVylzf3T1D5J1whAcJK48Sfe4fjK5EdFQrFxX58MSny_5-Bi_yItCeZ43OR72qVu8mMlwKJxuqUxW8BvfN4gMI-ViqaFZ8z0LG-OuTNfB-ZIQstU9fbmm37EqFm1GxKhtttFIDsAkvXh-/s400/9.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5489829972120339458" border="0" /></a>Por tres días me dejé conquistar por Rio de Janeiro. Di vueltas por todos los lugares que la han hecho famosa. Curioso: aún enloquecido por el fútbol, lo único que me faltó fue el Maracaná. El día en que quería ir a verlo lo perdí haciendo trámites en migración para que me extiendan el tiempo de permanencia marcado en el pasaporte. El país más grande de Sudamérica ya me había consumido tres meses de buena marcha, y pedía más. Pasée por los aeropuertos y los centros comerciales. Vi el Sambódromo y, de lejos, las favelas. Recorrí algunas calles de Cinêlandia y Santa Teresa, de Laranjeiras y Botafogo. Dos veces intenté encarar de cerca al Cristo Redentor, pero las lluvias me alejaron. Tuve que conformarme con subir al Pão de Açúcar y observar desde ahí la locura de una ciudad que parece haber sido derramada por accidente entre morros y peñascos. Mientras tanto, Sudamérica le enseñaba al mundo a jugar fútbol y Europa vivía no pocos lances vergonzosos. Todo marchaba bien.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgl3ti477jjS6WLwKwx3XYZ-m6oaPKWBEB7iMH2BHFsq58Q8zXpoa1zDW-O9wzH2KoCtEz0rN7ER42KHwfSslUj9a8CJZ47mcGcQ0yLkTgjJYJduy1cYZ7AbAeLJLDZT9JP7kNZrW4ypI0J/s1600/10.JPG"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgl3ti477jjS6WLwKwx3XYZ-m6oaPKWBEB7iMH2BHFsq58Q8zXpoa1zDW-O9wzH2KoCtEz0rN7ER42KHwfSslUj9a8CJZ47mcGcQ0yLkTgjJYJduy1cYZ7AbAeLJLDZT9JP7kNZrW4ypI0J/s400/10.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5489829961093077874" border="0" /></a>Más por costumbre que por verdadera prisa, luego de Rio continué con la marcha acelerada sobre Sherpa, viviendo las mismas angustias futboleras de los días pasados. Lo que me hizo frenar fue un nuevo tipo de dificultad en la ruta. Luego de la Bahía de Guanabara el camino se volvió una montaña rusa de sierras escarpadas que acompañan a un litoral muy irregular. Subir, bajar, subir, bajar. Incluso salir de la ciudad fue complicado, entre túneles, puentes, mucho tráfico e incluso una contravía más larga y peligrosa de lo que debería permitirme. Playas muy turísticas hicieron difícil conseguir hospedaje gratuito o barato, aunque la cordialidad de la gente me ayudó a sortear algunos apuros. En tres días había llegado ya al estado de São Paulo, el más poblado y rico del país. A pesar de eso, la primera noche en el nuevo estado la pasé en una playa de pescadores muy pequeña y muy humilde a la que entré atraido por el nombre: Picinguaba (léase <span style="font-style: italic;">Peace in Guaba'</span>). Para colocar mi carpa en el patio de la casa de don Israel -un pescador que amigablemente me ofreció el espacio- tuve que ascender unos 100 metros con Sherpa y su equipaje al hombro. Ahí escuché por horas historias sobre el cultivo de <span style="font-style: italic;">vieiras </span>(un tipo de concha marina), un curioso viaje de negocios y el sabor único de la carne de tortuga, cuya captura es prohibida en el Brasil. A don Israel no le interesaba mucho saber que Uruguay se había metido entre los ocho mejores y que Ghana sacaba a los Estados Unidos tras un partido dramático. De hecho, me confesó en secreto que no le iba a Brasil, sino a Chile, en agradecimiento al gran trato que había recibido en ese país cuando, en un proyecto del gobierno, lo había visitado para especializarse en la cría de sus famosas conchas.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjlx_Xg4a-Pdytac0_pRz_R63ZS5Il3a7XabXTPlngbwX1lXKjNOD2TmrhdAWUbY-wMOlRM-d0p0UhZm9BdFtG0srayf6eHHq2QcVAliI3aVOL9yDkED6QDc5N-g3iaMOddCn-Tq3wThfag/s1600/11.JPG"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjlx_Xg4a-Pdytac0_pRz_R63ZS5Il3a7XabXTPlngbwX1lXKjNOD2TmrhdAWUbY-wMOlRM-d0p0UhZm9BdFtG0srayf6eHHq2QcVAliI3aVOL9yDkED6QDc5N-g3iaMOddCn-Tq3wThfag/s400/11.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5489829957474282450" border="0" /></a>Se venía encima el partido Brasil-Chile (que a mí me supo a fratricidio) y yo seguía lejos de mi nuevo descanso. El aburrido encuentro con Portugal lo había visto en un restaurante de la carretera, todavía en el estado de Rio: nadie hizo mucho alboroto sobre eso. Yo tampoco. Tuve que aminorar un poco la marcha para alcanzar a ver el segundo tiempo de la goleada de Brasil a los chilenos. La cosa se ponía más intensa. La gente estaba más en las calles, había más banderas, más tronadores, cantos y "bubuzelazos". La ruta también se encendía. Ese día tuve que abandonar la costa en Caraguatatuba y ascender casi hasta los 1.000 msnm por la Rodovia dos Tamoios. Fue largo y difícil, al borde de una ceja de montaña que me ofreció una vista espectacular de la costa atlántica y los peñascos de la sierra paulista. A pesar de estar ya muy cerca de São Paulo, la marcha de esa jornada fue por una campiña solitaria y bastante silenciosa. El relieve le puso picante, pero me impedió seguir la clasificación de Holanda a los cuartos de final. pensaba pasar Salesópolis y dormir en Moggi das Cruzes, dentro ya de la región metropolitana de la capital, pero el fútbol volvió a alejarme del objetivo. Pasé la noche en el estacionamiento de una gasolinera de Biritiba Mirim. Por primera vez desde los páramos andinos, tuve que enfundarme bien en mis ropas nada invernales y dormir como una larva en el <span style="font-style: italic;">sleeping</span>.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjgw5CnCCWD7g4s9mdtkswTHZX-wQGeCIYH5Kyg1J3tvXN_qT9VdKkJYoAlodZ5XRkBKSrnMdqfLFGXVe4GugqsxtI1Rh9fvtJnP5Ug4vGEl5a0O165thYn0nxVJdHKAvrd2wxcvEeEbYsq/s1600/12.JPG"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjgw5CnCCWD7g4s9mdtkswTHZX-wQGeCIYH5Kyg1J3tvXN_qT9VdKkJYoAlodZ5XRkBKSrnMdqfLFGXVe4GugqsxtI1Rh9fvtJnP5Ug4vGEl5a0O165thYn0nxVJdHKAvrd2wxcvEeEbYsq/s400/12.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5489829949891237490" border="0" /></a>La última etapa fue casi toda urbana: 90 kilómetros desde mi confortable gasolinera hasta el corazón de un mastodonte al que los locales llaman "Sampa". El que salió con eso de la "selva de concreto" seguramente pensó en esta ciudad. Kilómetros y kilómetros de autopistas rodeadas por un tejido inagotable de edificios, estruendo constante de buses y camiones, una nube de polución que no se disipa nunca... São Paulo es grande, densa, exagerada. Hasta el centro llegué por el que debe ser uno de los ejes viales más transitados del planeta, la Marginal Tietê. Contrariamente a lo que había pensado, seguir las indicaciones que Felipe me había dado por teléfono fue bastante fácil. Antes de que Cardoso convierta el último penal paraguayo ante Japón yo ya estaba en la mitad del monstruo. El partido entre Portugal y España lo vi ya en la casa de mi nuevo anfitrión, aunque él estaba en su trabajo y yo había invadido su hogar con una copia de las llaves que me esperaba en la portería.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiuwxpHN26r7f3dHE7xG02MSY3KnISeDtTo5nlaXyiVaZK5JbR71kS0qdORleVNi0VCPhh4eAb5TaI7Yv_T4JzYxgw5yJTU7xnWm4UHsy0sDgIO2X7zpiosAuvrqj6UKa8XYP5wm21u2Zzb/s1600/13.JPG"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiuwxpHN26r7f3dHE7xG02MSY3KnISeDtTo5nlaXyiVaZK5JbR71kS0qdORleVNi0VCPhh4eAb5TaI7Yv_T4JzYxgw5yJTU7xnWm4UHsy0sDgIO2X7zpiosAuvrqj6UKa8XYP5wm21u2Zzb/s400/13.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5489829939749330786" border="0" /></a>Encontrarse con un panita del alma, así sea siglos después de la última vez, es algo que fluye bien. Por un lado hay que empezar a conocerse de nuevo. Hay que descubrir qué cosas ha borrado el tiempo y qué cosas se mantienen, cuáles son los nuevos hábitos y conocimientos, los nuevos pensamientos y anhelos. A la vez, uno tiene la sensación de que no ha pasado un solo día, como si tan solo ayer hubieran ocurrido todas nuestras francachelas adolescentes. Nos envuelve una camaradería optimista y a la vez nostálgica. Las fotos, las memorias, las historias que son contadas por primera vez o las que vuelven a oírse después de años... Somos los mismos todavía, pero hemos cambiado tanto, en esencia y apariencia. Todo eso es algo bueno, de donde se aprende mucho. Los días en São Paulo han sido un gran estímulo, un buen motivo para sentirse agradecido por la amistad, la generosidad, la vida misma. Por instantes me he olvidado de que estoy recorriendo un continente en bicicleta. Parece que simplemente he cruzado la calle para venir a visitar a mi amigo, que en segundos estaré de vuelta en casa, aquí, a la vuelta.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhoC01gv0SHtlcGkH_gooVWOy8Rk66cYOn51mEL28Gge9WLIG3Gbm4sZzYtrAaTjpveh-MkxIwwnak9cgjoq-h89Rk8-slMnCrB6zLw-ToIzRovgMnZg_eAfOt3X8WpVJ1cU8XDMR6AGFFD/s1600/14.JPG"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhoC01gv0SHtlcGkH_gooVWOy8Rk66cYOn51mEL28Gge9WLIG3Gbm4sZzYtrAaTjpveh-MkxIwwnak9cgjoq-h89Rk8-slMnCrB6zLw-ToIzRovgMnZg_eAfOt3X8WpVJ1cU8XDMR6AGFFD/s400/14.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5489829468181342130" border="0" /></a>Las personas, los amigos, los encuentros y reencuentros... Esas son las cosas más capitales de este recorrido sudamericano. También el fútbol, en estos días. O <span style="font-style: italic;">hasta </span>estos días. Con cuatro selecciones en los cuartos, las cosas seguían sonriéndonos. Hasta que alguien puso STOP. La vieja Europa se empezó a vengar de nuestra buena racha inicial.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiWK9bbOrmPCmOJDbriD9hF1pS_6QeEu7HOqV2WiJGTRxuyvAK8Q1WCkH8w2RuWLJ43moKLLUtewlX-GX3pMjod2WkwrtGlRpZu8OWOkWVU1hT4U8r499x7dmkxoVzN5O4iFT6Sb-um5E83/s1600/15.JPG"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiWK9bbOrmPCmOJDbriD9hF1pS_6QeEu7HOqV2WiJGTRxuyvAK8Q1WCkH8w2RuWLJ43moKLLUtewlX-GX3pMjod2WkwrtGlRpZu8OWOkWVU1hT4U8r499x7dmkxoVzN5O4iFT6Sb-um5E83/s400/15.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5489829464149653826" border="0" /></a>Para el partido de Brasil con Holanda salí nuevamente en busca de la multitud. A estas alturas la ansiedad es más que evidente. Se nota por todas partes. La ciudad ruge con cánticos y petardos, toda ella convertida en una bandera en movimiento. En el centro de São Paulo, el Vale do Anhangabaú exhibe dos pantallas gigantes con el juego en vivo. Uno pensaría que se trata de los graderíos del Morumbí. Es difícil moverse entre la gente que se aplasta. Son millares, todos entusiastas, celebrando su carnaval con gritos, bocinazos, coros. Yo he aprendido bastante bien a sentirme parte de este Brasil, así que me abro un puesto entre la <span style="font-style: italic;">torcida </span>y colaboro con aplausos y gritos. Del juego casi no se puede ver nada con tanto alboroto. Parece que Brasil domina en la cancha. El gol viene relativamente temprano y el equipo, en lugar de sufrir apuros, desperdicia chances para aumentar la diferencia. Hay confianza en que se liquidarán las cosas pronto. Pero no. Algunos errores desequilibran el dominio brasileño y Holanda sabe mantenerse tranquila, inteligente, ordenada. Basta un gol en contra para que el gigante pentacampeón se derrumbe. El segundo gol de Holanda es devastador. Brasil no sabe cómo perder, se desespera. La bobada de Felipe Melo es tan solo una muestra de que el equipo ya no existe. El tiempo pasa muy, muy rápido. "Vai, relogio... Quebra ahi, caralho!", suspira un hincha a mi izquierda. No sirve de nada: Brasil fuera de la Copa.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjpsML5a4RAUAsuAYXCGhqPPSl4Zp9XWyAedI8oUyGEARH55BbM9IXnnWDpFxmB-frP0lE2FPbzFjW8No0KfRU95mdzrgrar23hGEk6EGuBdMER2U4uVpxoStATkvNgq8RJ5zPjOZbbVxYs/s1600/16.JPG"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjpsML5a4RAUAsuAYXCGhqPPSl4Zp9XWyAedI8oUyGEARH55BbM9IXnnWDpFxmB-frP0lE2FPbzFjW8No0KfRU95mdzrgrar23hGEk6EGuBdMER2U4uVpxoStATkvNgq8RJ5zPjOZbbVxYs/s400/16.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5489829458326362850" border="0" /></a>Para mi sorpresa, yo soy el más triste de la hinchada. No veo más que dos o tres lloriqueos hasta que en la misma tarima donde se presenció la eliminación se monta para un concierto de <span style="font-style: italic;">musica popular brasileira</span>. Como si nada. La gente se pone a bailar flameando las mismas banderas y con el mismo brío. Si no hubiese estado ahí diez minutos antes y solo hubiese presenciado esto, pensaría que se trata de una fecha cívica importante o algo así. La mayoría de paulistas se dispersa sin hacer mucho escándalo. Hay quienes hablan de Holanda como su favorita para vencer el Mundial. Hay quienes hablan de cualquier otro asunto ya. Al día siguiente, con un Uruguay clasificado a semifinales después de agarrarse del borde del abismo con las uñas, los petardos y bubuzelas brasileñas vuelven a sonar con cada gol alemán. La gente está más contenta por la humillación argentina que triste por la descalificación. Todo menos que "los hermanos" se queden con la Copa... Y Paraguay, bueno, qué pena, jugaron bien, fueron valientes, así es el fútbol. Cosas que pasan.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhfjVKSt2nbcX8733ZQYv5O510hhmI1gNCns7qipFrIvF4othxClI5BL99oIE9NuFjKZ_3j8cFQKu1FXVTPcmoyFrPsdcvNZfoK3MoIuxpP4rElSw4LqM9QS93gGaBZnEguw85xMsW5RSxv/s1600/17.JPG"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhfjVKSt2nbcX8733ZQYv5O510hhmI1gNCns7qipFrIvF4othxClI5BL99oIE9NuFjKZ_3j8cFQKu1FXVTPcmoyFrPsdcvNZfoK3MoIuxpP4rElSw4LqM9QS93gGaBZnEguw85xMsW5RSxv/s400/17.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5489829449633750978" border="0" /></a>No hay tiempo para estar triste en el Brasil. La gente no se ha amedrentado. La idea sigue siendo la misma: "O hexa é nosso". Solo hay que esperar un poco más, retomar la magia. A mí, en cambio, se me derrumba un ciclo más. La estadía en São se ha pasado como un parpadeo y de nuevo estoy ya armando alforjas sobre una Sherpa flamante (gracias al Fel, que costeó un mantenimiento aniñadazo y algunas piezas de repuesto). La final del Mundial aún es cosa importante, claro, y espero llegar a verla con otros amigos y sonrisas nuevas. En el fondo, sin embargo, se me acabó esta Copa do Mundo. Como a Brasil. Qué pena. Creo que el Mundial me hacía compañía en el avance, me daba algo nuevo en qué pensar. Me queda seguir el ejemplo de los brasileños y no perder la sonrisa. El viaje sigue.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjy933AccyLKIfJKZE0p6XT66rfPYBW28mCdjMP6awoJQ6Uiz8lqkML_RU0ule6GVfhSNyIvyWxjYymQZgKRI3SW_PeK874vR4F2abUT39hbEb01O3JacrlN1yfhkbmNtqm9md78i9-ykwB/s1600/18.JPG"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjy933AccyLKIfJKZE0p6XT66rfPYBW28mCdjMP6awoJQ6Uiz8lqkML_RU0ule6GVfhSNyIvyWxjYymQZgKRI3SW_PeK874vR4F2abUT39hbEb01O3JacrlN1yfhkbmNtqm9md78i9-ykwB/s400/18.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5489829440084683698" border="0" /></a>Sherpa se impacienta y yo siento algo como un vacío en el estómago. Abro mis mapas y comienzo a trazar nuevas líneas. Veamos qué nos tiene la carretera para encontrar más adelante. Del rey de los deportes nos queda, como siempre, la emoción y la ilusión.<br /><br />Grande São. Grande Felipe. Grande Brasil.<br /><br />São Paulo, sábado 3 de julio de 2010.<br /><br />11.856 kilómetros recorridos.Sudamérica a pedalhttp://www.blogger.com/profile/01262964256565420157noreply@blogger.com10tag:blogger.com,1999:blog-1727217432271499245.post-15218958676471160072010-06-22T09:28:00.000-07:002010-07-03T18:16:05.605-07:00Primeros amigos, primeros kilómetros<img style="margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 364px; display: block; height: 400px; cursor: pointer;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5485646539882950754" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg0QR4QD8Z8MbzOBVZDolCKtT-ptbgLlH_0EosFO-TdG2BsvDwAOuoc0KOFeE7yuqdZDkNkcmerq4FVO25otwjC92cI_e0YJji7y49BSnPLtYuONM-0iZQz-6jQUbOJiQltVbsU16bS2ZHs/s400/1.jpg" border="0" />Primeros días de septiembre de 1998. Una mañana común de verano en la Sierra ecuatoriana. Poca gente en la Plaza Sucre, Riobamba. Quizá sea un fin de semana, quizá no, a nadie parece importarle. Un grupo de amigos se acomoda en las escalinatas de la Pileta de Neptuno, frente al Colegio Maldonado, y se hace tomar una fotografía por una de las curiosas cámaras antiguas que funcionan en el parque. A algunos ya los conocemos, aunque quizá con otros nombres. De izquierda a derecha y de arriba a abajo: Juan Fernando Dueñas ("Kangá"), David Morales ("Morris"), Andrés Landázuri ("Gordo"), Gabriel Crespo ("Gabra"), Mario Salvador ("Marito"), Felipe Reinoso ("Negro") y José Antonio Álvarez-Torres ("Simba"). Esta es la única foto que existe de todo el grupo de siete que, durante treinta días de ese verano, realizó el viaje más intenso de sus vidas. Fue nuestra famosa "Vuelta al Ecuador".<br /><br />Yo tenía 16 años. Mi primer "paseo" en bicicleta había ocurrido cuatro años antes, cuando cursaba el primer curso del colegio. El trayecto de ese día consistió en los 3,5 kilómetros que separaban mi casa de la Jipijapa hasta el Colegio San Gabriel, en la América y Mariana de Jesús. Estaba tan nervioso e inseguro que en la mitad de la subida de la Naciones Unidas me detuve para vomitar. Felipe me miraba con asombro mientras trataba de tranquilizarme. Bastante le había costado convencerme de tomar una bicicleta y realizar eso que yo creía una proeza. Hasta ese entonces yo no sabía que era posible recorrer distancia alguna en bicicleta. Pensaba que se trataba de un juguete de fin de semana, para dar vueltas en algún callejón del barrio o, exagerando, pasear por La Carolina. En las pasadas semanas, sin embargo, Felipe me había hablado de grandes proyectos. Me decía que él se había ido en bicicleta hasta Carcelén, y que podríamos salir a hacer paseos en las bicis. Eso quería decir salir mucho más allá de nuestros barrios, dejar incluso la ciudad. Yo no estaba del todo seguro, pero me dejaba llevar. Unos días después del gran estreno, un segundo paseo fue subir de la Jipijapa hasta Monteserrín, al terreno en donde entonces mis padres estaban construyendo la casa en donde ahora viven. Subir por la Río Coca y luego por la calle de Los Naranjos me costó unas tres horas, muchas paradas, y constantes "empujones" del Felipe, todavía asombrado por mi debilidad.<br /><br /><img style="margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 400px; display: block; height: 284px; cursor: pointer;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5485645992406820658" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgfgTopBZPAZj3kW6trKV83eeWEV1M8sBe8zOK6bBIzFt_yqp0IxJfpFssyfDpvuRhyphenhyphenn7hl2Fg7FYvMbYT-VhjqI0HZq79-ngtYYYIeeLd5IJouWzU1y8xo_DTRI6Ao-18phrl3h9XdWOmk/s400/4.jpg" border="0" />En casa, el ciclista era mi padre. Él gustaba de salir a pasear en bicicleta, e incluso había tratado de involucrarnos en ello a alguno de los tres hermanos. Yo había tenido bicicletas desde muy pequeño, sin que ninguna de ellas me haya dejado mayor marca. Recuerdo vueltas por las callecitas de la urbanización residencial de El Inca en donde nací y fui criado. También tengo en la memoria un titánico descenso a la Mitad del Mundo bajo el mando de mi tío Fabián, único aliado de mi padre en sus aventuras. Mi primera bicicleta "de las buenas" fue una "Viking", de hierro, verde, quince marchas, tensor "Falcon" y componentes "Sun Race". Mi padre tenía una "Top Gun" que aún existe y rueda por ahí. Pero mientras la Top Gun de mi padre paseaba por los alrededores de nuestra casa cada fin de semana, mi Viking seguía estacionada en el garaje, sin saber para qué había venido al mundo e infinitamente desconsolada por su silencioso destino. Mi padre hablaba de bajar a Guayllabamba en bicicleta, y más de una vez expresó en voz alta su sueño de viajar hasta una propiedad de mis abuelos en el Carchi, periplo para el que ya tenía pensadas etapas, distancias, hospedajes y todo tipo de logística. A mí todo eso me parecía no solo imposible, sino ridículo. No era capaz de verle el sentido que podía albergar. Me limitaba a sonreír para mis adentros cada vez que mi padre salía con una de sus locuras. Mi madre hacía lo mismo.<br /><br />Tuvieron que llegar los años de la adolescencia y la influencia peligrosa de los nuevos amigos para que yo sea capaz de descubrir lo que mi padre tantas veces había tratado de mostrarme. Y fue gracias a un amigo que, en más de un sentido, hizo las de padre. Casi dos años mayor a mí, mucho más despierto, sabido y experimentado que yo en muchas más cosas que el ciclismo, Felipe tomó casi como una misión personal la de sacarme el miedo a hacer cualquier tipo de actividad, y no solamente física. Fue casi a empujones que me hizo salir de casa esa mañana para pedalear hasta el colegio. Y con eso hizo mucho más que simplemente "sacarme de casa". Lo mismo para la segunda y la tercera vez. Y muchas más. Para mí, cada pedaleada era un martirio y un descubrimiento. Tímido y prácticamente obeso, no tenía músculos capaces de sostenerme por mucho tiempo. O creía que no los tenía. Nunca me había atrevido a intentar nada de eso. Ni siquiera se me había ocurrido. Felipe quizá solamente buscaba un compinche que lo acompañase en las correrías que quería iniciar; yo estaba a mano y era fácil de convencer. Empezamos, con todo, a organizarnos, a interesarnos por lo que de pronto habíamos puesto frente a nosotros, a hacer lo que hacía mi padre, lo que hacemos tantos: soñar sobre pedales.<br /><br /><img style="margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 400px; display: block; height: 284px; cursor: pointer;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5485646525183046226" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiQcCp3rfnIhX9dr8fv9SocVwaI7oK-VOvVoTV3c31Jfu5ur8MzWBI5ffbOkZ1R0fj3FFyWowIaNCJJMjR133RFSfj84nO284hTksxCFMlrbiSNr4OegMj5hzqX5wkIDHhBk984PZ0_kHMy/s400/3.jpg" border="0" />En muy poco tiempo la jorga creció. El Mario estuvo ahí desde el principio, o casi. Lo mismo el Juan Fer y todos los demás. Las correrías de fin de semana empezaron a poblarse de amigos y curiosos. Nuestras familias, entre temerosas y emocionadas, empezaron a vigilar nuestro camino. Quisieron hacerlo, al menos. Nosotros no éramos "vigilables". De las avenidas centrales a los barrios periféricos, y de ahí a los suburbios. Empezamos a descubrir y recorrer caminos por las laderas del Pichincha, por los alrededores del Ilaló, por los cañones del Guayllabamba o las llanuras de Machachi. En cualquier momento alguien salía con una nueva idea, una nueva ruta. Nos lanzábamos a andar por cualquier parte, conociéndonos y conociendo nuestro pequeño mundo sin ninguna pretensión fuera del placer de hacerlo. Yo sufría mucho más de lo que el resto pensaba. Quizá ellos lo hacían también. Mi historia con la bicicleta fue desde el principio conflictiva: nunca, aún ahora, me siento del todo capaz de hacer lo que hago, pero cada vez que jugueteo con mis propios límites, descubro que puedo ir mucho más allá de lo que imagino. En esos primeros años, cada vez que salíamos a pasear, yo tenía que superar una montaña de sentimientos en contra. No recuerdo un solo paseo en el que no haya sentido deseos de dejarme vencer. Me empujaba la intuición de que algo importante se forjaba. En el fondo, siempre entendí bien el mensaje que me habían traído el optimismo y los empujones del Felipe: quien no se atreve a vivir, no vive. Había, pues, que hacer el esfuerzo.<br /><br />Fueron años dorados. No sólo para nosotros. El ciclismo de montaña en general tuvo un auge sin precedentes. Fueron los años en que Bicisport empezó a importar bicicletas especializadas y el deporte empezó a organizarse en todo el país. Los años de Bike Tech y Páramo, de Bike House y la Biciteca. Los años en los que el "Chaquiñán" de Tumbaco se llamaba "la vuelta del murciélago" (y era un verdadero chaquiñán), y "la ruta del sol" en la costa era una cosa para muy pocos pioneros atrevidos. Las bicis de hierro salieron del negocio. El cromo-molibdeno era una revelación y el aluminio un lujo. Montañeros y downhileros se hicieron famosos dentro y fuera del país. Se organizaban paseos multitudinarios todos los fines de semana, habían competiciones de todo tipo e incluso se realizó, por muchos años seguidos, un campeonato nacional de ciclismo de montaña cuyas válidas se realizaban en muchos puntos de la Sierra. Nosotros fuimos parte de ese auge con una candidez que ahora me resulta incomprensible. De mis participaciones en competencias oficiales quedan no pocas anécdotas inolvidables. Mi mejor posición fue llegar una hora después del penúltimo, que era el Mario, y recibir una medalla al mérito por no haberme querido retirar de una válida nacional en Cuenca donde los únicos que esperaron lo suficiente para recibirme en la meta fueron mis amigos.<br /><br /><img style="margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 284px; display: block; height: 400px; cursor: pointer;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5485645987862618594" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgx3RMimkOBnYDxoRQmCqWbbLuWBsxolBszRP34uhm26DI7PnD7PjMg_zz3DXwRrBTLOdzZhZtBKRXd6qLM4Fv8l5sncJqS3PuV_NSKAtNj9NvrhAAwWkZMl41t9gdnn-gou8CzWCFJnpf3/s400/5.jpg" border="0" />El Felipe comandó siempre el pelotón, pero éramos un grupo pequeño entre muchos que aparecieron por toda la ciudad, por todo el país. Gran parte de nuestras amistades fuera del colegio era gente de alguna u otra manera relacionada con la bicicleta. Gran parte de nuestra vida, en realidad, tenía que ver con la bicicleta. Los paseos de fin de semana empezaron a quedarnos cortos. Tras un par de años de exploración, ya nos sabíamos de memoria la mayoría de rutas cercanas a la ciudad. Muchas de ellas se volvieron después vueltas clásicas, como la subida a las antenas del Pichincha, la vuelta al Pululahua o el descenso a Mindo por la carretera que pasa de Nono a Tandayapa. Habíamos repetido cada paseo muchas veces. Habíamos crecido mucho, y nuestras bicicletas ahora eran respingados caballitos estilizados y muy tecnológicos. En algún momento, quizá por influencia directa de mi padre, se empezó a hablar del viaje al Carchi. En julio de 1996, con catorce o quince años y los pelos pintados de colores extravagantes, recorrimos unos 220 kilómetros desde Quito hasta una finca en la parroquia de Chitán de Navarretes, un poco más al norte de la ciudad de San Gabriel, en la provincia del Carchi. En esos tres días nacimos a una nueva dimensión de nuestras vidas de ciclistas: nacimos como cicloruteros.<br /><br /><img style="margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 400px; display: block; height: 279px; cursor: pointer;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5485645967399523218" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgT26tqwqMZrZ2-SH8xWUjJXOBh-WTDD0Kg2NqmyZdUW0yIpAjYykh-eu-viBF94NRqd5hNvMw0ltXVNKoNaN9jaL7WYOVBIK8rWLxwgbbS5PwZnX6rBluYsNkq6y-IPSWQH5Tq7MZqhWOB/s400/6.jpg" border="0" />La bici no lo era todo, pero era algo fundamental. Nada con respecto a ella parecía tener el poder de detenernos. Entre conocidos, amigos cercanos y panas del alma, seguíamos consumiendo llantas y elaborando planes cada vez más grandes. Era algo muy espontáneo, muy vital. Siempre hubo un gran componente de alegría en nuestra relación con la bicicleta. Con ella éramos capaces de ser felices sin procurar gran cosa: un grupo de amigos perdidos por ahí, compartiendo comida, agua o golosinas, viviendo la camaradería de los grandes días de aventura y cansancio. Las cosas crecían. En 1997 recorrimos un buen pedazo de lo que hoy en día se conoce como "la ruta del sol". Fueron algo así como 450 km en unos 9 días. Antes de eso habíamos realizado ya varias tentativas hacia el Oriente, con una serie de fracasos divertidos, e innumerables recorridos por algunas provincias de la Sierra. Subíamos montes, cruzábamos cañones, descubríamos paisajes. A la par, formábamos parte de los primeros movimientos de ciclismo urbano en Quito. Aunque nunca llegamos a ser activistas, resultó suficiente con ser jóvenes y utilizar la bicicleta como medio de transporte: con ella íbamos a clases, con ella salíamos a hacer amigos, con ella nos relajábamos y nos volvíamos inseparables.<br /><br /><img style="margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 400px; display: block; height: 162px; cursor: pointer;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5485645962090575874" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhhfceso7guyZhmIHyQNqsAWzkXXrg9fjVHDsT7b8k0Oz0QTiPlqlQw-Wee0UrgrlD6V-Gz5SUUfkWAIr75ydF1WYEcg19U9TmD_byBFU7u11t5gVysuUgzlczk9Upp52UH_a6YmbOnDumh/s400/7.gif" border="0" />Durante cierta conversación telefónica con el Morris, surgió la idea de recorrer el país entero. Nuestros amigos del Pestalozzi estaban planeando una travesía desde Quito hasta Manaos, un mega viaje auspiciado por un montón de gente y en el que se involucraba esa institución educativa por entero. Nosotros les teníamos envidia. No queríamos quedarnos atrás. No podíamos. Empezamos con reuniones, discusiones, peleas. Consolidamos un grupo de siete personas y, durante todo el mes de agosto de 1998, recorrimos unos 1.600 kilómetros por el Oriente y la Sierra del Ecuador. Nuestra "Vuelta" no incluyó la Costa en aquella ocasión, pero eso no impidió que el viaje fuese un éxito total. Una suerte de clímax, sin duda. En él se conjugaron todos nuestros años de descubrimiento sobre ruedas. Aún hoy en día pienso en ese mes de agosto como un punto decisivo. Ni siquiera Sudamérica a pedal ha logrado quitarle a esa vuelta su trono de reina máxima. Éramos muy jóvenes y muy atrevidos. Volábamos muy alto, y quizá nunca volvimos a topar el suelo.<br /><br /><img style="margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 400px; display: block; height: 244px; cursor: pointer;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5485645959639224978" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjDLDPavU_f6pUQhjZ8urmT42unStwlvMWu2NtXnqcss0TlB3S6IdIv7pibBJTG_8dqsdmNICzeRX6D9nbJM95y-sYQdv654EhVlyjOh_AFiobV20B28L_PA35ThmUPnWD97QVw9BXLrC9X/s400/8.jpg" border="0" />Lo que vino después quizá sea demasiado relleno como para ponerlo aquí. El ocaso fue gradual y casi imperceptible. Formamos un club de ciclismo en el colegio y con él conquistamos a toda una nueva generación. Empezamos a transmitir a los novatos un poco de todo lo que habíamos experimentado por iniciativa propia. Viajamos más, por nuevos caminos, con nueva gente. Provocamos que muchos nuevos ciclistas se aventuren a iniciar su ruta e incluso hicimos alguna tentativa por rutas fuera del Ecuador. En el fondo, sin embargo, nunca volvió a repetirse algo tan descomunal como nuestra "Vuelta". Por años, ése fue el gran tema de nuestras aventuras y sueños, nuestro punto de encuentro como un grupo de personas hermanadas por algo más que la amistad. Con el fin del colegio y la correspondiente diáspora del grupo las cosas empezaron a enfriarse. El Mario se fue a estudiar a Cuba (por eso lo de "cubano"; lo de "rata" lo saben y recuerdan solo nuestros lectores más antiguos). Al Morris le robaron la bici en un momento en el que no resultaba necesario un reemplazo inmediato. El Gabra no volvió a involucrarse con la bicicleta y el Simba encontró una nueva pasión a la cual dedicarle todo su esfuerzo, la música. Cada quien empezó nuevos estudios y nuevas amistades. Empezamos a olvidarnos de esos años asombrosos de la misma manera en la que habíamos llegado a ellos: sin ni siquiera pensarlo. Quedaron unas cuantas fotos, unos cuantos recuerdos, unos cuantas marcas en la piel. Y, claro, las preguntas que nunca llegaron a responderse. Sobre todo una: "A dónde más podemos ir?"<br /><br /><img style="margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 400px; display: block; height: 281px;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5485754109018520066" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjjzNMoRk9UzjgLFuRbvVagv_ba_GDQIHN2hntti7vwOu09QZ6dd32I690hx1fVK5soUXjaTiAkV5gCZV2_UdtNM7ZI_a2_cEEWdLrA56Tb8tgaFTUPi84ntMc3Y3Z4rtv9BaGwxuWcMw0Z/s400/yop.bmp" border="0" />Nunca en esos años pensé que sería yo el encargado de terminar de aclarar esas dudas, de completar esos proyectos colgados en las nubes. Yo siempre fui, de hecho, "el más débil". Fue mucho tiempo después, y por causas que nunca hubiese imaginado hasta entonces, que tomé la desición de retomar la ruta. Podría decir que fue algo natural, algo simple. Algo que tenía que pasar. Quizá simplemente soy el más terco y obstinado de todos, el menos dispuesto a ver el tiempo comérselo todo. De la foto que abre este post hasta el día de hoy han pasado casi doce años. En cierta forma, yo sigo tal como aparezco ahí (aunque por suerte he cambiado el peinado). Sé que, en el fondo, todos los demás también podrán reconocer en ella gran parte de lo que son, de lo que han llegado a ser, de lo que aún esperan ser en el futuro. Es así. Todo esto nos atraviesa, nos quiebra y nos hace lo que somos. No importa cuánto tiempo pase la bicicleta guardada y oxidándose, siempre seguirá rodando en nuestras mentes. Es tan cursi como suena. Tan genial, también.<br /><br /><img style="margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 400px; display: block; height: 112px; cursor: pointer;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5485646532722441298" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj5Oucsv6PQE3qDidsbnK-3rGjb074Ym0zmdQo64ovTO4PygTW6g8ds6UtEkiZX25m8b8hZ6IV4y9U98LsANSrGWIH1NZnW5TESE6g9Bax1K8d_OrWtvKhzV3wPJ6kCVdosFfVaTppS4T2Y/s400/2.jpg" border="0" /><br />Quien había sido la chispa de donde surgió todo, el Felipe, también pasó por el proceso de alejamiento. Primero se fue a Chile, donde pasó algunos años estudiando y especializándose en una ingeniería en sonido. Luego volvió a su país de origen. Ah, sí... Me había olvidado de decirlo. Me había olvidado explicar la razón por la que existe este post... Felipe es brasileño. Vive en Sâo Paulo desde hace años. Y yo, como un vendaval, he llegado pedaleando a Rio. Estoy a unos 500 kilómetros de donde, podría decirse, todo comenzó. Solo que no es un lugar, sino una persona. Por esa persona y todos los amigos que vinieron con ella es que ahora he querido transmitir estos recuerdos. Y porque ellos explican de alguna manera lo que estoy haciendo aquí, en el lugar que me corresponde.<br /><br />No desesperen. Ya sé que algunos pensarán que ando muy literario y muy poco informativo. Prometo escribir más datos y crónicas del viaje en el próximo post. Si todo va bien, será escrito desde la ciudad más grande que Sudamérica a pedal puede soñar en alcanzar. Ahora es una cuestión de nombre: simplemente no existe otra mayor en todo el continente.<br /><br />Rio de Janeiro, miércoles 23 de junio de 2010<br /><br />11.239 kilómetros recorridosSudamérica a pedalhttp://www.blogger.com/profile/01262964256565420157noreply@blogger.com7tag:blogger.com,1999:blog-1727217432271499245.post-18183814866137137592010-06-14T10:39:00.000-07:002010-06-15T10:14:18.220-07:00Sherpa en el país de los desiertos tristes<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEigQWD3fvOD9RHwqVdI-haN_GnlHjDz5XDiVYTWQ3SBDVndjg-xe994OcJSM57HYyuQnm7m4k_w__LXtJNMdESNenYsSDCbcSt54KvOuKxCypH0lSqx8CV15UvvBKQDD_FR-Aj0gm-Ja9HF/s1600/1.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5482686942488484178" style="margin: 0px auto 10px; display: block; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEigQWD3fvOD9RHwqVdI-haN_GnlHjDz5XDiVYTWQ3SBDVndjg-xe994OcJSM57HYyuQnm7m4k_w__LXtJNMdESNenYsSDCbcSt54KvOuKxCypH0lSqx8CV15UvvBKQDD_FR-Aj0gm-Ja9HF/s400/1.JPG" border="0" /></a> Ay... tac-tac-tac... ay... Algo me duele entre las fibras de las ruedas, como si se hubiese perdido algún engrane en los sacudones de los últimos baches. No sé si él no se da cuenta o simplemente me ignora. Qué tipo. Mientras más me quejo, menos habla conmigo. Juega a estar enojado. ¡Como si yo tuviese alguna culpa! O quizá se enoja en realidad. No lo sé. No lo entiendo del todo. Soy como él, que es incapaz de comprenderme. ¡Pero he pasado horas explicándole y explicándole lo poco que necesito para estar feliz! Es como un niño. Bobo y excesivo. Atolondrado. Sordo como todo hombre. Al menos para todo lo que no sea él mismo. ¡Ah! Aún cuando todo está mal, se limita a darme palmaditas en el lomo, en el mismo lugar donde todos los días caen sus pegajosas gotas de sudor. "¡Bien!", grita. A veces se ríe. O dice cosas absurdas, risibles, cosas que no entiendo. A veces también pega grititos, como de alegría. Celebra las crestas de las lomas o simplemente la vastedad de los horizontes. Hemos visto tantos ya... Cada día es uno, tras otro, tras otro. Ni siquiera sé en dónde estamos. O sí lo sé, pero siento que no, que no lo sé. Y quiero seguir así... Disfruto nuestra pretensión de peregrinos, nuestra errancia de caracoles caminando con su casa a cuestas... Qué puedo decir. Yo nací para esto.<br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjqxCWuYw0gVYeCw2MyXMqGcxAjkIu9whHZmy6yEkL0TeOxE3ZoVs3_GihKnivoAAaeLgZ4bc6VW4Ggz0h1S8fu9RPkOfcH2OfCDfXFbTbWw8paTTvZtITZmJvzn40ORoiqm7Q30i_9zB6L/s1600/2.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5482686882384917410" style="margin: 0px auto 10px; display: block; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjqxCWuYw0gVYeCw2MyXMqGcxAjkIu9whHZmy6yEkL0TeOxE3ZoVs3_GihKnivoAAaeLgZ4bc6VW4Ggz0h1S8fu9RPkOfcH2OfCDfXFbTbWw8paTTvZtITZmJvzn40ORoiqm7Q30i_9zB6L/s400/2.JPG" border="0" /></a> No sé cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que pasamos un día en completa paz. Hemos enloquecido un poco ultimamente. El día que salimos de la gran ciudad de la bahía él tenía todo un plan en su cabeza. Me habló de eso toda la mañana: sería mejor apurarnos para salir de ni sé dónde y acercarnos a ni sé qué sitio... Ese sería un "gran salto", un "gran cambio"... Cuestión de climas y espacios... Algo así. Qué sé yo. Siempre se está poniendo metas, objetivos, plazos... Boberas de esas. Yo lo escucho en silencio pretendiendo interesarme y aprobar cada uno de sus planes. Son <em>nuestros planes</em> al fin y al cabo. En el fondo, sin embargo, a mí nada de eso me importa. Disfruto de rodar, punto. Si es aquí, allá o más allá para mí carece de importancia. Mientras más avanzamos parece que crece su obstinación por cumplir algún esquema. Como si esto fuese una misión que nos ha sido encomendada y de cuya conclusión depende nuestra supervivencia. Es así de crucial. Una tontería mayúscula en la que nos desvivimos, divirtiéndonos y demoliéndonos al mismo tiempo. Hay algo un poco macabro en el sentimiento que nos tiene aquí, sin posibilidad de darnos tregua. Algo así como un miedo esencial. Inevitable. Miedo a la muerte, quizá. ¿Me explico? Si paramos, morimos. Dejamos de ser lo que somos. Pasamos a ser otra cosa. Ah, es difícil... Ni siquiera entiendo lo que digo. Pero llegará el día. Entonces lo entenderé bien. Entonces, cuando hayamos perdido nuestro tiempo en el paraíso.</div><div><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjdB_HAAPmW0vs3Gu8nf8Bb-fTa1EMetik0HDAgBCCfemRa32wF_Kd9UGAfiZDKhbX4ZG1I4IUeRlQWzSb8p69YRXcsmT319OkcWGXgwbLP4xg22s8wPbFXXNSDQosOSFfTo-bBw0Ke-RUD/s1600/3.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5482686781007464722" style="margin: 0px auto 10px; display: block; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjdB_HAAPmW0vs3Gu8nf8Bb-fTa1EMetik0HDAgBCCfemRa32wF_Kd9UGAfiZDKhbX4ZG1I4IUeRlQWzSb8p69YRXcsmT319OkcWGXgwbLP4xg22s8wPbFXXNSDQosOSFfTo-bBw0Ke-RUD/s400/3.JPG" border="0" /></a> Nuestros días se han vuelto un asunto de rituales y cábalas. Tenemos una suerte de ceremonia que celebramos sin descanso. Un día tras otro. Siempre igual, aunque tan distinto cada vez. Es increíble lo rápido que pasan los horas mientras la carretera se va deslizando bajo mis ruedas. Hay días en los que no hemos terminado de despertarnos y ya estamos en un nuevo planeta. Avanzamos entre un cúmulo de gente que no termina nunca, como si nuestro viaje fuese la plaza de algún carnaval. Esquivamos cuerpos y comparsas. Golpeamos algunos hombros. Intercambiamos frases, sonrisas, y a cada paso nos detenemos para llenarnos de golosinas y brebajes. En cualquier giro encontramos algo capaz de asombrarnos y en seguida lo olvidamos: otra sorpresa nos ha salido al paso ya. En medio de todo, vamos como un buque a la deriva, entre borrascas y calmas. Tan solos que nos damos miedo. Alguna vez me preguntó si creía que estábamos pagando alguna condena. Yo no supe qué decir. Él me acarició el lomo, riendo.</div><div><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhJ0xIFNaiYXYGSHvIriMBHKO3foDUL4WZfMn53nNHgC4LXT4CyWhRZpIhJh4EIqqfmTJvO9Hs36bQKkb9LpEUhzHrdPeCKnR4pXZOjdO1vvXEL85Ywd56mcuMEhge093pAX-xgvGwHDpiU/s1600/4.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5482686720143828738" style="margin: 0px auto 10px; display: block; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhJ0xIFNaiYXYGSHvIriMBHKO3foDUL4WZfMn53nNHgC4LXT4CyWhRZpIhJh4EIqqfmTJvO9Hs36bQKkb9LpEUhzHrdPeCKnR4pXZOjdO1vvXEL85Ywd56mcuMEhge093pAX-xgvGwHDpiU/s400/4.JPG" border="0" /></a>La mayor parte del tiempo la pasamos conversando. Mientras el día avanza y los kilómetros ruedan, cada uno inventa historias en voz alta y las comparte con los demás. Él es quien más habla, claro. Yo soy más una pared que le sirve de eco para no dejar de hablar. Michi, la más silenciosa, se limita a reír, suspirar, lanzar quejidos o agitar las gotas de aire con sus alitas de trapo. Son besos del viento, dice ella. Hay días, también, en los que me aburre mi silencio y soy yo la charlatana. Me dejo llevar. Conversar, a menudo, no consiste en intercambiar ideas. Ni siquiera pretende ser un acto de comunicación. Lo hacemos por costumbre. Por tener algo que hacer. Nuestras palabras nos sirven de telón de fondo a la marcha incesante del día. Es como tener un radio encendido en una habitación llena de gente que trabaja: el rumor de las palabras es solamente un ronroneo que nos hace compañía. De hecho, me resulta difícil pensar en esas conversaciones una vez que han terminado. No hay duda, las palabras son aire. ¡Tanta cosa que se desvanece! Me siento un poco culpable: tenemos toneladas de tiempo y no hacemos más que malgastarlo. Lo vamos arrojando en el camino, como aquello de los mendrugos de pan. Ya se sabe: aún con ellos es imposible encontrar un camino de regreso. Es algo de lo que no nadie está a salvo.<br /><br /></div><div></div><div><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiO9UhYh6G38GaGYf9XRcbZqOYMoPtNJZAbF2vsSlH-wVDVjSq5lKD4s_5OOqoJmMDHrePg9gu22aApTX9LpEBTBJj750VRcLkIdq7tS8HsJ6GuHxhxtDAXn72LkZt9KS1so6e6k0nFj1mf/s1600/5.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5482686652983580962" style="margin: 0px auto 10px; display: block; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiO9UhYh6G38GaGYf9XRcbZqOYMoPtNJZAbF2vsSlH-wVDVjSq5lKD4s_5OOqoJmMDHrePg9gu22aApTX9LpEBTBJj750VRcLkIdq7tS8HsJ6GuHxhxtDAXn72LkZt9KS1so6e6k0nFj1mf/s400/5.JPG" border="0" /></a>Cuando nos detiene el cansancio, busco la sombra. Él busca comida. Es un espectáculo verlo sentarse a acabar con todo lo que ponen a su alcance. La gente se asombra un poco de nuestras irrupciones insaciables. Pienso en un vagabundo hambriento. Quizá por eso nos miran con una mezcla de recelo y compasión. ¿Cómo explicarlo? Somos un conjunto exagerado y sucio... A mí no me molesta. Puedo estar la vida entera cubierta de barro, con grasa vieja pelándome las costillas, olfateando el polvo que se desprende de mí misma. Lo de él es ya un asunto penoso. Ignoro cómo soporta su invariable aroma a sudor rancio, curtido en ropas y pieles. Es algo que se le ha metido por todo el cuerpo y le llega ya al espíritu. Una marca. Está en todas partes. No sirve de nada lavar una y otra vez lo que llevamos. Bueno, tampoco es que lo hagamos... Nos pesa el sudor como nos podría pesar un recuerdo inevitable. Bueno o malo, poco importa. Es algo que nos define. Que nos hace ver lo que somos todo el tiempo. El sudor es el peso del esfuerzo que nos tiene aquí, en esta titánica tarea de no detenernos nunca.</div><div><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg6_sx6206GPcwzYytYawyyCWTo5pCnZn1ZX7aSktaK6xtsVYQtu9kVkUntkgOsotb_La7vpyAIheboY-wvoFdgDSaQmSKS8sBA7fjeeugQ-1MJuN-948xLKXDoxtEjA-b1gP4H03vbz5_G/s1600/7.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5482686518822037362" style="margin: 0px auto 10px; display: block; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg6_sx6206GPcwzYytYawyyCWTo5pCnZn1ZX7aSktaK6xtsVYQtu9kVkUntkgOsotb_La7vpyAIheboY-wvoFdgDSaQmSKS8sBA7fjeeugQ-1MJuN-948xLKXDoxtEjA-b1gP4H03vbz5_G/s400/7.JPG" border="0" /></a> </div><div>Los rituales de la noche pertenecen a un estado de sopor. Después de tantas horas bajo el sol, somos simplemente torpes. Él vuelve a buscar saciedad para su hambre. Cosa imposible. Limpia las manchas de su rostro y se golpea los músculos. Trata de olvidar el dolor. Yo me arrimo a algún muro y espero. También me es necesario el descanso. No soy de hierro. Él anota cosas en sus cuadernos, me pregunta por algunos detalles del camino, se sienta a leer o a tomar café. Cuando hay una televisión cerca, nos actualizamos con las dos o tres novelas que nos han atrapado en estos meses, o vemos los goles que no alcanzamos a mirar en alguna gasolinera del camino. A veces él conversa con personas que no llego a conocer. Comparten comida o cerveza. Casi todos me miran con extrañeza: nadie cree que haya nacido tan lejos. ¿Qué tiene de extraño, pues? Me irrita que me miren así, como a un bicho. Cuando se acostumbran, empiezan las preguntas tontas. Como cuántas veces he cambiado de llantas. ¿A quién le puede importar eso? La gente es tan absurda a veces.</div><div><br />Las noches a la interperie se han hecho cada vez más raras. Las extraño. Cuando ocurren, él no se separa de mí ni un momento. Puedo descansar sin el peso de las alforjas qué el retira para guardar en la carpa. Además, me gusta despertarme con el cosquilleo del rocío pasándome la mano por el cuerpo. En los cuartos, en cambio, tengo que permanecer con el equipaje encima. A veces paso horas encerrada, sola, con Michi dormida en mis espaldas, esperando que él vuelva de sus caminatas nocturnas entre estaciones de buses y cafetines. Cuando empieza a contarme lo que ha visto sin mí, esa misma noche o al día siguiente, yo me hago la sorda. No es que no quiera oírlo, pero me duele un poco el orgullo. No soy un burro de carga. También me gusta pasear para descansar. Eso, aún cuando yo no necesite dormir tanto como él. La vigilia es suficiente para devolverme fuerzas. Me pregunto qué pensará él mientras ronca durante las noches. También habla dormido. Lo intenta, por lo menos. Muchas veces me he visto escuchando sus balbuceos incomprensibles. Da vueltas y repite cosas sin sentido. Palabras inconexas. "Faburra", "bigurona"... cosas así. Duerme prácticamente mordiendo la almohada. Es de risa.<br /><br /></div><div></div><div></div><div><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhgLSV5Qm4y5GwejvTPv156IMP7ltgJNg-VgyjOJmnY35hnEE1EezqfECm026HoSyHMuQtTG4KVbkboLxlTSMczN3mfexC46GntGbQMGaG7dN1m9flW1ICMJJoQYZ5kbWTH0iP1veK4ep36/s1600/8.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5482686420754747618" style="margin: 0px auto 10px; display: block; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhgLSV5Qm4y5GwejvTPv156IMP7ltgJNg-VgyjOJmnY35hnEE1EezqfECm026HoSyHMuQtTG4KVbkboLxlTSMczN3mfexC46GntGbQMGaG7dN1m9flW1ICMJJoQYZ5kbWTH0iP1veK4ep36/s400/8.JPG" border="0" /></a>Hay ciertos días en que pasan cosas que lo alborotan. Me habla de ríos importantes, o estribaciones montañosas por las que debemos pasar. También juega sumando y restando kilómetros. Los cálculos no solo lo entretienen: creo percibir que lo consuelan. Vamos como llenando un álbum de cromos. Se emociona cada vez que cree estar cerca de completarlo, o cuando simplemente encuentra una figura rara. Para, toma fotos, me golpea el lomo, levana su puño al cielo. Es difícil saber cuándo le vendrá uno de esos atrancones de alegría. Una mañana anduvo agitado con los numeritos del odómetro. "Ya mismo", me decía, "ya casito". Hacía frío por primera vez en meses, eso lo recuerdo bien. Cuando la pantallita estuvo llena, se detuvo y dio vueltas al paisaje con los ojos. Era una pequeña cañada sin nada para ver, fea en realidad, pero él parecía tratar de memorizar cada detalle. "¡Diez mil! ¿Te das cuenta?" Yo no lo entiendo. En mi vida he rodado muchísimos más. Él ha estado ahí todo el tiempo. ¿Se ha olvidado de eso? La pantalla volvió a cero y los números volvieron a nacer. Nada más que decir. Pobre, creo que en serio está loco.<br /><br /></div><div></div><div></div><div><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhXIzT0vIl_HCeJecDDPj7RmcBuO_NPmlOIQj9l4UOfLiUagt2UeVHcJGiJJCpIdmMfiXLxSA2Y9UUxyjiF4TqB3brlu48BtNMJ9Q3So6RkMlaPM-zpVgCqnAUaXtW7GdavffM0AZb9VCKk/s1600/9.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5482686355333083410" style="margin: 0px auto 10px; display: block; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhXIzT0vIl_HCeJecDDPj7RmcBuO_NPmlOIQj9l4UOfLiUagt2UeVHcJGiJJCpIdmMfiXLxSA2Y9UUxyjiF4TqB3brlu48BtNMJ9Q3So6RkMlaPM-zpVgCqnAUaXtW7GdavffM0AZb9VCKk/s400/9.JPG" border="0" /></a>A veces pienso que soy demasiado trivial. Siempre me concentro en mirar el camino. No hay nada más que me interese. Él, en cambio, siempre está mirando para tierras lejanas, hacia cosas que en realidad no vemos ni podremos ver. Nunca está del todo satisfecho con lo que encontramos al paso. Desde hace tiempo que me viene hablando de una región a la que hemos bordeado sin entrar, que hemos evitado como se evita un callejón de aspecto peligroso. Me cuenta de un tal Riobaldo que le habla a diario de esas tierras. Es una región antigua, que no existe más, de hombres en perpetua rebelión contra sí mismos. Una región de desiertos. No propiamente de llanuras áridas y desoladas, sino de desiertos crecidos en el interior de los hombres que la pueblan. Desiertos tristes, dice él. A mí me cuesta un poco entender todo eso que me dice. Lo intento. Me habla de jagunços y cangaçeiros, de campesinos convertidos en demonios que guerrean como nosotros avanzamos: simplemente porque la vida les ha caído encima. Son hombres enamorados de la alegría, de la libertad, de ellos mismos. Él los imagina con conmoción. Cuando se nos acaban las palabras y el silencio empieza a asustarnos, sale con cosas de esas... "¡Sherpa, juguemos a los desiertos tristes!", y entonces somos cuatreros del <em>sertâo</em> cabalgando por una ribera de espinares, huyendo de las balas federales o buscando el rastro de la tropa de algún hacendado al que hemos jurado venganza. Es un juego de emociones y sospechas. La vida en perenne estado de aventura. Ya se sabe: "Viver é muito perigoso"...<br /><br /></div><div><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgEJqAM_MJXvzYWmu3catx9UV3lbNBCrFX5uEaOisKAFBh407aGlHh8BkWx7IetESij6PuvRnkvhvrSt5zmRD-4mKNfXS8IWZKQRm1JyXwNszATRgsmIi9TXH4FID6mbjZZzBOIabHBy6FZ/s1600/10.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5482686283836538402" style="margin: 0px auto 10px; display: block; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgEJqAM_MJXvzYWmu3catx9UV3lbNBCrFX5uEaOisKAFBh407aGlHh8BkWx7IetESij6PuvRnkvhvrSt5zmRD-4mKNfXS8IWZKQRm1JyXwNszATRgsmIi9TXH4FID6mbjZZzBOIabHBy6FZ/s400/10.JPG" border="0" /></a></div><div>Nuestros juegos normalmente se desvanecen en el barullo intenso de la carretera. Se acercan los pueblos y los camiones empiezan a rugir como una bandada de perros rabiosos. Les tengo un poco de pena, a los camiones, a los carros. A pesar del alboroto, casi siempre pasan cabizbajos, doblados hacia el piso por el cansancio que los consume. Están cansados de su propio ruido que los vuelve sordos. Muchas veces perdemos la protección de la banquina y tenemos que competir por un espacio junto a esos mounstros. A pocos les importa nuestro paso. Simplemente avanzan, con los ojos cerrados, empujándonos a los huecos o escupiéndonos sus bocanadas de humo. Quizá ni siquiera se den cuenta de nuestra presencia, tan aturdidos están por su propio peso. Algunos, los menos, pasan lanzando al aire un estruendo de pitidos. Verdaderos alaridos de animal desesperado. ¿Son sus saludos? Quién lo sabe.</div><div><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgVk78K55FN8Bl32xsjY3M090M-QfDaHnDQAoqujRjxVlPUK5FXheM2KV4GbU0vIE8xJuHY0hb8YMjhv-HbpvMNg37FdO0EdCqq8hu6RhK1zM1FYO7qhX-z8C2TXc3yUXuKr2Kw_W5jcb2J/s1600/11.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5482686198345864466" style="margin: 0px auto 10px; display: block; width: 300px; height: 400px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgVk78K55FN8Bl32xsjY3M090M-QfDaHnDQAoqujRjxVlPUK5FXheM2KV4GbU0vIE8xJuHY0hb8YMjhv-HbpvMNg37FdO0EdCqq8hu6RhK1zM1FYO7qhX-z8C2TXc3yUXuKr2Kw_W5jcb2J/s400/11.JPG" border="0" /></a>En estas últimas semanas hemos sido muy fuertes. Él se regocija con sus cálculos y metas que me repite a cada instante ("más de 1.100 kilómetros en 10 días..."). A mí me basta con saber que seguimos aquí juntos. Solo llamo su atención cada vez que necesito ayuda para seguir. Quisiera zapatos nuevos, un poco de grasa en las rodillas... no es gran cosa. Desde que nos alejamos del mar todo ha sido una piel arrugada entre cerros verdes, pastizales y bosques madereros. Tenía razón en algo: las cosas han cambiado. Ahora hace mucho más frío y los árboles del camino son distintos. Los días son más grises y ventosos. A veces, incluso, hemos parado para sacar algo de ropa de las alforjas. Hace poco hacíamos lo contrario. Me acuerdo de días remotos, entre nieve y un aire de hielo. Fue divertido. Quizá volvamos a eso. Ni él ni yo lo sabemos. Pero ambos soñamos con lo mismo.</div><div><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjqOZApVV5xR2x-LiLs3I3rWoMbq5CJwJEeYCAWSzJp3_zCmHHgLzRzHHRsRdaV3-3uCSvx6EXWvBspceWm97FFnY_-IBHU4oQYryHbChZ9zxzxNicn6LaMGcvuq6L-W77ftCQi5AtYL8jS/s1600/12.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5482686124497427506" style="margin: 0px auto 10px; display: block; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjqOZApVV5xR2x-LiLs3I3rWoMbq5CJwJEeYCAWSzJp3_zCmHHgLzRzHHRsRdaV3-3uCSvx6EXWvBspceWm97FFnY_-IBHU4oQYryHbChZ9zxzxNicn6LaMGcvuq6L-W77ftCQi5AtYL8jS/s400/12.JPG" border="0" /></a></div><div><div>Las cosas van bien. Más o menos. Han pasado tantos días ya. Los nombres y lugares se me escapan. Es él quien se preocupa de eso. Es su labor. Me acuerdo de ciertas cosas... el puerto de Valença, las laderas de Camamú, la autopista de Eunápolis, mis radios rotos y reparados en Teixeira de Freitas... Ahora me han vuelto a doler las ruedas. Nada grave. Si él se da cuenta, si hace algo, claro. Si algo hay que lamentar, es que hemos perdido la capacidad de conseguir ayuda. Tanto andar para olvidar lo básico, qué delirio. Nos llegó a cansar ese juego. Él dice que es preferible la carpa o la posada. No lo dice, lo piensa, lo hace. No sé por qué no procura algo más. Dice que ya no tenemos dinero, pero lo malgasta. Estamos más solos, qué más da. Nos hemos vuelto más rápidos, eso sí. ¿Importa eso? Yo no entiendo de esas cosas. Intuyo que resulta necesario reducir el peso de lo que falta, de lo que puede faltar. Eso es lo que lo tiene tan agitado. Yo no me preocupo. Ya lo dije: las cosas van bien. Más o menos.</div><div></div><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgWCiZHS8DxxeGWvt5jAbdNy9emKrw8mYQ1vomAYQwC9wyOnfU2WIYQCAbHIRVeEqUzpbhUDaGn04DjWbxrqeQiBJzjlbza4-M8x1ps7bF77mn_EiZr2CnUuT_csSBURixMoCaatoay13TY/s1600/13.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5482686046970207938" style="margin: 0px auto 10px; display: block; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgWCiZHS8DxxeGWvt5jAbdNy9emKrw8mYQ1vomAYQwC9wyOnfU2WIYQCAbHIRVeEqUzpbhUDaGn04DjWbxrqeQiBJzjlbza4-M8x1ps7bF77mn_EiZr2CnUuT_csSBURixMoCaatoay13TY/s400/13.JPG" border="0" /></a>Bien ganado nuestro nuevo descanso. Esta ciudad estrecha se ha empapelado de banderitas amarillas y verdes. Él no quiere seguir hasta ver en qué termina todo eso. Rituales del fútbol, otra cosa sobre la que no entiendo nada. Por mí está bien pasar unas cuantas noches con los cauchos quietos. Mi único temor es que algún día, en un buen momento, el camino se acabe. Se vaya él o me vaya yo. Nada es para siempre. Por suerte es así. Pero qué triste también. Las grandes verdades duran poco, lo que un amor, un viaje o una buena taza de café. Eso dice él, al menos. Pero él dice tantas cosas... En fin... Necesito de él para ser lo que soy. Tanto como él necesita de mí para volar sobre sí mismo. Es algo complicado. Cosas que no entiendo, como siempre. Algo, sin embargo, tengo muy en claro: nunca antes, ni siquiera en los lejanos caminos de las montañas, había sido tan feliz haciendo algo tan simple.<br /><br /></div><div> </div><div></div><div></div><div></div><div></div><div></div><div>Qué puedo decir. Yo nací para todo esto. Claro que sí.<br /><br /></div><div> </div><div></div><div></div><div></div><div></div><div></div><div>Vitória, Espiritu Santo, martes 15 de junio de 2010</div><div> </div><div></div><div></div><div></div><div></div><div></div><div><br />10.654 kilómetros recorridos.</div></div></div></div></div></div></div></div></div></div>Sudamérica a pedalhttp://www.blogger.com/profile/01262964256565420157noreply@blogger.com10tag:blogger.com,1999:blog-1727217432271499245.post-52006618047641318442010-05-30T18:34:00.000-07:002010-06-02T13:05:10.124-07:00Días de resurrección (haciendo trampa en Sergipe y Alagoas)<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhAx1nCashdZhu0L4P6BrIdefGYIeSh6_c7iVtFQa6AG0A6coYsbIe-4PPGGwBk6jySG0sWIYTOZrsLMYacbDp94_UYn-nKet5gu79r1cybIQ1gQpUAkQHztecvxO455ez0Pc_5iqCx2e6h/s1600/1.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5477945569257670114" style="margin: 0px auto 10px; display: block; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhAx1nCashdZhu0L4P6BrIdefGYIeSh6_c7iVtFQa6AG0A6coYsbIe-4PPGGwBk6jySG0sWIYTOZrsLMYacbDp94_UYn-nKet5gu79r1cybIQ1gQpUAkQHztecvxO455ez0Pc_5iqCx2e6h/s400/1.JPG" border="0" /></a> La última vez que anoté "día 150" en un diario fue en Bariloche, tras haber concluído la vuelta por el Circuito Chico y cuando empezaba a hacerme a la idea de haber terminado "el gran viaje", "el gran sueño", "la gran marcha hacia el sur". Recuerdo bien la caminata nostálgica y conmovedora con la que cerré esa aventura hasta la Patagonia, y pienso aún en esos momentos como capítulos especiales, queridos, irrepetibles de mi propia historia. Un precioso cuadro romántico, digamos. El kilometraje oficial final de esa primera etapa de Sudamérica a pedal sumó 8.768 km, número que, ahora me doy cuenta, nunca fue anotado en este blog. Ahora que he escrito cifras similares en un nuevo diario, puedo decir, pues, que, en términos de números al menos, la historia se ha repetido. Mi segundo "ochomil". Vaya cosa.<br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiFao6M3XxsF2g0Av1otrDAhMgbR1rBsq_g1r8IIeVSfIbHCB-mY6Fvq6-p_peSPRH45IUde5rCJAJXD2DclyMrk-cvQvHLEZV89kUCFRUS6N9MXSczAo0PLMEqJIUcf6rzics3VzWidyI2/s1600/2.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5477945476727324642" style="margin: 0px auto 10px; display: block; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiFao6M3XxsF2g0Av1otrDAhMgbR1rBsq_g1r8IIeVSfIbHCB-mY6Fvq6-p_peSPRH45IUde5rCJAJXD2DclyMrk-cvQvHLEZV89kUCFRUS6N9MXSczAo0PLMEqJIUcf6rzics3VzWidyI2/s400/2.JPG" border="0" /></a>La diferencia está en que ahora, mientras anotaba ese "día 150" en algún lugar del litoral sur de Pernambuco, continuaba lidiando conmigo mismo para saber cómo continuar un esfuerzo que me tenía cansado y apático, fundido y enfermo. Aún con las importantes ciudades que tenía cerca, me sentía en medio de la nada, en camino hacia ninguna parte. Ese día arrivé a un pequeño pueblo que difícilmente recordaré y que me acogió con el mismo ánimo silencioso que tantos otros en la ruta. Me esforzaba por disfrutar el camino, pero a fin de cuentas continuaba sintiéndome solo, débil, injustificadamente irritable, quizá un poco <em>roto</em>.<br /><br /></div><div> </div><div></div><div></div><div></div><div><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgsMm6IZMPhmHSpyr9Dc6mhp-KHHyoP5K_2k3UqtG2hhdfyFZIue8Sh7WpaLcxSRJ8KjY9id38n8b9lPA7ocCThOOP-7R9yEra3Y63zT2RPj2vFmC2WukSero5DRQzRNNwZdGLBB3gygfn6/s1600/3.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5477945365835558578" style="margin: 0px auto 10px; display: block; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgsMm6IZMPhmHSpyr9Dc6mhp-KHHyoP5K_2k3UqtG2hhdfyFZIue8Sh7WpaLcxSRJ8KjY9id38n8b9lPA7ocCThOOP-7R9yEra3Y63zT2RPj2vFmC2WukSero5DRQzRNNwZdGLBB3gygfn6/s400/3.JPG" border="0" /></a> Todo eso, sin embargo, no me asustó entonces ni me asusta ahora en absoluto. Bien sabía desde el principio que el Brasil no sería poca cosa: es enorme, caliente, acaso monótono. A pesar de mi estado anímico quebradizo, he seguido avanzando con la idea fija de que no puedo darme el lujo de desperdiciar estos momentos. Basta con recordar que aquí estoy divirtiéndome por gusto propio. Puede ser una diversión complicada, difícil de asimilar aún para mí mismo, pero es diversión al fin y al cabo. No me olvido de que estoy haciendo lo que "he escogido" hacer (me pregunto cuánta gente será verdaderamente capaz de decir algo así), ni se me escapa que cada día que pasa es una avalancha de aprendizajes de todo tipo. Los problemas que aquí me atormentan no son más que gajes del oficio, y la "inercia sin sentido" de la que por ahí me empiezan a acusar no es algo particular de mi viaje, sino parte de la vida misma: no se curaría con volver a casa.<br /><br /></div><div></div><div></div><div><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgLcTOeABPLluxIdM9-Do2KUvZtGevt7sLAQnnz7FbYkNPJ1rtn2COm2Zwgt5lbXC9lfPV4vsDH8PqCr7fRAJNLAH6tZwZY0bT5W-qrWSmrOcUZCG7TQuyx2hLd6yLg2yO0ANRId9mBZG9E/s1600/4.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5477945259527149938" style="margin: 0px auto 10px; display: block; width: 300px; height: 400px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgLcTOeABPLluxIdM9-Do2KUvZtGevt7sLAQnnz7FbYkNPJ1rtn2COm2Zwgt5lbXC9lfPV4vsDH8PqCr7fRAJNLAH6tZwZY0bT5W-qrWSmrOcUZCG7TQuyx2hLd6yLg2yO0ANRId9mBZG9E/s400/4.JPG" border="0" /></a>Los días pasados han sido, además, suficiente buena aventura como para sacar del letargo a cualquiera. Bastó tan solo un ligero cambio de táctica. Después de Recife no he vuelto a ver una autopista federal y me he mantenido estrictamente bordeando el litoral, la mayor parte del tiempo por carreteras secundarias, muchas veces por caminos de tierra o piedra, y aun a veces por la misma playa. Mi trampa ha consistido en "cortar camino" por las diversas bahías, desembocaderos y ensenadas que se encuentran junto al mar. En total, he subido cinco veces a Sherpa en balsas o canoas para sortear los obstáculos de agua y procurar caminos que me sigan conduciendo al sur. Me he perdido, he sido atacado por enjambres de mosquitos, he dejado caer cosas, me he enlodado bajo la lluvia, me he caído, he vomitado... Ha sido genial.<br /><br /></div><div></div><div></div><div><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgxa31rzPHUF4fobF4ULULJj48Lk24g30wuIgf0wxfFOSmw5y0ZvUOhSUSQu3nzMd2YoPlx8ui5ifpZdmd_gSYO0hxPNSQZlzPkp_1mR_FfGhnExtqe8Vc2E5EayGRYOFxywDGZn7UZ7Q5G/s1600/5.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5477945138348068418" style="margin: 0px auto 10px; display: block; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgxa31rzPHUF4fobF4ULULJj48Lk24g30wuIgf0wxfFOSmw5y0ZvUOhSUSQu3nzMd2YoPlx8ui5ifpZdmd_gSYO0hxPNSQZlzPkp_1mR_FfGhnExtqe8Vc2E5EayGRYOFxywDGZn7UZ7Q5G/s400/5.JPG" border="0" /></a>El término de estos días excepcionales ha sido uno de los estados más emblemáticos del Brasil: Bahia. De manera específica, su capital: Sâo Salvador da Bahia de Todos os Santos, metrópoli de más de 3 millones de habitantes y tercera ciudad brasileña en tamaño. Salvador es, además, el enclave de donde surgió el Brasil moderno. Su fundación en la primera mitad del siglo XVI y su particular disposición en la entrada de la enorme bahía que le da nombre la convirtieron en un punto crucial para las aspiraciones portuguesas en nuestro cotinente. Durante la mayor parte de la época colonial, Salvador fue el centro administrativo, militar y comercial más importante de la América lusitana, tanto así que las diversas capitanías hereditarias del Nuevo Mundo (cuyos epígonos modernos son los actuales estados del Nordeste), estaban sometidas, antes que al propio rey, a la autoridad del Gobernador General del Brasil, afincado en Salvador. En términos de categoría política, Salvador no perdió su primacía hasta finales del s. XVIII, cuando la capital fue trasladada definitivamente a Rio de Janeiro.<br /><br /></div><div></div><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi3u-e4z5u5T3ou7WqzCBnITIitQdhj8RlEbRL_Rz4e6Vdz69E_3MRhQzWKYEWkxCgeHRH2FKoEwB4Ybm9Z7L6eEu3PztmXR-HYosvuE7MRiJX2-m7rT6VaJs0ohnfl4AfjtEBK0BR8bDd7/s1600/6.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5477945036873671122" style="margin: 0px auto 10px; display: block; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi3u-e4z5u5T3ou7WqzCBnITIitQdhj8RlEbRL_Rz4e6Vdz69E_3MRhQzWKYEWkxCgeHRH2FKoEwB4Ybm9Z7L6eEu3PztmXR-HYosvuE7MRiJX2-m7rT6VaJs0ohnfl4AfjtEBK0BR8bDd7/s400/6.JPG" border="0" /></a>Como parte de toda esa época dorada que ha dejado en Salvador uno de los cascos urbanos antiguos más llamativos del Brasil, la importancia cultural de la ciudad radica en haber sido por siglos el crisol de una diversidad poblacional muy diversificada. Aún ahora Salvador es la ciudad de población negra más grande fuera de África, sin que ello deje de lado los vestigios de presencia indígena y propiamente europea. El mestizaje salta a la vista: junto a bahianas "tradicionales" vestidas con trajes portugueses que se usaban en la vida diaria hace 100 años se encuentran grupos ensayando capoeira en las plazas y academias de música que combinan batucada con amplificación eléctrica. Todo revestido del velo falseador de la industria del turismo, claro, pero no por ello carente de una autenticidad firme y vívida.<br /><br /></div><div></div><div></div><div><div><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjLgC8qje2mdhPCCt1gYvOv5tVgOAlj-AwjE0BCsYRu3siTfW56rtYIZ9_NGc1zlkZ2KEx5eQkjESskFHAxmohmyPHcK3rSn8Rsclcux1GRc7wrWzAtO-7JFSWfNm-2PJISMOaVXjzQnqBU/s1600/7.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5477944764176930914" style="margin: 0px auto 10px; display: block; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjLgC8qje2mdhPCCt1gYvOv5tVgOAlj-AwjE0BCsYRu3siTfW56rtYIZ9_NGc1zlkZ2KEx5eQkjESskFHAxmohmyPHcK3rSn8Rsclcux1GRc7wrWzAtO-7JFSWfNm-2PJISMOaVXjzQnqBU/s400/7.JPG" border="0" /></a>Salvador tiene todo lo que he visto en otras ciudades durante mis meses de viaje por el Nordeste, y como tal resulta un gran colofón para el recorrido de esta región a la que llegué "por la puerta de atrás". El llamado "Pelourinho" -el centro antiguo propiamente dicho- es, con justicia, otro de los sitios patrimoniales reconocidos por la UNESCO en el Brasil. Algo conocíamos ya hace tiempo gracias al videazo ese de <a href="http://www.youtube.com/watch?v=mwQFGZ0bFbs">Michael Jackson</a> (ojo que no todo está filmado en Salvador, las escenas de las favelas son de Rio; el Cristo Redentor también, claro), pero hay bastante más para ver. La ciudad vieja está dividida como en dos peldaños de una escalera. Abajo, junto al puerto y la bahía, queda la "cidade baixa", más llena de comercios y residencias populares. La "cidade alta" está plagada de edificaciones monumentales, plazas, edificios administrativos, predios religiosos y residencias antes destinadas a la clase noble. Hoy en día, ambos sectores se conectan por funiculares o un famoso elevador (Lacerda) que empezó a funcionar a finales del XIX. Aunque no tan grande como podría esperar un quiteño (nuestro centro de Quito es verdaderamente enorme!), el Pelourinho gusta y atrapa con todo el peso de su historia y sus calientes atardeceres frente a la bahía.<br /><br /></div><div></div><div></div><div><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhbLuKQ0dZkGNTUckVYVmk16YcThBC-syHcc0UkGYUVChN-4iseJHzxXSMfmXOUH2DAMIKXt3Om4zjCxWJRyi19p8Ybw03MNhun8xGSNn6e-5B0vT8xCwAwdXpJOpHmEsfLhjRQF2qb6tzd/s1600/8.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5477944668205162162" style="margin: 0px auto 10px; display: block; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhbLuKQ0dZkGNTUckVYVmk16YcThBC-syHcc0UkGYUVChN-4iseJHzxXSMfmXOUH2DAMIKXt3Om4zjCxWJRyi19p8Ybw03MNhun8xGSNn6e-5B0vT8xCwAwdXpJOpHmEsfLhjRQF2qb6tzd/s400/8.JPG" border="0" /></a>Pero me olvido de lo escencial: hasta Salvador he pedaleado otro gran trecho de kilometraje, he recuperado mi ánimo y mi salud, y he atravezado dos estados nordestinos más, Alagoas y Sergipe.<br /><br /></div><div></div><div></div><div><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjdI9dvzYFbNmYoZNVWas6UckPkMcltoFwGMXx_ODd0LSRU9F0Xuh0pc5tiUNAf4GZw9EZg3zkftyO_T70Esq5FkAyebK9CwbNVtQkd_aOpqUpHbrbZTKWMP9TZIbomOGEyYoyVl9qn3GeP/s1600/9.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5477944582556077522" style="margin: 0px auto 10px; display: block; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjdI9dvzYFbNmYoZNVWas6UckPkMcltoFwGMXx_ODd0LSRU9F0Xuh0pc5tiUNAf4GZw9EZg3zkftyO_T70Esq5FkAyebK9CwbNVtQkd_aOpqUpHbrbZTKWMP9TZIbomOGEyYoyVl9qn3GeP/s400/9.JPG" border="0" /></a>Salir de Olinda y la Región Metropolitana de Recife no fue cosa simple. El centro de la ciudad me aturdió bastante y terminé por equivocar la ruta. Pasé por otro municipio antiguo y de importante peso histórico por su relación con Olinda, Jaboatâo dos Guararapes, pero no me detuve por pensar, gracias a las indicaciones de mi mapa que pocas veces se había equivocado, que estaba encaminándome en una dirección muy distinta a la que buscaba. Tras muchas preguntas y al menos un par de horas de marcha en medio de un tránsito pesado y casi sin espacio para Sherpa y yo, logré conectarme con la costanera bastante más al sur de las playas urbanas de Recife que pensaba conocer. Por ahí seguí al borde de los municipios de Cabo de Santo Agostino e Ipojuca hasta que finalmente me encontró la noche en Rio Formoso. No entré al famoso Porto de Galinhas (a pesar de que me lo habían recomendado desde que estaba en Venezuela) porque eso hubiese significado un nuevo día de descanso y estaba más interesado en avanzar que en repetir los días extraños de Olinda.<br /><br /></div><div></div><div></div><div><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiEcqzhzI7uN2mOR4qTwpRwYYRWqFWx1FirSZVD5vWX0wiqs8Jy2MJXlymYYUJEQF8D0eqh4CrgQxAqgk-erGJJ1gK5xC7rugoHFo_75LgJByE-cl-cBYhQX5LxjvY2m7VIxb7vhLdIwUzQ/s1600/10.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5477944488404969410" style="margin: 0px auto 10px; display: block; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiEcqzhzI7uN2mOR4qTwpRwYYRWqFWx1FirSZVD5vWX0wiqs8Jy2MJXlymYYUJEQF8D0eqh4CrgQxAqgk-erGJJ1gK5xC7rugoHFo_75LgJByE-cl-cBYhQX5LxjvY2m7VIxb7vhLdIwUzQ/s400/10.JPG" border="0" /></a>La siguiente jornada fue ya el encuentro directo con el mar. Durante todo el litoral de Alagoas, estado al que entré bajo una lluvia fuerte, casi nunca dejé de ver la enorme masa de agua contenida hacia mi costado por infinitas llanuras de "coqueirais". Tener al mar a la vista, así sea a la distancia, resulta de alguna manera refrescante, si bien son pocas las veces que en realidad me he metido al agua. En Porto de Pedras hice mi primer atajo en una balsa y para la caída de la tarde había llegado al diminuto caserío de Riacho, parte del municipio de Sâo Miguel dos Milagres. Ahí pasé la noche en una área de campamento, pero no me apuré en levantar la carpa y me conformé con la comodidad de mi hamaca y un buen techo de paja. Mi estómago quiso arruinarme el día luego de que me zampé un buen puñado de castañas de caju, pero no le hice mayor caso, convencido como estaba de que ya era hora de buscar ayuda médica en mi próxima parada en Maceió. Los que sí consiguieron sacarme de quicio fueron los zancudos, a los que combatí con un pantalón, una camiseta de mangas largas y algo de angiroba (un extracto vegetal repelente, muy utilizado en la Amazonía, que me regalaron en Belém). Me consolé pensando que no siempre los cuartuchos de posada significan resguardo para ese atado de bichos hambrientos.<br /><br /></div><div></div><div></div><div><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjb-SMcdGab9_ql3zSrrcfOH9zBMcggDcNnz2LtkZIeOTI3nWrGxBHH_eFhJGb2IkvCCwUz6wnnCwRx-ypk7vUbsInBJlVF2tR9g1NzTC3lSmjJ8uVPpxkPSs4PEu3rTp1a1-a3I-1G9SOu/s1600/11.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5477944378871122002" style="margin: 0px auto 10px; display: block; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjb-SMcdGab9_ql3zSrrcfOH9zBMcggDcNnz2LtkZIeOTI3nWrGxBHH_eFhJGb2IkvCCwUz6wnnCwRx-ypk7vUbsInBJlVF2tR9g1NzTC3lSmjJ8uVPpxkPSs4PEu3rTp1a1-a3I-1G9SOu/s400/11.JPG" border="0" /></a>La visita al doctor no sucedió en Maceió, sino más de 200 kilómetros al sur, en Aracaju. Hasta allá había recorrido dos etapas más, ambas de kilometrajes muy altos y rodadas hasta horas de la noche. Fueron días difíciles. Hasta Piaçabuçu tuve uno de esas etapas en las que me entra el diablo y avanzo como si delirara, jadeando durante horas, volando sin pausa en cuerpo y mente, llevando al límite la capacidad de mis piernas. El día anterior, por caminos perdidos entre cañaverales que me hicieron perder horas hasta orientarme y dar con la ruta cierta, llegué a sentir algo así como un topar fondo. Tuve que empujar a Sherpa por la arena, bajar y subir laderas muy empinadas por caminos de tierra, abrirme paso por matorrales para luego salir de nuevo por el mismo camino y buscar mejores atajos. Azuzados por el sol, los malestares estomacales volvieron con diarrea e incluso vómitos. Yo era un caos de sudor y comezón por los picados de mosquitos. La carretera se desleía por el infierno que le arrojaba el sol y no encontré, por muchos kilómetros, una sola persona con la cual compartir mi abandono. Ese tipo de días, que me asustan y me hacen pensar que en el fondo no soy capaz de todo esto, son los que inyectan mi espíritu de renovados bríos por seguir. Suena contradictorio, pero así funciona.<br /><br /></div><div></div><div></div><div><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi35dzEyvih9Bvj_KSKOwKjEtuMJv0bJyL5yH1vPIEGfPMLzAq2DaULuU0xiME_I3ziKamoh1mGrKAsS2c332feC3T0DAKLFZVa7uMtVopOYHR_OZ_IIpeplQbkART0DiEirc8GTY-ekvg2/s1600/12.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5477944287768164482" style="margin: 0px auto 10px; display: block; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi35dzEyvih9Bvj_KSKOwKjEtuMJv0bJyL5yH1vPIEGfPMLzAq2DaULuU0xiME_I3ziKamoh1mGrKAsS2c332feC3T0DAKLFZVa7uMtVopOYHR_OZ_IIpeplQbkART0DiEirc8GTY-ekvg2/s400/12.JPG" border="0" /></a>De Aracaju en realidad no conocí gran cosa. Casi todo el día lo pasé en un hospital público esperando turno para poder ver a un doctor. Yo solamente quería el papelito que me permitiese comprar antiparasitarios. Sherpa había quedado a unas diez cuadras sometiéndose a cuidados similares (yo había rodado hasta el hospital en una bicicleta que me prestó el mecánico). La espera era larga y yo aprovechaba para ir y venir entre hospital y mecánica constatando la tremenda fuerza que tiene Sherpa frente a una bicicleta un poco más convencional. Finalmente entré a un consultorio en el que pasé apenas 5 minutos respondiendo preguntas de mi viaje. De la diarrea ni nos acordamos. A la salida una enfermera me tuvo sentado una media hora con una sonda de suero y antibióticos antes de dejarme ir a comprar las ansiadas medicinas. Dos días después, la enfermedad era historia.<br /><br /></div><div></div><div></div><div><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEid4Mr3uy4vicqyreVtym8L3lld3K2tWzvM1KM3OyxQyry7dymjU6U70JfVdbz-pCFsFB7m3KnlJYk-b2T6paWvrzBVNbrDW40RafrTcunIqywZ_uFNc3e24vW6CD7utcH8XmLecn4E_rNx/s1600/13.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5477944196625149970" style="margin: 0px auto 10px; display: block; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEid4Mr3uy4vicqyreVtym8L3lld3K2tWzvM1KM3OyxQyry7dymjU6U70JfVdbz-pCFsFB7m3KnlJYk-b2T6paWvrzBVNbrDW40RafrTcunIqywZ_uFNc3e24vW6CD7utcH8XmLecn4E_rNx/s400/13.JPG" border="0" /></a>Había recorrido unos 60 kilómetros hacia el sur de Aracajú cuando encontré a otro cicloturista concentrado en la vera del camino tratando de abrir un coco a machetazos. Era Gastón, un arquitecto argentino que ha rodado por un buen pedazo del litoral atlántico sudamericano. Haciendo algunas etapas en bus y otras en bicicleta, espera llegar hasta Natal, conseguir algún trabajo para juntar dinero y luego proseguir hacia el norte. Mis historias de la Amazonía le llenaron los ojos de deseos por aventurarse por la selva. De su parte recibí muchos datos de la ruta que debía seguir los siguientes días e incluso un mapa. Nuestro almuerzo de ese día fueron los cocos que él había recogido y tardó un buen tiempo en abrir (claro que yo, una hora después, devoré un platazo de 10 reales para rellenar el huequito que quedó por ahí en las tripas).<br /><br /></div><div></div><div></div><div><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiKcCRohgJN_3FUBihk9w8lZV9VJnnTlDUW7fgmGkhgbj_356ebtIfjlRwztXEB_-5hSxHUZlKK_HIothzWvH_nqjvD9_70TiqHZ2xQKhC3ta1Fqb9m8xSJfu22cO2nh4kXfasIhd14qqPS/s1600/14.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5477944079677773906" style="margin: 0px auto 10px; display: block; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiKcCRohgJN_3FUBihk9w8lZV9VJnnTlDUW7fgmGkhgbj_356ebtIfjlRwztXEB_-5hSxHUZlKK_HIothzWvH_nqjvD9_70TiqHZ2xQKhC3ta1Fqb9m8xSJfu22cO2nh4kXfasIhd14qqPS/s400/14.JPG" border="0" /></a>Me quedaba tan solo concluir el litoral sur de Sergipe para llegar a Bahia. Pensaba hacerlo lo más rápido posible, pero ni el cuerpo ni los parajes me lo permitieron. Fue mejor así. Vía mail, recibí orden expresa de la encantadora Anabela "sólo uno por grupo" Vargas (a.k.a. "Popol Bombita" en algunos tugurios quiteños y "Bela" en ciertas regiones del Brasil): tenía que detenerme el mayor tiempo posible en el litoral nor-bahiano para conocer los lugares en los que ella había vivido y trabajado algunos años atrás. Un gran consejo. Inevitable, además. El día en que llegué a Porto de Sauipe estaba ya fundido. Mis piernas se quejaban reclamando descanso. La pausa necesaria me permitió conocer Imbassai (quizá la playa más bonita que he visto en el Brasil, por no decir la playa más bonita que he visto, a secas) y Praia do Forte, un pueblito hiper-turístico invadido por visitantes de todo el mundo y rodeado de arrecifes y playas de ensueño.<br /><br /></div><div></div><div></div><div><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgDGFzFJ6q1gcYCc2l7rjei-M3cBGTv6eSV1cT4s5eq9cQR26RpZAOuxk5qrMqIeIbtYgQ_kzSOgNXQ6XAb2ECkRwtAPrp0SxcH-klJ19qBKzX6vAi9PfNF3wYD2iQvZYgyGMyS7JjgX5q-/s1600/15.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5477943965846398466" style="margin: 0px auto 10px; display: block; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgDGFzFJ6q1gcYCc2l7rjei-M3cBGTv6eSV1cT4s5eq9cQR26RpZAOuxk5qrMqIeIbtYgQ_kzSOgNXQ6XAb2ECkRwtAPrp0SxcH-klJ19qBKzX6vAi9PfNF3wYD2iQvZYgyGMyS7JjgX5q-/s400/15.JPG" border="0" /></a>Praia do Forte, sin embargo, es mucho más que turismo excesivo. La localidad alberga una serie de sitios de gran interés, como el Castillo Garcia D'Avila, única construcción de estilo medieval que existe en nuestro continente, edificio más antiguo que se conserva en el Brasil y cabeza de lo que alguna vez fue el mayor latifundio que ha registrado la historia americana: 800.000 kilómetros cuadrados que se extendían desde Bahia hasta Maranhâo (espacio que a mí me ha tomado más de un mes en recorrer). Y hay aún más. En Praia do Forte funciona una de las sedes más importantes del Projeto Tamar, responsable de un exitoso trabajo de conservación en gran parte del litoral brasileño, que ha sacado a las tortugas marinas del riesgo de extinción y hasta la fecha ha logrado que lleguen al mar más de un millón de tortugas recién nacidas. El poblado también alberga la sede administrativa del Instituto Baleia Jubarte, otro baluarte del conservacionismo bahiano, que dirige diversas actividades como censo, monitoreo y protección de los grandes cetáceos. Súmenle un paraíso para surfistas y artesanos <em>et voilà</em>: Praia do Forte.<br /><br /></div><div></div><div></div><div><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjav6qeMLUVX6f0VO_F0buKVQ-rpO_fVcpzSYnGzrDnK5CIeSmg4grH_UknBMLZVA8CJPxY3E-A1jsdRjQlvPiIQnIEOgoJDEONojKm7GW9paGnW5WZjPI8uzz9NGz5UF8mn8xioDEqLpqj/s1600/16.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5477943829370795634" style="margin: 0px auto 10px; display: block; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjav6qeMLUVX6f0VO_F0buKVQ-rpO_fVcpzSYnGzrDnK5CIeSmg4grH_UknBMLZVA8CJPxY3E-A1jsdRjQlvPiIQnIEOgoJDEONojKm7GW9paGnW5WZjPI8uzz9NGz5UF8mn8xioDEqLpqj/s400/16.JPG" border="0" /></a>También gracias a los contactos de Popol pude contactarme con algunas personas que han estado pendientes de mí tanto en Praia do Forte como aquí en Salvador. Marina Lima, administradora de turismo, me indicó los puntos claves del sector, me consiguió hospedaje barato y me hizo probar un montón de comida local que seguramente nunca hubiese probado por limitarme a los económicos "pratos feitos" de arroz, fréjol y carne.<br /><br /></div><div></div><div></div><div><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjB6h-KaX3YXow-higyXOAMqk-LiVucnsduUkklDelnCV6CwRcO7Bt5mZLWGR-Us-vHGqUGXA7m6FqMi8zPbRtQKGCo1BV9D98Xch3jvJMi5onCMBT5E9oHmQHH4fPQpVSU4ETCX2YoqOLT/s1600/17.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5477943711967388082" style="margin: 0px auto 10px; display: block; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjB6h-KaX3YXow-higyXOAMqk-LiVucnsduUkklDelnCV6CwRcO7Bt5mZLWGR-Us-vHGqUGXA7m6FqMi8zPbRtQKGCo1BV9D98Xch3jvJMi5onCMBT5E9oHmQHH4fPQpVSU4ETCX2YoqOLT/s400/17.JPG" border="0" /></a> De Praia do Forte hasta Salvador fueron 55 km de carretera y 35 de recorrido urbano hasta el centro de la ciudad. Aún antes de haberme instalado por completo me topé con una pareja de cicloturistas (Evandro y Lidiane) que han viajado unos 2.500 kilómetros desde Sâo Paulo y piensan hacer un recorrido por toda Latinoamérica. Su estilo, sin embargo, es muy particular: solamente quieren recorrer las playas, para lo cual nunca se acercan a las carreteras principales y a menudo se enfrentan a complicados problemas de movilidad. He escuchado con mucho interés sus propuestas para que realice un recorrido similar al suyo por el litoral sur de Bahia. En principio resulta atractivo, pero es demasiado complicado. Y como me cuesta cierto trabajo explicarles que para mí es también atractivo ver los pueblos que para ellos no son más que feos y sucios, y que me urge avanzar rápido para llegar lo más lejos posible con el dinero que tengo, pues simplemente me he limitado a escucharlos y considerar sus propuestas.<br /><br /></div><div></div><div></div><div><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj_MFX9RLnjcza2LpwCC5HmxPwlwRqztJL7htKWh6weU5KRomIXQnNpC7yYFG2IW6WBCZHwK3N8n2YmyLEfCJu7Awhx9ouc81tiSauaJB0zq2i4fjEWy9u54mi5NhDZm9dzRlyVHFO4aloO/s1600/18.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5477943616408262818" style="margin: 0px auto 10px; display: block; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj_MFX9RLnjcza2LpwCC5HmxPwlwRqztJL7htKWh6weU5KRomIXQnNpC7yYFG2IW6WBCZHwK3N8n2YmyLEfCJu7Awhx9ouc81tiSauaJB0zq2i4fjEWy9u54mi5NhDZm9dzRlyVHFO4aloO/s400/18.JPG" border="0" /></a>Cada vez que me encuentro con otros cicloturistas despiertan en mí fuertes interrogantes sobre mi forma de viajar. Con cien o diez mill kilómetros encima, ellos son los únicos "cotejas" que puedo encontrar mientras avanzo, y siempre termino por encontrar un espíritu más osado en las aventuras que no me pertenecen. Gastón trataba de conseguir su propio alimento con el machete que le habían regalado, o mejoraba en la elaboración de cestos con hojas de palma para tratar de cambiarlos por comida. Evandro y Lidiane viajan trabajando con un programa de concientización sobre conservación ambiental para niños de escuelas. Hacen los contactos directamente en los lugares que recorren, y lo poco que cobran por su charla (1 real por niño) les avanza para proseguir la marcha. A mí nunca se me ha ocurrido un método para volver algo más sustentable el recorrido, y no solo parece que gasto bastante más que otros viajeros, sino que me interesa muy poco el tema del dinero hasta que éste comienza a faltar. En suma, mientras la mayoría busca hacer del viaje una forma de vida, yo busco una suerte de evasión a una vida de la que no pretendo escapar, sino simplemente descansar. No me atrevo a desprenderme totalmente: por eso establezco lazos fuertes que me mantengan atado aún desde lejos y a menudo torno el recorrido en un asunto de velocidad.<br /><br /></div><div></div><div></div><div><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi_y9uC1Ej1ebj2M-j2WCSqUi193s-29eehZKwTlWGDqGMo9GD_4NI7blb-uhMk7y8a2C5oGRjfkf8AstY-le1vAQlQ3mjqvHJp38sI0ABlRQ872vyHsQbRbGLBCSG7Sj9L0AWzZog2HXfa/s1600/19.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5477943343048948274" style="margin: 0px auto 10px; display: block; width: 300px; height: 400px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi_y9uC1Ej1ebj2M-j2WCSqUi193s-29eehZKwTlWGDqGMo9GD_4NI7blb-uhMk7y8a2C5oGRjfkf8AstY-le1vAQlQ3mjqvHJp38sI0ABlRQ872vyHsQbRbGLBCSG7Sj9L0AWzZog2HXfa/s400/19.JPG" border="0" /></a>En fin... Yo trato de ejercer los intereses que me han movido a emprender un recorrido como este y en base a ellos cifro mi experiencia. No puede ser de otra manera. Ciclismo, paisajes, geografía, historia, algo de poesía en mis cuadernos, los relatos de este blog: esas son las formas que he logrado elaborar para desarrollar mi viaje. No todos tenemos las mismas ventanas por donde mirar el mundo. No que esté del todo conforme con las mías (no convendría estarlo), pero de todas formas ellas me han permitido ver y lograr bastante. Aún así, me quedan algunos vacíos, algunas dudas. Descanso y en muy poco tiempo empieza a formarse en mí el deseo de nuevamente salir con un brío desbocado hasta el agotamiento vuelva a detenerme. Quizá en el entretiempo me esté perdiendo de mucho. Quizá esté pecando de apurado, de superficial. Y siento algo como miedo de no ser capaz de retener nada.<br /><br /></div><div></div><div></div><div><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhWdxEcrEsz_KrNsBPajuDE9et_eZZQqfrTYCHSp7VlN39nwd-VkcxnjVBXoDkZ18-wqLwEiayvRrBOhnXlHNHcixhbC7NYKtJX4vVhjvrGo8AFzaKK2BwNMhMja-T9yyWSD_6SKBoLh9y3/s1600/20.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5477943189213928642" style="margin: 0px auto 10px; display: block; width: 300px; height: 400px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhWdxEcrEsz_KrNsBPajuDE9et_eZZQqfrTYCHSp7VlN39nwd-VkcxnjVBXoDkZ18-wqLwEiayvRrBOhnXlHNHcixhbC7NYKtJX4vVhjvrGo8AFzaKK2BwNMhMja-T9yyWSD_6SKBoLh9y3/s400/20.JPG" border="0" /></a>Se me alargan las palabras y empieza a osurecer en las callejuelas del Pelourinho (no tienen idea cuánto trabajo y tiempo me cuesta cada uno de estos posts). Hace tiempo que he querido hablar sobre el "espíritu" que voy descubriendo en este Brasil tan tropical y playero, pero no encuentro ni el tiempo ni la forma. Confórmense por ahora con algunos datos tontos que anoté en mi diario hace días.<br /><br /></div><div></div><div></div><div><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi0R7bGyEvuC20uk6DW4z8rq-qpiUBCGAWs_0q9Pfz0H7A_WNaS8B9ezscqrrLz0bicHtsz2zCN-yfh3IIXcDsKdyqlLMRff4lorSI1x-2HhR8kR2mwzCQ95kTCb6dL7AG7pHobzH2Vkyz2/s1600/21.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5477943078322751650" style="margin: 0px auto 10px; display: block; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi0R7bGyEvuC20uk6DW4z8rq-qpiUBCGAWs_0q9Pfz0H7A_WNaS8B9ezscqrrLz0bicHtsz2zCN-yfh3IIXcDsKdyqlLMRff4lorSI1x-2HhR8kR2mwzCQ95kTCb6dL7AG7pHobzH2Vkyz2/s400/21.JPG" border="0" /></a>Cosas por las que desconfiar (o confiar) del Brasil (o de los brasileños):<br /><br /></div><div></div><div></div><div>-Todos aman a Lula, aun la oposición.</div><div>-Han tenido dos presidentes en los últimos dieciséis años, tres en los últimos veinte.</div><div>-Se refieren a sí mismos hablando en tercera persona ("a gente se incontra", "a gente tem fome"...).</div><div>-Desprecian a Maradona, pero le tienen miedo a Messi.</div><div>-Nunca toman café sin azúcar.</div><div>-Le dicen "bolo" al pastel, "pastel" a la empanada y "refrigerante" a la Coca-Cola.</div><div>-Consideran que la menestra de fréjol es su gran aporte a la culinaria mundial.</div><div>-Le ponen 10% de jugo de naranja a la Fanta, pero solo 2,5% de jugo de limón a la Sprite.</div><div>-Ignoran el concepto de "cabina telefónica".</div><div>-Tienen un estado del tamaño de Zamora Chinchipe (Sergipe) y otro casi seis veces más grande que el Ecuador entero (Amazonas).</div><div>-Tienen una ciudad que se llama "Navidad", otra "Juan Persona", otra "Arrecife", otra "Río de Enero" y otra simplemente "Pelotas".</div><div>-Creen que todo hombre que habla español es argentino y que Ecuador queda en Maranhâo.</div><div>-Creen que "hawaiana" es un tipo de calzado y "Perú" un animal.<br /><br /></div><div></div><div></div><div>Y lo más foco:<br /><br /></div><div></div><div></div><div>-No bailan ni escuchan salsa.</div><div>-No conocen el reaggetón.<br /><br /></div><div></div><div></div><div>(Sem ofensas, pessoal! Sâo só brincadeiras sem sentido, hua hua...)<br /><br /></div><div></div><div></div><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEis_G2RFZ1B6lp9k3RDttWWIAYPPAPfS1W-qCcqaHNjNkgxHKCHWVTdfm6cd_rRGdQQ9NFPCLDAp11w10PwD9rr9QaE9LWzb2L6SgPObe0S6W37lSNEmzg21ztNgrjUBzx3oaGwFklnyalO/s1600/22.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5477942969417908098" style="margin: 0px auto 10px; display: block; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEis_G2RFZ1B6lp9k3RDttWWIAYPPAPfS1W-qCcqaHNjNkgxHKCHWVTdfm6cd_rRGdQQ9NFPCLDAp11w10PwD9rr9QaE9LWzb2L6SgPObe0S6W37lSNEmzg21ztNgrjUBzx3oaGwFklnyalO/s400/22.JPG" border="0" /></a>De nuevo casi recuperado, retomaré la ruta mañana o pasado mañana. Me falta relativamente poco para salir del Nordeste y poner a Rio y São Paulo al alcance de la mano. A 20 días del inicio del invierno, mi avance hacia el sur promete cambios considerables. En no mucho tiempo, el calor pasará a ser un recuerdo anhelado y tendré que empezar a combatir con su hermano opuesto. Quizá pueda retomar las noches en carpa antes de que las cosas se pongan demasiado frías. Quizá tenga que volver antes. No pienso rendirme hasta que las circunstancias me obliguen a hacerlo, y por "circunstancias" me refiero básicamente al dinero, porque tampoco pienso accidentarme o enfermarme de algo verdaderamente grave. Y el dinero empieza a acabarse. Hoy por hoy, consumo ya el dinero con el que debería financiar un pasaje de regreso. De aquí a poco, todo lo que gaste empezará a ser parte de una deuda, asumiendo que pueda conseguir un buen banco amigo (eso va con dedicatoria paterna).<br /><br /></div><div></div><div></div><div><div><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjMXUjCdA2WpHk7zsSZVzmWCZ32G6Fn3P0Hzmwpe51NSpB1b47HKfA7xFTJMgynboYSEXj1PSb_saSrcyhlaTKjWQke-WY3NYZPtQ6ovd47iY4Tp-4ken2ldcY5E7M2A819kE-nO3Vso-20/s1600/23.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5477942857456965842" style="margin: 0px auto 10px; display: block; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjMXUjCdA2WpHk7zsSZVzmWCZ32G6Fn3P0Hzmwpe51NSpB1b47HKfA7xFTJMgynboYSEXj1PSb_saSrcyhlaTKjWQke-WY3NYZPtQ6ovd47iY4Tp-4ken2ldcY5E7M2A819kE-nO3Vso-20/s400/23.JPG" border="0" /></a></div><div>Qué más da.<br /><br /></div><div> </div><div></div><div></div><div></div><div></div><div>Mi preocupación principal sigue siendo cómo organizarme para avanzar y al mismo tiempo no perderme muchos partidos del Mundial.<br /><br /></div><div> </div><div></div><div></div><div></div><div></div><div>Salvador, Bahia, martes 1 de junio de 2010.<br /><br /></div><div> </div><div></div><div></div><div></div><div></div><div>9.543 kilómetros recorridos.</div></div></div></div></div></div></div></div></div></div></div></div></div></div></div></div></div></div></div></div></div></div>Sudamérica a pedalhttp://www.blogger.com/profile/01262964256565420157noreply@blogger.com11tag:blogger.com,1999:blog-1727217432271499245.post-14418433561340395312010-05-18T14:26:00.000-07:002011-04-21T09:54:28.884-07:00El extremo oriental de las Américas<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjb1bTMk6zHShcOI62qeN5v1QKnam5eujJon6-rS4ySTDeYB5-hkvo_IrgNyaVcbH8UnMpB985lYdUXoHJEa0I7YahVJjXkmdgTuXh8AgSmbOmhROzUGUXyr1ILwCbrd7uZ_4VlD1ug6BWp/s1600/1.JPG" onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}"><img style="margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 400px; display: block; height: 300px; cursor: pointer;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5472726184946774162" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjb1bTMk6zHShcOI62qeN5v1QKnam5eujJon6-rS4ySTDeYB5-hkvo_IrgNyaVcbH8UnMpB985lYdUXoHJEa0I7YahVJjXkmdgTuXh8AgSmbOmhROzUGUXyr1ILwCbrd7uZ_4VlD1ug6BWp/s400/1.JPG" border="0" /></a> De Fortaleza salí con optimismo y diarrea. Excesos de açaí batido, quizá. Al menos para lo del optimismo. La diarrea es algo que debe haberse fraguado desde siempre, tras litros y litros de agua de dudosa procedencia. Con la intención de renovar el viaje luego del descanso, ignorando olímpicamente mis males intestinales, pasé al menos una hora transitando por las avenidas de la ciudad y tratando de encontrar una salida hacia el sur. La nueva ruta pretendía algún contacto con las playas, así que no tomé la autopista principal sino que seguí una carretera menor que, según el mapa, se alargaba bordeando el mar. No vi ninguna playa hasta el final del día (y para ello tuve que desviarme unos ocho kilómetros de la vía principal). El camino ha sido así desde entonces: transito muy cerca del océano, pero sin verlo. El mar me acompaña por detrás de lomas o pequeñas sierras, a veces a unos pocos kilómetros de distancia y a veces muy, muy lejos. Recorrer el litoral es muy parecido a recorrer el interior. Solo puedo disfrutar del mar cuando me detengo, cada vez que le doy una tregua a los pedales y decido "salir" a la ribera.<br /><br /><img style="margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 400px; display: block; height: 300px; cursor: pointer;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5472726184085146194" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhcvPhZeyqq1GDtaEfegjkJiv5NMR68SjHZcmr_weUFooJKHxYO80JDDAxqNBKL-cP9nZ77kmW0pFuQV1h-567wr_3PfLDc6tjaL3JhiSdlMG1M0aBYLnooowWevZkEF-wZ6my5qUidJHhm/s400/2.JPG" border="0" /><br />Fue un buen día ese tras la salida de Fortaleza. Empecé lento y con pereza, aún tratando de fabricarme la idea de darle duro hasta el próximo descanso largo en Pernambuco. Ya fuera del área urbana, después de haber pasado los municipios de Eusebio y Aquiraz a través de una cómoda ciclovía que me protegía del tránsito, mejoré el ritmo y empecé a avanzar bastante rápido al borde de una zona algo más seca pero aún bastante caliente que los brasileños llaman "sertâo". Lejos de ser desértica, la región tiene una vegetación peculiar a la que denominan "catinga", compuesta de plantas de follaje verde solamente durante la estación lluviosa. Yo he venido a dar aquí al final de los únicos dos o tres meses del año en los que llueve, por lo que pude presenciar una exuberancia parecida a la "mata atlántica" de las zonas más húmedas. Quizá pueda ver algo más del verdadero sertão cuando atraviese el estado de Bahía.<br /><br />Para no escuchar las quejas de mi estómago, pedalée con música casi toda la mañana. Lo hice hasta que literalmente me sacaron el audífono de la oreja. Iba bastante entretenido, distraído con el paisaje y dejando que el sol calcine un poco más mi piel sudada, cuando un carro de la policía me obligó a parar y bajar de la bicicleta. A gritos, con las pistolas desenfundadas y apuntándome, me empujaron contra la patrulla y me revisaron por entero, hasta la mugre acumulada en los bolsillos. El más enojado de los dos me quitó la camiseta que tenía amarrada en la cabeza y la arrojó al piso. A los tiempos que no recitaba con tanta pasión mi perorata típica de "estoy viajando en bicicleta, entré al Brasil por Roraima, luego fui hasta Manaos, etc, etc". Al final de la extraña pesquisa, uno de los policías dijo algo así como "somos la policía federal, es solo por seguridad". Luego de eso me dejaron y se fueron. Sin más.<br /><br /><img style="margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 400px; display: block; height: 300px; cursor: pointer;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5472726175744329554" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh6WUtij5cC3LbsqygV-lHTbmsqmVlJokhAVfK2j68h0hVqPqyqRAWnIKBow_r3gL8SpCNxkXOkIeYZVM_-xptm8vtwpKh_jGeyQy0WLvQ7D9T8EArAx43Kt8Icrta1iGw0XkHduihUkG2o/s400/3.JPG" border="0" /><br />Esa noche salí de la carretera cerca de la población de Beberibe y me atrincheré en la playa de Morro Branco. Lo de "atrincherarme" también es literal: después de hablar un poco con la gente local terminé por instalarme en una barraca frente al mar. Ni siquiera armé la carpa, simplemente colgué mi hamaca de las maderas del techo y cubrí a Sherpa con un cobertor impermeable para que el ruido me despertase si alguien trataba de moverla. Es una técnica que he usado un par de veces desde que la "inventé" en Maranhão. La brisa marina fue acrecentando su fuerza hasta obligarme a buscar, ya avanzada la noche, mejor refugio detrás un pequeño muro a la entrada de un baño. Con la mitad del cuerpo protegida por la barrera y la otra expuesta al viento, suspendido a pocos centímetros de Sherpa y el hambre saciada con parte de mis provisiones de emergencia, logré dormirme hasta que me despertaron los marineros pescadores de la madrugada y su poco sutil aroma de cachaça.<br /><br /><img style="margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 300px; display: block; height: 400px; cursor: pointer;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5472726173883721394" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg1fu0Dqfvf5RpOJvF6C1jYPryjwtyQkiV0zzQOu1zBsjdjDTrypSO6VyqE3T2vjVJnu14PThDqY7HUBKF5idd2TsHTBqudYGwAE9h-eD-PXo8n3ZdI_VOxai1D081CYYc2gCqdcG1bvqF6/s400/4.JPG" border="0" />El segundo día también tuvo como destino una playa: Canoa Quebrada. Esta vez fueron más de 10 km los que tuve que desviarme para llegar al mar. Andaba ansioso por conseguir un teléfono para llamar a Quito (era el día de las madres y no quería perder mi categoría de hijo pródigo), pero ninguno de los teléfonos públicos que encontré parecía acoplarse a mis intenciones. Cuando por fin encontré uno que funcionaba, no pude conectarme a ninguno de los celulares a los que llamé. En casa no contestaban, estarían festejando fuera. Solo en discar casi agoto el saldo de mi tarjetita. Lo poco que quedó lo gasté llamando a Brighton para hablar con Cuenqui unos segundos antes de que el crédito se esfume. Bajé a la playa y busqué un refugio, pero me cansé rápido de empujar a Sherpa por la arena pesada. Volví a las calles y le pregunté a una señora si podía dormir ahí en el patio de su restaurante, cuando cerrase. Me dijo que sí. Luego lo pensó mejor y me dijo que no. Me dio referencias para encontrar una hostería que permitía poner carpas. Tuve que pagar 15 reales, pero pude encargar las cosas para ir a darme un baño de mar. Me sentía bien, optimista, fuerte. Si hubiese escrito en mi diario durante mi caminata por la playa ahora tendría unos párrafos de antología con profundas ideas sobre lo que significa ser un ciclista errante. Cuando en verdad abrí mi diario, horas más tarde, ya era demasiado tarde. Era un desastre. Me dolía el estómago y la cabeza. Tenía los músculos rígidos. Me apestaba cada paso y no tenía ni una pizca de ganas para instalar la carpa y guardar todas las cosas. El guardia de la posada me sorprendió colgándome de unas ramas incapaces de soportar mi peso y me prohibió colocar la hamaca. Resignado, me fui a dormir con el estómago lleno de burbujitas.<br /><br /><img style="margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 400px; display: block; height: 300px; cursor: pointer;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5472725886463048178" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgWAE1Az7kQrkYAfCrquXolAJbAl8aVC9BMRB62uj37ddTxVNoAyAnQY7_reRVt16tjOVZ8VAX7vaDvHtpYJBjmKN7ObhSZy_jjEPcbEqEZxeE-SMXWNHPSf9UtXsxRDK-JgvLURjQnadAF/s400/5.JPG" border="0" /><br />Salí del estado de Ceará al mismo tiempo que me alejaba de esas "playas-paraíso". Tras innumerables rectas largas y muy calientes, caí en cuenta de que casi no tenía agua y no había ningún poblado señalado en el mapa para los siguientes 50 kilómetros. Empecé a racionar, cosa imposible. De pronto apareció otro ciclista que pretendía llegar a la misma ciudad que yo ese día. Me regaló una botella de agua y me dijo que un poco más adelante encontraría una gasolinera. Así fue: ahí volví a aprovisionarme y me embutí al menos un litro de gaseosa. Alguna gente me regaló algo más y hasta me dio algunos reales. Seguí bastante rápido, aunque deteniéndome contínuamente para descansar del sol bajo cualquier sombra que me ofreciera el camino. Cerca de las tres de la tarde recordé que no había almorzado. Paré y comí algo en un puesto de la carretera. Luego intenté dormitar en el piso del estacionamiento vecino, pero no pude hacerlo a causa de los mosquitos y las preguntas insistentes de los camioneros que también descansaban ahí. Finalmente decidí continuar cuando las preguntas habían pasado de "qué haces cuando se te pincha una llanta?" a "o sea que no te has acostado con ninguna mujer en cinco meses?"<br /><br /><img style="margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 400px; display: block; height: 300px; cursor: pointer;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5472725880631066130" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEid3Dj4iD6GQQJscsm_GYWqCIrq7fJwN5bx3OYcpaozfoPFFgDljFMK7XcNQPoXErqjwMVbgjluMvIOmlYg3TlljAzhL3uDvRUfZF_TEe33eGJbRQAeXmm01PhNdcMbuAaFcxmoCahexsJx/s400/6.JPG" border="0" /><br />En Mossoró busqué el centro y en seguida una posada. Como era domingo, no había nada abierto y las calles parecían el escenario de un teatro abandonado. Comí unos sánduches en una caseta escondida en alguna plaza mientras conversaba con un hombre que hablaba un español mucho peor que mi portugués. A la misma hora del siguiente día estaba colocando mi carpa junto a una vulcanizadora en la entrada del pueblo de Angicos. Había buscado posada hasta debajo de las piedras, sin éxito. Sherpa durmió boca arriba sobre la base de una columna y yo volví a pasar una de esas noches que me tenían destrozado más al norte: hervido en mi propio sudor, cazando zancudos gordos de mi sangre y abanicándome con el mapa. Ciertas reparaciones en los baños de la gasolinera me privaron, además, del consuelo diario de la ducha. Toallitas húmedas y un lavamanos tuvieron que ser suficientes.<br /><br /><img style="margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 300px; display: block; height: 400px; cursor: pointer;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5472725877597283650" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhLDbpqyXarUIcortnUkJk2UHNbBfDam1a2s91Ny2oufpy6FAoNl5zZzr-JqRxJFP0MxiRWeR7kiI4BFqjzjvH0MoGCXTIyCL70KIIUglmqvt3HLfzAk1CuMl10Jlx0h6kpYS_AOW9QZ9J1/s400/7.JPG" border="0" /><br />Todo lo que pensaba al siguiente día era llegar rápido a cualquier destino para conseguir una ducha y bañarme. Algunos pinchazos de más me impidieron completar la etapa que tenía prevista y al fin de la jornada había llegado al pueblo de Riachuelo, donde conseguí un cuarto barato con almohadas en forma de corazones, flores plásticas en el velador y, sí, un baño. Las cosas iban bastante bien: etapas dentro de lo previsto, paisajes más o menos interesantes, gente más o menos amigable. La diarrea, siempre presente, no había hecho más que agotar mis reservas de Espasmo-canulase y crearme una suerte de resignada resistencia al malestar estomacal. Nada de dietas blandas: hace tiempo que me he dado cuenta que el plato nacional por excelencia es arroz, tallarín, feijoada (nada más que una menestra de fréjol, ya sea negro o colorado), farofa (harina de yuca, por lo general) ensalada y algún tipo de carne, por lo general de res. De tomar: más y más litros de agua directamente de la llave.<br /><br /><img style="margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 400px; display: block; height: 132px; cursor: pointer;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5472725869712283666" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjum9ubvnmkpvSGVyHYEzJEUwc5SEK_zxWmkm-80NvrSzHlUaSIFlDsJvU7T8dbvc6quHCP8dVGphVZ6Ch1XD8CYomWBalWNcKLFeVmKQrx40tcer5SUdflb7tQTLlLEHgw1i-Ew9QVfvZi/s400/8.JPG" border="0" /><br />No recuerdo mucho del día en que llegué a Natal, capital de Río Grande do Norte. Tengo muy presente la parte final, de tráfico pesado, mucho calor y una amplia autopista que no se acababa a pesar de mis esfuerzos. Recorrí rápidamente el centro y me instalé en el barrio de la Ribeira, donde la ciudad nació un 25 de diciembre de 1599 (por eso el nombre). Natal está flanqueada por el oeste y el norte por el río Potengi, y por el este directamente por el océano. Las playas urbanas se extienden por decenas de kilómetros y continúan hacía el sur siguiendo prácticamente todo el litoral del estado. Todo el polo más "desarrollado y moderno" se encuentra de frene al mar, mientras que la ribera del río es algo más olvidada y pobre. En el punto donde se juntan las aguas de río y mar se encuentra la Fortaleza dos Reis Magos (llamada así por haberse empezado a construir un 6 de enero, aún antes de que la ciudad sea fundada oficialmente), con sus murallones blancos, su terraza almenada y completamente rodeada de agua durante las horas de marea alta.<br /><br /><img style="margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 300px; display: block; height: 400px; cursor: pointer;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5472725863717490866" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhBmWRskQjB_PxLIu0Nw9sPSBewYHBIVEux-5fGB3pSMqSPhKS2k-BwFvRjW0KWc7onx_3oTfywM7cHfIgjin-47l9ObQy9u8ITfnicEMQR56scoKUZ1EH0F3JxlEEYQDF7hSxPnr5KWpzz/s400/9.JPG" border="0" /><br />En algún lugar leí que esa "esquina" de Sudamérica en donde se encuentra Natal es considerada uno de los puntos geo-políticos de mayor importancia estratégica en el planeta. Aunque al mirar los mapas no parece muy cierto, mientras caminaba por la Playa dos Artistas estaba en realidad más cerca de África que de São Paulo (a donde parece que estoy yendo), y un vuelo a Lisboa hubiese tomado menos tiempo que uno a Buenos Aires. Le sumé a eso la muerte de mi celular (cuya línea roraimense es prácticamente inútil por las tarifas a tan larga distancia de Boa Vista) y, en lugar de emocionarme, me sentí bastante solo. Esa suerte de incomunicación acumulada de horas y horas sin nada más que hacer que no pensar en nada del todo concreto a veces se me sube a la cabeza en la forma de una nostalgia vacía de ideas. Entonces pedaleo hasta romperme.<br /><br />Como cuando salí de Natal.<br /><br /><img style="margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 400px; display: block; height: 123px; cursor: pointer;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5472725552786749426" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEioj56fbL7rjYtbQuhPaYj5Z7gObYZiiVUdZOORk9yPgf4ONaouvOghqUCQQoENOSaOmQlouArnP_BONwBXS3mVaepB56kRUtFiIwxItaLtVRI68ME1PF112BnQn8Rs5x0gBXfJlXmklX_O/s400/10.JPG" border="0" /><br />Quizá sean ese tipo de días todo lo que uno busca sin saberlo durante su tránsito por el mundo. De todas formas, eso es lo que nos gusta a los ciclistas, no? Salir, aventurarnos por caminos que no conocemos (porque no hay ninguno que conozcamos en realidad), ilusionarnos con una libertad definitiva que nos viene cifrada en la brisa y el sudor, reventarnos hasta que el cansancio sea mayor que nosotros mismos y luego volver a casa para recordar con contento esas "hazañas" irrelevantes. En el trayecto, además, hurgamos hasta el cansancio en todos los misterios que somos capaces de encerrar como seres vivos, solos, trascendentalmente inútiles, henchidos de una futilidad casi soberbia.<br /><br />Era un 14 de mayo, a más de cinco meses de los adioses dados en un jardín de Guayllabamba y en el extremo opuesto del continente. No recuerdo haber parado sino dos o tres veces para reponerme de líquidos. A cada pedaleada le imprimía el peso entero de mis músculos. Subía, bajaba, respiraba un viento espeso que limpiaba amplias llanuras parchadas de verde y azul. Recordé parajes infinitos de la Araucanía o incluso la Gran Sabana. Todo volvía al primer día, tan lleno de emoción. Fui rápido e inagotable, vibrante y lúcido. Fui feliz. Hacia el atardecer, mientras mi sombra alargada me acompañaba desde el otro lado de la carretera y el arrebol pintaba la vegetación de brillos amarillentos, aparecieron a lo largo de una cañada las luces de Mamanguape, casi 50 kilómetros más adelante de donde había pensado llegar esa misma mañana. Mis resoplidos salían a través de una sonrisa.<br /><br /><img style="margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 400px; display: block; height: 300px; cursor: pointer;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5472725545834678738" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhzPpVRDTomXhFc9dQAIbhumMihFN_yB9Br2Njs08f_8QJ0SIu-bF8uremheLIWOhHyhU-q6HrG4UaQnlpqdaSvkQlEjtb7JzbJKdz3gOZhEOH77Lw4UoD0W3joikkmEp4LLHYlv-v1neUd/s400/11.JPG" border="0" /><br />Ese tipo de entusiasmos se pagan. El siguiente día apenas tuve que recorrer unos 40 kilómetros para llegar a la capital de Paraíba, la ciudad de João Pessoa. Me tomó toda la mañana y aún parte de la tarde alcanzar un centro antiguo, acomodado encima de una loma irregular y poblado de predios coloniales muy notables. La explosión del día anterior me había dejado sin fuerzas, así que también ahí me detuve para pasar un día de vagabundeo callejero.<br /><br /><img style="margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 400px; display: block; height: 300px; cursor: pointer;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5472725535740908978" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEivL7nkCeYPMvyWmFcGvlnrMYh4QrmArMUtjrl0cezU4aolV4F7EQGk2TSTvnCWfsSB1ET85z13Ye6pE7pc7lcf4z3sFUSem31RTHvjBzQl6GUvI2D_rUPiw9grzhAp2U-WTXN-yytSTHa2/s400/13.JPG" border="0" />Ciudad de cinco nombres: Nossa Senhora das Neves, en su fundación a finales del s. XVI, luego Felipeia, en honor a Felipe II, durante la época de la Unión Ibérica y la coronación de éste como rey tanto de España como de Portugal, después Frederikstad, en los años de la ocupación holandesa del actual nordeste brasileño (1635-1655), luego de vuelta a Nossa Senhora das Neves y, en 1817, Cidade de Paraíba, en alusión al río más grande de la región. El nombre de Joâo Pessoa no le llegó hasta 1930, cuando un afamado líder político local de ese nombre fue asesinado en Recife y el pueblo decidió homenajear su memoria poniéndole su nombre a la ciudad. Con una disposición parecida a la de Natal, también limitada por playas al este y la ribera de un río en el norte (solo que aquí la ciudad antingua queda mucho más lejos del mar), João Pessoa es el verdadero extremo oriental del continente sudamericano. Al final de la playa urbana de Cabo Branco, la Ponta do Seixas es el lugar de Sudamérica que más lejos llega en dirección al Este. Ahí continué reponiendo energías con la cerveza más oriental de las Américas y una caminata interrumpida por ligeros chapuzones en el agua.<br /><br /><img style="margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 400px; display: block; height: 300px; cursor: pointer;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5472725528564248354" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhzpVIEhjJfLtmy7YBNCtGVwdoG7vM8L0Qak_a_dMxU-PA8HNHbHjKWa3yQZI5703cbDbvUZHvYXpafFwjlK1gcepLaoNz1Mv1wSlA87b0ckMPBccLMO4oG8zTOvpDUnZ-zq6U9HaP0SToP/s400/14.JPG" border="0" /><br />Hacia el fin del día me junté con otros viajeros que conocí en el malecón y con ellos estuve dando vueltas hasta bien entrada la noche. Silvana y Mauro, ella manauense de 33 años y él carioca de 50, habían perdido todas sus pertenencias (no eran muchas en realidad) tras un robo en Parnamirim, un municipio de Rio Grande do Norte por donde yo había pasado volando el día de mi fiebre ciclística. Lo que llevaban era hilos, herramientas, semillas y demás cosas para fabricar y vender artesanías. Sin eso, estaban al borde de la miseria. Yo los invité a comer aracajés y luego los acompañé mientras iban de mesa en mesa retaqueando dinero para pagar un hotel hasta el siguiente día. Su plan era algo osado: pensaban acudir a una agencia cultural del municipio para gestionar ahí la donación de algunos rollos de hilo con el que pudieran reemprender su negocio de viajar por ahí vendiendo sus productos y "conociendo mundo". Como en cualquier otra parte, la colecta progresó con lentitud. Él recibía monedas de 10 o hasta 25 centavos. Ella billetes de 2 o hasta 5 reales. Al cabo de un par de horas estábamos los tres buscando un bus para volver al hogar que no teníamos. Luego un abrazo y a dormir.<br /><br /><img style="margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 400px; display: block; height: 300px; cursor: pointer;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5472725005129131698" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi-cbG-63ktT2arXyYdwQf7hNJpYS9loH2VUamNzZSH4SIrDlDXtFMqw-VgkU-4QaG1zXtaFJAdE-ge-CkTil3xdJwr1eP1vy97t15Pk4SHyoHeUmNFo-k26xucQllj4CrGRM6WwnXsJbtZ/s400/15.JPG" border="0" /><br />Una sola jornada me separaba de Pernambuco, una de las regiones más importantes del Brasil antiguo, antes de que los centros de poder económico y político se trasladasen al sudeste, a la zona de Rio de Janeiro y, en especial, São Paulo, en donde aún se encuentran. Hoy en día, además de una región en pleno auge económico en especial por la presencia de industria especializada y el turismo a gran escala, Pernambuco sigue siendo reconocido como uno de los polos de la formación de la nacionalidad brasileña. Junto con el estado de Bahía, se trata de una de las zonas más antiguamente ocupadas por los colonos portugueses y punto de partida para la exploración y población de todo el Nordeste. Esa época dorada dejó diversas marcas que hacen que hoy día el Nordeste se vanaglorie de un legado cultural que ha nutrido toda la nación. Es mucho y a la vez muy poco lo que yo puedo "recoger" de todo eso en la andanza algo apurada que voy alargando por estas tierras, pero es evidente el peso histórico de estas provincias ahora algo empobrecidas y poco conocidas fuera del Brasil.<br /><br /><img style="margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 400px; display: block; height: 300px; cursor: pointer;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5472725001252085586" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgHlRi8ufKfBVHvd_JIIZZvtZ-HGJmulCo8TR65m1nGFtcxqE47Uy_ua8q_nlH-vTcqgTWTQ9w6hTFLBZ_NSfMMmEfs9c_lmBJIOP2Yw7UBmKc0e94Q5NAI_JhD8n-Rn_zqMda4Y9dTO2dE/s400/16.JPG" border="0" /><br />Pedalée unos 120 kilómetros que combinaron lomadas bastante pronunciadas y planicies espaciosas. Dejé pasar la hora del almuerzo con la intención de ganar tiempo y avancé casi sin parar hasta las afueras de la Región Metropolitana de Recife. Desde el municipio de Igarassu encontré vías exclusivas para autobuses, bastante ordenadas y en buen estado, que todo el mundo respetaba menos yo. Eso me perimitió avanzar rápido y sin peligros por Abreu e Lima y Paulista. Ya muy cerca de Recife, capital de Pernambuco y destino de la jornada, cambié de idea y decidí parar antes, en la ciudad de Olinda. Me convencieron los anuncios de ciudad pratimonial que poblaban la carretera y los anuncios que me había dado días antes mi prima Violeta, que vivió aquí hace no mucho tiempo. Ya con la línea de edificios de Recife a la vista me desvié hacia el centro colonial de Olinda (el tercero más antiguo del Brasil, según me dicen, aunque no sé cuáles son los otros dos), y ahí he pasado los últimos tres días pretendiendo descansar.<br /><br /><img style="margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 400px; display: block; height: 300px; cursor: pointer;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5472724987938925314" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgILMaDqieLlGJS-0D2fiykx12dLvxnh50k8XcHgBPIp5OD2Yk8xDy3rSVA4Ue_abWqEJU7ijnLDDso99m99QojfH6JJlVdRsgmLJklLGP6vwNUScHmkbh-3TwfLsLk37-7fdc0RdNXgXM_/s400/18.JPG" border="0" /><br />Ya la primera noche había dado suficientes vueltas por el área patrimonial como para empezar a aburrirme. Recife también tiene su interés; también he paseado por algunas de sus calles dejándome llevar por el camino que crean las sombras de los edificios y he echado algunas miradas a la pequeña península y la isla que componen su centro urbano. En unas casetitas de libros usados encontré un arsenal bien nutrido de nuevas lecturas, y pasé horas con las manos sudadas tratando de decidirme por algún libro pesado como un mundo pero ligero para mis alforjas. Tuve en mis manos una edición muy cuidada de la poesía completa de Fernando Pessoa, algo que en Ecuador sería imposible de conseguir. Sigo con pena de haberlo dejado, pero finalmente me decidí por el consejo implícito de la Emi en su último comentario. <em>Grande Sertâo: Veredas</em>. Seguro tendré para rato tratando de desenmarañar ese mounstro en portugués. Qué mejor momento que aquí y ahora.<br /><br /><img style="margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 300px; display: block; height: 400px; cursor: pointer;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5472724994990930034" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjB3XbqK97-CoW2yRSutdck4IqrPTcJIuyjRSEB_bgADJthtEN2rzyfIy4dBpHC7IuqhYw7lyiv2-Z5HLzDfYaazwcDhCk6cNiQxEOF9TcMjME_z_aV7vebhlBFcqdD98QQ8Eo1x5jCwAqH/s400/17.JPG" border="0" /><br />Ni la diarrea ni la soledad me han dejado muy en paz en estos días. Empiezo a fastidiarme. Las jornadas se suceden sin que pueda darme cuenta de qué es lo que yo hago como parte de ellas. Avanzo por costumbre, por condición más que por decisión. La gente, que tantas veces me ha salvado en este viaje, también se me ha tornado esquiva. Me harto de hablar siempre de lo mismo con personas a las que apenas tengo tiempo para conocer. A veces, como con Silvana y Mauro, asoma una ventana por la que es posible sacar la cabeza y pasar algún tiempo simplemente compartiendo un tiempo bobo sin tener que dar mayores explicaciones. Reconfortante, pero angustiosamente fugaz.<br /><br />Hace un par de noches caminaba al borde de la Ladeira da Sé, punto más alto del casco antiguo de Olinda desde donde se puede ver un buen pedazo del mundo circundante. A pocos metros un ejército de tapioqueras me ofrecía sus delicias culinarias. Yo me acerqué a una carreta algo más discreta: "As caipirinhas do Gordo". Me senté al filo de un muro mientras saboreaba la fuerza visceral del limón con aguardiente y trataba de organizar mentalmente los siguientes días. Olinda, imponente, toda a mis pies. Yo me sentía aburrido y cansado. Harto de ser yo, por así decirlo. La cachaça empezó a hacer su trabajo en silencio. Buena mano, la de ese gordo. A la caipirinha le siguió un "capeta" (creo que así se llamaba), mezcla de arrope de guaraná, leche condensada y, claro, más cachaça. A veces le ponía vodka, según el ánimo y mis preguntas de turista torpe. Algún momento entre el quinto y el sexto vaso pensé que quizá solamente necesitaba una de esas noches de calamazo, con la Juaver de un lado y el Ave del otro, para exorcisarme a punte de carcajadas y golpes de alcohol en las neuronas. Creo que fue eso lo que pensé. Uno siempre tiene grandes ideas en esos momentos. Qué lástima no poder recordarlas nunca.<br /><br /><img style="margin: 0px auto 10px; text-align: center; width: 400px; display: block; height: 300px; cursor: pointer;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5472724984213521266" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjoUG4vnFGYEVLK-BHM1Tu4rqxlQrY35jn6prXDnMBH5pi540-aJdqlIelIqnvCb8IqQi_I8wKSGSzq_oGS8fYGE68FXFz9AtyR22dgoW2og_V6HG-_176iV9UITnu8FL_n001c0v1xL8LP/s400/19.JPG" border="0" /><br />Tengo la impresión de haber caminado muy lentamente por una calle de piedras resbalosas. Un paso a la vez, no vaya a ser cosa. Los muros históricos de Olinda me ayudaron a salvar mi propio patrimonio de una posible catástrofe (son empinadas las callecitas que suben por la Ladeira da Sé). Al fin de la noche me esperaba Sherpa en todos sus cabales. Se dio cuenta de todo, claro.<br /><br />"Sí, bueno, un día y nos vamos", le dije.<br /><br />Ella no respondió.<br /><br />Olinda, Pernambuco, jueves 20 de mayo de 2010.<br /><br />8.625 kilómetros recorridos.Sudamérica a pedalhttp://www.blogger.com/profile/01262964256565420157noreply@blogger.com11tag:blogger.com,1999:blog-1727217432271499245.post-46443807379800571292010-05-05T13:48:00.000-07:002010-05-18T07:04:02.692-07:00Otra vez el mar<p><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiXHVSPBIpbzUxaGO68EEbZ_DrwYMVMxonq8NZonpmS12e7ITYYyGsJninz50IYdLkIiEOL5i4J1Y_e7L2XSAzGqqmrkSKWDAbxTzaIZrk9mSHaFTbdsMPA1LplmcAba05GiW1IHsEFyuA_/s1600/1.JPG"><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; DISPLAY: block; HEIGHT: 300px; CURSOR: pointer" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5467891150466704594" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiXHVSPBIpbzUxaGO68EEbZ_DrwYMVMxonq8NZonpmS12e7ITYYyGsJninz50IYdLkIiEOL5i4J1Y_e7L2XSAzGqqmrkSKWDAbxTzaIZrk9mSHaFTbdsMPA1LplmcAba05GiW1IHsEFyuA_/s400/1.JPG" /></a> No sé desde cuándo la ciudad de Fortaleza se convirtió en un hito dentro de los proyectos que se han ido formando en mi cabeza. Quizá pensaba que, una vez superado el reto de Manaus, el siguiente paso sería un poco más simple: recorrer el litoral atlántico en dirección a las grandes conurbaciones brasileñas que todos más o menos conocemos por televisión (Rio, São Paulo, Curitiba...). Como muchas otras veces en este viaje, no tomé plenamente en cuenta las enormes distancias que me separaban (y me separan aún) de esos destinos. Eso provocó, también como otras veces, un avance endiablado. Desde Belém, ciudad en donde retomé el viaje en bicicleta, he pedaleado por más de 1.600 kilómetros a un ritmo obsesivo. Apenas descansé dos días antes de llegar a Fortaleza, y en ambas ocasiones lo que me detuvo fue más asuntos logísticos (el eje de Sherpa y mi ropa sucia) que cualquier otra cosa. La única vez que me había sentido tan libre, tan poderoso y, extrañamente, tan apurado, fue en el sur de Chile, cuando intentaba ganarle un día a las lluvias heladas del invierno. Aunque en situaciones climáticas muy distintas, he vivido un sentimiento de agitación muy similar al de esos días durante las pasadas semanas sobre Sherpa.</p><p>Aunque en estricto sentido Fortaleza no significa nada fuera de un registro más o un nuevo punto en el mapa, esta ciudad me ha permitido retomar la calma. Con un calor bastante más benévolo que el del interior, bañada por largas playas llenas de puestitos de artesanías, barracas de comida y <em>garotas <span style="FONT-WEIGHT: bold"></span></em>despampanantes a un nivel casi cruel, un centro tan ruidoso como sucio e interminables hileras de edificios cercando el litoral, la quinta ciudad más populosa del Brasil me ha recibido como se recibe a un enfermo. Tras tres necesarísimos días de descanso estoy listo para retomar la aventura con mucha menos de esa urgencia innecesaria que me traía como arrastrado por los pelos.</p><p><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiag46u5WTRniBajal7rAASXdFZCUfpV1OH-x1T8mANOSO9hpPYAaj9KlN_Hdzr-UiLFewbQx6x-wn-hraPtKyYxo6Ju9TuYOA9VhgongKkLkt11gS1kMMfYie3mp7WEzwde6fzh9_RS8gf/s1600/2.JPG"><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; DISPLAY: block; HEIGHT: 300px; CURSOR: pointer" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5467891144836314530" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiag46u5WTRniBajal7rAASXdFZCUfpV1OH-x1T8mANOSO9hpPYAaj9KlN_Hdzr-UiLFewbQx6x-wn-hraPtKyYxo6Ju9TuYOA9VhgongKkLkt11gS1kMMfYie3mp7WEzwde6fzh9_RS8gf/s400/2.JPG" /></a></p>Pocos kilómetros al este de Teresina me topé con un monumento que no esperaba. Antes, cuando recorría países hispanos, procuraba ir muy al tanto de las localidades históricas importantes. Recorrer la Sudamérica española era, de cierta manera, constatar los vestigios de la historia que nos hace, en el fondo, un solo pueblo. El Brasil es algo distinto. Cada localidad me ofrece relatos que hasta ahora desconocía por completo. Por ejemplo, la Batalla de Jenipapó (13/03/1823), en donde pelearon centenares de piauienses y cearenses sin ninguna preparación y muy mal armados contra un ejército entrenado y equipado, y que evitó la permanencia del actual norte de Brasil bajo el poder de la corona portuguesa.<br /><p>Ese monumento fue el principio de muchas novedades. Los días después de Teresina fueron bastante diferentes a los del calor infernal en Pará y Maranhão. Conforme avanzaba por el estado de Piauí, el clima se moderó paulatinamente. Las mañanas, aunque aún muy calurosas, me permitieron algunos respiros bajo una densa capa de nubes grises. Las lluvias continuaron, pero con intensidad mucho menor. No tuve que usar nuevamente ropa impermeable y mi equipaje se mantuvo seco en su mayor parte. Hacia las cercanías del límite con el estado de Ceará (del cual Fortaleza es capital), me aproximé a un conjunto de sierras bajas que cambiaron considerablemente la sucesión de paisajes y le dieron algo más de sorpresa al camino. También la vegetación cambió: abandoné finalmente la selva húmeda que sale desde la Amazonía y empecé a avanzar entre forestas más secas y bajas. En conjunto, el camino de los últimos días fue mucho más tolerable que el de los anteriores.</p><p><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhofe38IR9yzuejl6-WnSvfIVzw67jLJNg3-7jMF3uJbyhiGwr0B_4PSC3jsWnI7KkQI4MRIxZqZEUVKJkhGm3FHYC6h1l0a5zIuuPfKmuzgudBkheg3dG5suB3qAB8u7moYJQNeCT9rI-E/s1600/3.JPG"><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; DISPLAY: block; HEIGHT: 300px; CURSOR: pointer" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5467891038456874674" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhofe38IR9yzuejl6-WnSvfIVzw67jLJNg3-7jMF3uJbyhiGwr0B_4PSC3jsWnI7KkQI4MRIxZqZEUVKJkhGm3FHYC6h1l0a5zIuuPfKmuzgudBkheg3dG5suB3qAB8u7moYJQNeCT9rI-E/s400/3.JPG" /></a> Al atardecer de la segunda jornada desde Teresina, decidí tomar un desvío de unos 15 kilómetros para visitar el <a href="http://www2.uol.com.br/mochilabrasil/setecidades.shtml">Parque Nacional Sete Cidades</a>. Aunque llegué tarde y al borde de un buen aguacero, tuve tiempo para dar una vuelta por dos de las siete formaciones rocosas que dan nombre al parque. Entre las exuberantes agrupaciones de piedra y los senderos oscuros que las rodean pude observar alguna flora muy llamativa, además de mamíferos y aves que nunca había visto. Casi todas las bases de las grandes piedras que conforman las "ciudades", además, están llenas de pictografías antiguas: es de lo poco que se sabe y se conserva de la población precolombina del sector. Las que más me llamaron la atención fueron algunas ilustraciones que se identifican casi idénticas a la representación moderna del ADN (habría que avisarle a <a href="http://en.wikipedia.org/wiki/The_Cosmic_Serpent">Narby</a>) y otras, parecidas, de columnas dobles formadas por círculos del mismo tamaño. También fue bueno ver, a los tiempos, una panorámica escarpada de cerros y pequeñas elevaciones. Los guardianes del parque me prestaron un balcón para que pueda colgar mi hamaca y pasar una noche peculiarmente llena de grillos y sapos.</p><p><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhh6F3_Iw37vlMbeV97Ix8LFrRyq0yNjw61E5EgBL_k9PpdUZOgGXq-6FS54vhFdPp0ggcNFLXtHdjSXAtYLfj1elG4gB2FXGNLdHlAVp-D_ZEMgPgONcxYbEX4KoWi5OVCmp9-FuOHfdwM/s1600/4.JPG"><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; DISPLAY: block; HEIGHT: 300px; CURSOR: pointer" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5467891032471602802" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhh6F3_Iw37vlMbeV97Ix8LFrRyq0yNjw61E5EgBL_k9PpdUZOgGXq-6FS54vhFdPp0ggcNFLXtHdjSXAtYLfj1elG4gB2FXGNLdHlAVp-D_ZEMgPgONcxYbEX4KoWi5OVCmp9-FuOHfdwM/s400/4.JPG" /></a> A la mañana del siguiente día, una vez de vuelta a la carretera principal, encontré a un ciclista local que se lleva el premio a vehículo más extraño en lo que va del viaje. Nativo de Bacabal, por donde yo pasé un día después, Junior Rego se dirigía a la ciudad de Piripiri, a unos 200 km de distancia, para asistir a una convención de motociclistas. Ya que su motocicleta estaba dañada, había decidido ir en una bicicleta construida por él mismo a lo largo de los últimos años. La bicha tenía de todo: radio para comunicarse con camioneros en las frecuencias locales, un cilindro de aire comprimido para inflar llantas, dos bocinas de camión, una sirena de policía, un tablero de control con odómetro (dañado), asiento con abrazaderas y espaldar acolchado, paneles para descansar los pies, antena, retrovisores, luces y hasta dos baterías eléctricas. Completamente inutilizable en las subidas (pesa 80 kilos sin equipaje), la bici de Junior es más una pieza de museo que un vehículo. Cuando lo encontré, él avanzaba a pie y empujando el armatoste en una subida muy moderada. Solamente puede montarla cuando es plano o bajada; para los ascensos largos pide ayuda a los camiones. Aún así, Junior exhibe orgulloso su gran construcción. Bien o mal, la bici tiene mucho de fantástica y debe reconocérsele su singularidad.</p><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj1lmCtHgCSQQeb5-wpA1TqbA5tQlUBhEED4eK3fq6GNcWc_sj6idDpcGIqF1X_tnpZmNK390UD8zcdxRTw741LVmsCfZhug18ofednciSSCUxetLmjwIhQMXjt5N8ip3J6ydgSCXvAcaH0/s1600/5.JPG"><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; DISPLAY: block; HEIGHT: 300px; CURSOR: pointer" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5467891028675415490" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj1lmCtHgCSQQeb5-wpA1TqbA5tQlUBhEED4eK3fq6GNcWc_sj6idDpcGIqF1X_tnpZmNK390UD8zcdxRTw741LVmsCfZhug18ofednciSSCUxetLmjwIhQMXjt5N8ip3J6ydgSCXvAcaH0/s400/5.JPG" /></a>Poco después del encuentro con Junior empecé el ascenso a la Serra de Ibiapaba, la estribación de un macizo montañoso que se prolonga desde el centro del país para aproximarse a la costa norte de Ceará. La sola contemplación de las lomas me alegró mucho. Comí en Sâo Joâo da Fronteira, un pueblito al que después pude observar por un buen rato desde lo alto mientras ascendía a una marca que no había visto desde los días de la Gran Sabana: 850 msnm. La lentitud y el dolor muscular de la subida activó muchos recuerdos que, aunque no tan lejanos, parecen haber ocurrido en alguna vida pasada. Disfruté mucho de esos doce o quince kilómetros de curvas y cuestas moderadas. A pesar de que los locales me habían anunciado un desnivel terrible, para mí fue una terapia de relax.<br /><p><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEieqnybMeqhCqvIb5swAt04r5amyEcD5abQ_-x0Vqt4PW_B7g3dKjMArX6k2S6hg91rqCTFcpH-JlTwAKpGe_eVOZpO8ohI8l-BpBzF-g0Bh_WlfJx7Eo5k6_wsVyFPUEFgtU-rElycC9XD/s1600/6.JPG"><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; DISPLAY: block; HEIGHT: 300px; CURSOR: pointer" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5467891017416123410" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEieqnybMeqhCqvIb5swAt04r5amyEcD5abQ_-x0Vqt4PW_B7g3dKjMArX6k2S6hg91rqCTFcpH-JlTwAKpGe_eVOZpO8ohI8l-BpBzF-g0Bh_WlfJx7Eo5k6_wsVyFPUEFgtU-rElycC9XD/s400/6.JPG" /></a>La poca altitud trajo consigo un clima más fresco. Yo sentía que habían encendido un aire acondicionado sobre mi cabeza. Vientos cada vez más fuertes desembocaron una lluvia violenta en la cima de la colina. Antes de quedar completamente estilando pude refugiarme junto a una gasolinera y pasé la siguiente hora conversando con una señora que me regaló café. Después de casi un mes de reposo, mi rompevientos abandonó las alforjas y pasó a ser útil de nuevo. La señora se quejó de frío mientras los árboles se agitaban con el viento. Yo le respondí que no tenía nada de frío, que para mí eso era caliente. Luego lo pensé bien. Quizá sí, un poquito. Me alegré. La pequeña serranía de Ibiapaba me estaba ofreciendo un verdadero alivio.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj9pEvYXCHVh1g4L-HLCgo9eZlwXbEGLpSjWPYHaow2Yc2O_JSBbK7STOqUk1KGrkMLdOHJ-fOwqmawH8YaGoFHdbleqvKWKhdXxTrlVnTKNA8a1TpobSk9dRR8NmVRLNp997gJ7AD40MRw/s1600/7.JPG"><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; DISPLAY: block; HEIGHT: 300px; CURSOR: pointer" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5467891015971947810" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj9pEvYXCHVh1g4L-HLCgo9eZlwXbEGLpSjWPYHaow2Yc2O_JSBbK7STOqUk1KGrkMLdOHJ-fOwqmawH8YaGoFHdbleqvKWKhdXxTrlVnTKNA8a1TpobSk9dRR8NmVRLNp997gJ7AD40MRw/s400/7.JPG" /></a>Esa noche la pasé en Tianguá, una ciudad que, para la mayoría de la gente cearense, es tremendamente alta y fría. Para mí era como ir a dormir en Mindo o más abajo aún. Otra novedad: la estrechez de la estación de gasolina y la ausencia de un puesto de bomberos me forzó a buscar un hotel. Por apenas 10 reales (en la Amazonía nunca encontré nada por menos de 30 o 40) tuve no solo un cuarto propio con ducha, sino que pude dejar a Sherpa bien guardada para salir a deambular por la ciudad. No había podido hacer eso en mucho tiempo, pues la inseguridad de mis "campamentos" me forzaba a permanecer cerca de mis cosas a todo momento, y salir a pasear con todo a cuestas se me hacía imposible luego de las jornadas agotadoras a las que estaba dedicado. Fue ese en realidad el día en que terminó la travesía por el "horno verde", el día en que finalmente sentí que había superado el cruce de la cuenca amazónica, un mes después de haber empezado a recorrerla con los primeros kilómetros rodados en el Brasil.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgdoDaKN1VUbyJLZri5yb7Qk9yivMhCjvOHITjBrBmM2XR153UV-6XR7xgafPNhKOLaNlUpU7iJIdD0XuNoMeHw19vQkyX6CUF4MK2hOf2kHKew7qi1gi4fewiFmfD5GYpq8rrtViOj_g2r/s1600/8.JPG"><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; DISPLAY: block; HEIGHT: 300px; CURSOR: pointer" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5467890854732050754" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgdoDaKN1VUbyJLZri5yb7Qk9yivMhCjvOHITjBrBmM2XR153UV-6XR7xgafPNhKOLaNlUpU7iJIdD0XuNoMeHw19vQkyX6CUF4MK2hOf2kHKew7qi1gi4fewiFmfD5GYpq8rrtViOj_g2r/s400/8.JPG" /></a>Poco después de Tianguá descendí los 600 o 700 metros que había subido al entrar a Ibiapaba. El camino, repleto de curvas cerradas, permitió varias panorámicas de la región, sus lagunas, sus campiñas y sus bosques profundamente verdes. Las llanuras infinitas no volvieron hasta muy cerca de llegar a Fortaleza. Durante más de dos días transité siempre por una zona de serranías bajas, de picos pequeños a momentos muy llamativos, y pequeñas cordilleras conectadas por altiplanos cortos sin mucha vegetación. Algo así como páramos a los 100 o 200 metros de altura. La noche anterior al término de esta etapa volví a pagar un cuarto de hotel en el pueblo de Itapajé. Otra vez estaba cansadísimo. Comí hasta reventar y me dormí mientras veía la final del Campeonato Paulista (ganó el Santos) y trataba de prepararme mentalmente para la última jornada: solamente faltaban 130 kilómetros hasta Fortaleza.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgeWLLUZWmt4nN7wOobfQvkgaJGUwdWUjLy9jUDG9U10z-o5pG04MJv4zoAMLeHgM_uPCDvQ698CNxCHE1G2vjGq1Z71HqrJ5lPkFmEaWJbCd25jXIoR6tivxf28jAL570pXDztKht-BZhy/s1600/10.JPG"><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; DISPLAY: block; HEIGHT: 156px; CURSOR: pointer" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5467890850625521938" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgeWLLUZWmt4nN7wOobfQvkgaJGUwdWUjLy9jUDG9U10z-o5pG04MJv4zoAMLeHgM_uPCDvQ698CNxCHE1G2vjGq1Z71HqrJ5lPkFmEaWJbCd25jXIoR6tivxf28jAL570pXDztKht-BZhy/s400/10.JPG" /></a>Me levanté a las cinco de la mañana con la intención de aprovechar la luz desde el primer momento. A pesar de la fatiga, el día no fue lento. Antes de la 1h00 ya había recorrido más de 110 km y almorzaba en la periferia de Fortaleza. Mi celular volvió a tener señal después de casi una semana de inactividad (me había olvidado de anotarlo: 55 95 91429277), y todo el peso de la gran marcha hacia el Atlántico se iba disolviendo en un sentimiento de alivio, satisfacción y descanso.<br /></p><p><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEha1CIKXKVBfpbGz44ER8UyENjXy3qMohP2OvA0HMkiFJ0dxokugzXzVY816OQx-BlzBp6b9uBXcKhPU0TN8K-GpHoctYBoD37__UKgwQln7kDtMBa2NEqkUtLx5Lt4tydWxAcirKqbRsTG/s1600/9.JPG"><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; DISPLAY: block; HEIGHT: 300px; CURSOR: pointer" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5467890856102823074" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEha1CIKXKVBfpbGz44ER8UyENjXy3qMohP2OvA0HMkiFJ0dxokugzXzVY816OQx-BlzBp6b9uBXcKhPU0TN8K-GpHoctYBoD37__UKgwQln7kDtMBa2NEqkUtLx5Lt4tydWxAcirKqbRsTG/s400/9.JPG" /></a>En poco tiempo había llegado ya al centro de esta ciudad de dos millones y medio de personas. La gente me fue guiando hasta encontrar un lugar barato y tranquilo en pleno centro. Desde entonces he dejado simplemente que el tiempo opere sus artilugios y por sí solo vaya surgiendo el carácter de los días que vendrán de aquí en adelante. Las grandes etapas de un viaje como este se definen después de que la marcha ha concluido. Es difícil de explicar por qué, pero me resulta inevitable dividir el trayecto en períodos específicos y diferenciados por "espíritus distintos" (como sucedió en la primera parte de SAP con las etapas que culminaron en las ciudades de Trujillo, Cusco, Potosí, Tucumán, Mendoza y Bariloche). Algo tendrá que ver en todo ello los cambios generales en climas, geografías, latitudes, ánimos, alimentación y hasta repuestos mecánicos, qué sé yo. Ignoro aún cuál será la piedra que mi memoria eliga para labrar el monumento de este período, pero para mí es claro que aquí en Fortaleza se ha cerrado un nuevo ciclo: el ciclo del Amazonas.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEglz6RsQC0vcIKKXNFNq8fjlxD7JbxN7gcCDd7ahOOmyVUbbstTXoaJXVxqhelWoxQ_IZPzEAcuYTFOkucBgCUh_bnhV4_OeoT0FoW5OgZOSjY8yw2JCfQbnn5igQYDHg6P0Q0-J-eKcmGE/s1600/11.JPG"><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; DISPLAY: block; HEIGHT: 300px; CURSOR: pointer" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5467890845238183490" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEglz6RsQC0vcIKKXNFNq8fjlxD7JbxN7gcCDd7ahOOmyVUbbstTXoaJXVxqhelWoxQ_IZPzEAcuYTFOkucBgCUh_bnhV4_OeoT0FoW5OgZOSjY8yw2JCfQbnn5igQYDHg6P0Q0-J-eKcmGE/s400/11.JPG" /></a>Estos días de descanso han mantenido su carácter habitual: no hago nada y aún así no me alcanza el tiempo. La mayor parte de mis horas libres las he pasado deambulando por las calles del centro, hojeando almacenes, mirando monumentos, paseando a lo largo de alguna de las playas de la ciudad (Iracema, Meireles, Do Futuro...), bebiendo, uno tras otro, batidos energéticos de <a href="http://www.arara.fr/BBACAI.html">açaí</a> o guaraná en todo tipo de combinaciones o simplemente sentado en alguna plaza dejando el tiempo pasar. En la Praça do Ferreira, corazón geográfico de la ciudad, conocí a una familia de otavaleños que viajan por el Brasil exhibiendo un espectáculo bastante ecléctico de música andina (al menos en esencia), y con ellos me he reunido todas las noches desde entonces para conversar y matar el tiempo. También se nos ha unido Sara, una cearense que prácticamente se enamoró de las vestimentas y las músicas "tan ecuatorianas" y con la que converso bastante cada vez que la acompaño a tomar el bus del otro lado del casco central de la ciudad.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj_hKj_k6hqgYvpM-97ZdKbglz7rRMGdEllUZrxPwl9DwVTBNKRzMRENb4SAP7Mdndg9uRz60GlPF8PkEzOawj8VlGWG9_Ruq3fWxste0ZOGutlbf5DxaZRYSvkbwmCC9Is6SdnYO9Xt0D2/s1600/12.JPG"><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; DISPLAY: block; HEIGHT: 300px; CURSOR: pointer" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5467890839389390626" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj_hKj_k6hqgYvpM-97ZdKbglz7rRMGdEllUZrxPwl9DwVTBNKRzMRENb4SAP7Mdndg9uRz60GlPF8PkEzOawj8VlGWG9_Ruq3fWxste0ZOGutlbf5DxaZRYSvkbwmCC9Is6SdnYO9Xt0D2/s400/12.JPG" /></a></p><p>Ahora nuevamente estoy listo para continuar. Con una ruta bastante bien definida en la cabeza, pero sin mayor información de lo que encontraré en el camino, emprendo mañana la aventura que estaba esperando desde hace algún tiempo.</p><p>Ahora sí, pues, a recorrer el litoral.<br /><br />Fortaleza, Ceará, jueves 6 de mayo de 2010.<br /><br />7.718 kilómetros recorridos. </p>Sudamérica a pedalhttp://www.blogger.com/profile/01262964256565420157noreply@blogger.com8tag:blogger.com,1999:blog-1727217432271499245.post-86931795618847721972010-04-27T07:38:00.001-07:002010-05-18T07:03:32.641-07:00Un horno verde<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiND3o3yzqyhl7pcnqII8dWCrb9ylWvIGbiuk3eCok4xjk4rt52OmFkbkfjh_4ca0OMF5NTwcdhU5VH-Z6QlHuWiTZOFahRu_Lze6ZGKTzQjL3rMIJyU549II3j5JMs9rd27WzRbse0R-vj/s1600/0.jpg"><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; DISPLAY: block; HEIGHT: 105px" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5464910216925356946" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiND3o3yzqyhl7pcnqII8dWCrb9ylWvIGbiuk3eCok4xjk4rt52OmFkbkfjh_4ca0OMF5NTwcdhU5VH-Z6QlHuWiTZOFahRu_Lze6ZGKTzQjL3rMIJyU549II3j5JMs9rd27WzRbse0R-vj/s400/0.jpg" /></a>Armado con una pequeña cámara marca triple gato -incapaz de cualquier tipo de operación manual pero con artilugios tan sorpresivos e inútiles como el "smile detection"- vuelvo a este blog con casi 1.000 kilómetros nuevos para recordar y relatar. De Belém a Teresina he recorrido un buen trecho del estado Pará y he atravezado enteramente el estado de Maranhâo, en suma una de las regiones más pobres del Brasil y, para los ojos de un cicloviajero, un enorme universo verde, húmedo e infernalmente caliente. De todas formas, he avanzado bien (solo los pasados 10 días acumulan la séptima parte de todo el viaje en cuestión de kilómetros), y el futuro trecho por tierras brasileñas se adorna cada día con más sueños y posibilidades.<br /><br /><div>En Belém, la ciudad con más aguaceros que he visto, tuve tiempo para reponerme al amparo de un grupo de ciclistas muy activo y alegre. Quien me recibió fue Lupa (Luiz Paulo Jacob), un verdadero activista de la bicicleta que desde hace tiempo rumia la idea de salir a viajar por el continente. Tranquilo y solidario, con su aire de filósofo distraído y sus gestos calmos, permitió que pase tres noches en su casa en compañía de su familia. De todos ellos guardo un gran recuerdo y el enorme sentimiento de gratitud que crece y crece conforme sigo recorriendo el continente. Espero que mi paso por su casa haya causado suficiente revuelo como para incitar un viaje en un futuro próximo. Desde ya le he dicho que lo espero en Ecuador.</div><div></div><div>Algo más de esos días en Belém pueden encontrar en uno de los blogs de Lupa: "<a href="http://asasderodas.blogspot.com/">alas de ruedas</a>".</div><div><br /></div><div><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjE-L6TZj0QJbaACoYJxUkTAeOV7fI505KNEynsJYr4NKgYt7bMAiPrpT-o1Ug6kFJG0ZCYFzImYD-mtwE479iVICSIH2Vf3_bnOl9IqbQRTogysukFWR86xjopGVreO7eHfsH30_xwZUS2/s1600/1.jpg"><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; DISPLAY: block; HEIGHT: 300px" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5464909892020969042" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjE-L6TZj0QJbaACoYJxUkTAeOV7fI505KNEynsJYr4NKgYt7bMAiPrpT-o1Ug6kFJG0ZCYFzImYD-mtwE479iVICSIH2Vf3_bnOl9IqbQRTogysukFWR86xjopGVreO7eHfsH30_xwZUS2/s400/1.jpg" /></a> Las sensaciones de los primeros días fuera de Belém fueron más bien pesimistas. A pesar de los muchos días de descanso tanto en Manaus como en el barco con el que recorrí medio Amazonas, me sentía débil, y Sherpa también. Me costó mucho avanzar las primeras jornadas, y el eje delantero que tantos problemas había dado volvió a zafarse poco antes de terminar la primera etapa. La lluvia se convirtió en un problema constante frente al cual no he podido sino aumentar la resignación y tratar de disfrutar los puntos positivos. En esta etapa ha llovido todos los días (a excepción del último, cuando llegué a Teresina). Por más que he reforzado las protecciones plásticas en el interior de las alforjas, el agua siempre termina por inundarlo todo. La humedad constante combinada con el sudor han convertido todo el equipaje en un bulto apestoso y parte del botiquín ha quedado inutilizado.<br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjx4Ce-jzw5drrFwBRAZce5_3Nke5_u1FKAKaPzlABQx-4D7nwUaVu-z87nnbi0XUNl7Gx2P96U2A5v8WhTzcQ7qzAHaUl7iPgSpUOXj_S1xaEIENdkkiNZynDbz04k6IoYmiOa2mYwj1RE/s1600/2.jpg"><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 300px; DISPLAY: block; HEIGHT: 400px" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5464909886098361026" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjx4Ce-jzw5drrFwBRAZce5_3Nke5_u1FKAKaPzlABQx-4D7nwUaVu-z87nnbi0XUNl7Gx2P96U2A5v8WhTzcQ7qzAHaUl7iPgSpUOXj_S1xaEIENdkkiNZynDbz04k6IoYmiOa2mYwj1RE/s400/2.jpg" /></a>El paisaje y el relieve también han contribuido a volver más pesada la marcha. De hecho, aún desde ahora estos días se funden todos en una sola mancha verde. Me cuesta trabajo separar los momentos, dar orden a los lugares y las horas. La carretera es igual siempre. Cualquier punto podría estar en cualquier otra parte y aún así permanecer el mismo. Apenas algunos detalles han dado variedad al avance: tramos más o menos planos, ombrillo más o menos transitable, lluvia más o menos fuerte. Aparte de nombres, puntos en el mapa y campamentos distintos, el camino ha sido una repetición constante. La temperatura media se acerca a los 30 grados centígrados, aún hasta altas horas de la noche. A medio día, aún cuando llueve, el calor es insoportable. Recordaré esta región por el verde brillante del invierno, una humedad que huele a muerto y el cansancio pesado de días y días a la interperie.<br /><br /></div><div></div><div><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhxPUmblYd1Tfq477hD6xH6e4XxAg-qJcN_FpsyTPLvE3qFvn9hILUtVW-zCy9XO9l6aV2bE8PN_jtmjEu5YPt5F-2bGj46Zj-riv-AXPOv6DcRLg7x_0i4PTc4NAVAk7qHkmrHbUaJEwaz/s1600/3.jpg"><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; DISPLAY: block; HEIGHT: 300px" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5464909400016184994" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhxPUmblYd1Tfq477hD6xH6e4XxAg-qJcN_FpsyTPLvE3qFvn9hILUtVW-zCy9XO9l6aV2bE8PN_jtmjEu5YPt5F-2bGj46Zj-riv-AXPOv6DcRLg7x_0i4PTc4NAVAk7qHkmrHbUaJEwaz/s400/3.jpg" /></a> Todo esto podrá sonar algo negativo, pero la realidad es que me he divertido bastante. A cada problema se le puede encontrar el aspecto favorable. Ya desde el día que salí de Belém me di cuenta que mi nivel de sudoración estaba alcanzando cifras récord. Los que me conocen de cerca estarán pensando que no es posible sudar más de lo que yo sudo, aún sin actividad física. Bueno, imagínense lo peor y duplíquenlo. La camiseta con la que empezaba a pedalear no duraba ni media hora hasta quedar completamente empapada. Exprimirla y ponerla al sol no servía de nada. Al contrario, el sudor se acumulaba y el resultado al final del día era una verdadera peste. El olor ácido, lastimero y lastimante, hacía que mis prendas entren a la "bolsa de la putrefacción" antes de lo previsto.<br /><br /></div><div></div><div></div><div></div><div>La solución fue simple: no usar camisa. Fuera de la primera jornada, exagero si digo que he utilizado camiseta por 20 horas en los pasados 8 días. No uso camiseta ni para dormir. Mi espalda, luego de atravezar una fase de descomposición epidérmica que seguramente alarmaría a cualquier oncólogo, ha tomado un color curiosamente parecido al del asfalto. Problema resuelto (al menos parcialmente, porque ahora, sin camisa, el sudor baja libremente y termina empapando los shorts. Tranquilos: la solución que correspondería siguiendo un simple razonamiento lógico aún no ha sido puesta en práctica.)<br /><br /></div><div></div><div></div><div></div><div></div><div><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 300px; DISPLAY: block; HEIGHT: 400px" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5464909060261146754" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjR6JKPOiCZMaZbqi_um2YcrUgO3YC-4LCW16ayXUkao81ZFwMABb7SGO1A_H-DqQQG3hI8kOTOIMCGo8AkUWGOCt19fDBwmdbTL-3F2pZoGwT_E3iHXJz-edk8PUuTTBBgvLhOEpBh2a_Y/s400/8.jpg" /></div><div>Ya que el asunto dinero empieza a ser un factor más determinante conforme el viaje se alarga y se alarga, he decidido ampliar al máximo la búsqueda de hospedajes gratuitos. Eso ha transformado un poco el sistema de viaje. Lo más usual en estos días ha sido plantar la carpa en las estaciones de gasolina que encuentro en la carretera. Ahí tengo la ventaja de contar con "guardianía" toda la noche y tener acceso a un baño que, aunque lejos de decente, es indispensable luego de días tan llenos de sudor. El asunto es bastante práctico, hasta divertido, pero también puede resultar extremadamente incómodo.<br /><br /></div><div></div><div></div><div></div><div>Imaginen un día muy caluroso en la región de Babahoyo, Ventanas, Milagro o por ahí. Luego imaginen que tienen que pasar todo ese día así sin jamás entrar a un carro o un almacén con aire acondicionado: solamente afuera con breves descansos bajo la sombra de un árbol o el techo de una tienda. Su misión en el día es pasar unas seis horas moviéndose lo suficiente como para sudar hasta por las uñas. Ah, la brisa en la piel, consuelo triste. También imaginen que cae la noche (no el calor) y tienen que buscar un lugar en donde instalar una carpa para dormir. Hay tantos zancudos y mosquitos que no es posible dejar la carpa abierta. Eso aumenta un par de grados al asunto. Al rato tienen la sensación de que todo está mojado por sudor y que todo apesta. Solo que no es una simple sensación: es cierto. El único momento en que sienten algo de "clima fresco" es a la madrugada, cuando se despiertan por centésima vez y se alegran al descubrir que el aislante ya no es una colchoneta de agua salada. Entonces se cubren con una toalla o una camisa y dormitan un par de horas más, hasta que salga el sol y empiecen de nuevo. Para el segundo o tercer día de lo mismo sienten que el mundo es un horno encendido. Si Dios existe, los está cocinando para la cena: lo prueban las burbujitas de agua que han cubierto su piel y ese aroma de sal que está en todo, todo lo que tienen. Hasta las páginas del mapa que usan para darse cuenta de que están tan lejos de cualquier parte.<br /><br /></div><div></div><div></div><div></div><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg6smC0j2M00zp9IN1OvthI68geoJzwCuiXg-_Nx0n6h0SJKHVat6DRJg9hnxCUlctszxTBIk661bPvK2NV4ykQ5VCJSNalcFLXQAAB-hctAELQRRSS12fgj3oPObIcB_usEmTICnKwl-6Q/s1600/4.jpg"><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 300px; DISPLAY: block; HEIGHT: 400px" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5464909398693093394" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg6smC0j2M00zp9IN1OvthI68geoJzwCuiXg-_Nx0n6h0SJKHVat6DRJg9hnxCUlctszxTBIk661bPvK2NV4ykQ5VCJSNalcFLXQAAB-hctAELQRRSS12fgj3oPObIcB_usEmTICnKwl-6Q/s400/4.jpg" /></a> Quizá la soledad sí vuelva loca a la gente. Eso y estas noches tan húmedas, tan "fedorentas" a sudor. La principal diversión del día es pensar, dejar fluir los pensamientos a la deriva, sin objeto ni trascendencia. Me doy cuenta de que contínuamente olvido lo que pienso mientras pedaleo. Lo olvido o lo escondo en algún agujero de mi mente para luego sacarlo y repetirlo. Lo doy vueltas a las mismas ideas una y otra vez, pero ninguna de ellas va a ninguna parte. Creo historias para luego repetirlas indefinidamente, y aún así poco de ello me queda en la cabeza. A veces incluso recuerdo cosas que imaginé durante el primer viaje de SAP y paso horas repitiéndolas en la mente. Imagino que soy un futbolista y hago un gol imposible, o que soy una estrella de rock y me presento frente a cincuenta mil personas, o que soy un gran poeta y explico la profundidad de mis versos a un auditorio de incrédulos. A veces simplemente imagino que soy otra persona. Invento diálogos o situaciones, momentos fugaces o períodos largos. Canto o declamo en voz alta, doy clases de lo que sea que se me ocurra e invento definiciones de palabras que no existen. Pienso en entradas de este blog que luego olvido. Repaso una y otra vez datos inútiles, como los nombres de los pueblos en que he dormido o los baños en que he tomado una ducha. Lo más curioso es que no me hace falta hablar con nadie. Al contrario, cuando me hablan me incomodo: extraño tener con quien hablar y al mismo tiempo no quiero explicar nada a nadie. Solamente me dirijo a mí mismo como si rezara un salmo: en repetición indefinida.<br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiXpFJHb4kV7SW6eMoBFMl9EK5loGYxOxIkGekdJRS0nRYGdeZwyRpHJrkxpCcGzS6Bj9pkFX3GDeQcSNFCZbJ1rovqsFRPzqXYNZ_Jy__d9_-E-mJS6vVY8e5sAjPF2b3yXgtMJen3UV5O/s1600/5.jpg"><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; DISPLAY: block; HEIGHT: 300px" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5464909390271620322" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiXpFJHb4kV7SW6eMoBFMl9EK5loGYxOxIkGekdJRS0nRYGdeZwyRpHJrkxpCcGzS6Bj9pkFX3GDeQcSNFCZbJ1rovqsFRPzqXYNZ_Jy__d9_-E-mJS6vVY8e5sAjPF2b3yXgtMJen3UV5O/s400/5.jpg" /></a> Maranhão, como me habían anunciado, es pobre. Aquí no existen los lujos, al parecer. Las ciudades son desordenadas, sucias, carentes de atractivos. No veo que existan en estas zonas marginales mayores desigualdades: todos viven en relativa pobreza. Las carencias no se evidencian solamente en lo material. Aquí la gente se sorprende menos de mí simplemente porque casi nadie tiene idea qué es el Ecuador o dónde queda. Decir que "venho de fora do Brasil" a menudo no significa nada. Muchos no comprenden que hable otra cosa que no sea "brasileiro", y todos imaginan que estoy "pagando uma promessa". En cierta forma, por fin he llegado a cansarme de repetir las mismas frases automáticas sobre mi viaje una y cien mil veces. Entonces a veces les sigo el juego: Sí, soy brasileño, de la ciudad de blablablá, voy rumbo a blablablá para cumplir tal o cual encargo, todo lo que tengo lo llevo conmigo porque cuando llegue allá voy a empezar a trabajar, conseguir una casa y formar una familia, etc. Como de todas formas no entiendo todo lo que me dicen, parece que quedamos a mano. Nadie sabe lo de nadie.<br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjVzqYobiLzerakwWq-IkWvn8aBV8jxHO4_maAJEg1wRgUNg2aqEtYGSrLdoR98syww3RPmWODcrXOLKh-j8usxI__vVdy4qyTA7JmAn7_rze2Q2xZPzyxHq5rlOKh7PN4AZzMMB5lLuFUp/s1600/6.jpg"><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; DISPLAY: block; HEIGHT: 300px" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5464909381967145666" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjVzqYobiLzerakwWq-IkWvn8aBV8jxHO4_maAJEg1wRgUNg2aqEtYGSrLdoR98syww3RPmWODcrXOLKh-j8usxI__vVdy4qyTA7JmAn7_rze2Q2xZPzyxHq5rlOKh7PN4AZzMMB5lLuFUp/s400/6.jpg" /></a> El quinto día después de haber salido de Belém, cuando todo la ropa que tenía se había vuelto inutilizable y el eje delantero de Sherpa exigía cambio literalmente a gritos, decidí hacer una parada de un día en la ciudad de Santa Inês. Apenas había llegado cuando un ciclista cargador del supermercado se acercó a conversar. Dijo que se llamaba Adâo, pero luego me dio su mail como Luis Carlos. Qué más da: también dijo que la Iglesia Adventista era la verdadera iglesia o algo así. Tras una breve charla me llevó a ubicar los almacenes de bicicletas para que yo fuese al siguiente día (todo estaba cerrado esa tarde porque era 21 de abril, feriado nacional por el día de "descubrimiento" del Brasil). En el camino nos detuvo un motociclista, Railson. Andaba un poco borracho, pero me ofreció llevarme a comer e incluso un lugar para dormir. Con Adão esperamos en una panadería tomando gaseosa "Jesús" (síp, así se llama) y comiendo pastel de chocolate. Como Railson no aparecía lo fuimos a buscar. Adâo, que es abstemio, me dejó a cargo de una tríada de ebrios (Railson, Felipe y Adriano) con la que terminé dando vueltas en la noche por un barrio periférico de Santa Inês. Luego fueron María, la novia de Railson, y Cleane, su prima, las que me pasearon por esas calles oscuras. Cuando finalmente me instalé en un lugar para dormir (por suerte ahora llevo una hamaca entre mis cosas) era ya más de media noche y yo apestaba a rata muerta. Hasta mañana.<br /><br /><div><div><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; DISPLAY: block; HEIGHT: 300px" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5464909372559598994" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiNgBaZPGW9jvb-PGw5kqhoKlgrDmtXMoOyWBvS-lDPb9MEpPfezcN9not2MM71P9ffcKteosd96qkGLLRGy_jnyaNUIvZBT1MCGVOLZhVmh2M3ljChMEtZ3nxuCuqfku6ufBaqlskfqsnD/s400/7.jpg" /> La casa de Railson era pequeña y, como todas aquí, sobrepoblada. Nunca logro entender la estructura de estas familias porque son ejércitos enteros. Las señoras siempre me hablan de sus ocho, nueve o diez hijos que aún viven. Embarazos han tenido muchos más. También me hablan de sus quince o más hermanos. Las barriadas son en el fondo pequeñas ciudadelas familiares. Las mujeres son madres desde muy jóvenes y prácticamente no dejan de tener hijos hasta que biológicamente no pueden hacerlo. Las jóvenes repiten el esquema, aunque parece que al menos pretenden reducir los números. María, que tiene 19 años, tiene un hijo de dos y no pretende aumentar la cuenta. Cleane, que tiene 23 años, tiene una hija de cinco. Dice que no quiere saber de hombres porque todos son unos mentirosos y falsos. Por suerte nos descubrieron: el hacinamiento de esos hogares es insostenible.</div><div><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgxHGV8cpijKjyOCTFsunOD46f5BR8k-cjQkt-Ik77uKjBj-HTBPQMwz8IssZTQ3RHK2UGHxNIkrixhzopJpkPt3krohy2CScypUmFY5rlUqxiTHQDMbz2vquDtTZw5D6A8g65SWNpXhv5Y/s1600/9.jpg"><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; DISPLAY: block; HEIGHT: 300px" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5464909059374881266" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgxHGV8cpijKjyOCTFsunOD46f5BR8k-cjQkt-Ik77uKjBj-HTBPQMwz8IssZTQ3RHK2UGHxNIkrixhzopJpkPt3krohy2CScypUmFY5rlUqxiTHQDMbz2vquDtTZw5D6A8g65SWNpXhv5Y/s400/9.jpg" /></a> Gente así, siempre buena, me ha ayudado a torear mis largos días hasta Teresina. No se puede negar que lo que más distingue al brasileño es un espíritu sinceramente alegre y desenfadado. De ahí viene el "jogo bonito", sin duda. Casi todo el mundo parece propenso a los chistes y las risotadas. Muy pocos son lo que parecen tomarse la vida demasiado en serio y a nadie parece durarle mucho un enfado. Istok diría: "Cultura Pelé, amigo, me encanta!" Los ciclistas de la carretera, que son muchos, casi siempre se pican cuando los paso y empiezan a pedalear duro hasta ganarme o al menos quedarse a lado mío conversando. La mayoría, cuando entiende que vengo de otro país, empieza a hablar de sus deseos de viajar, de sus aventuras propias o de la superioridad del Brasil frente al resto del mundo en cualquier asunto. En especial en fútbol, claro. Asumo que habrá pocos brasileños migrantes: a todos parece encantarles su país.<br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEivTCfnMKyIXVMML8nHLbyCR1noMGaYrKGGAtRZOhFZ4e3InhD8JJVFj3656ddM6tfaDl1N69FzJnp3tLbNksc6PRC1AqXm12mxjpvC1NzhwlzlMOREEUHJp8j6ymmkBAmVh3j9OhyYp9fZ/s1600/10.jpg"><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; DISPLAY: block; HEIGHT: 300px" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5464909054956227730" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEivTCfnMKyIXVMML8nHLbyCR1noMGaYrKGGAtRZOhFZ4e3InhD8JJVFj3656ddM6tfaDl1N69FzJnp3tLbNksc6PRC1AqXm12mxjpvC1NzhwlzlMOREEUHJp8j6ymmkBAmVh3j9OhyYp9fZ/s400/10.jpg" /></a> Yo sigo avanzando sin saber qué esperar ni qué hacer frente a un país tan enorme. Nunca me había dado cuenta que, en cifras, Brasil representa la mitad del continente. En números redondos, por cada sudamericano que habla español, hay otro que habla portugués, y por cada metro cuadrado de la sudamérica hispana, hay otro de sudamérica portuguesa. Como alguien me dijo alguna vez, el Brasil por sí solo es un mundo entero. No por nada se trata del quinto país más grande del globo y, en volúmen, de la octava economía del planeta. Nada de eso son datos superfluos. Hay que quitarse el sombrero frente a un país tan mastodóntico.<br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg5E8YFhFXa3evorOC31peosoEkgUkHStmaYS1IB9bqYPrH9gxfRIH8ao6rcNNZ4xzVveuUtJ5ieKxZo1I31x4K5Vom3z7J3uT-kHm2DEC7u1v4J7GsDEdt69UHO5h3_q77aIYYSgO39jgO/s1600/11.jpg"><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; DISPLAY: block; HEIGHT: 300px" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5464909046071570690" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg5E8YFhFXa3evorOC31peosoEkgUkHStmaYS1IB9bqYPrH9gxfRIH8ao6rcNNZ4xzVveuUtJ5ieKxZo1I31x4K5Vom3z7J3uT-kHm2DEC7u1v4J7GsDEdt69UHO5h3_q77aIYYSgO39jgO/s400/11.jpg" /></a> Quizá la prueba más constante de la enormidad del Brasil la tengo simplemente con mi mapa. En los otros países que he recorrido, siempre he tenido más o menos en claro lo que quiero hacer o lo que quiero conocer. Aquí las posibilidades parecen infinitas. Por primera vez en el viaje no sé qué responder cuando la gente me pregunta a dónde voy. Cuando salí de Quito, le decía a la gente que iba a conocer Colombia en bicicleta. Luego empecé a decir que iba a Bogotá, como para ahorrame problemas. En algún punto la respuesta cambió por un simple "A Venezuela!", y una vez en ese país siempre decía que pensaba llegar a Caracas. Luego de los días en Quito y el retorno a la capital venezolana, siempre hablé de Manaos y un retorno a casa por barco. Ya bien sabía yo que lo que quería era ir para el otro lado, pero no me esforzaba mucho por explicar esa posibilidad. Ahora, con Manaos muy lejos a mis espaldas, mis respuestas varían mucho. "Al Nordeste", "a Fortaleza", "a Recife", "a Salvador"... A todos les digo lo que me siente bien en ese momento. Ninguno sabe, y mucho menos yo, dónde y cuándo este viaje se dará por concluido. Yo albergo la esperanza de que no termine nunca, aunque casi todos los días sueñe con cosas como estar echado en mi cama en Quito (ah, la fría Quito), payaseando con Cuenqui por ahí o armando alboroto callejero con los amigos.<br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhVXmEZ6aesT-qFKoctpl4Eyg0gao4dBlOa2YBO4zdD53IxBe8XICMGZIcXH54m3MDyFDgk0c3JKv6pzYLvVXXGm4jouvYtnqUPSzTGd6mBB9y4lcx1aXWziAOA6hGTk-XK00Q2JFi2_ANe/s1600/12.jpg"><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; DISPLAY: block; HEIGHT: 300px" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5464909031164214770" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhVXmEZ6aesT-qFKoctpl4Eyg0gao4dBlOa2YBO4zdD53IxBe8XICMGZIcXH54m3MDyFDgk0c3JKv6pzYLvVXXGm4jouvYtnqUPSzTGd6mBB9y4lcx1aXWziAOA6hGTk-XK00Q2JFi2_ANe/s400/12.jpg" /></a></div><div>Quién sabe. Hoy por hoy no tengo más que seguir avanzando con paciencia y calma. Cada día trato de no pensar en las posibles distancias que me ofrece el Brasil y evito que en mi cabeza se acumule el peso de lo que podría venir. Aún así, a menudo me siento agobiado. En el fondo sé que el tiempo y el dinero terminarán por agotarse y que tendré que volver. Quizá por eso pedalee con tanta fuerza, como si tuviera prisa de avanzar y así pueda evitar perderme lo que sin duda me perderé, aunque el viaje dure siglos enteros. También sé que al mismo tiempo, pase lo que pase, no perderé nada.<br /><br /></div><div></div><div></div><div>Por lo pronto, en mi cabeza ronda la misma pregunta que quizá tendrán ustedes: Hasta dónde podré llegar?</div><div><br /><div>Teresina, Piauí, martes 27 de abril de 2010.</div><br /><div>7.055 kilómetros recorridos.</div></div></div></div></div></div></div></div></div></div></div></div></div>Sudamérica a pedalhttp://www.blogger.com/profile/01262964256565420157noreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-1727217432271499245.post-60214442980772361192010-04-16T05:58:00.000-07:002010-05-18T07:05:53.334-07:00Atraco en Belém<img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; DISPLAY: block; HEIGHT: 300px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5460750259152053138" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg9F7zhMbV9jawehuWjbKpzxYcZfLqecUkPhNRdI_yNHB2LqTVFy15SeQhI9MhSU5sT-WRvFilY09hAvKvDCTkngdDpry-MhxwA5Umr3WyTJKDytjHcYpzWW68mGY8iYDLaYCYHImUC91h3/s400/Amazonas.JPG" /> Este post tenía que hablar sobre un río que parece mar, un recorrido de casi cinco días en un barco estrecho y resbaloso, una foresta infinita, misteriosa, un cielo de nubes en perpetuo estallido, un mundo de agua tan monumental que no es posible imaginar sin haberlo visto. Tenía que hablar de nuevos amigos reunidos entre hamacas húmedas, noches amontonadas entre la brisa, comida aburrida, horas y horas de letargo. Tenía que hablar de mi recuperación satisfactoria, de los nuevos planes de viaje, de las muchas posibilidades que se abren en este Brasil tan, tan grandote...<br /><br /><div>Nada de eso. Un descuido muy torpe, vergonzoso hasta para un principiante, causó el robo de mi cámara fotográfica en el puerto de Belém. Perdí todas las fotos desde mi entrada al Brasil, excepto las del último post, y no queda nada de la navegación por el enorme Amazonas.</div><br /><div>Qué más da. Últimamente he tenido demasiadas pruebas de que la bondad existe para pasar mucho tiempo lloriqueando por una cosa tan ruin y triste como la inseguridad de nuestros países. De eso ya sabemos bastante. Pasada la rabia de las primeras horas, en realidad la cámara no me importa. Podría decir que ni siquiera las fotos me duelen tanto. Lo que más me molesta es la posible muerte de este blog. Me da mucho en qué pensar que el problema termine siendo un asunto de vanidad.</div><br /><div>Mi esperanza es encontrar un reemplazo barato y simple para seguir registrando lo que pueda. No sé si tenga mucho sentido postear relatos sin ninguna imagen. A mí mismo no me llama la atención. Ya veremos qué pasa, no? De todas formas, aún no se han perdido nada del viaje en bici: de Manaus a Belém todo fue por barco.</div><br /><div>Por lo pronto, quedemos en algo: si no me ven en unos diez días, no salgan a buscarme.</div><br /><div>Estaré gastando llantas por alguna playa del Atlántico.</div><br />Belém do Pará, Brasil, viernes 16 de abril de 2010.<br /><br /><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; DISPLAY: block; HEIGHT: 281px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5460756851883418274" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgs43D9fRx9jmSjBStcAEK_Lj4BLquMGAe3DqrUJAW9ciqZTnhmesJ9iWSMPuvFls05xGbM7fB5Lrlv0JvYHcnKSVX7QyO761h48ov6nkITOaPinvbgyTC8fmJxHmbjdG0WR23QR60XFjgA/s400/Mapa.JPG" /> PS. El Paint vale gato.Sudamérica a pedalhttp://www.blogger.com/profile/01262964256565420157noreply@blogger.com16tag:blogger.com,1999:blog-1727217432271499245.post-63290283125623670032010-04-07T08:53:00.001-07:002012-03-26T08:13:01.583-07:00Bom dia, Brasil!<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiZrVs6dcK4_3pTaRxPQYnypmXbAGd-J92b2Kt5_JPjx65bTNOf5813oHryNRQR5SP4QBoIJYxZyzvECAiHDpbm4VZu7E_aDC_VNuHFzR24OB__U_idpgq-jzC0-rDND5Dxk1yhnjm-Pk_7/s1600/1.jpg" onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5457431472841112290" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; CURSOR: pointer; HEIGHT: 300px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiZrVs6dcK4_3pTaRxPQYnypmXbAGd-J92b2Kt5_JPjx65bTNOf5813oHryNRQR5SP4QBoIJYxZyzvECAiHDpbm4VZu7E_aDC_VNuHFzR24OB__U_idpgq-jzC0-rDND5Dxk1yhnjm-Pk_7/s400/1.jpg" border="0" /></a>Manaus, al fin!<br /><br />Tras una semana y media realmente endiablada, he logrado llegar a la ciudad de Manaus, capital del Estado Amazonas y, con sus casi dos millones de habitantes, la urbe más grande de toda la Amazonía. A partir de la frontera con Venezuela he avanzado poco más de 1.000 kilómetros en un total de 9 jornadas de pedaleo muy cansadas. Etapas de 120 y 130 kilómetros han sido cosa de todos los días. El avance ha sido a momentos muy pesado por el calor húmedo de la selva y a ratos atemorizante por los verdaderos vendavales de agua que revientan de improviso, con una furia y duración que solo he visto cerca de la línea equinoccial. La región que he atravezado, si bien bastante más poblada de lo que yo esperaba, ha sido también una prueba de soledad: entre población y población puede haber a veces hasta más de 100 kilómetros. He tenido que plantar mi carpa en parques y estacionamientos, me he bañado en ríos y quebradas, y he lidiado con algunos extraños problemas de salud. Todo esto en un nuevo país: el gran Brasil.<br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhzZ1E57T4JEtHe4FFWnVT8BuqVtMUp86Xh5tWAVr9l4jtw0nUmI4Y7vPDQQsyrEH-bvReTZnxUcd9fmnFwstgr2W6bIY_8WsuPGdTpaFYbwVPhwfrsazE7UYn-fADqLeXAwtQ6lX-_y3J9/s1600/2.jpg" onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5457431467965218546" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; CURSOR: pointer; HEIGHT: 300px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhzZ1E57T4JEtHe4FFWnVT8BuqVtMUp86Xh5tWAVr9l4jtw0nUmI4Y7vPDQQsyrEH-bvReTZnxUcd9fmnFwstgr2W6bIY_8WsuPGdTpaFYbwVPhwfrsazE7UYn-fADqLeXAwtQ6lX-_y3J9/s400/2.jpg" border="0" /></a>Ya que ni en Santa Elena ni en Pacaraima había bancos que aceptasen mi tarjeta, entré a Brasil prácticamente sin un centavo en el bolsillo. Pensaba comprar algo de comida en lata con mis últimos recursos y con eso avanzar dos días hasta Boa Vista, capital del Estado Roraima y única ciudad que encontraría en la ruta a Manaus. Mi buena suerte salió al paso antes: casi todas las tiendas de Brasil, por pequeñas que sean, trabajan con puntos de débito electrónico. Con eso pude guardar el poco efectivo que tenía (y que me sirvió mucho luego) y llenar mis alforjas de comida pagando directamente con la tarjeta. Asunto asegurado, los primeros kilómetros por el nuevo país los pedalée muy contento y lleno de energía. Los saludos de la gente me puso tan alegre y seguro que por un buen tiempo fui lanzando unos avezados "bom dia!" a todo lo que se me cruzaba en el camino: "Bom día, perriño!", "Bom día, arboliño!", "Bom dia, Brasil!" Ya me había dado cuenta que, a pesar de la estrecha cercanía entre español y portugués, en realidad no entendía un carajo de lo que la gente decía, así que decidí darle rienda suelta al portuñol más atrevido que han visto estas regiones y hablar con la gente como si estuviese enteradísimo de todo y muy al tanto de la jerga local. Es divertido.<br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhHlYaH2b6wxgey7GSC41aevowyT5ZlK3yyrbrAgsd1e01CV-VY-idJOY-53p97_RY5mzQeheMFACJVWZEwItxvQE5EtVag04yfQtmwyzhx8XaxsI0jBjslJUJLWIv1euUuch91DadBCIZG/s1600/3.jpg" onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5457431181383144226" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; CURSOR: pointer; HEIGHT: 300px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhHlYaH2b6wxgey7GSC41aevowyT5ZlK3yyrbrAgsd1e01CV-VY-idJOY-53p97_RY5mzQeheMFACJVWZEwItxvQE5EtVag04yfQtmwyzhx8XaxsI0jBjslJUJLWIv1euUuch91DadBCIZG/s400/3.jpg" border="0" /></a>El extranjero es siempre un poco tonto. Cuando, además de extranjero, es ignorante del idioma, se vuelve casi estúpido. Eso puede ser una ventaja en ciertas circunstancias, pero también acarrea todo tipo de peligros. En Boa Vista casito pago la de novato... Y en qué forma! Como llegué un día sábado por la noche y los domingos prácticamente no tienen actividad, no tuve más que salir a dar vueltas por el centro para por lo menos ver algo de las edificaciones e imaginar cómo sería la cosa en la vida diaria. Cuando caminaba por un parque largo que acompaña una de las avenidas principales del centro, un hombre desde un carro bajó la ventanilla y dijo algo. Yo, que no entendí nada, le sonreí y levanté la mano como diciendo, otra vez: "Bom dia!" El carro bajó la velocidad y se detuvo un poco más adelante. El tipo se bajó mientras yo seguía caminando como si la cosa no fuese conmigo. Él comenzó a caminar hacia unas casetas de baño cercanas, también como si la cosa no fuese conmigo, y volvió a decir algo, aunque casi a murmullos. Yo seguía con el entendimiento en blanco y una sonrisota de pendejo en la cara. Por ahí logré entender un "Vai pra onde?", y simplemente dije "No sé, solo camino" (era verdad). El tipo quería que yo me acerce a donde él estaba. Por suerte empecé a desconfiar, y simplemente seguí caminando por mi rumbo. El desconocido tuvo que hacer un gesto muy explícito para que yo entendiese finalmente sus propósitos: él estaba buscando una pareja (sexual, claro) y pensó que yo también. Casi me río, pero logré poner el rostro más serio que las circunstancias me permitían y decir no con la mano. El resto del día caminé con las nalgas un poco más apretadas.<br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhxOALmbqnvKtZETGsJAlKFiUaCNpA0uwRnhYkhcuG3xwNzfysr45MA5FXCy8USpCg1puXvRU_vpf_OIvhvItDHeT_6rswFnOKXldKM9g9uVD4ZFf_q1vemoXLUl7hYljYZKDsU2kkN7v4E/s1600/4.jpg" onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5457431170277658642" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; CURSOR: pointer; HEIGHT: 300px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhxOALmbqnvKtZETGsJAlKFiUaCNpA0uwRnhYkhcuG3xwNzfysr45MA5FXCy8USpCg1puXvRU_vpf_OIvhvItDHeT_6rswFnOKXldKM9g9uVD4ZFf_q1vemoXLUl7hYljYZKDsU2kkN7v4E/s400/4.jpg" border="0" /></a>Boa Vista, de todas formas, me sirvió para preparar mi mente para los días que se venían. A tan solo dos jornadas de Venezuela, ambas muy calientes y largas (la primera noche en Brasil acampé junto a un restaurante del pueblo Três Coraçôes), yo ya estaba muy cansado. La mañana en que debía continuar con el viaje me sentí, además, algo enfermo. Desayuné en la cocina de la posada en donde había pagado un cuarto y empecé a calentar el cuerpo. De pronto, me asaltaron unas náuseas muy bruscas y terminé vomitando en el estacionamiento. Por suerte nadie me vio: para ese entonces, solamente hubiese podido decirle otro "bom dia!" y nada más. La cosa fue breve y violenta. En seguida me sentí bien y decidí salir como estaba previsto. Aparte de más tarde dejar una buena y no tan consistente firma al pie de un árbol en el camino, no volví a tener problemas, pero me sentía débil. Quizá, pensé, se debía a que estaba tomando mucha agua recogida directamente de los ríos, pero tengo pastillas para desinfectarla y las he usado, así que no debería ser eso. En todo caso, un par de veces en los siguientes días me sentí otra vez algo mareado y débil. Mi remedio fue comer.<br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgKOcSy0UqKtv4-vLIsWu-ifveYkC6IyFJXBVC0Q6NkvthAjtZiAfu0FNZelCdpZiXDhP3jZDGsQiH5ThYNgJrbmh72c31zu8c_RnZW2OnBBwuEH0hQpvhjveDiY3FIpoMIwxiOfdjFijoV/s1600/6.jpg" onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5457431165161900322" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 300px; CURSOR: pointer; HEIGHT: 400px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgKOcSy0UqKtv4-vLIsWu-ifveYkC6IyFJXBVC0Q6NkvthAjtZiAfu0FNZelCdpZiXDhP3jZDGsQiH5ThYNgJrbmh72c31zu8c_RnZW2OnBBwuEH0hQpvhjveDiY3FIpoMIwxiOfdjFijoV/s400/6.jpg" border="0" /></a>Ese día de la vomitada pedalée casi 140 kilómetros hasta la población de Caracaraí, en donde puse mi carpa junto a un centro cultural de la "prefeitura" (gobierno municipal) y tuve un incomodísimo baño en las aguas del río Branco, uno de los principales afluentes del río Negro, en cuyas orillas está Manaus. También conocí a algunos artesanos viajeros y pude darle un poco más de forma a mi portuñol conversando un buen rato con ellos. Casi todo mímica, claro. Las dolencias, por su parte, se me subieron literalmente a la cabeza. Poco antes de cumplir la meta del día experimenté una comezón muy fuerte en la parte posterior del cráneo y el cuello. Fue tanto que tuve que detenerme y tratar de aliviarme. "Piojos!", pensé. Nunca los he tenido, así que no sé cómo identificarlos, pero desde entonces pasé unos tres o cuatro días tratando de limpiarme el pelo con un peine muy fino y lavándome con shampoo (cosa no tan frecuente en este viaje). La noche en Caracaraí, además, casi no pude dormir a causa del calor. La carpa se transformó en un sauna y todo, todo, se impregnó de sudor. De hecho, en todos estos días nunca he dejado de sentir que todo lo que tengo está sucio y sudado. Nunca llegué a descubrir la causa de las picazones, pero es claro que tiene que ver con la falta de aseo.<br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgzjiNIwnPhlx5fOD1-1kRzraUbh2xtnNlIhdc5WMRX1f-SUhBnBGxjD4wmTD2wc9AZK0Pkl8iBOy53iWS2hy4NCACuZHsF0OPEpzv_Bch8Zd5nn3cXRT-xd3X7EfmLgdn2IbhjfSrS_tla/s1600/5.jpg" onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5457431171881823378" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; CURSOR: pointer; HEIGHT: 300px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgzjiNIwnPhlx5fOD1-1kRzraUbh2xtnNlIhdc5WMRX1f-SUhBnBGxjD4wmTD2wc9AZK0Pkl8iBOy53iWS2hy4NCACuZHsF0OPEpzv_Bch8Zd5nn3cXRT-xd3X7EfmLgdn2IbhjfSrS_tla/s400/5.jpg" border="0" /></a>Para mi sorpresa, la foresta amazónica tardó mucho en aparecer. La gran mayoría del territorio por donde he transitado para llegar a Manaus está sumamente deforestada y adaptada a la crianza de ganado. En realidad, la única etapa en que me sentí verdaderamente en la selva fue cuando tuve que atravezar la reserva indígena Waimiri Atroari, entre los Estados de Roraima y Amazonas (día 5 desde Boa Vista), a lo largo de unos 130 kilómetros de vegetación muy tupida, salvaje y, para mi mala suerte, regada de muchísima lluvia. Todo lo demás está parcial o fuertemente afectado. Es posible pensar que la franja de selva que acompaña la carretera es la más llena de haciendas y tierras dedicadas a la ganadería, pero me han dicho que el asunto se repite en tierras más lejanas y básicamente es el mismo en toda la amazonía. Fuera de las reservas y las tierras protegidas, la explotación de los recursos de la selva parece ser intensiva. Me he enterado que las políticas ambientales de Brasil son muy favorables a la conservación y la explotación sustentable de los recursos, pero la Amazonía es tan grande que la fiscalización es imposible. Existen muchos grupos indígenas y no indígenas que se dedican a la explotación de recursos que en rigor son ilegales. La ganadería elimina hectáreas de bosque y destruye los suelos en poco tiempo. Aún cuando la selva parece inagotable, la situación es a simple vista preocupante. Lo triste es que se vislumbran pocos caminos para solucionar los crecientes problemas.<br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhFEHbNpMSKRNt5iRlcr5JxmL9j_Lw6-OPenJhfG6M-HmT0a82qFmXQEWaSf_nvIr4_Zw1yVc8f9Mr31LSMsRkfeDlPQTWcvmCIu_lWOq9qzOYV5eZPV8_SDDDQswub-gA1V3VRYvRLcMMP/s1600/7.jpg" onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5457431157530388098" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; CURSOR: pointer; HEIGHT: 300px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhFEHbNpMSKRNt5iRlcr5JxmL9j_Lw6-OPenJhfG6M-HmT0a82qFmXQEWaSf_nvIr4_Zw1yVc8f9Mr31LSMsRkfeDlPQTWcvmCIu_lWOq9qzOYV5eZPV8_SDDDQswub-gA1V3VRYvRLcMMP/s400/7.jpg" border="0" /></a>Luego de Caracaraí atravecé el río Branco y no volví a ver una corriente fuertemente caudalosa hasta la llegada a Manaus (antes del río Branco había atravesado varios ríos considerablemente grandes, en especial el Uraricoera). De ahí en adelante viajé siempre siguiendo el sentido del mismo río pero a muchos kilómetros de distancia, del lado oriental. Eso no significó de ninguna manera la ausencia de agua en el camino. Conforme me fui acercando hacia el Amazonas, la cantidad de agua aumentó y aumentó de manera casi geométrica. Los últimos 150 kilómetros de carretera son una sucesión de "columpios" (lo que los ciclistas de Venezuela llaman "chinchorros" o "quiebra-patas") a veces muy pronunciados. Atrás de cada loma se encuentra una bajada fuerte en cuyo fondo está el lecho de un río o un pantano. Toda esa agua, de una u otra forma, se reúne para volcarse en el río Negro y, finalmente, en el Amazonas. La cantidad de agua es verdaderamente sorprendente. Tanto como el cansancio y agobio que causan los interminables columpios de la vía.<br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgDJkRMs_hBVr4ZB9zYgi2jAi7nhqjwTsBQKYx0VfRbhKYDmSOhfvIx8cshtW68bMDe1-sXst5iGNYd6JNaVKHdiKLQFMXPSSuTFgdAuiqjfQSPiuFsUBb6a8YuRRUS7gJ2VGikKm5ngDNd/s1600/10.jpg" onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5457430786057557890" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; CURSOR: pointer; HEIGHT: 300px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgDJkRMs_hBVr4ZB9zYgi2jAi7nhqjwTsBQKYx0VfRbhKYDmSOhfvIx8cshtW68bMDe1-sXst5iGNYd6JNaVKHdiKLQFMXPSSuTFgdAuiqjfQSPiuFsUBb6a8YuRRUS7gJ2VGikKm5ngDNd/s400/10.jpg" border="0" /></a>El día en que llegué a Vila do Equador tuve la suerte de ver a un grupo de mamíferos de río que estaban muy activos. Ignoro el nombre de los animales que vi, pero hasta donde pude distinguir se trataba de una suerte de nutria o foca de piel oscura y no más de un metro de largo. Por lo menos tres o cuatro de esos animales estuvieron nadando a unos 50 metros del puente desde donde yo miraba. Lo que me alejó fue un aguacero fuerte que se desató de pronto. Es normal aquí que en apenas unos cinco minuntos el cielo pase de ser un espacio azul radiante a una acumulación de nubes negras. Me he dado cuenta de que cada vez que el viento aumenta, las posibilidades de lluvia aumentan también. Las lluvias suelen ser breves y muy fuertes, aunque también he soportado lluvias no muy pesadas que se extienden por cinco, seis o siete horas. Cuando el cielo se calma es muy común ver un gran número de pájaros de todo tipo revoloteando entre los árboles o simplemente haciendo alboroto. He visto garzas, loros, papagayos y hasta tucanes. También una gran variedad de pájaros cuyos nombres desconozco. La fauna de la región está muy a la vista, a pesar de la fuerte presencia de actividad humana.<br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgGlBRhVEoa_bq1annGv8gLEldERXhOG1XSRmDgyYGLYWDaxIP_mp5uh_ohB9q32dhKCoxMvNBBdNRmqZT06lKUhG2kmARQxj9AqGndJgsw3t-ImpHYehVKU9etClTsGQ0nQ9nZMBpKqsib/s1600/9.jpg" onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5457430788282324162" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; CURSOR: pointer; HEIGHT: 300px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgGlBRhVEoa_bq1annGv8gLEldERXhOG1XSRmDgyYGLYWDaxIP_mp5uh_ohB9q32dhKCoxMvNBBdNRmqZT06lKUhG2kmARQxj9AqGndJgsw3t-ImpHYehVKU9etClTsGQ0nQ9nZMBpKqsib/s400/9.jpg" border="0" /></a>Entre momentos de lluvia y buenos soles me fui acercando nuevamente a la línea equinoccial. Vila do Equador es una pequeña población del Estado Roraima, unos 20 kilómetros al norte del ecuador terrestre, a donde llegué en medio del aguacero más fuerte en el que he tenido que pedalear durante mi travesía por la Amazonía. Me refugié en la estación de buses completamente empapado. Mientras esperaba y buscaba algo de comida, se acercó un joven a quien había visto comer en una tienda en la ciudad de Rorainópolis, 40 o 50 kilómetros atrás. Junior (su verdadero nombre es Elito) casi no esperó ni un minuto para invitarme a su casa a pasar la noche con él y su familia. Esperamos que escampe un poco y al poco rato estábamos ya bajo techo seguro y con ropas al menos medianamente secas. El resto de la tarde la pasé acompañando a Jr., su esposa Elizia y sus hijos Agali y Elizeo en el diminuto puesto de venta de golosinas que tienen en el parque central de Vila do Equador.<br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgccYiKibxUtHEgOHvhI8lt5NGc6zzgTfirsJwn_AkGkp2Vlvc3tH9yTEw5WH4nq9E2iSPNJN0glzkBP2JwW7Qa5gjiCndsNzJ25gWh9TpkAJpj0-3lW6jLmiGVoTrR4VyhB-vBfPCota07/s1600/11.jpg" onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5457430776794046178" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; CURSOR: pointer; HEIGHT: 300px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgccYiKibxUtHEgOHvhI8lt5NGc6zzgTfirsJwn_AkGkp2Vlvc3tH9yTEw5WH4nq9E2iSPNJN0glzkBP2JwW7Qa5gjiCndsNzJ25gWh9TpkAJpj0-3lW6jLmiGVoTrR4VyhB-vBfPCota07/s400/11.jpg" border="0" /></a>Jr. y Eliza, de 26 y 23 años, acaban de mudarse al pueblo. Hasta hace dos meses vivían en Manaus, en donde él trabajaba como mesero en un restaurante. Decidieron vender todo lo poco que tenían e irse a vivir al pueblo en donde mora la mayor parte de la familia de él. Consiguieron que les presten una humilde cabaña en la cual acomodarse y en el municipio tramitaron el permiso para vender golosinas en un puesto público. Ahora se han establecido un poco y tienen planes de comprar una hornilla a gas para vender algo más de comida en su naciente negocio. También creen que es indispensable conseguir una nevera para vender refrescos y demás. Además de invitarme a comer (cena y desayuno) y de permitirme pasar la noche en una hamaca (que es el único mueble que tienen en su sala), me ayudaron de una manera muy especial: por primera vez en el Brasil tuve la oportunidad de hacer muchísimas preguntas básicas para mejorar mi comunicación. En pocas horas pude aclarar mis dudas con respecto a la utilización de muchas palabras y aprendí algunos verbos claves que ahora uso todos los días. Por fin sentí algo más de seguridad al hablar, en lugar de simplemente decir lo primero que se me viene a la cabeza en mi portuñol desvergonzado. Aunque ellos nunca lo sabrán, mi enorme agradecimiento va más allá de una hamaca y un plato de comida: casi casi puedo decir que ellos me enseñaron a hablar, aunque en realidad aún no pueda decir mayor cosa.<br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgFt8Mz5cZSir-vwTHtm8XADB9J7Pyw8jGK1FOnAuS7Yi1a8MkReIA0B-7wZo5HZeRERuU1ncLSshV6IKVHTJK8FoduUq15EoLORGGSHAUbzGRhmbgMEQPKMf79-rlZvjeSNb7nFFPzMRfQ/s1600/12.jpg" onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5457430767050034498" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; CURSOR: pointer; HEIGHT: 300px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgFt8Mz5cZSir-vwTHtm8XADB9J7Pyw8jGK1FOnAuS7Yi1a8MkReIA0B-7wZo5HZeRERuU1ncLSshV6IKVHTJK8FoduUq15EoLORGGSHAUbzGRhmbgMEQPKMf79-rlZvjeSNb7nFFPzMRfQ/s400/12.jpg" border="0" /></a>Al siguiente día fue el único de toda esta etapa en que pedalée menos de 100 km. Tuve que hacerlo para quedar al borde de la reserva indígena Waimiri Atroari en cuyo interior no es posible pasar la noche. De hecho, dicen que no es posible detenerse. Yo venía cargando una nueva dolencia, mucho peor que las anteriores. Fue en Caracaraí donde recuerdo haber sentido por primera vez cierto dolor al orinar. Un día después, en Novo Paraíso, antes de llegar a Vila do Equador, me fui a dormir con la preocupación de dolores agudos cada vez que orinaba. Hasta ese rato no le había dado mayor importancia al asunto, pero en la mañana me acerqué al baño con mucho recelo. El ardor fue fuertísimo. Asustado, me senté sobre el trono de la trascendencia para reflexionar, como todo buen filósofo, con la mano en la quijada. Pensé en la posibilidad de cálculos en los riñones, o quizá en una próstata tempranamente inutilizada por tanta bicicleta. Cuando bajé la mirada para consultar el asunto con mi pana el enfermo, éste me sonrió con la boca manchada de rojo. Algo así como lo hubiese hecho Rocky luego de su primer enfrentamiento con Apollo Creed. También habían unas gotas de sangre en los bordes del escusado. Yo me quedé frío, así que no pude sonreír de vuelta. Más bien lo miré con algo de resentimiento y rabia: tenía que aguantar al menos 5 días más.<br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi5EF455tTJp0TiNNsk4cD-UnlmBw4mdaBapf-U2zOgUBARCBv04l2N4X25DR4E6pu7Yn0C6KJqniNCYhp70gUWK1k-1QEZRbVu6Gykp3spu_kdoAtJGrFFISF-00tP0tkLfA_MICzhJLnp/s1600/13.jpg" onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5457430404544580642" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; CURSOR: pointer; HEIGHT: 300px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi5EF455tTJp0TiNNsk4cD-UnlmBw4mdaBapf-U2zOgUBARCBv04l2N4X25DR4E6pu7Yn0C6KJqniNCYhp70gUWK1k-1QEZRbVu6Gykp3spu_kdoAtJGrFFISF-00tP0tkLfA_MICzhJLnp/s400/13.jpg" border="0" /></a>Aunque el asunto de la sangre no se ha repetido, los dolores no han desaparecido. El episodio más grave ocurrió en medio de la tan mentada reserva Waimiri Atroari. Yo había empezado a pedalear muy temprano en la mañana para afrontar con tiempo los 130 y pico kilómetros contra los que mucho me habían advertido: los indígenas son violentos y no les gustan las visitas, hay muchos animales salvajes, la carretera está en mal estado, no hay dónde dormir del otro lado, etc. De todo eso, lo único verdadero resultó ser el mal estado de la carretera. Indígenas vi muchos, pero ninguno hizo otra cosa que saludar. Llovió todo el día, sin tregua. Todo absolutamente estaba mojado y cubierto de barro. Cuando oriné me retorcí del dolor. Estuve varios minutos arrimado sobre el volante de Sherpa lamentándome mis penas. Un poco más adelante, un indígena salió a la carretera y me detuvo. Llevaba un cuchillo en la mano. Yo pensé que venía a terminar de castrarme para que no sufra, pero solo me preguntó cómo y a qué horas había entrado a la reserva. Yo respondí en un castellano dubitativo, para que quede claro que era un turista extranjero que no entendía nada de nada y por poco estaba ahí por error. Luego vi a otro indígena que salía de la maleza con un atado de peces. Ah, para eso el cuchillo. Lo siguiente fue preguntar en perfecto portugués cuánto faltaba para salir de la reserva. Sin que le importase mucho, uno dijo "já estás chegando". Y se fueron. Yo también.<br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi9NkaFEzW_R4BRt2hZlFmK4xBQO0bVWg6c0XLoLEhg9a_H1qiSj9qENouc7l7jP55qwaMq8ZozWJUIrBQ2L01rrZ73kNnYi53W7UPFj4w4boBuX2V6rInowC64x3GC2e-pJRqm28QmWOWK/s1600/8.jpg" onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5457430795548891714" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; CURSOR: pointer; HEIGHT: 300px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi9NkaFEzW_R4BRt2hZlFmK4xBQO0bVWg6c0XLoLEhg9a_H1qiSj9qENouc7l7jP55qwaMq8ZozWJUIrBQ2L01rrZ73kNnYi53W7UPFj4w4boBuX2V6rInowC64x3GC2e-pJRqm28QmWOWK/s400/8.jpg" border="0" /></a>Al salir de la reserva tenía tanta hambre que me sentía capaz de meterme al río y cazar un manatí para almuerzo. Eran las tres de la tarde y yo no había comido más que galletitas. Avancé y avancé con la esperanza de econtrar un lugar para comer. Me puse varios límites para detenerme e irrespeté todos. Hubo un momento en que me rendí y me detuve para acabar con mis reservas de comida. Un kilómetro más adelante de eso (uno, nada más), encontré un restaurante/posada. De las puras iras volví a comer, con postre y todo.<br /><br />En la tarde me quedé dormido entre mi ropa mojada y apestosa en un cuarto lleno de zancudos. Cuando desperté al inicio de la noche, escuché a la gente afuera del cuarto hablando de bicicletas y viajes entre países. Salí inflando el pecho para responder sus ávidas preguntas y encontré a Istok, un ciclista cubierto de lodo y agua, apestando como un chivo igual que yo y devorando un plato de comida. Él había hecho en un día lo que yo a duras penas en dos: 180 km con lluvia, indígenas con cuchillos y todo lo demás. Cuando le pregunté de dónde era, dijo Yugoslavia. "Eso no existe", dije yo. "Sí, antigua Yugoslavia, cultura rock n' roll", dijo él. Desde entonces hemos viajado juntos por el norte del estado Amazonas hasta Manaos. En Presidente Figuereido, a donde llegamos hecho trapos, tratamos de poner nuestras carpas junto a un circo ambulante. Al no lograrlo, optamos por el patio de un hotel y una cena que, según ambos, ha sido el banquete más salvaje de nuestros viajes. Fueron unos 30 dólares bien invertidos.<br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgL7ew3rPdegEvIAq99JQqLFoV6Nd7xWcHyAiNK9xkI-TQWcDD0GDVuc7kvdLB8XxgAVT40uVColKiRAjLIEDaZ_T5-ka1AakVhOyYR8DNVCsLhrmgxEi47ZFRju9HDK6mSJ2i6rcdYCwNx/s1600/14.jpg" onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5457430399537664354" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; CURSOR: pointer; HEIGHT: 300px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgL7ew3rPdegEvIAq99JQqLFoV6Nd7xWcHyAiNK9xkI-TQWcDD0GDVuc7kvdLB8XxgAVT40uVColKiRAjLIEDaZ_T5-ka1AakVhOyYR8DNVCsLhrmgxEi47ZFRju9HDK6mSJ2i6rcdYCwNx/s400/14.jpg" border="0" /></a>Istok está bastante loco. O al menos bastante más loco que yo. Ha viajado por más de un año y piensa hacerlo por cuatro años más. Cuando entró a México hace unos seis meses no hablaba nada de español. No es que ahora hable mucho, pero puede hacerse entender hasta por una piedra. Su portugués es verdaderamente artístico. Además, parece estar locamente enamorado de Brasil y Argentina. Toda buena situación entra en lo que él llama "cultura Pelé" o "cultura Maradona". Habla con la gente como si estuviese dictando cátedra, aunque en realidad no dice nada. Juega a fingir que está loco para comunicarse con la gente, mientras sueña con liberarse del mundo actual. Piensa comprar una yurta y vivir de su propia agricultura en algún lugar de Eslovenia. "Capitalismo fuck-off, amigo", dice cuando ve una Coca Cola. Si lo que ve es un columpio demasiado grande en la carretera, lo que dice es "heavy metal, amigo, heavy metal". Y pa'rriba.<br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgJZJ1vj74RjQF0G6AmtlXL4a1wXW_-TrELzAkFghl3ohp-95e3t4YkOFctfyFFcR89Tt1fzFZXhscwQAAdQ6KM4RPFiGWn0zP_zGlTptFOs0BQH5o0uyue1tlXndcw5IwF77ReVHw1QFYH/s1600/15.jpg" onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5457430389878631698" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 300px; CURSOR: pointer; HEIGHT: 400px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgJZJ1vj74RjQF0G6AmtlXL4a1wXW_-TrELzAkFghl3ohp-95e3t4YkOFctfyFFcR89Tt1fzFZXhscwQAAdQ6KM4RPFiGWn0zP_zGlTptFOs0BQH5o0uyue1tlXndcw5IwF77ReVHw1QFYH/s400/15.jpg" border="0" /></a>Tener alguien con quien compartir la ruta fue definitivamente una ayuda para las últimas jornadas de aproximación a Manaus. Las cosas han sido más relajadas y divertidas, aunque también más lentas. Hacia el final de la ruta, yo solamente pensaba en llegar. No me importaba ni el paisaje, ni los kilómetros, ni los caminos, ni la gente. Quería llegar y botarme a la basura. Sherpa estaba sucia hasta la punta de los cachos. La llanta de atrás llegó a tener cinco radios rotos y el eje delantero volvió a presentar problemas. El último día venía como sobre una perinola con voz de matraca. La complicada relación entre mi pobre próstata y el asiento de Sherpa había llegado a un punto álgido. Ya casi no se podían ver. De la misma manera en que ocurrió cuando llegué a Caracas, llegué a Manaus consumiento mis reservas de energía. Estaba muerto. A juzgar por su rostro desencajado, creo que el loco del turbante podría decir lo mismo.<br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg2kZz4GAQmGV09IWHCvzH_fBmwQ-nAhojM8wTMccsGGbVHdUj7ufoOqzIv2qfGZB16Yc1b3eZSiAv1yJPP0q2xSpBCSBD_Jwzu0EqeQrDCLhRDNtc5sZ9CV4ZBs0jyni-8NpODEtP1_5j8/s1600/16.jpg" onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5457430374261981970" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; CURSOR: pointer; HEIGHT: 300px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg2kZz4GAQmGV09IWHCvzH_fBmwQ-nAhojM8wTMccsGGbVHdUj7ufoOqzIv2qfGZB16Yc1b3eZSiAv1yJPP0q2xSpBCSBD_Jwzu0EqeQrDCLhRDNtc5sZ9CV4ZBs0jyni-8NpODEtP1_5j8/s400/16.jpg" border="0" /></a>Y bueno, Manaus, Manaus. Estar en el centro de la Amazonía es como vivir dentro de una lavadora de platos. Uno siente que vive cocinándose, y el único alivio son las lluvias torrenciales, calientes, espesas. Mientras Sherpa y su nueva amiga entran en proceso de resurrección, nosotros no hacemos nada más que deambular como entes por las calles de esta hoguera, tratando de reacomodarnos un poco, comiendo como anacondas y excediéndonos con cerveza barata. Acercarse al Amazonas causa más temor que esperanza: tan grande, tan mastodóntica es su fuerza. Istok piensa tomar un barco rumbo a Tabatinga y de ahí adentrarse en la Amazonía peruana por Iquitos y Pucallpa. Si le he entendido bien, su ruta deberá enfrentar viejas memorias de SAP: Huánuco, Cerro de Pasco, Junín, Huancayo... Yo, por mi parte, pienso ir exactamente al lado opuesto. Ya que he llegado al mayor río del mundo, voy a dejar que me lleve la corriente. Espero que Brasil no me aplaste como a una cucaracha.<br /><br />Ya veremos. Ahora sigo pensando solamente en echarme a dejar que un poco de tiempo pase sobre mí sin dejar huellas.<br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgeHjUH2iDne0JjKBH-YcQhxDZORQ5chi68oopawuxVdr9ZCbB7oCX1mhPgoBdFEYy1kuZSz-hjqjPI2_Kp3wOp1GI3YW_JNZUlQSsUbt-gRuN_UVTjO8lBvnOfEcx1P4MmpzBs71o_X4Q0/s1600/17.jpg" onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5457430369602324674" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; CURSOR: pointer; HEIGHT: 300px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgeHjUH2iDne0JjKBH-YcQhxDZORQ5chi68oopawuxVdr9ZCbB7oCX1mhPgoBdFEYy1kuZSz-hjqjPI2_Kp3wOp1GI3YW_JNZUlQSsUbt-gRuN_UVTjO8lBvnOfEcx1P4MmpzBs71o_X4Q0/s400/17.jpg" border="0" /></a>Quizá lo más lógico sería ir a visitar a un médico. No sé si me hace falta oír que no debo andar más en bicicleta, que debo ser más aseado y que algún vaso, conducto o qué sé yo de mi región genital está roto. Tal vez vaya y no entienda nada de lo que me diga. Tal vez vaya y gaste todo mi dinero en medicinas que no quiero tomar. Tal vez vaya y encuentre alivio. Tal vez no. Tal vez no vaya. De todas formas, en realidad no duele tanto.<br /><br />Manaus, Brasil, miércoles 7 de abril de 2010.<br /><br />6.044 kilómetros recorridos.Sudamérica a pedalhttp://www.blogger.com/profile/01262964256565420157noreply@blogger.com12tag:blogger.com,1999:blog-1727217432271499245.post-14373365346254632842010-03-24T14:13:00.001-07:002010-04-08T06:51:04.233-07:00La Gran Sabana<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhOjfOoTL0GE0yGWwgT2IGD76eMBcDuBUZzaq9C8l3eshB2iJwYV2dK1apQaNtLM-sEUT2lPQ-tHWkx8bkrwJA1h2ZQJ2XbyodIJrVvdGMhyphenhyphenJS8KJy2Kn4-BT-Z-_M0v91TnACTfxKGYBiV/s1600/1.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5452316070479627970" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; CURSOR: pointer; HEIGHT: 220px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhOjfOoTL0GE0yGWwgT2IGD76eMBcDuBUZzaq9C8l3eshB2iJwYV2dK1apQaNtLM-sEUT2lPQ-tHWkx8bkrwJA1h2ZQJ2XbyodIJrVvdGMhyphenhyphenJS8KJy2Kn4-BT-Z-_M0v91TnACTfxKGYBiV/s400/1.jpg" border="0" /></a>Hacia el sureste del Estado Bolívar, extendida por más de 15.000 kilómetros cuadrados y con una altitud que oscila entre los 1.000 y los 1.500 msnm, se eleva una meseta ondulada, rocosa, de bordes muy abruptos y vegetación rala o relativamente baja en su mayor parte. Ante mis ojos (una hormiga pedaleando por el horizonte), fue desde el principio una llanura enorme, hermosísima, enteramente refrescante y poderosa. Rodeada por descomunales macizos de piedra vertical, adornada por bosques que brotan aquí y allá como manchas opacas sobre un óleo brillante, e inundada por saltos, arroyos y quebradas, "La Gran Sabana" ha sido la última y gran sorpresa que Venezuela me ha ofrecido antes de dejarme partir. Como parte principal y más amplia del macizo guayanés, la Gran Sabana es la formación geológica más antigua del planeta, lo cual quiere decir que se trata de la región de tierra firme que más tiempo ha estado por fuera de la superficie del mar. Las rocas de la Gran Sabana son tan antiguas que no guardan vestigio fósil alguno: existían aún antes de que la vida apareciese en la Tierra, cuando Sudamérica aún no existía siquiera como continente. Ahora, en cambio, son una parte formidable de nuestro continente, y un escenario increíble para las aventuras de SAP.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjPgCjDB913xaoTSKyD3tWF9xkS0qA-3rnIjvp46-WufArCpQM-YHczUvuk2_f4K8dEDZt4-OnkWKuihA0_e7Rq5y4zmi35lloxjPjPV3UmNkomEDxmv5lYd4wGsgDRH7HFDvHcTqP7j0Ia/s1600/9.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5452314053456514770" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; CURSOR: pointer; HEIGHT: 300px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjPgCjDB913xaoTSKyD3tWF9xkS0qA-3rnIjvp46-WufArCpQM-YHczUvuk2_f4K8dEDZt4-OnkWKuihA0_e7Rq5y4zmi35lloxjPjPV3UmNkomEDxmv5lYd4wGsgDRH7HFDvHcTqP7j0Ia/s400/9.jpg" border="0" /></a>De todos estos pasados días, solamente seis han sido de viaje en bicicleta, y solamente tres de ellos al interior de la Gran Sabana. Tanto Sherpa como yo hemos avanzado flamantes y llenos de expectativas. Salimos de San Félix con buenas provisiones, mucho descanso y un nuevo ángel guardián en las espaldas. Desde ese día hasta ahora, Vicente se ha mantenido en contacto y pendiente de todo el periplo. De hecho, el primer tramo pedalée hasta la casa de dos amigos suyos que me esperaban en la poblacion de Guasipati. Raúl Guzmán y su esposa Lucila, que también se han mantenido en contacto desde ese día, me alimentaron y dieron posada luego de una larga jornada de 157 kilómetros. En la mañana de ese día, también por consejo de Vicente, me atiborré de "catalinas" o "cucas" con queso guayanés. Estos pequeños panes de harina de trigo con panela son famosos en la autopista que conduce a la ciudad de Upata y me sirvieron como provisiones durante toda la semana. Un poco antes de encontrar la casa de Raúl, un colombiano me invitó a tomar gatorade y me regaló 50 bolívares. Las personas que estaban cerca, la mayoría transeúntes malencarados y hasta amenazantes, se acercaron y en segundos hicieron una colecta de 50 bolívares más. Por ellos me enteré que el sacerdote de la ciudad había anunciado mi llegada hace algunos días. Hasta ahora no entiendo quién era o cómo lo supo, pero al parecer yo era conocido antes de llegar.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiAUS5nHGL1H6sTBHprbo6qRQaDDCy9kYEWNu9uQbNMlYAyjQMSgC870hKaVGJXuVe8EwtohPcWPLyEgzz9xEaMc4K1pIg8e-aQ10zx_0qdyMmotXRsZRJYgkHRkQ0s0o5ymaeyIUOtnkFQ/s1600/2.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5452315533967298834" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 300px; CURSOR: pointer; HEIGHT: 400px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiAUS5nHGL1H6sTBHprbo6qRQaDDCy9kYEWNu9uQbNMlYAyjQMSgC870hKaVGJXuVe8EwtohPcWPLyEgzz9xEaMc4K1pIg8e-aQ10zx_0qdyMmotXRsZRJYgkHRkQ0s0o5ymaeyIUOtnkFQ/s400/2.jpg" border="0" /></a>Ansioso por acercarme al Brasil, de Guasipati salí tan temprano como tarde había llegado la noche anterior. Otro día largo me esperaba para llegar a la población minera de El Dorado. Ahí debía buscar la casa de un tal Bruno, migrante suizo que mantiene una hostería en las afueras del pueblo y de quien me había enterado gracias a Sekiji, el ciclista japonés a quien conocí cerca de Cumaná. Antes de ello pasé por El Callao, población reconocida por albergar los carnavales más famosos de Venezuela y por haber presenciado el primer partido de fútbol jugado en el país en 1876. No tuve más tiempo que el necesario para dar una vuelta por la plaza del pueblo y tomar algún refresco. Quizá me faltó conocer algo más de la intensa actividad minera que mantiene a la zona, en especial la minería aurífera, pero en realidad no quise permanecer más tiempo en esos pueblos calientes y distantes. Del suizo no hay nada que decir: apenas y me saludó. Si no hubiese sido por su esposa, ni siquiera hubiese podido poner mi carpa en su terreno para pasar la noche. Para colmo, en lugar de bachacos, esta vez tuve que lidiar con un par de cucarachas grandotas que no tengo idea de cómo se metieron a la carpa. Rápidas y escurridizas, las malditas.<br /><br />A la mañana siguiente desayuné en El Dorado y seguí la marcha hacia el sur, cada vez más cerca de la Gran Sabana y del Brasil.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhedjOItQPdk-OU0E7K0juleM3Sxi_Tky-kA_4zc8ghuv4q_OwgchLt2Ld911bslZy0asXNBjl640V2bkRBTpn9SbNgXFPM7ajNiKA712mSZvnTi4k6o6xS8oOpjLU4Ay5seF54cpK3vJct/s1600/3.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5452315531592829538" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; CURSOR: pointer; HEIGHT: 300px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhedjOItQPdk-OU0E7K0juleM3Sxi_Tky-kA_4zc8ghuv4q_OwgchLt2Ld911bslZy0asXNBjl640V2bkRBTpn9SbNgXFPM7ajNiKA712mSZvnTi4k6o6xS8oOpjLU4Ay5seF54cpK3vJct/s400/3.jpg" border="0" /></a>Además del calor que no da tregua, me sorprendió la cantidad de vegetación calcinada que encontré a todo lo largo del camino. En parte por la sequía, que ha sido brutal, y la práctica descontrolada de tala y quema que realizan los indígenas pemones del sector, encontré a la selva a todo lo largo de la carretera prácticamente en llamas. En algunos sectores solamente se veían grandes potreros de terreno vacíos y enegrecidos por las cenizas; en otros, el humo de la vegetación ardiendo inundaba la calzada por kilómetros. Campos y campos de arbustos amarillentos parecen esperar por una chispa que los encienda y los reduzca a polvo en segundos. Aunque no estoy seguro si en parte la quema era intencional, en su mayor parte el fuego que encontré parecía descontrolado.<br /><br />Para sumarse a la colección de animales muertos encontrados en la carretera (la cual incluye no solo cientos de perros, sino pájaros, caballos, vacas, iguanas, armadillos, algunos mamíferos que no he podido reconocer pero que parecen ser algún tipo de oso hormigero y demás), cerca de Tumeremo me topé con una serpiente que superaba el metro y medio de longitud. Sentí recelo hasta de acercarme al cadáver para tomar fotos, y me ponía nervioso con cada carro que pasaba y la aplastaba un poco más cuando no lograba esquivarla. Esa noche, en la población de Las Claritas, ni siquiera pregunté por un lugar para acampar: me imaginé una de esas enroscándose por la carpa y en seguida fui en busca de uno de los cuartuchos baratos que no veía desde hace rato.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEil76Gunk0M8LU4YacmsB_QvhW_6MHvIz1pTbnrF1FzYWlNe5IYLamIRlQL8o_bc9u5NL1zRwjq49QTHZ8gsEabPGNIR28rwtygM7QaUnqqEqk54psX4z4Y-dpNShPd7n7Nc7UZs8psztg-/s1600/4.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5452315525746271986" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; CURSOR: pointer; HEIGHT: 300px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEil76Gunk0M8LU4YacmsB_QvhW_6MHvIz1pTbnrF1FzYWlNe5IYLamIRlQL8o_bc9u5NL1zRwjq49QTHZ8gsEabPGNIR28rwtygM7QaUnqqEqk54psX4z4Y-dpNShPd7n7Nc7UZs8psztg-/s400/4.jpg" border="0" /></a>Claro que lo de los cuartuchos tampoco es garantía alguna. La noche que pasé en San Francisco de Yuruaní, dos días después de Las Claritas, tuve una extraña visita a media noche. En una posada indígena me alquilaron un cuarto que tenía en realidad cinco camas. Yo ocupé una solamente, pero dejé una bolsa de plástico cerrada con algunas provisiones en la cama adyacente. En la madrugada me levanté a orinar, y cuando entré al baño vi una sombra trepando por la pared y escabulléndose por las láminas de zinc del techo. Cuando prendí la luz el visitante ya se había ido, así que no tuve más que echarme a dormir. A la mañana siguiente encontré la bolsa de provisiones rota por un lado y abierta por el otro. Un pan estaba mordisqueado y una funda de galletas, también rota y mordisqueada, yacía a casi un metro de distancia. Lo chistoso es que todo esto ocurrió a unos 50 cm de donde yo roncaba, y nunca me di cuenta. Ya que no sé de ratones que trepen paredes a toda velocidad, hasta ahora me pregunto con quién compartí babas en mi desayuno de ese día.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjfMyKsVZJKFlphqcPRHB0SFwjVtk0wG08ef8NESNrSsMU65eJPEFnzGPI_sVPDdp_N0bNp3rw7jqqEQGMuGZQND6HRcN2C3U_6lZ_fcdgd157p581VJZqBbEQ2C0Goyl69KMAUx0vsI069/s1600/5.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5452315523718802626" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; CURSOR: pointer; HEIGHT: 300px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjfMyKsVZJKFlphqcPRHB0SFwjVtk0wG08ef8NESNrSsMU65eJPEFnzGPI_sVPDdp_N0bNp3rw7jqqEQGMuGZQND6HRcN2C3U_6lZ_fcdgd157p581VJZqBbEQ2C0Goyl69KMAUx0vsI069/s400/5.jpg" border="0" /></a>A pocos kilómetros de Las Claritas la carretera se interna por una vegetación espesa y muy húmeda a pesar de la sequía: es el inicio del Parque Nacional Canaima, la sexta zona protegida más grande del mundo y Patrimonio Natural de la Humanidad desde su nombramiento oficial en 1994. A partir de un punto llamado "la Piedra de la Virgen" (hay una peña con una mancha que la gente dice se parece a la imagen de una virgen) se inicia una subida muy fuerte que asciende de poco más de 100 msnm a los 1.440 msnm en algo más de 30 kilómetros. El recorrido, aunque duro, es muy divertido. La vegetación cambia radicalmente y los bordes de la carretera se pueblan de pequeños arroyos (en su mayoría piedras secas en esta temporada) y mucho ruido de fauna. En la cumbre, de pronto, se abre infinita la sabana: kilómetros y kilómetros de prados verdes, laderas sinuosas y, al fondo, los soberbios tepuyes ("montañas planas", en la lengua de los pemones). Tampoco inmune a la sequía y las inundaciones, una de las primeras cosas que vi fue un helicóptero del Parque Nacional trabajando para apagar uno de los muchos incendios forestales que han asolado la sabana en estos últimos meses.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgJ_BuX0HmREqkxrlY5Hd3d8d2T90uXOqy_4_ub_uRFxTMYhffEKTMySUAozGGvjYp2055wzVblaayBe_6rsvNttJeUHjuPw9f6esprpw4OEogmeWAQMdppjPCGw_4VqzSVjFNsPIhsZHUx/s1600/6.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5452315516412855026" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; CURSOR: pointer; HEIGHT: 300px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgJ_BuX0HmREqkxrlY5Hd3d8d2T90uXOqy_4_ub_uRFxTMYhffEKTMySUAozGGvjYp2055wzVblaayBe_6rsvNttJeUHjuPw9f6esprpw4OEogmeWAQMdppjPCGw_4VqzSVjFNsPIhsZHUx/s400/6.jpg" border="0" /></a>Avancé boquiabierto por bastantes horas, con mi cámara al hombro y deteniéndome para utilizarla cada cien metros o menos. Hacia el atardecer, muerto de hambre, encontré un pequeño campamento indígena en las orillas del río Kamoirán. Allí empecé a entablar relación con los pemones, etnia indígena que puebla la sabana y hoy en día administra practicamente toda la actividad turística que ocurre ahí. El mesero de un pequeño restaurante donde comí me habló de algunas extrañas profecías de la Gran Sabana y me habló de muchos otros ciclistas que habían atravezado la región en los pasados años. Según había oído, de la Gran Sabana, que es la región más antigua del mundo, saldrá la fuerza necesaria para purificar y redimir al hombre en esta época de decadencia y barbarie ecológica. O algo así. Seguí las instrucciones de mi nuevo amigo y acampé en las playas del río, donde también pude bañarme y hasta encender una fogata.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg297OgrCRi1Q8pVSgd9PC3rjIt_hxFwv3QNPglp9I6oodmMb8MiQil6sI9aqXaCrXusBYfmaSfJjVK48EviQqGYSt1Ir3B3Au4OYSDh7yMfjLI9xfT0qUdCGTHRNdZFcK5icl87ck-s7XF/s1600/7.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5452314062840173922" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; CURSOR: pointer; HEIGHT: 300px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg297OgrCRi1Q8pVSgd9PC3rjIt_hxFwv3QNPglp9I6oodmMb8MiQil6sI9aqXaCrXusBYfmaSfJjVK48EviQqGYSt1Ir3B3Au4OYSDh7yMfjLI9xfT0qUdCGTHRNdZFcK5icl87ck-s7XF/s400/7.jpg" border="0" /></a>De ahí en adelante cada día ha sido una sorpresa mayor. Mi llegada a la Gran Sabana trajo una suceso gratificante para los pobladores locales. Mientras levantaba mi carpa en Kamoirán el cielo se cubrió rápidamente y en pocos minutos se desató un aguacero furioso. Era la primera lluvia en más de un año. Para mí, era la primera lluvia desde que pasé por el Valle del Cauca, más de dos meses atrás. Aún cuando todo mi equipo impermeable estaba al fondo de mis alforjas, el agua resultó refrescante. Apenas pude avanzar unos cinco kilómetros hasta que por suerte encontré refugio en una cabaña donde comí y esperé un par de horas. El resto del día avancé sin apuro, deteniéndome en cada quebrada y recorriendo los bordes de cada cascada que me salía al paso. Cada parada, además, fue aprovechada para saturarme de calorías. Almorcé tres veces: a veces como y al rato me olvido que lo hice (o pretendo hacerlo), así que vuelvo a buscar comida. Así mantengo mis buenas guatas por si acaso me haga falta una buena reserva, je.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjjZ367AKUPj26Y6yGvbziYrg7SZWXRvqOubL2jCFCcfYWdBJlW9nEthsHfeXLOcoCYgI6oLf-pmIJxsHLzVc4rt0P79iJRof6VIKAdK-QHxLyZfKxRjA-ezAqipOGbtWnf3pb_WHK61eWs/s1600/8.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5452314057702098562" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 300px; CURSOR: pointer; HEIGHT: 400px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjjZ367AKUPj26Y6yGvbziYrg7SZWXRvqOubL2jCFCcfYWdBJlW9nEthsHfeXLOcoCYgI6oLf-pmIJxsHLzVc4rt0P79iJRof6VIKAdK-QHxLyZfKxRjA-ezAqipOGbtWnf3pb_WHK61eWs/s400/8.jpg" border="0" /></a>Ya en el sur del parque encontré a dos españoles que viajaban en bicicleta en dirección norte. Ellos habían comenzado su viaje en la costa de Ecuador y habían recorrido algunos cientos o miles de kilómetros por Perú y Bolivia. Gran parte de su trayectoria la hacían en bus. Viajaban con alforjas hechas de tarros plásticos que ellos mismo habían acondicionado en sus bicicletas y, al parecer, con poca información de las regiones que atravesaban. Luego de haber entrado a Brasil a través de la selva boliviana, habían logrado salir a Manaos por caminos de segundo o tercer orden y desde ahí hasta la frontera con Venezuela por la ruta que seguiré yo en dirección contraria. Su plan era llegar a la costa del Caribe y ahí buscar alguna tipo de transporte marítimo para volver a Europa en calidad de marinos. El encuentro no fue muy largo, así que no hubo fotos ni mayor alboroto. De hecho, apenas sé que uno de los dos se llama David. Seguramente estarán ya en Cumaná o Puerto La Cruz tratando de buscar su camino a casa. Suerte para ellos.<br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg2DVmpfKIDnTO8R6zqgmAkR5eOcDeV6SFUyqFK-T3I67oOeSaUbpm103BOeglqdg8-rdXrf-nsvhoaVmATmZxe4GnzOoiEfX77GLE_YZ6Eo6UNjbws6XX_7BV1eHq4FaSNV9m6JzIxQ0pU/s1600/10.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5452314050894009922" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; CURSOR: pointer; HEIGHT: 300px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg2DVmpfKIDnTO8R6zqgmAkR5eOcDeV6SFUyqFK-T3I67oOeSaUbpm103BOeglqdg8-rdXrf-nsvhoaVmATmZxe4GnzOoiEfX77GLE_YZ6Eo6UNjbws6XX_7BV1eHq4FaSNV9m6JzIxQ0pU/s400/10.jpg" border="0" /></a>A Santa Elena de Uairén llegué un miércoles a medio día. La ciudad, que es la capital del Municipio Gran Sabana y la población más grande de la zona, también es el centro de operaciones para una gran cantidad de excursiones, recorridos y visitas a las maravillas del Parque Nacional Canaima. Yo sabía, gracias a Sekiji el japonés, que ahí podría embarcarme en un ascenso al Roraima, uno de los tepuyes más grandes del parque y el más elevado de todos. La excursión resulta algo costosa para un viaje como el mío, pero basta ver al gigante de roca desde la distancia para darse cuenta de que se trata de algo verdaderamente único. Digo con agradecimiento que fueron las muchas donaciones de dinero que recibí en toda Venezuela las que hicieron posible mi visita al Roraima. Apenas llegué a Santa Elena me puse en contacto con una agencia y en menos de una hora estaba ya inscrito en una aventura completamente distinta que tenía que iniciar el siguiente día.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEje2l8dM5KpETzTpG0GdbwvWEuzNu-6kJZmr8FInOOk1ldsS44Xcz9MVOB6tvp_wMNhqRaoredgdZmdebEK2xTW-mmAZscEro05tqPunx_VXNgCsLFusX0-D1yMemCdcIJ55RfbQBjp0bV_/s1600/11.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5452314045718430882" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 300px; CURSOR: pointer; HEIGHT: 400px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEje2l8dM5KpETzTpG0GdbwvWEuzNu-6kJZmr8FInOOk1ldsS44Xcz9MVOB6tvp_wMNhqRaoredgdZmdebEK2xTW-mmAZscEro05tqPunx_VXNgCsLFusX0-D1yMemCdcIJ55RfbQBjp0bV_/s400/11.jpg" border="0" /></a>"Roraima", en lengua taurepán, que es el idioma de los pemones, significa algo así como "el gran verde-azulado". Dicen los pemones que el nombre se debe a que el macizo se ve azulado desde la distancia y verdoso desde la cercanía. Para mí, si he de pensar en colores, el Roraima es negro y naranja. Las rocas de sus paredes muestran un tono rojizo conforme el sol las ilumina con diversas intensidades durante el día. Su cima es un amplio mundo de roca negra, un complejo sistema de grietas, acumulaciones rocosas, valles y senderos en su mayor parte salpicados por charcos de agua. La aproximación al monte, su ascenso, la exploración y el retorno implica seis deías de caminata, primero por la sabana misma, luego por las faldas del tepuy y finalmente por una rampa empinada que conduce a la cima. La única forma de subir a la cima caminando es por el lado sur. Todos los demás flancos son paredes de granito en su mayor parte inexploradas. En la parte norte del tepuy se ubica el llamado "punto triple", punto de convergencia de las fronteras entre Venezuela, Brasil y Guyana, aunque la porción guyanesa es parte de la zona de reclamación que los venezolanos reclaman como suya.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEga48CJdiQjzgq59zx-uRE66kYAGg37kDCDp7J-paMS8lGDH4vMWQk4SG1Q_Lm5ncyVv3U3xTCD625BBXYMWXL4a0PBEQMf6hWmZf1ScUjEG-9wSNDNDH7GE-NZ6mpyRZGd2axTzfZfVk6t/s1600/12.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5452313266151696546" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 300px; CURSOR: pointer; HEIGHT: 400px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEga48CJdiQjzgq59zx-uRE66kYAGg37kDCDp7J-paMS8lGDH4vMWQk4SG1Q_Lm5ncyVv3U3xTCD625BBXYMWXL4a0PBEQMf6hWmZf1ScUjEG-9wSNDNDH7GE-NZ6mpyRZGd2axTzfZfVk6t/s400/12.jpg" border="0" /></a>El equipo del que fui parte incluyó a dos venezolanos (Rafael y Wanda, que cumplió años el día que alcanzamos la cumbre), cuatro alemanes (Florean, Ulf, Andreas y Almud), un guía pemón (Calio, que, aunque venezolano, vive en Guyana y solamente habla inglés), dos porteadores (Rafael y Charly, también pemones) y un cocinero (José). Tanto los porteadores como el guía y los cocineros llevan a cuestas cargas de 25 o 30 kilos, pues deben transportar todo lo necesario para mantener al grupo durante seis días, lo cual incluye, además de carpas, comida y herramientas, también un baño portátil. Los que íbamos en calidad de turistas cargábamos no más de 10 kilos. Las caminatas diarias no son excesivas. Casi nunca se camina más de cuatro horas, así que, en realidad, la excursión tiene demasiado tiempo libre. Con todo, para el sexto día yo estaba agotado. Los casi 5.000 kilómetros que recorrí antes de Sta. Elena no evitaron que regrese al campamento inicial sin ganas de dar ni un paso más.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhAAWH-qs-gogA27QR33P04vRhzQPrxMFS-Ku-TrcCcuAz5Nz29H_dwKqey2TJ4_O4D574NewWab3ILuDXxpour_hgRM-jnljjKlqtN1eypzC6AHSDKhZYJpMLlh4gnJN9bAHBIJ9Udg4xi/s1600/13.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5452313264353920690" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; CURSOR: pointer; HEIGHT: 300px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhAAWH-qs-gogA27QR33P04vRhzQPrxMFS-Ku-TrcCcuAz5Nz29H_dwKqey2TJ4_O4D574NewWab3ILuDXxpour_hgRM-jnljjKlqtN1eypzC6AHSDKhZYJpMLlh4gnJN9bAHBIJ9Udg4xi/s400/13.jpg" border="0" /></a>Ya se habrán dado cuenta por las fotos que la caminata es simplemente fenomenal. Uno no puede cansarse de ver la enorme plataforma de piedra cada vez más cerca. La emoción de la subida se vuelve cada vez más intensa y lo lleva a uno casi corriendo hasta la cima. Aunque el Roraima apenas supera los 2.800 msnm, el ambiente de su plataforma superior es bastante más frío de lo que yo esperaba. En las rocas de la cumbre es necesario refugiarse en uno de los muchos "hoteles" que son cuevas lo suficientemente profundas para plantar carpas e instalar una pequeña cocina. La primera noche que pasamos ahí tuve que ponerme toda la ropa que llevé para soportar el frío. Es tan peculiar el panorama entre esas rocas negras que escuché a más de uno referirse a él como si se tratase de la Luna. Asumo que la Luna debe ser muy distinta a lo que vimos ahí, pero es verdad que ahí uno se siente de pronto como en otro mundo.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEivKFZzOrkPdyvRlcVPE4iA7lPmtDzpyVBRABPLgdH6M2w_wFVRdE1M4VifP10MR7i7V_MbF0U5HOvcmFx7sAeQxIWwkhai4JvGd2SpB0s1yFZ5Q-BWW93Ll41iqnMR8rswQ6wZo1tOrtS1/s1600/14.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5452313260048713170" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; CURSOR: pointer; HEIGHT: 300px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEivKFZzOrkPdyvRlcVPE4iA7lPmtDzpyVBRABPLgdH6M2w_wFVRdE1M4VifP10MR7i7V_MbF0U5HOvcmFx7sAeQxIWwkhai4JvGd2SpB0s1yFZ5Q-BWW93Ll41iqnMR8rswQ6wZo1tOrtS1/s400/14.jpg" border="0" /></a>Aunque llovió mucho durante la mañana en que debíamos explorar la cima del tepuy, durante la tarde tuvimos la oportunidad de asomarnos a los filos de piedra y contemplar la magnitud de los abismos que parecen sostener esa corona inmortal de la sabana. Hacia el lado guyanés el descenso es aún más brusco: la llanura de selva se observa como un prado lleno de violencia y fuerza del que nacen inexplicablemente esas paredes formidables. Decenas de caídas de agua generan un rumor de cataclismo, mientras que las nubes en constante movimiento crean y destruyen universos enteros sobre las formaciones casi misteriosas que se descuelgan del tepuy. La cima del Roraima es en verdad un mundo perdido, una muestra de la soberbia total de la naturaleza ante la cual uno no puede contener la conmoción. Son pocas y no muy altas las montañas que he escalado en mi vida, pero en todas ellas he sentido la maravilla de la altura y el vértigo casi místico del abismo. En el Roraima eso viene acompañado de un sentimiento de furia ancenstral, como si el lugar fuese un alarido de la Tierra misma, un estallido del vigor que la recorre desde el principio de los tiempos.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhPxuRJ4ILbeXNkZRIXTbk1tx9yd5l_FVsK9abSYeyOiqPYJ5Wu9MxDcdgGBMn4vbJ0fKLThuN7qOf9obg0vMP6DaENC9ZiN9DerIQoSQQy2521DPwhxH-6SyTid2ZopCLnpKYut5WUdM6I/s1600/15.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5452312416238750194" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 300px; CURSOR: pointer; HEIGHT: 400px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhPxuRJ4ILbeXNkZRIXTbk1tx9yd5l_FVsK9abSYeyOiqPYJ5Wu9MxDcdgGBMn4vbJ0fKLThuN7qOf9obg0vMP6DaENC9ZiN9DerIQoSQQy2521DPwhxH-6SyTid2ZopCLnpKYut5WUdM6I/s400/15.jpg" border="0" /></a>Un atardecer sobre las nubes, envuelto en el frío del viento y el asombro de la Gran Sabana a más de mil metros bajo nuestros pies fue la despedida que el Roraima nos ofreció antes de volverse a ocultar entre las nubes y las sombras de la noche. Para mí, además, ese atardecer fue el gran acto de clausura con el que Venezuela me sonreía por última vez. Sentí que la ascensión al gran tepuy había sido no solamente una buena decisión, sino un camino necesario. Algo ante lo que no tenía opción, un golpe del destino, digamos, un momento para el que había nacido y para el que había emprendido el viaje entero. Con esas nubes y esa luz se me había concedido el permiso para continuar hacia el desafío de la selva. Por eso bajé feliz, cansado pero listo para enfrentarme al país más grande de nuestro continente con el mismo optimismo radiante que me ha traído hasta acá.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgodVpjw4VJeXAJVv4sabSWPXkC8iKtZLiYubxb1f4y0mh0N8fiZnaQk8cp8XT6MV5mjVEITBohu7KQql8oBFTMOvHFIEhJRgeG2B6-2Ydv5GmdzCl7XWNFe32Nt79EqTIEpzwvMM4Qc9C2/s1600/16.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5452312406708525378" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; CURSOR: pointer; HEIGHT: 300px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgodVpjw4VJeXAJVv4sabSWPXkC8iKtZLiYubxb1f4y0mh0N8fiZnaQk8cp8XT6MV5mjVEITBohu7KQql8oBFTMOvHFIEhJRgeG2B6-2Ydv5GmdzCl7XWNFe32Nt79EqTIEpzwvMM4Qc9C2/s400/16.jpg" border="0" /></a>Recordaré al Roraima y a la Gran Sabana con una gran sonrisa. Transitar por este mundo increíble ha sido de cierta forma un premio, pero también ha sido una fuerte sacudida. Cuando empezaba a agobiarme el calor y el tedio de las llanuras infinitas, cuando empezaba a aburrirme de la soledad y la fatiga de los músculos, la naturaleza entera me ha ofrecido un guiño de ojos para recordarme, una vez más, la enorme alegría que significa la oportunidad de esta aventura. Todo viaje es como una vida pequeña, y toda vida es como un gran viaje. Visto así, no hay momento que no signifique un descubrimiento en potencia, una renovación constante. Por eso miro con gran expectativa los kilómetros y las personas que vienen de hoy en adelante.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjIg2XU91gv6SqAA13o7OC2N1Q_j9_Rm9CSeglBTZ3Gkww_iSN-bqy8GQGdTX5zx9Pt2Gm34sEgJgRlg98LWdYJ_norM0LyQCePZPOpVUc0kTkjokKY3Bt-PqZGmDASoktR874cofeER0g4/s1600/17.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5452312400136311634" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; CURSOR: pointer; HEIGHT: 300px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjIg2XU91gv6SqAA13o7OC2N1Q_j9_Rm9CSeglBTZ3Gkww_iSN-bqy8GQGdTX5zx9Pt2Gm34sEgJgRlg98LWdYJ_norM0LyQCePZPOpVUc0kTkjokKY3Bt-PqZGmDASoktR874cofeER0g4/s400/17.jpg" border="0" /></a>Brasil está a 10 kilómetros de distancia. Yo siento estar ya ahí. Sonrío mientras pienso en el futuro y me siento a descansar en medio de los que -para mí y en estos momentos- son los lugares más hermosos de la Tierra.<br /><br />Santa Elena de Uairén, Venezuela, miércoles 24 de marzo de 2010.<br /><br />4.960 kilómetros recorridos.Sudamérica a pedalhttp://www.blogger.com/profile/01262964256565420157noreply@blogger.com10tag:blogger.com,1999:blog-1727217432271499245.post-58401853893418761692010-03-11T13:40:00.000-08:002010-03-23T14:16:51.311-07:00La ciudad de los dos ríos y la enfermedad crónica de Sherpa<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgwnTBPM32uspr8BbTu2nZI61OzdJ7jEA3OO4urpOMTdcHl875KhNJzEdyCyHEAiJ-VnpqULogJTtxt_HHFlSxOe08KC7ox_zsnhFMpjxULDlksLoKll109h_VQGpPhBVKe_pGNZVwWE8Jx/s1600-h/1.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 300px; height: 400px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgwnTBPM32uspr8BbTu2nZI61OzdJ7jEA3OO4urpOMTdcHl875KhNJzEdyCyHEAiJ-VnpqULogJTtxt_HHFlSxOe08KC7ox_zsnhFMpjxULDlksLoKll109h_VQGpPhBVKe_pGNZVwWE8Jx/s400/1.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5447500595140349906" border="0" /></a>Parece que el Orinoco no quiere al Caroní. En el fondo, le teme. Sabe que el gigante de aguas negras es el único capaz de quitarle el brillo a su dominio, el único a la altura de igualarlo. Por eso lo rechaza y camina inmutable con sus aguas verdosas hacia el enorme delta que lo deposita en el Atlántico. El Caroní, por su parte, tampoco quiere al Orinoco. Sus aguas se mantienen separadas no porque el otro lo rechace, sino porque él mismo prefiere mantenerse alejado, puro, lejos de la muerte y mucho más de la subordinación al imperio de su hermano rival. Así, poderosos y altivos, avanzan por decenas de kilómetros sin juntar sus aguas, meneándose y abrazándose pero claramente separados hasta extinguirse en la totalidad del mar. Parece que ni siquiera se hablaran, que se ignoraran, que actuaran como si el otro no existiese y cada uno se sintiese el único con derecho de brillar en su marcha por el interior de Venezuela.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjo8Y1-eTIIdHFzw4r2k52yp6QafiQpufxZJlvm86XUPLlqSfNuUeH2uzIzXOmQsId-1yt-XurlU5eRBl1ZCSCgBk2v2M1nc74XaqwaB5b3PpkCqYS1CNWMt-4XfVc1V3H_FqoAw14e1XCQ/s1600-h/2.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjo8Y1-eTIIdHFzw4r2k52yp6QafiQpufxZJlvm86XUPLlqSfNuUeH2uzIzXOmQsId-1yt-XurlU5eRBl1ZCSCgBk2v2M1nc74XaqwaB5b3PpkCqYS1CNWMt-4XfVc1V3H_FqoAw14e1XCQ/s400/2.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5447500589808089698" border="0" /></a>En la conjunción de estos dos ríos enormes se levanta el núcleo urbano más importante de la región. Ciudad Guayana, compuesta principalmente por los asentamientos de San Félix, en la ribera oriental del Caroní, y Puerto Ordaz, en la ribera occidental, es el polo de desarrollo más activo e importante del sur de este país. Al llegar a esta ciudad desconcertante, que se aproxima velozmente al millón de habitantes, he alcanzaio el corazón de la Orinoquía, la segunda cuenca fluvial más caudalosa del mundo. Para hacerlo, pedalée cerca de 400 kilómetros desde la costa caribeña de Cumaná y el Golfo de Cariaco, en el Estado Sucre, atravecé el Macizo Oriental venezolano y avancé por los llanos bajos de Monagas directamente hacia el sur.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjXAe4IeCocZDdFV5ABkwhN4dDkjw94GpWvgcNPTDsDaK7WtWvsX1NTvT_MAds2_byAxRcy-5hgSHHIpaWKAnfyoE-mFPn4kgLcRubh3NKplVBA_R7SRC6shbUD9rNTqk6QvCldQbu3dUS7/s1600-h/3.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjXAe4IeCocZDdFV5ABkwhN4dDkjw94GpWvgcNPTDsDaK7WtWvsX1NTvT_MAds2_byAxRcy-5hgSHHIpaWKAnfyoE-mFPn4kgLcRubh3NKplVBA_R7SRC6shbUD9rNTqk6QvCldQbu3dUS7/s400/3.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5447500581993260818" border="0" /></a>Con el mar a mis espaldas, lo primero fue adentrarme por la zona montañosa de Caripe, en la que llegué a superar los 1.200 msnm. Durante dos etapas me vi de vuelta en desniveles muy parecidos a los que antes eran pan de cada día durante la travesía de los Andes. La combinación del calor extremo de la costa y la rugosidad de las montañas probó ser agotadora. El primer día no pude cumplir la meta en la que había pensado y tuve que pedir posada en la estación de bomberos de Santa Cruz de Cariaco. El bombero local, Luis, cocinó una poderosa cena y me instruyó durante horas acerca de la fruticultura local. Se divertía mucho escuchando los nombres que en el Ecuador le damos a frutas y verduras: "papaya" en lugar de "lechosa", "maracuyá" en lugar de "parchita", "sandía" en lugar de "patilla", "banano" en lugar de "cambur", "calabaza" en lugar de "aullama", etc. La lista es interminable.<br /><br />Como buen venezolano, también habló horas y horas de política y no se guardó sus opiniones acerca del gobierno actual. Yo he aprendido a balancearme bien entre las facciones tajantes de gobiernistas y opositores, al punto de que ahora puedo llevarme bastante bien con uno y otro lado. Lo que no he logrado, en cambio, es forjarme una opinión personal del asunto. He escuchado tanto bueno y tanto malo, y siempre en términos tan radicales y firmes (para uno y otro lado), que hasta ahora no sé si esta llamada "Revolución Bolivariana" es un éxito o un fraude, o si Chávez es un visionario o un charlatán. En términos muy generales, parece que los pudientes sienten que el gobierno se mete en todo y lo arruina, mientras que los no pudientes sienten una renovación de oportunidades y promesas que ahora sí va en serio. Yo he decidido aplicar mi derecho de extranjero a no tener opinión en el asunto y simplemente informarme de lo que dicen unos y otros. De lo contrario, tal como están las cosas aquí en Venezuela, uno se juega la cabeza.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjzvA2wwmqw51nKtlapFVo5cTjwpD5g8YfZ4S4KdXuATlx2eIbX-vwCVy8khKupZtSglu16fK9ZO8gnSScat9R5WEA4DK4EJj3uFbz6mynDWJMO6ZwXOTxQ_xT6Wep98-cJVSOMbec1aFN8/s1600-h/4.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjzvA2wwmqw51nKtlapFVo5cTjwpD5g8YfZ4S4KdXuATlx2eIbX-vwCVy8khKupZtSglu16fK9ZO8gnSScat9R5WEA4DK4EJj3uFbz6mynDWJMO6ZwXOTxQ_xT6Wep98-cJVSOMbec1aFN8/s400/4.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5447500580125010658" border="0" /></a>Temprano al siguiente día me despedí de Luis y emprendí un largo ascenso por las estribaciones del Cerro Negro. Desayuné en la población de Santa María y rematé unos 15 kilómetros más adelante en Sabana de Piedra (me he hecho fan del doble desayuno, je). Hacia las 10 de la mañana ya había abandonado el Estado Sucre y subía los últimos metros en los alrededores de San Agustín. Antes de las 11 estuve en las puertas de un impresionante monumento natural del que me habían hablado prácticamente desde que crucé la frontera con Colombia: la Cueva del Guácharo. Encargué mi bicicleta en la dirección del parque y decidí descansar el resto del día para gastarlo en actividades turísticas.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgzuK7tLNW3Mxo8GcvEiEWfTUBk8hliwUqi51J74ud3n7jYXYSUKOCExS6zP6SIJqUKaQUVXz6FmahVew_jJvR4utbN9gmP_uxMSVNX1g1dZdKUVvXuVkVi9EWRCq2ESqjBJ9HBX9Bw-20V/s1600-h/5.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 300px; height: 400px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgzuK7tLNW3Mxo8GcvEiEWfTUBk8hliwUqi51J74ud3n7jYXYSUKOCExS6zP6SIJqUKaQUVXz6FmahVew_jJvR4utbN9gmP_uxMSVNX1g1dZdKUVvXuVkVi9EWRCq2ESqjBJ9HBX9Bw-20V/s400/5.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5447500574675020418" border="0" /></a>La particularidad de la Cueva del Guácharo, además de ser la más grande de Venezuela y una de las más grandes de Sudamérica, es que resulta ser la casa de millares de guácharos, pájaros frutívoros nocturnos que anidan en la cueva y por las noches salen en bandadas inmensas a conseguir comida por los alrededores. Humboldt visitó la cueva en 1799, pocos años antes de recorrer los territorios de la Audiencia de Quito y realizar su famoso ascenso al Chimborazo. En su expedición ingresó unos 400 metros hacia el interior de la cueva. No avanzó más a causa de una creencia local: hasta ese punto llega el último rayo de luz perceptible desde la entrada. Los indígenas locales (que también se consideraban hijos del sol como los habitantes precolombinos de nuestros Andes) pensaban que seguir más allá de esa marca significaría marchar en ausencia de la deidad suprema y, por ende, poner el alma a merced de la perdición. Humboldt se vio obligado a respetar la creencia y no pudo recorrer los 1.200 metros que hoy en día se recorre en el circuito turístico. La cueva, en realidad, alcanza una profundidad de más de 10 kilómetros, pero para recorrerlos hace falta permisos especiales y, sobre todo, experiencia en espeleología.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjFt-6Y_ZFCrjXMjx_W8970D38LkVoEwZPBoacR78_L6a-gzsriynWsejuGHQQlTmRIR7CraL2xVyIR-uTrz93Mz7NTq7P-iyT0vyn7QdaMGMz7DW4eduU3jUYqo0RJzkRumPt82IK-p1Gs/s1600-h/6.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 300px; height: 400px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjFt-6Y_ZFCrjXMjx_W8970D38LkVoEwZPBoacR78_L6a-gzsriynWsejuGHQQlTmRIR7CraL2xVyIR-uTrz93Mz7NTq7P-iyT0vyn7QdaMGMz7DW4eduU3jUYqo0RJzkRumPt82IK-p1Gs/s400/6.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5447500408865513090" border="0" /></a>Los guácharos, aunque nocturnos, no son ciegos. Dentro de la cueva se desplazan utilizando un sistema de sonar similar al de los murciélagos, pero afuera utilizan sus ojos. Sus pupilas ultrasensibles les sirven para conseguir comida durante sus correrías por los bosques de la región aun durante una noche oscura. Esta particularidad los hace extremadamente débiles frente a los flashes fotográficos, por lo que está prohibido entrar a la cueva con cámaras. No pude más que tomar algunas fotografías de la entrada de la cueva. El sorprendente mundo mineral que esconde el interior de la cueva está reservado para quienes puedan llegar a entrar y recorrerla.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiEirMu7p39LoZ1y9awKLaV150HOAaPFR5f_w4u7gi9yK1wvc1oDpN0eK1Xt7ylssYSlmjN4hlGdvLdD0j-T99zr2YltxgCxMxbBvGs-YaPVgHdTc3sc-cZd4mbElcWIYXY0J1TaTqwnnQD/s1600-h/7.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiEirMu7p39LoZ1y9awKLaV150HOAaPFR5f_w4u7gi9yK1wvc1oDpN0eK1Xt7ylssYSlmjN4hlGdvLdD0j-T99zr2YltxgCxMxbBvGs-YaPVgHdTc3sc-cZd4mbElcWIYXY0J1TaTqwnnQD/s400/7.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5447500404984458306" border="0" /></a>Esa noche puse mi carpa en los patios del Parque Nacional y me bañé en una poza de agua formada al pie de un salto de agua al que había que llegar caminando unos 2 km. Tuve la suerte de presenciar la salida masiva de los guácharos al anochecer, lo cual iba acompañado de un escándalo aún mayor del que se escuchaba al interior de la cueva, donde los pájaros gritan asustados para advertir a los visitantes de su presencia, y tratar de alejarlos.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi4Tehr1RfHsMWVpyog1gov_HV_QtOq1TfK0xLB7kEz02w9FDs6m3IhcoBmN8CCfvJHuxSj1y59pUsOiL43IykZBQMMdR7qNXHV8FayiGdbgKKLlaiNtU1UyMo3feyI7nXxjL9ARMNbcBB1/s1600-h/8.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi4Tehr1RfHsMWVpyog1gov_HV_QtOq1TfK0xLB7kEz02w9FDs6m3IhcoBmN8CCfvJHuxSj1y59pUsOiL43IykZBQMMdR7qNXHV8FayiGdbgKKLlaiNtU1UyMo3feyI7nXxjL9ARMNbcBB1/s400/8.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5447500399277368322" border="0" /></a>La siguiente etapa consistió en atravezar una de las zonas más bonitas que he visto desde que entré a Venezuela. Las poblaciones de Caripe y el Guácharo están situadas al interior de un macizo no muy alto pero muy irregular y con varios picos vistosos. Luego de algunas subidas de pocos kilómetros y explanadas a través de arboledas rojas y amarillas, empecé un descenso de lo más divertido hacia los famosos llanos venezolanos. Esa noche la pasé en Maturín, capital del Estado Monagas, donde fui acogido por un tío de Jonathan (José Luis) y su familia. Volví a ser recibido con asado, abundante cerveza y una comitiva de jóvenes que me enseñaron algunos juegos de naipes que nunca llegué a entender del todo (en Venezuela se utiliza la baraja española, que tiene oros, bastones, espadas y copas en lugar de diamantes, corazones, tréboles y picas, como la que utilizamos nosotros).<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgAh0-ruOVqSDvL468PT7Jb99OkEc659dv_Velb310gSEeO9qigzsBeu8Ca1zo4D7uTg2rTtzFxvVENzF_ROgagxuiowcZNmT_VsEMdPmZ8bJXe_Zvri3gnHqONHapGxwDBmp_YYatzMfAK/s1600-h/9.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgAh0-ruOVqSDvL468PT7Jb99OkEc659dv_Velb310gSEeO9qigzsBeu8Ca1zo4D7uTg2rTtzFxvVENzF_ROgagxuiowcZNmT_VsEMdPmZ8bJXe_Zvri3gnHqONHapGxwDBmp_YYatzMfAK/s400/9.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5447500395694416050" border="0" /></a>Dos días por llanuras completamente planas y exageradamente calientes fueron el camino que recorrí para llegar al último estado que conoceré en Venezuela: Bolívar. Tal como lo esperaba, la inmensidad de las rectas que se funden en el horizonte y el estatismo del paisaje llegó a cansarme pronto. Según me dice la gente local, he venido junto con la ola de calor más "arrecha" de los últimos años. Cada día es más caliente al anterior, las nubes cruzan el cielo sin visos de agua, y todo el horizonte está constantemente cubierto de "calina", un fenómeno atmosférico derivado directamente del calor que se percibe como una neblina ligera pero omnipotente que impide contemplar mayores detalles del paisaje y crea una sensación de contaminación peligrosa.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhQUsJlob2MiDIY1lo4bZeLbpPxGuz1c6ceC7R7hP_kTgOubvLcIHPpEmGkBXGIvnt74EBennKrmNmHOVH7dd-thD28dlX4blOHaTbdHxpkY_AvzSOQvqfrpmaFChVsAT_AXzceNiCDUMQi/s1600-h/10.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhQUsJlob2MiDIY1lo4bZeLbpPxGuz1c6ceC7R7hP_kTgOubvLcIHPpEmGkBXGIvnt74EBennKrmNmHOVH7dd-thD28dlX4blOHaTbdHxpkY_AvzSOQvqfrpmaFChVsAT_AXzceNiCDUMQi/s400/10.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5447500381764942690" border="0" /></a>El día que llegué a Maturín, además, fue el día de la reapertura de la vieja herida de Sherpa. Ya sea porque el cuadro es muy pequeño para mi estatura o porque las anteriores reparaciones han sido deficientes, lo cierto es que el postín del asiento genera una palanca en el cuadro que con el tiempo hace ceder al aluminio y lo fisura. Se trata de un problema grave y es la tercera vez que se presenta (la primera vez fue en Quito, al término de la primera etapa de SAP, y la segunda en Colombia). Tanto Sherpa como yo sabemos que, en el fondo, son los síntomas de una enfermedad terminal. Noy hay más que curas parciales e incompletas: por más que el cuadro vuelva a ser soldado una y otra vez, terminará por romperse. Todo en una bicicleta puede ser cambiado, incluso el cuadro, pero yo siento que los tubos rojos de Sherpa no pueden ser sino de ella. Son su corazón y escencia. Parece no muy lejano el día en que Sherpa (que tiene ya una historia de unos 15.000 kilómetros y 7 países) se vea forzada al retiro.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEinRFgg3gDCIBYc3woSjDIfr1PluxsvIA6wpYIiTF_rE234tjwN0dlnuFG_Veedm3wLV40MjFcmTEaJK6yaKutYuSracadVeBEGS0YV1c5Jika4Bp9LpqLt592qZBxDroVaYmvqs_90O5oZ/s1600-h/11.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEinRFgg3gDCIBYc3woSjDIfr1PluxsvIA6wpYIiTF_rE234tjwN0dlnuFG_Veedm3wLV40MjFcmTEaJK6yaKutYuSracadVeBEGS0YV1c5Jika4Bp9LpqLt592qZBxDroVaYmvqs_90O5oZ/s400/11.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5447500171166055954" border="0" /></a>Pero Sherpa, como el Caroní al encontrarse con el Orinoco, se resiste a morir. Cuando, cerca de Maturín, un ciclista con el que conversaba me habló de una tienda en la que podría comprar cuadros baratos, ella me quedó viendo con ojos de furibundo desconsuelo. Los siguientes ciento y pico de kilómetros fueron más bien silenciosos. No conversamos tanto como normalmente lo hacemos.<br /><br />Cerca de una localidad llamada Mata Negra, en vista de la ausencia de pueblos cercanos donde pasar la noche, decidí internarme en un bosque de pinos aledaño a la carretera y plantar mi campamento (se trata, en realidad, de una de las plantaciones artificiles de pinos más grande del mundo, cuya extensión abarca regiones de los estados Monagas, Bolívar y Delta Amacuro; yo solamente ingresé a un fragmento mínimo). Durante la noche hizo tanto calor que salí de la carpa y me acosté prácticamente desnudo a la interperie. Me agobiaba no solamente la temperatura, sino el empeoramiento de unas irritaciones en las ingles contra las cuales mi buen amigo Desitín se ha declarado impotente. El chiste de abrir la carpa en media noche me permitió dormir unas cuantas horas, pero me costó una batalla singular contra un ejército de "bachacos" (hormigas grandes con tenazas en la boca) que me atacó en la madrudada. El combate terminó con decenas de mordidas en mis piernas y brazos e incontables bajas en el bando contrario.<br /><br />Ante todo esto, Sherpa parecía sonreír. No es que le causaran gracia mis molestias, pero me hacía saber que no era solamente ella la débil. Que estábamos juntos en eso. Esa mañana, luego de juntar mis cosas para continuar, nos prometimos fidelidad mientras dure SAP. Si ella muere, yo desisto. Si yo me rindo, ella me acompaña.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEindFM0zSczCimng8GAllT5OvQFdnnom33pJY_R0k3Xjw2-rviqG6_EyBsUF9M-qrY_zdzxuAA-k4nJ9kTwId5f_8RnVIpcnJCXFiY5G38Rci3KBljUHF86WfWH-stMUDIZauPv6oZ_rdu5/s1600-h/12.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEindFM0zSczCimng8GAllT5OvQFdnnom33pJY_R0k3Xjw2-rviqG6_EyBsUF9M-qrY_zdzxuAA-k4nJ9kTwId5f_8RnVIpcnJCXFiY5G38Rci3KBljUHF86WfWH-stMUDIZauPv6oZ_rdu5/s400/12.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5447500166993588866" border="0" /></a>Para llegar a Ciudad Guayana tuve que cruzar la unión del Orinoco con el Caroní sobre una gabarra. Existen dos puentes que atraviesan el gran río, uno en medio camino hacia Ciudad Bolívar, unos 30 kilómetros al occidente, y otro pasando esa ciudad, unos 50 kilómetros más allá. Lo más sencillo para seguir hacia el Brasil era tomar la gabarra y salir directamente a San Félix, la zona más antigua de Ciudad Guayana y su centro administrativo (Puerto Ordaz, del otro lado del Caroní, es la zona más desarrollada y moderna, además del centro económico y comercial de la zona). Allí me esperaba Vicente May, un amigo de Neudy Monsalve, que ha sido mi guardián en toda Venezuela desde que lo conocí en la lejana Mérida. En casa de Vicente he sido alojado durante ya tres noches que espero serán mi preparación para la siguiente etapa en la ruta a Manaos.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi892xDb4UW2eu3sudlQUvuXgmU7DKdFrlztzZijMBUEj6U6MDQZbOwWBiPdD0yTWf9XxgM65nvqsMNwOk1-p1P3DDDc2Zw77KeB6sdS0-QYfndU33Hb6hWza_fjwz_XYWls6rtMMTcl9sn/s1600-h/15.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi892xDb4UW2eu3sudlQUvuXgmU7DKdFrlztzZijMBUEj6U6MDQZbOwWBiPdD0yTWf9XxgM65nvqsMNwOk1-p1P3DDDc2Zw77KeB6sdS0-QYfndU33Hb6hWza_fjwz_XYWls6rtMMTcl9sn/s400/15.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5447500155299806546" border="0" /></a>Vicente decidió abandonar su trabajo de taxista y dedicarse por completo a atenderme, cuidarme y pasearme. Según él, no lo hace por mí, sino por evitarse "un pedo con Neudy", que es su gran amigo. Vicente ha sido ya el colmo de la amabilidad y hospitalidad venezolana. Ha tomado tan a pecho su función de padre que bajo su custodia tanto Sherpa como yo hemos recibido cuidadosa atención médica. Lamento no tener fotos de la cirugía a la que Sherpa tuvo que someterse, porque fue impactante: tuve que verla descuartizada sobre un quirófano del que saltaban chispas, polvo de aluminio y pedazos de cable. La resurrección final se la hizo en un taller local cuyo técnico ha sido el mejor que encontrado en Venezuela. Finalmente, Sherpa anda otra vez rodando como nueva, lista para continuar la aventura y con el ánimo fuerte. Mi intervención no fue tan salvaje como la de ella. Me la reservo; suficiente con haber ventilado la intimidad de mis ingles.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhV3TLMHaCDV5lHxkJC5HD2ukdZ3bgJl4gkcXCTI6EbxzQZGq8Vdgqq-1GLMoK01Gc7Ldp6FcbHW0MgJbVGbgWEKPlmKQyhoY_e15Phty8nH0L2eKOs4sTP5tMQSu_Ezoc6i6kBo0YfZd6a/s1600-h/13.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 300px; height: 400px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhV3TLMHaCDV5lHxkJC5HD2ukdZ3bgJl4gkcXCTI6EbxzQZGq8Vdgqq-1GLMoK01Gc7Ldp6FcbHW0MgJbVGbgWEKPlmKQyhoY_e15Phty8nH0L2eKOs4sTP5tMQSu_Ezoc6i6kBo0YfZd6a/s400/13.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5447500162060188402" border="0" /></a>Lo que hace de Ciudad Guayana un pujante centro de desarrollo es la conjunción de varias industrias mastodónticas. En primer lugar, la ciudad administra el complejo hidroeléctrico que provee el 75% de la energía que consume Venezuela. Las represas de Guri, Tocoma, Caruachi y Macagua (solamente conocí esta última) son realmente sorprendentes. Antes de la construcción de la presa de Iguazú en la frontera entre Argentina, Paraguay y Brasil, fue la central hidroeléctrica más grande del mundo, y aún ahora, en que las Tres Gargantas de China está por ponerse a funcionar, ocupa el tercer lugar en esa lista. Todas estas represas utilizan aguas del Caroní y crean embalses que, sumados, equivaldrían en el Ecuador a una provincia entera. Por si fuera poco, el embalse de Macagua está en medio de la ciudad. Para llegar a las compuertas solamente hace falta tomar una de las avenidas que comunican San Félix con Puerto Ordaz.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEih_ttvXO7_69PHhobQe1c2G5WwhOCRGJSM2CXedHeg3L0SKsKdmPX3IsDtYw_zNglsCp44ai4JF-9S6cB1nyq5MDD7LwhRdswTlbu2okN8wHksoYXDroOTaUfByjmi5AM2FJ9DD37k9DP0/s1600-h/14.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEih_ttvXO7_69PHhobQe1c2G5WwhOCRGJSM2CXedHeg3L0SKsKdmPX3IsDtYw_zNglsCp44ai4JF-9S6cB1nyq5MDD7LwhRdswTlbu2okN8wHksoYXDroOTaUfByjmi5AM2FJ9DD37k9DP0/s400/14.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5447500157635955346" border="0" /></a>Una buena parte de esa energía eléctrica se consume directamente en el otro gran polo de desarrollo de la ciudad: la industria metalúrgica. Los parques industriales de Matanzas y Cañaveral, en las afueras de Pto. Ordaz, son verdaderas ciudades de fábricas, tendidos eléctricos, autopistas, terminales y demás. No sé de nada en el Ecuador con lo que se pueda comparar esa magnitud. La industria más grande es la Siderúrgica del Orinoco (Sidor), que tiene más de 18.000 empleados. Junto a ella se levanta una gran cantidad de industrias que trabajan especialmente el aluminio, pero también otros metales. Mientras más conozco de la riqueza desmesurada de Venezuela, más entiendo el espíritu de este país. Como dice Vicente, la mayoría de venezolanos no se da cuenta de que es rica. No es raro encontrar ranchos aparentemente muy empobrecidos con hasta dos carros flamantes afuera, antenas de Direct TV y plantas de aire acondicionado. Lujos como esos aquí los puede costear hasta un "buhonero" (vendedor ambulante).<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgjGoZsKCy5zkxXNytihZEwSeRA01XVpLhW0nuAYohE_otMe49U0mmbhr7JCZsIPOHqzI4I3ahjOcY4UXSCjfOxllVYN2TJ-z9Qt1kD4XAclyA4gLYwwdhYhaIdZ7-UNzAyF-tM02BHdtT2/s1600-h/16.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgjGoZsKCy5zkxXNytihZEwSeRA01XVpLhW0nuAYohE_otMe49U0mmbhr7JCZsIPOHqzI4I3ahjOcY4UXSCjfOxllVYN2TJ-z9Qt1kD4XAclyA4gLYwwdhYhaIdZ7-UNzAyF-tM02BHdtT2/s400/16.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5447499948400532050" border="0" /></a>Con la visita al Orinoco he completado un punto para mí muy importante en los recorridos de Sudamérica a pedal. En Ciudad Bolívar, antigua Santo Tomé de Guayana de Angostura del Orinoco, Bolívar orquestró el famoso congreso que dio vida a la Gran Colombia en 1819. En el marco de las guerras de independencia sudamericanas, podría decirse que desde Angostura partió la campaña definitiva que se selló en los campos de Junín y Ayacucho. Así pues, aquí termino de conocer todas las regiones que recorrió el Libertador en la América del Sur, con la gran excepción, quizá, del Caribe colombiano.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiOP58q2J_as199aZCIKqJ0dKWiBqwNWmV8GWMhXZtTnyt4zV7Y8Lru9XLcz2PKssJa6mum6wQgl-6vAQulju-LBfz8Gj7wvCBxRlwLDyl7ubnIVi3Q27gHigGQvLwXe2HF1Te8kQeCzA7U/s1600-h/17.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiOP58q2J_as199aZCIKqJ0dKWiBqwNWmV8GWMhXZtTnyt4zV7Y8Lru9XLcz2PKssJa6mum6wQgl-6vAQulju-LBfz8Gj7wvCBxRlwLDyl7ubnIVi3Q27gHigGQvLwXe2HF1Te8kQeCzA7U/s400/17.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5447499942502787602" border="0" /></a>Esta ciudad que a mí me parece llena de agua (a pesar de que Vicente y los demás lugareños afirman nunca haberla visto tan seca) ha sido un excelente preámbulo para la última etapa venezolana. Si todo va bien, el siguiente post lo escribiré unos 600 kilómetros más al sur, en el extremo del Estado Bolívar, a pocos kilómetros de la frontera con el Brasil.<br /><br />Ciudad Guayana, Venezuela, jueves 11 de marzo de 2010.<br /><br />4.319 kilómetros recorridos.Sudamérica a pedalhttp://www.blogger.com/profile/01262964256565420157noreply@blogger.com10tag:blogger.com,1999:blog-1727217432271499245.post-89868122643960194382010-03-04T10:03:00.000-08:002010-03-04T13:01:08.470-08:00Margarita está linda la mar<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg4wA_krWtFnPSFFSbuU6b_mL5cWNV3UQOQf4Ju_xqTXMsghb9UJy9bhYI8ZDJ2PN_0pZ3fnN8_X2DysVSoZg_nlN80-P_exvj0IGdcJ431-GkqE1-bw9LkpHK33wlIoGurYbY0kegPJR4T/s1600-h/1.jpg"><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; DISPLAY: block; HEIGHT: 300px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5444841392839365778" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg4wA_krWtFnPSFFSbuU6b_mL5cWNV3UQOQf4Ju_xqTXMsghb9UJy9bhYI8ZDJ2PN_0pZ3fnN8_X2DysVSoZg_nlN80-P_exvj0IGdcJ431-GkqE1-bw9LkpHK33wlIoGurYbY0kegPJR4T/s400/1.jpg" /></a> El principal acontecimiento de los pasados días ha sido mi visita y recorrido ciclístico por la Isla de Margarita, principal y más grande de las que conforman Nueva Esparta, el único estado insular de Venezuela. Ir a la isla -famosa por ser un centro vacacional de grandes proporciones en donde se reúnen todo tipo de turistas, desde veteranos europeos en busca de algo de sol hasta hordas de colegiales sudamericanos dispuestos a beberse el mar entero en apenas un par de días- implicó un desvío total de la ruta hacia el Brasil, así como más permanencia de lo previsto en la región caribeña de Venezuela, pero tanto me habían recomendado la visita que decidí no irme sin hacerla. Y valió la pena.<br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhnHJA3RPHo7p5ZuywkayUvnvYnYTSwFEiW3X9TWcNE5Og1LcKSqF9YWj1Aa7dNxothwcWwNUPGWlLrN2KE1zrAQmFAn68Q_fiAphl4Uocwj435tobbtrgVSlyBGfwyc7ZUOxhCsqAUIbhr/s1600-h/2.jpg"><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; DISPLAY: block; HEIGHT: 300px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5444841389166078034" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhnHJA3RPHo7p5ZuywkayUvnvYnYTSwFEiW3X9TWcNE5Og1LcKSqF9YWj1Aa7dNxothwcWwNUPGWlLrN2KE1zrAQmFAn68Q_fiAphl4Uocwj435tobbtrgVSlyBGfwyc7ZUOxhCsqAUIbhr/s400/2.jpg" /></a> El viaje en ferry se hace desde Puerto La Cruz y tarda unas 3 o 4 horas en barco nuevo, y 5 o 6 en barco viejo. El transporte rápido, que fue el que tome a la ida, es cerrado. El paisaje puede contemplarse a través de amplios ventanales, pero no hay mucho lugar para las fotos desde ahí. El transporte lento, en cambio, permite subir a cubierta y pasear con el mar a plena vista. Para un turista, la letitud se paga plenamente con la mejor contemplación de los paisajes costaneros. Pensando que el retorno sería similar a la ida, al volver dejé mi cámara guardada en la bodeja del barco, junto con mi bicicleta, lo cual me hizo perder la oportunidad de tomar fotos espectaculares tanto del muelle en Margarita como de todo Puerto La Cruz. Hasta ahora me lamento del error.<br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhcQq3U1ANIssYB-bg6Gnz_k4lt1oqHmB03rblH9zSTN908VWwCxjkhMFJ_NNBZKJoKAomqKg93cTIEIA6lt6cR59HQgJUqGm-QrZut3zMDzvQuM0-xS1FbrNVIslwQONm3Bk_MqxMJ9KDU/s1600-h/3.jpg"><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; DISPLAY: block; HEIGHT: 300px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5444841384558080930" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhcQq3U1ANIssYB-bg6Gnz_k4lt1oqHmB03rblH9zSTN908VWwCxjkhMFJ_NNBZKJoKAomqKg93cTIEIA6lt6cR59HQgJUqGm-QrZut3zMDzvQuM0-xS1FbrNVIslwQONm3Bk_MqxMJ9KDU/s400/3.jpg" /></a> Con todo, arribé a Punta de Piedras, en la cara sur de Margarita, a eso del mediodía del 28 de febrero. Desde la salida en Pto. La Cruz tuve inconvenientes con la llanta posterior, que se desinfló cuatro veces ese día (ah, cierto: ¿un pinchazo en todo el viaje, JAD? ¡Habla serio!). Aunque parché a conciencia el pinchazo en el interior del ferry, al llegar la llanta estaba baja de nuevo. Perdí bastante tiempo en los arreglos y por tanto llegué tarde a El Guamache. En ese pequeño pueblo me esperaba Juan de Mata Marval y su esposa Elis, padres de Elietty, una vecina de la familia de Jonathan en Barcelona que había hablado con ellos para que me ayuden. Doña Elis me dio de comer en seguida, para luego darme indicaciones y recomendaciones acerca del trayecto en la isla. Dejé encargada mi alforja trasera y salí rumbo a la playa El Yaque, a la que nunca llegué por malinterpretar las direcciones de Elis y perder rumbo. Tras más pinchazos, mucho sol y una marcha de cerca de 60 km llegué a la ciudad de Porlamar, uno de los principales centros urbanos de la isla. Al poco tiempo establecí contacto con María Feranda Serra, cuya familia me alimentó y me dejó pasar la noche en su casa de Los Robles, cerca de Pampatar, la ciudad más grande de Margarita. El contacto lo habían hecho más amigos de la familia de Jonathan en Pto. la Cruz.<br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjU5jkfLvqfB5vTWj9OHj3xdN7mItvq-wKqbXcW8H9AztKeUVl5WqJ2lW1WnwTVNKTriDkcmhgHkim8UCf7LTVToCcUXtvmtpDddkrAPsFZPvB1U-0d4TdL6P_bfi7vdSquvbtYR42P1c1H/s1600-h/4.jpg"><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; DISPLAY: block; HEIGHT: 300px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5444841381890209890" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjU5jkfLvqfB5vTWj9OHj3xdN7mItvq-wKqbXcW8H9AztKeUVl5WqJ2lW1WnwTVNKTriDkcmhgHkim8UCf7LTVToCcUXtvmtpDddkrAPsFZPvB1U-0d4TdL6P_bfi7vdSquvbtYR42P1c1H/s400/4.jpg" /></a>Durante la siguiente jornada recorrí unos 80 km por las playas norteñas de la isla, no sin antes visitar la ciudad de La Asunción, capital de Nueva Esparta. Por los bordes de las playas El Tirano, El Parguito, El Agua y otras pedalée en terno de baño y chanclas, de vez en cuando corriendo hacia la arena para mojar los pies. En Manzanillo me detuve por al menos unas dos horas para bañarme en el mar y tomar jugos de fruta. Manzanillo, además, es el punto más septentrional de Margarita y el límite máximo de mi travesía hacia el norte. Mientras pedaleaba hacia la población de Juangriego y luego a La Guardia para salir de vuelta a El Guamache, empezaba, por tanto, mi trayecto hacia el sur. Pasé la segunda noche en Margarita en casa de los Marval, que me llenaron de comida (tanto cena como desayuno) y compartieron un buen momento conmigo.<br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiQPrYoyy3k0Wt_xzkCvsjdf_BCA6G4W3MN1havWV8qTDEEUbva5fIdqASVlN8syDRdGUEH7X4EYbzzsTQpMHrRsZuKIAhH_a02vkjmkOM12ug6VGHOwEAPgJNY6AEIYA0wIxuiPW165p36/s1600-h/5.jpg"><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; DISPLAY: block; HEIGHT: 300px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5444841195631643858" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiQPrYoyy3k0Wt_xzkCvsjdf_BCA6G4W3MN1havWV8qTDEEUbva5fIdqASVlN8syDRdGUEH7X4EYbzzsTQpMHrRsZuKIAhH_a02vkjmkOM12ug6VGHOwEAPgJNY6AEIYA0wIxuiPW165p36/s400/5.jpg" /></a> En Margarita probé carite, sierra, camarones rebosados y algunas otras delicias marítimas del Caribe. También pude hacerme una buena idea de la distribucción espacial de la isla y contemplar, además de sus playas de paraíso, los vacíos desiertos del interior. Aparte de novedades culinarias y sorpresas geográficas, Margarita también se me presentó como una tierra de gente alegre y amigable. En Punta de Piedras un taxista me ayudó a parchar la llanta y una vendedora de dulces me regaló un mapa de Nueva Esparta. En el caserío de Los Marvales, paraje desértico y desolado, entablé amistad con la señora de una tienda (volví a visitarla el día siguiente, cuando regresaba a El Guamache). En Manzanillo me regalaron batido de melón y en Juangriego el encargado de unas cabinas telefónicas se emocionó al enterarse que es posible viajar entre Ecuador y Venezuela por vía terrestre, al punto de darme las gracias simplemente por darle la idea de visitar a su tío en Guayaquil. Los venezolanos del continente dicen que los margariteños, junto con los merideños, son sus compatriotas más amables. Tengo el gusto de poder confirmar ambos datos.<br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi9nhffz-9oqfhdQyktHNqTEjUi25g1k7hdowpiAlYu2eMYjIpqBlEphxUj-lp-9HDBlrzNULAxAnn3qYAmTqLid8RXOyaxtpUMcQuUJdnLL1FwBgEfGsqSE8FQjqQ1rW7rFbDLBZxrXJrJ/s1600-h/6.jpg"><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; DISPLAY: block; HEIGHT: 300px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5444841190770052610" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi9nhffz-9oqfhdQyktHNqTEjUi25g1k7hdowpiAlYu2eMYjIpqBlEphxUj-lp-9HDBlrzNULAxAnn3qYAmTqLid8RXOyaxtpUMcQuUJdnLL1FwBgEfGsqSE8FQjqQ1rW7rFbDLBZxrXJrJ/s400/6.jpg" /></a>En algún momento, mientras me detenía junto a un letrero solo posible en estas latitudes para ocuparme de un pinchazo, empecé a escuchar gemidos en los alrededores. Al principio pensé que era algún animal salvaje. Luego me convencí que se trataba de un perro que se quejaba. De pronto me pareció que los gemidos venían de un grupo de bolsas de basura que estaban apiladas al borde del camino. Me acercé. El sonido no era constante ni fuerte, así que no pude encontrar el origen exacto, pero me pareció que se trataba de un cachorro agonizante arrojado ente la basura. El asunto me pareció de lo más grotesco. Terminé de parchar la llanta (con el acompañamiento esporádico de los gemidos) y busqué algún palo para tratar de abrir las fundas. Con todo, cuando intenté hacerlo el sonido se había detenido y no encontré nada. Nunca sabré si se trataba en realidad de algún perro moribundo o algún otro animal en los alrededores. No me queda más que la anécdota. La anoto porque en ese momento me llenó de asco y pena.</div><div><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgQQcT2K6xJtJBlF-9E74CgHC95v2-4oWEHCgc9PjaInuv5cdsgeaA-lJZXpJkV5g9I9hajPF30Eon_txx8xJZGVev1o4qsvguIzJVMoGoJvlGBFgCZ06SLaLtH5EXStNdozlI-wu3H_Zji/s1600-h/7.jpg"><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; DISPLAY: block; HEIGHT: 300px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5444841189341926306" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgQQcT2K6xJtJBlF-9E74CgHC95v2-4oWEHCgc9PjaInuv5cdsgeaA-lJZXpJkV5g9I9hajPF30Eon_txx8xJZGVev1o4qsvguIzJVMoGoJvlGBFgCZ06SLaLtH5EXStNdozlI-wu3H_Zji/s400/7.jpg" /></a> El segundo día de recorrido por la isla el eje delantero de Sherpa empezó a sonar y al poco tiempo se rompió. Todo el resto del día avancé con la llanta semi-suelta. No había mayor problema una vez que me acostumbré al traqueteo y la inestabilidad, pero la larga distancia terminó por destrozar el eje. Lo sorpresivo era que Sherpa había pasado en taller todo un día en Barcelona y el eje era flamante. Al volver al continente, tuve que volver a casa de Jonathan e internar a Sherpa de nuevo en terapia. Pasamos horas con el mecánico examinando cada pieza interior de eje. Finalmente cambiamos todo, pero nunca nos quedó claro qué fue lo que falló. Aún después de los arreglos la rotación de la llanta no es perfecta, a pesar de que todas las piezas son nuevas. Ahora avanzo con la esperanza de que la compostura aguante y la llanta no vuelva a soltarse.</div><div><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhR4ig3Ur-euQ7jp0PpiwO4k5X8oUF-zsM_BIdXsDKvSmQB7yNIIAaQnMBwcY8WHjEk5w580-NYd7BhKXWv-jTPVA6xwhreNywnebkhczHw2fzdKPzGG_v2u2hYYULRdccY_JBdZQgcITs-/s1600-h/8.jpg"><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 300px; DISPLAY: block; HEIGHT: 400px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5444841183074458082" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhR4ig3Ur-euQ7jp0PpiwO4k5X8oUF-zsM_BIdXsDKvSmQB7yNIIAaQnMBwcY8WHjEk5w580-NYd7BhKXWv-jTPVA6xwhreNywnebkhczHw2fzdKPzGG_v2u2hYYULRdccY_JBdZQgcITs-/s400/8.jpg" /></a> Pasé una noche más en Barcelona y me pude despedir mejor de la familia de Jonathan y sus vecinos. No puedo dejar de mencionar que la generosidad llegó a tanto que salí de la ciudad con mucho más dinero del que tenía cuando entré. Todos los vecinos colaboraron para engrosar mis arcas en por lo menos unos doscientos dólares, con lo cual espero tener cubierto todo el resto de camino por este país. La noche antes de partir a Margarita se organizó una pequeña despedida improvisada. Carolina, una vecina chilena, sacrificó uno de sus deliciosos pasteles en mi honor y hasta "se robó" una pequeña pieza del odómetro de la bicicleta de su esposo para suplir una que yo había perdido. Por suerte en mi día de retorno pude devolvérselo.<br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi4_GK2hxbRJvaArND-DBFo3vDDjK2klhGZMv_fHheBgKhw-eKmvHGo63wa5mj2-kRbcEt3jp_hMqvToqw2V6WQ0uh94-xBVvuPDpcO7MnJbaeV3mocaM1uwReZCF3WvIp4YZDHVpgbjSEF/s1600-h/9.jpg"><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; DISPLAY: block; HEIGHT: 300px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5444841179727902834" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi4_GK2hxbRJvaArND-DBFo3vDDjK2klhGZMv_fHheBgKhw-eKmvHGo63wa5mj2-kRbcEt3jp_hMqvToqw2V6WQ0uh94-xBVvuPDpcO7MnJbaeV3mocaM1uwReZCF3WvIp4YZDHVpgbjSEF/s400/9.jpg" /></a> Finalmente salí de Barcelona/Pto. La Cruz con dirección a la ciudad de Cumaná, todavía sobre la costa. El camino, que ya había conocido cuando viajamos en carro para visistar las playas de Mochima con Marisol (mamá de Jonathan) y Rafael (su esposo, que es ecuatoriano), resultó agradable y divertido. El calor fue tan inclemente como de costumbre, y hacia la tarde el dolor de rodillas apareció nuevamente, a pesar de que había utilizado rodillera todo el tiempo. Por la mañana de ese día, poco después de pasar junto a la tumba de un ciclista (seguramente atropellado en ese lugar de la carretera), tuve un encuentro muy digno de mención: en dirección contraria por el camino avanzaba Sekiji Yoshida, un japonés de Osaka que ha viajado en bicicleta por toda América, en gran parte por las mismas rutas que yo he recorrido tanto en esta travesía como en la anterior.<br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjHYxgC7sFmbfvqN43Te-CifsOsjmP-LawWGC6DAd8_2Tfxnp5a4QUfBQqa7lu6w6Q9WHV9l9d9gmFqV-4lY6ec7YV8vTttquUUOXDehXrBZ-sjeWqEgiAidiRO_tNdF1P6O9IflGVCRnR6/s1600-h/10.jpg"><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; DISPLAY: block; HEIGHT: 300px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5444840983803161730" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjHYxgC7sFmbfvqN43Te-CifsOsjmP-LawWGC6DAd8_2Tfxnp5a4QUfBQqa7lu6w6Q9WHV9l9d9gmFqV-4lY6ec7YV8vTttquUUOXDehXrBZ-sjeWqEgiAidiRO_tNdF1P6O9IflGVCRnR6/s400/10.jpg" /></a> Con su paso por Venezuela, Sekiji completa un viaje que se inició hace casi 5 años (aunque ha tenido largos recesos, como un año entero en México y otros ocho meses en Japón para recuperarse tras un grave accidente en Casma, Perú). Excluyendo a las Guyanas y Suriname (separadas casi naturalmente por cultura e historia), Sekiji ha recorrido todos los países de América del Sur, además de gran parte de Centroamérica y Estados Unidos. Toda la información que me dio acerca de la ruta que seguiré en las próximas semanas fue buenísima. Incluso me metió en la cabeza otras expediciones, de las que hablaré cuando el tiempo lo exija.</div><div><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhvRmWves9nvl9DG42VpcoVwrTOC4I-KfHG7F3sk5ce0LHK73NSZUNCWKv_GgfHDQJc-Xbcf1JdkHPN-puq7NsjfpkaHjH7DbZzAZN9LUg-CNXpEKszudIsdYYny_GQLcxBgr4RDw4wSwMK/s1600-h/11.jpg"><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; DISPLAY: block; HEIGHT: 300px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5444840978475257986" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhvRmWves9nvl9DG42VpcoVwrTOC4I-KfHG7F3sk5ce0LHK73NSZUNCWKv_GgfHDQJc-Xbcf1JdkHPN-puq7NsjfpkaHjH7DbZzAZN9LUg-CNXpEKszudIsdYYny_GQLcxBgr4RDw4wSwMK/s400/11.jpg" /></a>Luego de despedirme de Sekiji (<a href="http://www.sekiji.net/">http://www.sekiji.net/</a>), un dia relativamente corto pero muy caliente me trajo hasta Cumaná, capital del Estado Sucre y ciudad natal del mismísimo Mariscal de Ayacucho. Aunque aquí en Venezuela la figura de Sucre no es tan descollante como resulta para nosotros o incluso para los bolivianos, su memoria es enaltecida y respetada en esta ciudad lejana. Tenía mucha curiosidad por visitar el museo erigido en su nombre y de enterarme de algunos detalles quizá remotos desde nuestra perspectiva, como su bautizo en la iglesia de Santa Inés o sus años al servicio del margariteño Santiago Mariño, el "libertador de Oriente". De todas formas no fue mucho lo que pude ver. La gran mayoría de cuadros y documentos exhibidos son reproducciones de material cuyos originales puede hallarse en Caracas, Sucre (Chuquisaca) o, en su mayor parte, Quito, y que por tanto ya había visto en el pasado. Quizá lo que más llamó mi atención fue una muy completa colección de billetes y monedas ecuatorianas que parecen causar tanta nostalgia a los cumaneses como a nosotros.</div><div><br /><div><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiNSiRBvkZknQJwNM8MuZIuurQ_jUCQwc-g7fqqAdYJtjX0USh_hr1GUGTJB2kejuhpmnW8qL87JVGA2HZ59V5dP1IvuDrzfxln3PxDjRnSOGEwC8q2XUt8gOb2yz9b95BMbgD6Mb25fhjr/s1600-h/13.jpg"><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 300px; DISPLAY: block; HEIGHT: 400px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5444840968571401986" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiNSiRBvkZknQJwNM8MuZIuurQ_jUCQwc-g7fqqAdYJtjX0USh_hr1GUGTJB2kejuhpmnW8qL87JVGA2HZ59V5dP1IvuDrzfxln3PxDjRnSOGEwC8q2XUt8gOb2yz9b95BMbgD6Mb25fhjr/s400/13.jpg" /></a> Cumaná, que fue la primera ciudad fundada por españoles en Sudamérica, es ahora un puerto relativamente pequeño (todo el municipio no supera los 300.000 habitantes) y una ciudad secundaria en el Oriente venezolano. Los desarrollos más bruscos y modernos de ciudades como Puerto La Cruz, en la costa, y Puerto Ordaz, en el Orinoco, han eclipsado su antigua importancia. La ciudad también registra un par de fuertes terremotos en el pasado que la redujeron a escombros. De todas formas, ciertas zonas del centro mantienen un estilo tradicional muy atractivo y sobreviven, al menos en parte, algunas edificaciones relevantes como el Castillo de San Antonio, desde donde se contempla toda la urbe moderna.<br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhXzfHeA8AWSDdt6V3qZOn1ho4t8nTPLvQAIga08S3m_a-Z_79Oi94DyJlTaN8EVP_w3_SdWsRkhHABXfhspCJchTNZIhoqzlgRN6X3_UCTUV3Gp_5DzaooJrpyqT3SuAEIrOKbe3ASPEcu/s1600-h/14.jpg"><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; DISPLAY: block; HEIGHT: 300px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5444840969892262018" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhXzfHeA8AWSDdt6V3qZOn1ho4t8nTPLvQAIga08S3m_a-Z_79Oi94DyJlTaN8EVP_w3_SdWsRkhHABXfhspCJchTNZIhoqzlgRN6X3_UCTUV3Gp_5DzaooJrpyqT3SuAEIrOKbe3ASPEcu/s400/14.jpg" /></a> Aquí se terminá de una vez por todas mi visita al caribe venezolano. Para los que me estaban felicitando ya por el Amazonas, pues que no se apuren. Es cierto que para llegar al Brasil apenas me falta por atravesar dos estados de Venezuela. Sin embargo, el uno (Monagas) es en sí mismo más grande que todas las provincias ecuatorianas que atravecé para llegar a Colombia. El otro, (Bolívar) es apenas un poco más pequeño que el Ecuador entero. Alcanzada la frontera, además, me quedarán más de 1.000 km más para llegar al gran río.</div><div> </div><div></div><div>La marcha, pues, continúa. </div><div><br /> </div><div><div>Cumaná, Venezuela, jueves 4 de marzo de 2010</div><br /><div>3.882 kilómetros recorridos.</div></div></div></div></div></div></div></div></div></div></div></div></div></div>Sudamérica a pedalhttp://www.blogger.com/profile/01262964256565420157noreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-1727217432271499245.post-32856770893819021692010-02-26T10:03:00.000-08:002010-02-26T20:44:21.724-08:00Insolación en Oriente<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgzusLUvQ7B2jgi89CrdU3HBkti9lP8srTzToE3g-7Y2wWh5y6kNy8j3cR_s8Rdhq1l0VnyRdFoN8JGBBMxXL9_vZZm7GvlUuWQUpIA0-B6KKvVDRhUrtayPSsTF_lFvmPKaW2Z5vEatRgu/s1600-h/1.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgzusLUvQ7B2jgi89CrdU3HBkti9lP8srTzToE3g-7Y2wWh5y6kNy8j3cR_s8Rdhq1l0VnyRdFoN8JGBBMxXL9_vZZm7GvlUuWQUpIA0-B6KKvVDRhUrtayPSsTF_lFvmPKaW2Z5vEatRgu/s400/1.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5442615688982773234" border="0" /></a>He alcanzado el mar Caribe y al hacerlo he encontrado un temible y viejo enemigo: el calor. Hasta ahora, el día que recordaba como más caluroso fue aquel en el que atravesé el río Magdalena y avancé calcinando mis guatas en una nueva edición del Proyecto Morsa, poco antes de iniciar la subida a Bogotá. Ahora, sin embargo, recuerdo esa jornada con nostalgia de frescura. Esta zona de la costa venezolana que he transitado en los pasados días ha sido un horno inclemente. Aunque la sequía ha reducido notablemente el efecto de la humedad (por lo que sudo menos de lo que sudaría normalmente y no consumo tantos líquidos como lo hacía en los valles profundos de Colombia), en ciertos momentos me he sentido completamente fundido. Cuando compro agua fría, no siempre es para tomarla, sino para echármela encima y dejar de ser una melcocha acuosa. Me siento como queso en una olla de <span style="font-style: italic;">fondue</span>. La cosa promete seguir así o empeorar. Cada que encuentro sombra para refugiarme, siento que el sol arriba se ríe a carcajadas mientras espera que yo continue para seguir machacándome.<br /><br />Pero bueno: ¡Llegué al Caribe!<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhTPIfQDGNI3l10WcQUV_QlaNrRKI9SZm93tB3ShYFJEfkCpTnzx0jlsWhrXvwczOmAl0letluuNIm-bU_mBaoHS-D81hVuLnXqOJYorcc3_mnmxJ0l0_kc7dbysdi3ByxnUBy1mnIck8AZ/s1600-h/2.JPG"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhTPIfQDGNI3l10WcQUV_QlaNrRKI9SZm93tB3ShYFJEfkCpTnzx0jlsWhrXvwczOmAl0letluuNIm-bU_mBaoHS-D81hVuLnXqOJYorcc3_mnmxJ0l0_kc7dbysdi3ByxnUBy1mnIck8AZ/s400/2.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5442615691060271042" border="0" /></a>A Caracas volví el día 20 por la tarde. Empecé a pedalear dos noches después. Lenin Olivera, el amigo que me acogió en su depar, se encargó de pasearme por la ciudad y hacerme conocer algunos puntos claves. Dani también se preocupó por hacerme sentir acogido. La enorme ciudad de Caracas me había sorprendido ya por la magnitud de sus edificios y autopistas. El valle donde se concentra la urbe no es muy amplio, por lo que la ciudad ha crecido mucho de manera vertical y está atravezada por grandes ejes viales llenos de distribuidores y pasos elevados. Eso le da un aire ultra-moderno a ciertas zonas centrales. Los barrios que suben por las lomas circundantes le dan un tono de ebullición, como si la ciudad entera brincase por un lado y otro tratando de escapar de su propio furor. No pude visitar el famoso teleférico de El Ávila, pero pude ver grandes áreas de la ciudad, familiarizarme con el transporte público y hasta ir al cine.<br /><br />Ya que mi apuro por llegar a Caracas me había impedido conocer el campo de Carabobo, cerca de Valencia, en Caracas no podía dejar de visitar el Panteón Nacional, donde descansan, entre otros, los restos de Bolívar. Las banderas que preceden a la tumba del Libertador son todas parte íntima de las aventuras de SAP: Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela. Junto a la de estos tres últimos se levanta también la bandera de la antigua Colombia (la que ahora calificamos de "Gran"), y que perdura como símbolo de unidad entre estos países que he podido recorrer.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj0CMM_Cf7UW5Pl9B2qJFemxkZn88-DuuqNfXIajmg9oMEGpdBb0XJ3o0e_cPosllLplj-j0aqTj2E4I4xViuQB-pVnkIRbT99H2Mt4PC5HYC11WMaqvtj-JOmZQ3PTD7gbmHDHWIS4PfWN/s1600-h/3.JPG"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 300px; height: 400px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj0CMM_Cf7UW5Pl9B2qJFemxkZn88-DuuqNfXIajmg9oMEGpdBb0XJ3o0e_cPosllLplj-j0aqTj2E4I4xViuQB-pVnkIRbT99H2Mt4PC5HYC11WMaqvtj-JOmZQ3PTD7gbmHDHWIS4PfWN/s400/3.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5442615686147741330" border="0" /></a>Hacia las afueras de Caracas llegué por una gran autopista que descendió lentamente hacia la altura de la costa (Caracas, aunque a escasos 20 o 30 km del mar, tiene una elevación de 900 msnm). Fui lenta y tranquilamente, disfrutando del descenso y algo maravillado por el tamaño de la carretera, que incluia varios túneles, puentes y largos tramos construidos sobre pilares.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgpJUSJvsdLsuDsqnWIxIRdCPJ7RIt2lXsbBqhW556QTyoB9jS0yQG4wLvS3SrH4_HrDyNAEjfQtAunEF0ebi8O-hQImdu8U0tOUR6G7wG8SnppCRMCindGk3B4Y2bV0-NFr3SKbrOPaD8G/s1600-h/4.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgpJUSJvsdLsuDsqnWIxIRdCPJ7RIt2lXsbBqhW556QTyoB9jS0yQG4wLvS3SrH4_HrDyNAEjfQtAunEF0ebi8O-hQImdu8U0tOUR6G7wG8SnppCRMCindGk3B4Y2bV0-NFr3SKbrOPaD8G/s400/4.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5442615681672401362" border="0" /></a>Una vez superadas las poblaciones de Guarenas, Guatire y Caucagua, abandoné la autopista y me fui adentrando por una zona húmeda y muy verde que me recordó a las llanuras septentrionales de Táchira, por donde prácticamente inicié la marcha en tierras venezolanas. Ahí empezó el suplicio del sol, aunque ese primer día fue casi benévolo comparado con los que vendrían después.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhgipbcLrPJdl7WVGynBl9YpnLvU4KkFz7vmfQI6pujCx8GSwmZmdi3QvfSqtb3yk5UG91MRYDK2AZtZhWp_miQ0L4P2uIkqRi_CK95FL01vQuWefZevcowakSY7jMQkYQif72ErSdtJbek/s1600-h/5.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 300px; height: 400px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhgipbcLrPJdl7WVGynBl9YpnLvU4KkFz7vmfQI6pujCx8GSwmZmdi3QvfSqtb3yk5UG91MRYDK2AZtZhWp_miQ0L4P2uIkqRi_CK95FL01vQuWefZevcowakSY7jMQkYQif72ErSdtJbek/s400/5.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5442615548972664674" border="0" /></a>Tras unos 100 km de marcha, decidí detenerme en el pequeño pueblo de El Clavo, del que luego escuché macabras historias de peligro. Yo no me sentí inseguro, y al poco rato había conseguido posada donde una señora cuyo hijo mayor estaba por cumplir los 76 años. Imagínense la edad de ella. En su casa había funcionado hace tiempo un pequeño hotel, el único de la localidad, pero hoy en día el negocio había sido cerrado. Al ver mis circunstancias, me permitieron pasar la noche en una de las habitaciones y hasta me regalaron cambures (plátanos) para cena y desayuno, además de agua helada, café y una arepa con queso.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh2fHLrrsMx55Jm-TGQeCl3IKsm0y_5cE9GHloO-MRGSodrz5N4W3Ujjz0_e2IqAJDle3AdiCSOl10TdNYf4dE048Pj7qcb0F1vrbH9_iLS_dNnR9cT-dWcLM6HMbMPfjXyfGnbi0tYL-d5/s1600-h/6.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh2fHLrrsMx55Jm-TGQeCl3IKsm0y_5cE9GHloO-MRGSodrz5N4W3Ujjz0_e2IqAJDle3AdiCSOl10TdNYf4dE048Pj7qcb0F1vrbH9_iLS_dNnR9cT-dWcLM6HMbMPfjXyfGnbi0tYL-d5/s400/6.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5442615539604908242" border="0" /></a>El siguiente día tenía la impresión de ser pan comido: Tenía que recorrer unos 90 kilómetros por terreno prácticamente plano y por una zona lo suficientemente habitada como para conseguir provisiones a cada momento. Hasta la población de El Guapo, donde una pareja extranjera me invitó a tomar refresco, avancé sin mayor problema y al amparo de las sombras producidas por la vegetación densa. Iba tranquilo, escuchando música, deteniéndome mucho y disfrutando del paisaje. Quizá debí encomendarme cuando pude a la Virgen de Chiquinquirá -a quien he encontrado por todo el camino desde la zona de Bogotá en adelante, y más ahora en su versión maracucha (de Maracaibo) que tiene muchos adeptos en toda Venezuela- mientras conversaba con un par de divertidos campesinos que peleaban entre sí en la zona de Cúpira. Luego de eso, todo fue sol demencial. No hubo virgencita que me salve.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgh4rfc5U5PozJOi5RO6FXM-NvnWzn8MxaTLUgVFNl8t046hVhnj-ebF4wkGZRYHwp-bag8HH4r7yZpE_blOJQljRnQIz5JswZ-OZLw4FPlnCPJCIOzfdCcwSgX3_LD1rUmzr5XD2pmKK8M/s1600-h/7.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgh4rfc5U5PozJOi5RO6FXM-NvnWzn8MxaTLUgVFNl8t046hVhnj-ebF4wkGZRYHwp-bag8HH4r7yZpE_blOJQljRnQIz5JswZ-OZLw4FPlnCPJCIOzfdCcwSgX3_LD1rUmzr5XD2pmKK8M/s400/7.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5442615540523392034" border="0" /></a>En el desvío a Cúpira me tomé dos litros de cola helada en la compañía de Galo, un niño que conversó largo rato conmigo quejándose de lo poco que le daba la gente a cambio de su labor de limpiar los parabrisas de los carros que paraban ocasionalmente en la estación de servicio. Además de Pepsi, le regalé 10 bolívares, aunque creo que él esperaba algo más. Continué con recelo, temeroso ya del poder demente del sol. No habían pasado 15 kilómetros cuando un pinchazo complicado me tuvo al borde de la carretera por al menos una hora. Eso terminó de insolarme. Esa tarde llegué a Boca de Uchire completamente fatigado y rojo.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEilTgpBlpoRqns8N4I1GeQoU3A5J1JWP5_lr7X2VDfsq-7RabNz_7gU6XhQdldob-CwWk5Wx6NSDu-jWr-TJ-GyuTKS3DLZIn0eoQHeuJL6j7XuF_iYXRWt4EKYtdB627XU5Ocud1hihc7p/s1600-h/8.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEilTgpBlpoRqns8N4I1GeQoU3A5J1JWP5_lr7X2VDfsq-7RabNz_7gU6XhQdldob-CwWk5Wx6NSDu-jWr-TJ-GyuTKS3DLZIn0eoQHeuJL6j7XuF_iYXRWt4EKYtdB627XU5Ocud1hihc7p/s400/8.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5442615536206795906" border="0" /></a>Dormí en una pensión del pueblo cuyo administrador, Fernando, cocinó una cena suculenta de arepa con caraota con ñeme (fréjol negro con huevo frito). Luego pasó un buen tiempo hablándome de las glorias de Chávez y los problemas de delincuencia en Venezuela, así como de los cinco hijos que tenía con tres mujeres distintas y la soledad que sentía administrando ese lugar sin compañía. Me decía, entre otras cosas, que a veces llevaba "carajitas de 16 años" para que pasen la noche con él. Ésas le cobraban 100 bolos. Las de 25 ya solamente cobran 40. Pero tienen 25, claro. En la mañana me preparó café y me regaló pan con mantequilla, además de litros de agua congelada para soportar el sol que se venía.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgOJ-GLy2bY4Rhrl94BiHkIb0HpKWLlmWm-X4Anu39UpoXDgiH7TfG0-Dx8NjtpPitHwdRq7aEbstWncQSAWZuC0jkPtrWVuQkWjz6Iw9DkiTfz79Drxua9UjxCnCtN1TXI5s3SzpldbkgQ/s1600-h/9.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgOJ-GLy2bY4Rhrl94BiHkIb0HpKWLlmWm-X4Anu39UpoXDgiH7TfG0-Dx8NjtpPitHwdRq7aEbstWncQSAWZuC0jkPtrWVuQkWjz6Iw9DkiTfz79Drxua9UjxCnCtN1TXI5s3SzpldbkgQ/s400/9.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5442615533552638178" border="0" /></a>No seguí la ruta normal hacia Barcelona. Tomé una carretera pequeña que atraviesa el llamado Istmo Caribe, estrecho de unos 25 kilómetros de largo que separa el mar de la laguna salobre de Unare. En las partes más angostas, las dos masas de agua apenas están separadas por unas cuantas decenas de metros de arena. Estuve tentado a parquear la bici y echarme un baño entre las olas, pero las cuentas de la distancia que faltaba y el miedo al sol me detuvieron. Fue una buena idea: ese día llegué a la capital del Estado Anzoátegui casi a las ocho de la noche y completamente agotado. En cierto punto pensé en abandonar la marcha en Puerto Píritu y dejar el resto del camino para el día siguiente. Lo que me decidió fue una breve charla con unos policías del camino, quienes me alentaron a seguir y me explicaron a breves rasgos lo que tenía por delante.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj2lVwG_-zuzkxuFLhOV7FDD9WcNv1peebQLLaEaM0rWMnqLG2UgeLTIikd8SPZZktFqSOgl14s48NJeWBqoEBSBLVPFpzEI8eubucaF_MMxodLiSZPTAI-lTOKrFnE2xHd3DB5yYldA6Be/s1600-h/10.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj2lVwG_-zuzkxuFLhOV7FDD9WcNv1peebQLLaEaM0rWMnqLG2UgeLTIikd8SPZZktFqSOgl14s48NJeWBqoEBSBLVPFpzEI8eubucaF_MMxodLiSZPTAI-lTOKrFnE2xHd3DB5yYldA6Be/s400/10.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5442615351715231026" border="0" /></a>Luego de prácticamente cocinarme a la entrada de Clarines y dejar atrás la entrada a Píritu, apreté las muelas y empecé a exhortarme mentalmente. No paré en los siguientes 35 kilómetros, avanzando con toda la fuerza que me quedaba por una extensa planicie árida que se prolongaba al infinito. Durante un buen trecho transité junto al Complejo Criogenico José Antonio Anzoátegui, la planta de procesamiento de crudo y derivados más grande de Venezuela, un verdadero bosque de torres de almacenamiento y refinación, además de kilómetros y kilómetros de tanques, tuberías industriales y demás. Ahí procesan todo lo que se puede uno imaginar en relación al petróleo: combustibles, plásticos, fertilizantes, materiales de construcción, etc.<br /><br />A la salida de eso, un grupo de señores me dijeron que apenas faltaban 12 kilómetros para llegar a Barcelona. Mi odómetro marcó casi 30. Todos los días de descanso en Quito pasaron su factura esas últimas horas de marcha: ambas rodillas me dolían intensamente, no encontraba posición para las manos con tal de aliviar la sensación de hinchazón y el culo iba en llamas. Dolor en manos, rodillas y culo... Ahí tienen: lúzcanse con los chistes.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjQjRWFFtzmJark0DmnTUSEriVnrWf7mkwaVbGTak6GDywtjGDVhbr4NjfMjz262gSzVuOFPxyZLLDnTO6UQnDqMbo6NGIMq8XoGPmkRNgMF8ENWHDlzs7dJ1NXctofmKbTxqgXuczkFORy/s1600-h/11.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjQjRWFFtzmJark0DmnTUSEriVnrWf7mkwaVbGTak6GDywtjGDVhbr4NjfMjz262gSzVuOFPxyZLLDnTO6UQnDqMbo6NGIMq8XoGPmkRNgMF8ENWHDlzs7dJ1NXctofmKbTxqgXuczkFORy/s400/11.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5442615346982772114" border="0" /></a>En Barcelona me esperaba un encuentro especial. Hace ya más de una década, Jonathan Silvestre fue mi hermano durante un año de intercambio en Midland, Texas (sí, señores, la ciudad de George W. Bush). No lo había visto, pues, en once años, y reencontrarlo en su ciudad natal ha sido el renacimiento de muchísimos recuerdos. Su familia y su vecindario ha sido extremadamente generoso y abierto para recibirme. Incluso organizaron una pequeña fiesta con parrillada, sesión de fotos, interrogatorio y demás. Comí hasta reventar, como de costumbre, y luego caí dormido hasta muy entrada la mañana siguiente. Día y medio después, sigo con dolores en muslos y rodillas.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgNI8TW_NrVVwxtu03kwHoyK9rZUd0rDl4K0doukXe85Dreu0kh743m_0GZRKkgjq0fiG98y0WhxdWLvtF7Aa7S6Bou_O1wRH08XUHYf_Kfx09fm8kdKRFJv5JbQEsYFKyXPJxDmiYNmiXb/s1600-h/12.JPG"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgNI8TW_NrVVwxtu03kwHoyK9rZUd0rDl4K0doukXe85Dreu0kh743m_0GZRKkgjq0fiG98y0WhxdWLvtF7Aa7S6Bou_O1wRH08XUHYf_Kfx09fm8kdKRFJv5JbQEsYFKyXPJxDmiYNmiXb/s400/12.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5442633689570806738" border="0" /></a>Barcelona es, en realidad, parte de la conurbación más importante de todo el Oriente venezolano (región que agrupa los estados de Anzoátegui, Sucre, Monagas, Delta Amacuro, parte de Miranda y Nueva Esparta). El área urbana incluye, además de Barcelona propiamente dicha, las ciudades de Lecherías, Puerto La Cruz y Guanta. Como en toda Venezuela, la distribución de la ciudad combina de todo, desde zonas hiper comerciales y demográficamente muy densas como el centro de Pto. La Cruz hasta boulevares tipo Miami con canales para la navegación de yates y complejos con piscinas privadas. Gracias a Jonathan he tenido unos días de descanso con todo lujo y relax, aunque he debido emprender tareas duras como la de lidiar con sobreabundancia de cerveza, hielo, palmeras y clima despiadadamente tropical. Jua.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjFX7YQPRANyRKpZny4YYTG8Lw6fOzNjVXor1-dIxl19F7d92cQdTCyGKN5L6tAQI0gQiKIScjcFxNkov7EDKX_QaODWafh539SZaShF14MBlaBkNzhVkn7N9WCBel_I8SCaSWK05jVPZ7n/s1600-h/13.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjFX7YQPRANyRKpZny4YYTG8Lw6fOzNjVXor1-dIxl19F7d92cQdTCyGKN5L6tAQI0gQiKIScjcFxNkov7EDKX_QaODWafh539SZaShF14MBlaBkNzhVkn7N9WCBel_I8SCaSWK05jVPZ7n/s400/13.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5442615340957445890" border="0" /></a>He recuperado el buen color de piel por el que en Quito fui llamado Barak O'Guaba o el Negro Camacho, y espero empezar a esparcirlo por el resto del cuerpo durante los días que dure mi recorrido por las playas caribeñas de Oriente. No sé si eso signifique simplemente mayor resistencia para la marcha que se viene o algún peligro grave como un futuro cáncer de piel, pero no me queda más que tratar de protegerme y seguir batallando con los calores que me arroja la ruta.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjzBdg5uJ33Gfn5iwLgUQ0qnyLthe1ou4_aTSE1g401BvsurZ5diY338TLWOYslld96Zra-P9LwHPIHjWu3zxEX_j7LRPrLfPyNkxBNSRQIq2vfsIU52XRm2rf6uejgwq8KkBqY-qPLICYE/s1600-h/14.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjzBdg5uJ33Gfn5iwLgUQ0qnyLthe1ou4_aTSE1g401BvsurZ5diY338TLWOYslld96Zra-P9LwHPIHjWu3zxEX_j7LRPrLfPyNkxBNSRQIq2vfsIU52XRm2rf6uejgwq8KkBqY-qPLICYE/s400/14.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5442615328178556194" border="0" /></a>En mis circunstancias, la vida aquí es relajada y cómoda. Estoy una vez más rodeado por gente buena y sinceramente interesada en que yo continúe y pueda cumplir mi objetivo. La gente se sorprende cada vez más de lo que estoy haciendo. Yo, por contraste, cada vez me asombro menos: quizá se acercan los días en que avanzar cada mañana empiece a resultarme tedioso y hasta trivial. De una u otra forma, no puedo dejar de pensar en lo que será internarme hacia el interior del continente con las temperaturas de este sol que me trata como si le hubiese mentado la madre.<br /><br />Me quedan pocos días para inciar la ruta hacia el sur, hacia el remoto Amazonas.<br /><br />Barcelona, Venezuela, 26 de febrero de 2010.<br /><br />3.616 kilómetros recorridos.Sudamérica a pedalhttp://www.blogger.com/profile/01262964256565420157noreply@blogger.com10tag:blogger.com,1999:blog-1727217432271499245.post-53780658118401487012010-02-19T16:24:00.000-08:002010-02-19T18:00:55.204-08:00Un largo paréntesis en casa<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhY05Rvp0_sZzV0gmekuCpR4yBxONiDJ7MhyxPYvo7XbhYtzW9uLmBHWW4T72xqM_lEs-MbnBEJbc0kgtsB95yxIUWlj8fLEy1J2Hb5gn0DbsLtlarL3r8FNbm2_SK-lUsH3ZZlSauVj66H/s1600-h/(1)+Felipe+y+Alejandra.jpg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 267px; height: 400px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhY05Rvp0_sZzV0gmekuCpR4yBxONiDJ7MhyxPYvo7XbhYtzW9uLmBHWW4T72xqM_lEs-MbnBEJbc0kgtsB95yxIUWlj8fLEy1J2Hb5gn0DbsLtlarL3r8FNbm2_SK-lUsH3ZZlSauVj66H/s400/(1)+Felipe+y+Alejandra.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5440120541610745426" /></a><div>Una larga y emotiva sonrisa de optimismo fue la celebración que me ha traído de vuelta a Quito para un gran descanso de dos semanas. Muchísimas de las personas más cercanas a mí se congregaron el pasado 6 de febrero para acompañar a mi hermano Felipe en su matrimonio con Alejandra, su amiga y compañera desde hace ya muchos años. Los que siguieron hasta el final la primera aventura de Sudamérica a pedal quizá recuerden aquellos días finales en los que, concluida la meta en Bariloche, fueron justamente Felipe y Alejandra quienes me recibieron con calidez en Buenos Aires. Fue el tiempo compartido con ellos el capítulo final de esa aventura tan exitosa y por la que me siento tan agradecido con la vida.</div><div><br /></div><div>El tiempo, como los kilómetros, ha recorrido ya mucho desde entonces. Los novios son ahora esposos. Bariloche, Buenos Aires y todo el lejano sur es ahora un recuerdo enorme que crece y crece en la memoria de quienes estuvimos ahí. Nuevas metas han izado sus banderas y han reclamado nuestra mirada. Colombia ha sido conquistada y Venezuela alcanzada. Innumerables anécdotas y aprendizajes se han acumulado bajo las ruedas de mi bicicleta.</div><div><br /></div><div>Pero quiero más.</div><div><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhx9XwUB030l7uwfx-wBBRMIamsN1EPLSMz8PqBIVqenjyDa0mv8Gzj-LhGgQeFtLG8KusERq-iz5wX7D_jm4N0Ew8cjkiUWdUCvhH1lN57ICoSEbfH8mGzpTTZwagvC_jIK0RxMR6zSrXP/s1600-h/(2)+Llegada.jpg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhx9XwUB030l7uwfx-wBBRMIamsN1EPLSMz8PqBIVqenjyDa0mv8Gzj-LhGgQeFtLG8KusERq-iz5wX7D_jm4N0Ew8cjkiUWdUCvhH1lN57ICoSEbfH8mGzpTTZwagvC_jIK0RxMR6zSrXP/s400/(2)+Llegada.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5440120536320313874" /></a>No solo el matrimonio de mi hermano me ha traído de vuelta. Hay algo muy definitivo que me revuelve el pecho con apremio: Michelle. Que me resulte casi necesario viajar así, con un ancla tan fuerte en el lugar del que me alejo, puede resultar curioso, casi sintomático. Que ella ahora se vaya a otro país por un largo tiempo me resulta irónico. He vuelto también para despedirme de ella. Lo he hecho compartiendo dos semanas que ni ella ni yo podremos olvidar.</div><div><br /></div><div>Cuenqui: me sorprendes cada día más con tu corazón enorme. Tienes un alma genuina, llena de una bondad radical que no he visto en nadie más. Te quiero. Te extrañaré sin pausa. Durante cada metro.</div><div><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjG8Ly2p5belABbtPq2TUSOujSZRC6jf7vvbpkcNGywQWaZzUbhB6mChzyD-4kEQVtgowjK2kdwVlCGKfaS04cYbn2Vqxrumc9b3j-VKdNj3X1ZoXZpv6-1TekdZDaRaOYu4MG65WAXtauM/s1600-h/(3)+Orejas+Cuenqui.JPG"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 300px; height: 400px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjG8Ly2p5belABbtPq2TUSOujSZRC6jf7vvbpkcNGywQWaZzUbhB6mChzyD-4kEQVtgowjK2kdwVlCGKfaS04cYbn2Vqxrumc9b3j-VKdNj3X1ZoXZpv6-1TekdZDaRaOYu4MG65WAXtauM/s400/(3)+Orejas+Cuenqui.JPG" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5440120538438219122" /></a>El avance casi febril que emprendí después de un primer mes con bastantes descansos ha tenido como clausura este temporal retorno a casa. Volver a los amigos es siempre un motivo de fuerza, una fuente de energía. Cada día que ha pasado aquí a contribuido a modelar un nuevo espíritu para este viaje que se apresta a continuar. Curiosamente, ahora siento un recelo que antes no había experimentado. Siento pena por lo que se acaba, por lo que he hecho ya. Me asusta un poco volver a los solitarios días de marcha, más aún al considerar que el nuevo desafío me internará por regiones cada vez menos pobladas y más remotas. La nueva meta es la ciudad de Manaos, el corazón de la amazonía sudamericana, mi puerta de entrada al país más grande de Latinoamérica: Brasil.</div><div><br /></div><div>Los días cercanos a la boda de mi hermano han sido un verdadero brillo, una gran alegría capaz de refrescar a todos los que hemos tenido la suerte de estar cerca. No me queda sino expresar mis deseos de alegría a Felipe y Alejandra, cuya nueva empresa (mucho mayor que la mía), ha empezado a rodar ya.</div><div><br /></div><div>Basta de descanso. Mañana vuelvo de vuelta a Caracas. Ahí me esperan Sherpa y quién sabe cuántos cientos de kilómetros más por recorrer.</div><div><br /></div><div>Quito, viernes 19 de febrero de 2010.</div>Sudamérica a pedalhttp://www.blogger.com/profile/01262964256565420157noreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-1727217432271499245.post-88194956674508610932010-02-03T11:17:00.001-08:002010-02-03T13:23:09.221-08:00Generosa Venezuela<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiRj1ADXdRaY7aqSuNygQt14SXbsnNhnz4rJXQEn5DjCpSFrXeSSQfGf_IsAV5nK9pV63p0Q3iFloiS_Swtw451tKPMcTTWhLhjF2jlY75BYawX8SANFK9w0inEAc28YTPO_8-eKixzGIZu/s1600-h/1.jpg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 300px; height: 400px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiRj1ADXdRaY7aqSuNygQt14SXbsnNhnz4rJXQEn5DjCpSFrXeSSQfGf_IsAV5nK9pV63p0Q3iFloiS_Swtw451tKPMcTTWhLhjF2jlY75BYawX8SANFK9w0inEAc28YTPO_8-eKixzGIZu/s400/1.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5434099798151211938" /></a>La figura central de ciertas creencias religiosas ancestrales de la zona centro-norte de Venezuela es una diosa femenina llamada Yara, también conocida como Guaichía o por su nombre castellano de María Lionza. Aunque sus orígenes son inciertos y muy remotos, esta mujer fornida y escultural parece ser, aún ahora, la representación de la naturaleza misma. Me han dicho que en ella se concentra una compleja trama de simbologías que incluyen los conceptos de amor, fertilidad y armonía. Es, pues, una suerte de "Pacha-mama" de la tradición venezolana, y, como tal, una representación del carácter de la nación misma. De alguna forma me parece que la figura con la que han modelado a María Lionza dice mucho de Venezuela: tierra de gente de carácter fuerte, que se hace notar, altiva, bulliciosa y generosa a tiempo completo.<div><br /></div><div>Por donde vive esta gente he pedaleado ya más de 1.000 kilómetros y he arribado al fin a la ciudad de Caracas, capital de la nación potencialmente más rica de toda Latinoamérica.<br /><div><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhOoruCc_5Bap1I0dmFoACZ2LTl7NIPG2wnUv-59VhIRPyhuAl_SEvuaVOelZpwN6_lDZXWaFQnhd7yvPfBKoUycvMlUWH8j09YZEJfxUOLW-qvf7LeBfsWZBjdg2QkPiKTw8fZ2l5oxtmG/s1600-h/2.jpg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhOoruCc_5Bap1I0dmFoACZ2LTl7NIPG2wnUv-59VhIRPyhuAl_SEvuaVOelZpwN6_lDZXWaFQnhd7yvPfBKoUycvMlUWH8j09YZEJfxUOLW-qvf7LeBfsWZBjdg2QkPiKTw8fZ2l5oxtmG/s400/2.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5434099794967399394" /></a>De Mérida partí hace ya más de una semana. Allí dejé con pena a un gran grupo de personas que me ayudaron y me acogieron con mucho entusiasmo. Gracias a sus gestiones y su sincero interés por mi viaje, de ahí en adelante siempre he tenido contactos suficientes para recibir ayuda, hospedaje y comida en toda la ruta hasta Caracas. De hecho, la última vez que saqué dinero de mi cuenta del banco estaba todavía en Colombia. Casi todo lo que he gastado en Venezuela ha sido fruto de la generosidad de la gente. Los venezolanos me han sorprendido por su buen ánimo y su generosidad. Siempre graciosos, malhablados, divertidos y exagerados, la gente de Venezuela se las ha arreglado para no dejarme ni un solo día sin recibir algún tipo de regalo, ya sean vasos de agua, posada, amistad o incluso dinero.</div><div><br /></div><div>Gracias a la comitiva que me despidió en Mérida (con la que me he mantenido en contacto todo el tiempo vía celular) obtuve, además, las únicas fotos que tengo en todo el viaje de mí mismo subido en mi bicicleta y avanzando.</div><div><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjoZtHjyvLFoJZE8Fm0EKqMMAAn0SzEqXMKNsDhSLemCiTxOyxBWsckZeEBpUtWnla9NUODBGv9Jagnz5PaPz0Skla7oBDnZf2apacyVLYpkxdXFU0oUQ-nmxqXO5fc9knAwJ4JWXwJyeM5/s1600-h/3.jpg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjoZtHjyvLFoJZE8Fm0EKqMMAAn0SzEqXMKNsDhSLemCiTxOyxBWsckZeEBpUtWnla9NUODBGv9Jagnz5PaPz0Skla7oBDnZf2apacyVLYpkxdXFU0oUQ-nmxqXO5fc9knAwJ4JWXwJyeM5/s400/3.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5434099788373250098" /></a>Las anécdotas de los pasados ocho días de marcha han sido muchísimas. He continuado sin tregua para llegar a tiempo a Caracas y eso me ha impedido tener días de descanso. Ni una sola jornada ha sido fácil. Aunque esperaba finalmente salir de la cordillera e ingresar a los famosos "llanos", no he dejado de ver montañas hasta ahora. Caracas, de hecho, se encuentra situada en un valle montañoso que le da un relieve muy complicado, aunque atractivo. A pesar de estar a pocos kilómetros del Caribe, la ciudad está a una altitud de 900 msnm. Los cerros del Ávila separan la urbe del litoral, y me han dicho que desde la punta se puede ver tanto la enorme ciudad congestionada y bulliciosa, del lado sur, como la amplia línea del océano, del lado norte.</div><div><br /></div><div>Apenas hube salido de Mérida, me encontré con dos ciclistas de lo más peculiares. El primero fue Casey Kellog, un gringote barbón que lleva viajando ya dos años y medio por todo el continente. Hoy por hoy se encuentra regresando hacia Norteamérica luego de haber visitado casi todos los países de América del Sur. Él me preguntó por un ciclista brasileño, a quien yo no había visto. Nunca entendí si viajaban juntos o no, pero horas después de haberme despedido de Casey vi pasar al brasileño con cara de loco y a toda madre. Lo saludé, pero él no se detuvo, así que no sé nada más de ellos. A Casey le di los datos de Neudy en Mérida, así que seguramente a la gente de Fundaeventos les llegó una nueva carga ese mismo día, je.</div><div><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEitkS2oF1zRYKieI4AWpePLu-RXG71ObB2q7dJWixL8rP0aRcUUuO67SUlhfZpsw_MHKVmAvFAgEJKBQS0m8ZW7u2idyyN44k_HIVTPLpbjbJzL9lxx3KspuFfKb6u7rrpetVG5PfxB-fp4/s1600-h/4.jpg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEitkS2oF1zRYKieI4AWpePLu-RXG71ObB2q7dJWixL8rP0aRcUUuO67SUlhfZpsw_MHKVmAvFAgEJKBQS0m8ZW7u2idyyN44k_HIVTPLpbjbJzL9lxx3KspuFfKb6u7rrpetVG5PfxB-fp4/s400/4.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5434099782398871442" /></a>Ese día emprendí el ascenso al último páramo tras el cual me despediría de los Andes. Fue una etapa relativamente corta (60 km), pero ascendí hasta casi los 3.400 msnm. En el camino tuve varios encuentros más: una familia de Portoviejo que se detuvo y conversó conmigo por unos minutos, un par de chamas de belleza venezolana que se bajaron de un carrote y me pidieron que les tome fotos (a lo que accedí con gusto y la boca abierta, pero nunca se me ocurrió hacerlo con mi cámara!!), dos muchachos que me guiaron por la población de Mucuchíes y me llevaron por un "atajo" que resultó larguísimo, etc. Me sorprendió la debilidad de mis piernas y el poco descanso que había logrado con los dos días que estuve en Mérida.</div><div><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgimqRIYOs7nggNpLiraQvshu-oPiHNVIZi3196xxRwHCbGVOsJKVJo1KdsNPGHA6YKH3VnknAIB2EJoZkA1eDB-WZNA3KBhi8L73RZNhkqg9iHko-cOi_JXjPP-ppl3v32dHLwayZV7Ord/s1600-h/5.jpg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgimqRIYOs7nggNpLiraQvshu-oPiHNVIZi3196xxRwHCbGVOsJKVJo1KdsNPGHA6YKH3VnknAIB2EJoZkA1eDB-WZNA3KBhi8L73RZNhkqg9iHko-cOi_JXjPP-ppl3v32dHLwayZV7Ord/s400/5.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5434099776506129138" /></a>Gracias a los contactos de Neudy, en la población de Apartaderos tuve posada gratis. Yovanny Gil me costeó un cuarto y me invitó la cena. Yo no lo conocí sino hasta el día siguiente, cuando me preparaba para irme del pueblo. Él también salía de su negocio de venta de artesanías y pensaba hacer una etapa de entrenamiento por la zona de Santo Domingo de Mérida. Junto a su novia me invitaron a desayunar y me dieron las respectivas recomendaciones acerca del camino.<br /><div style="text-align: center;"><span class="Apple-style-span" style="color:#0000EE;"><br /></span></div><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEinSc7C1MJuE2iyM8cHnnPKEN2FSq9BggDXNrJoVu2ekxnm63dy2S7f6OB4ng8v-FXRqpvDOs1LF7spysnsTeVgnz1MYNRU_Txcf7p89qtP3GJscuR8spn6wQGn_l32t8n4HD9SYGEAiqEB/s1600-h/7.jpg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEinSc7C1MJuE2iyM8cHnnPKEN2FSq9BggDXNrJoVu2ekxnm63dy2S7f6OB4ng8v-FXRqpvDOs1LF7spysnsTeVgnz1MYNRU_Txcf7p89qtP3GJscuR8spn6wQGn_l32t8n4HD9SYGEAiqEB/s400/7.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5434099562872279938" /></a>Decidí no tomar la ruta corta, que consistía en bajar a la ciudad de Barinas y continuar por los llanos, sino que continué ascendiendo hacia la cima del páramo. Apenas 15 kilómetros me llevaron a la cumbre del "Collado del nido del cóndor", el punto más alto que alcanza una carretera en toda Venezuela y, para mi sorpresa, el punto más alto que he alcanzado en toda la ruta desde Ecuador en esta segunda etapa de SAP. Mi altímetro marcó 3.960 msnm. El de un turista con el que hablé marcó 4.040 msnm. El cartelito oficial que estaba puesto al borde de la carretera indicaba 4.116 msnm. Ya supondrán a qué medición pienso hacerle caso.</div><div><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjHtoJipWr5tjMa6S1DW8gUchCo3NDiazMLfa1Hc-9MPGzOpmAF8T_0updaw2oZ6Py1bVjMo_05J4HlqweGBeNpuHWLiy4uDe-1VOZww5_A7irBYHFV34UXuhYTK9lkWG_32gPHGmMqP6D6/s1600-h/8.jpg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjHtoJipWr5tjMa6S1DW8gUchCo3NDiazMLfa1Hc-9MPGzOpmAF8T_0updaw2oZ6Py1bVjMo_05J4HlqweGBeNpuHWLiy4uDe-1VOZww5_A7irBYHFV34UXuhYTK9lkWG_32gPHGmMqP6D6/s400/8.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5434099557929710530" /></a>Después del collado, todo fue descenso hasta la población de Valera, en el centro del Estado Trujillo. Aunque no es la capital, se trata de la ciudad más grande y activa de Trujillo y algo así como la "puerta de entrada" a los Andes para quienes van desde la costa o Caracas hacia las montañas. Mientras esperaba en la plaza por otro contacto de Neudy, llegué a hablar con el propio alcalde de la ciudad, Temístocles Cabezas, que resultó ser hijo de un ecuatoriano de Alausí y que dispuso toda una entrevista y sesión fotográfica en mi honor. Asumo que algo habrá aparecido en los periódicos locales, pero nunca lo supe con certeza.</div><div><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi2Fnfhi7ivk1kEPpp79OoU7FOGFB5vky3pO9BpmngZFJOKJGnQQcN-Jt9VPjNHS6UZmQZ-L95pcBeycQ6qGgj_gHEijnDt1RKMWAXuURUcjH3KVCC-Q936Eeq-jeTQOZ1jFYsf8aJ-aAAJ/s1600-h/9.jpg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 300px; height: 400px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi2Fnfhi7ivk1kEPpp79OoU7FOGFB5vky3pO9BpmngZFJOKJGnQQcN-Jt9VPjNHS6UZmQZ-L95pcBeycQ6qGgj_gHEijnDt1RKMWAXuURUcjH3KVCC-Q936Eeq-jeTQOZ1jFYsf8aJ-aAAJ/s400/9.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5434099552577483474" /></a>La Brigada de Rescates Especiales y Comunicaciones de Valera BREYCOV24 me prestó una cama para pasar la noche. Uno de sus miembros me preparó un buen desayuno para partir temprano al siguiente día rumbo al siguiente estado de la ruta: Lara. Yo tenía en mente un camino prácticamente plano y sin complicaciones, pero, como suele pasar, nada de eso ocurrió.</div><div><div style="text-align: center;"><span class="Apple-style-span" style="color:#0000EE;"><br /></span></div><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh2uZSLdwsj9wekhEdW3O_oNsV0_2e1aX_Ufv4rmYj3H7v__hE7RGfauyDJECn4mnYqQbQRmA0TSrNRwUsMDM8qJX6erS_7E6fCHQk1BNH1V0H-LZ-G8m8mePLv7SH_pafZAqzXMUKzV5Y0/s1600-h/11.jpg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh2uZSLdwsj9wekhEdW3O_oNsV0_2e1aX_Ufv4rmYj3H7v__hE7RGfauyDJECn4mnYqQbQRmA0TSrNRwUsMDM8qJX6erS_7E6fCHQk1BNH1V0H-LZ-G8m8mePLv7SH_pafZAqzXMUKzV5Y0/s400/11.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5434099348411287746" /></a>Ese día pedalée 145 kilómetros. La habitual ayuda de la gente incluyó una donación inesperada. Me detuve junto a una alcabala (algo así como un puesto de inspección de la policía) para preguntar acerca del siguiente pueblo. El policía de turno estaba atareado hablando con camioneros y apenas me prestó atención, pero me vio con extrañeza. Casi no me dejó hablar. Solamente me preguntó de dónde venía y tras oír la respuesta extendió la mano con un billete de 10 bolívares y me palmeó la espalda: "Apúra, chamo, que te falta mucho". Se dio la vuelta y no volvió a decir más. Eran las cuatro de la tarde y en realidad yo pensaba preguntarle si era posible poner mi carpa junto a la alcabala para pasar la noche, pero con ese trato me pareció un poco torpe insistir en ello. Volví a montar y prácticamente no me detuve hasta que cayó la noche.</div><div><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhQen3XlFAV7uOkPCfaR6LIAYPPag-lFNx2wFk5CCqwBoJYFegbPuiJT3MX3Aqm4y3PfkTmT9dWpmFv6g8Hgq_2OvtoJXxy9NL5hBmqS-XFAuMNCLQvjxJFK0r0SwlCmpD84_a1U-jN3bGw/s1600-h/12.jpg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhQen3XlFAV7uOkPCfaR6LIAYPPag-lFNx2wFk5CCqwBoJYFegbPuiJT3MX3Aqm4y3PfkTmT9dWpmFv6g8Hgq_2OvtoJXxy9NL5hBmqS-XFAuMNCLQvjxJFK0r0SwlCmpD84_a1U-jN3bGw/s400/12.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5434099340224000786" /></a>Estaba cansadísimo y me sentía especialmente sucio. La carretera estaba poblada por puestos de venta vacíos, la mayoría de ellos adornados con botellas envueltas en papel blanco y colgadas por cordones, por lo que hacían sonidos misteriosos al chocarse por el viento. La zona tenía un aire de desierto fantasma, sin casas, vegetación seca y baja, poco tráfico y una soledad fría, como de cementerio. Unos niños en un caserío me regalaron agua y me explicaron que no encontraría ningún pueblo, pero dijeron que en poco tiempo llegaría a una gran gasolinera donde vendían comida y podía encontrar baños. Llegué a oscuras y armé mi carpa en un estacionamiento. Algunos camioneros habían puesto sus hamacas entre los árboles y dormitaban, así que me pareció adecuado. Dormí con la carpa abierta, mucho calor y al arrullo del sonido del tránsito que pasaba a unos 20 metros de distancia.</div><div><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj6NBxmFAAmORWWRe8PGDiElBio80XOC2CQvLhC07u94sqoz0yFUR_7wI0rFVD3-2og5_AOvJoInBcemvJJ8DjW3PEG4fnThSYaEYkRlsEmN1MdWGM-KiOrRDGbDO_NPOpSCCeFbc-7aOC4/s1600-h/13.jpg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj6NBxmFAAmORWWRe8PGDiElBio80XOC2CQvLhC07u94sqoz0yFUR_7wI0rFVD3-2og5_AOvJoInBcemvJJ8DjW3PEG4fnThSYaEYkRlsEmN1MdWGM-KiOrRDGbDO_NPOpSCCeFbc-7aOC4/s400/13.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5434099343131569522" /></a>A pesar de mis conocidas habilidades para pasar mucho tiempo sin bañarme (y sin sentir molestia alguna por ello, claro, destreza solo superada, según se ha probado en concurso público, por el inigualable Roberto "Pornoman" Ramírez, que en alguna época decoraba su piel con mera mugre), en la siguiente etapa hasta la ciudad de Barquisimeto pasé todo el día pensando en una ducha que tardó mucho en llegar. Yo imaginaba una zona verde, húmeda, muy poblada y llena de fauna, pero lo que encontré fue la continuación del mismo desierto vacío en el que apenas había casas y pequeños puestos de venta entre los espinares. La carretera, cada vez más ancha y transitada, por fin empezó a mostrarse verdaderamente plana.</div><div><br /></div><div><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi2e0PBZepJnGEgkcho8bdYVEgmjCaibTROfigIiwn04kJRpAl94feDo4q3TbzrrgsQzm2Y0iUPYJJmKaEwnefRJI4yn3YDbIPALI8cw_PTuUl6bb_0_ilwbO90vDfLsgazA2UnXO4pTFCr/s1600-h/14.jpg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 300px; height: 400px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi2e0PBZepJnGEgkcho8bdYVEgmjCaibTROfigIiwn04kJRpAl94feDo4q3TbzrrgsQzm2Y0iUPYJJmKaEwnefRJI4yn3YDbIPALI8cw_PTuUl6bb_0_ilwbO90vDfLsgazA2UnXO4pTFCr/s400/14.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5434099339474046738" /></a>Barquisimeto es una ciudad grande y, según pude ver, llena de instalaciones deportivas. En el Velódromo Héctor Alvarado encontré ayuda con la gente de FUNDELA (Fundación para el Deporte de Lara), quienes me prestaron un camerino en el coliseo de box, me invitaron a cenar y me permitieron usar las duchas.</div><div><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiqaHkYVzYL1PKlG-y1_z_612h6Cf_Wb_i_oRQVB8yA1xKzczhoGcACKxUFEVax8PqpyGEuXIDLsgvY_TjJtGG3ltJrtWSinjDvto6X72W-j1nM0gfde34T7IulyzBhfItqzhFivIYqD8rY/s1600-h/15.jpg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiqaHkYVzYL1PKlG-y1_z_612h6Cf_Wb_i_oRQVB8yA1xKzczhoGcACKxUFEVax8PqpyGEuXIDLsgvY_TjJtGG3ltJrtWSinjDvto6X72W-j1nM0gfde34T7IulyzBhfItqzhFivIYqD8rY/s400/15.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5434099334189496242" /></a>Aún más, conocí al mismísimo Héctor Alvarado, un ciclista que se coronó de glorias en la década de 1950 y llegó a representar a Venezuela en muchos certámentes en todo el mundo. Junto al Velódromo conserva un museo con una gran cantidad de condecoraciones, fotografías, artículos de prensa, bicicletas de más de 60 años (una de ellas tenía aros de madera) e incluso un artículo de su propia creación: una bicicleta de ruta que, mediante un sistema de doble rotación en los piñones traseros y una extraña disposición de la cadena, permite pedalear tanto para adelante como para atrás: si se pedalea normalmente se usa un piñón grande, para subidas, y si se pedalea para atrás se usa un piñón pequeño, para bajadas.</div><div><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh14biSs5UAxz9uBkQ0XDs_RRJwTDWO_0OacU4DM9p_Pm4_6g_GkY2soGwlJvQi6e7EIqqPKvbKeCikRsw-beVlc5bsPC7dG3aUMmSx51utLeSQchUcwtK5I5Uo3ORdPZVX1vE6EJ9FfqFw/s1600-h/16.jpg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh14biSs5UAxz9uBkQ0XDs_RRJwTDWO_0OacU4DM9p_Pm4_6g_GkY2soGwlJvQi6e7EIqqPKvbKeCikRsw-beVlc5bsPC7dG3aUMmSx51utLeSQchUcwtK5I5Uo3ORdPZVX1vE6EJ9FfqFw/s400/16.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5434099135251750146" /></a>Mi suerte y los contactos no acabaron ahí. De Barquisimeto, capital del Estado Lara, avancé hacia el estado Yaracuy, en donde tomé una ruta alterna a la vía principal y culminé una cansada etapa en la población de Nirgua. Ni siquiera pude abandonar la carretera para dirigirme a la plaza cuando un ciclista me llamó la atención y se puso a conversar conmigo. Su nombre es José Efraín Ríos, llamado "Thaín" por sus amigos. Él me condujo por toda Nirgua, verdadera tierra de ciclistas, y me presentó a varias personas locales. Una de ellas fue Carlos Ochoa, campeón de numerosas competencias ciclísticas entre las que se cuentan la Vuelta a Venezuela en bicicleta de hace un año. Carlos, que ha firmado con un equipo italiano y es uno de los tres únicos venezolanos que participarán profesionalmente en el "Giro de Italia", me pagó un cuarto en un hotel y me invitó a cenar.</div><div><br /></div><div>A la mañana siguiente, Thaín me invitó el desayuno y me acompañó hasta la salida de Nirgua. Desde entonces ha estado pendiente por mensajes de la forma como me va tratando el viaje.</div><div><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEilXuptGiPlGyvheDg4bG9oh_Z0owEOlG-KNlPT0jPsiFhiiErRzyscqi51J_1IVO-QtTGZG3I8Xw2oDs5QxHMiJup8LgUZRbX2RNHtPOveIR9nYadE7sarakpSBz8JicVMa3sWnDY03m4r/s1600-h/17.jpg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEilXuptGiPlGyvheDg4bG9oh_Z0owEOlG-KNlPT0jPsiFhiiErRzyscqi51J_1IVO-QtTGZG3I8Xw2oDs5QxHMiJup8LgUZRbX2RNHtPOveIR9nYadE7sarakpSBz8JicVMa3sWnDY03m4r/s400/17.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5434099132752693810" /></a>Así continué avanzando hasta la capital de Venezuela. En Valencia (tercera ciudad del país, después de Caracas y Maracaibo, y capital del Estado Carabobo) llegué una tarde de domingo letárgica y caliente. Por Maracay, capital del Estado Aragua, pasé a toda madre y casi sin fijarme en la ciudad. Por todas partes la gente ha salido a preguntarme acerca de lo que estoy haciendo y a ofrecerme ayuda. En La Victoria me ofrecieron posada (que no pude aceptar, por la hora) y me invitaron a almorzar. Un grupo de jóvenes se divertió dando vueltas en mi bicicleta y llenando mis termos de agua. Más adelante, en Sabaneta, me regalaron helados y chocolates. El día que dormí en Las Tejerías conocí a un grupo de bomberos locos y bromistas que también me invitaron a cenar y me dieron un colchón en su estación.</div><div><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEidvbvpON1_DJDZ4f1UCoWkDDvBfoJxgk3LvKAyOeXKFmYecPxXUinwBnXE7M_DmivfFKRhl6v6Nsp0Ej1OSqgpXYNrV80e1eNFmqxgqokjplsnKsvZwyJTDdrGY3zHMjQcEUujhohPN-vt/s1600-h/18.jpg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEidvbvpON1_DJDZ4f1UCoWkDDvBfoJxgk3LvKAyOeXKFmYecPxXUinwBnXE7M_DmivfFKRhl6v6Nsp0Ej1OSqgpXYNrV80e1eNFmqxgqokjplsnKsvZwyJTDdrGY3zHMjQcEUujhohPN-vt/s400/18.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5434099129179935746" /></a>El último día de marcha iba ya muy desgastado. Subir a Los Teques, capital del Estado Miranda, me costó mucho. En algún momento llegué a los 1.200 msnm, superando la cota de los 1.000 que había abandonado desde mi descenso a Valera. Las piernas me dolían con un agotamiento arraigado. Todo el cuerpo empezó a quejarse. Quizá sabía que Caracas estaba cerca y aprovechaba para exigir el reposo prolongado que no le he dado desde hace mucho. Incluso he sentido algo parecido a mareos desde que pasé por Valencia, no sé si por alimentarme irregularmente o simplemente por cansancio. A fin de cuentas, desde Bogotá he pedaleado 20 días y he descansado 3. Mis semanas han sido largas y mis domingos cortos.</div><div><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjaq0sBRN5qofeFCsePM9TXWySybEikDue-3mG-d5vsU4l5Q1a25Sry9Q5w1GAjVdGVwWpUg1ndkILOXwGqc2_qEJXAu_rrAZ_WNvikoKGe_L70T0Ex3wGiOYJ3a7E6L9tf2SONaUaBIGzH/s1600-h/19.jpg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjaq0sBRN5qofeFCsePM9TXWySybEikDue-3mG-d5vsU4l5Q1a25Sry9Q5w1GAjVdGVwWpUg1ndkILOXwGqc2_qEJXAu_rrAZ_WNvikoKGe_L70T0Ex3wGiOYJ3a7E6L9tf2SONaUaBIGzH/s400/19.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5434099121986208018" /></a>Ya en La Victoria había abandonado la enorme y excesivamente transitada autopista que entra a Caracas y había empezado a ascender por la panamericana antigua. En Los Teques, sin embargo, me desvié de esa vía y tomé una carretera más pequeña y vieja. Así me lo recomendó la gente. El resultado de tal desvío fue entrar a Caracas por donde todo el mundo me había dicho que no entre: los famosos "barrios". No he conocido venezolano que no le tenga recelo a la tristemente célebre delincuencia de la ciudad capital. Caracas, dicen, es la ciudad más cara de Latinoamérica y una de las más violentas. Historias truculentas de asaltos y asesinatos he oído muchísimos, y todas tienen que ver con la marginalidad y pobreza de los llamados "barrios".</div><div><br /></div><div>Lo que la mayoría no piensa, sin embargo, es que esos barrios no están poblados de violencia y muerte, sino de gente; gente con la que se puede conversar; gente que vive y trabaja en esas lomas; gente que ahí tiene amores y familias, y que ahí habita con ellas. Entré a los barrios sin darme cuenta, y lo que encontré fue el cariño de siempre. Un motociclista bajó la velocidad y conversó conmigo por algunos minutos. En lugar de sacar un revolver y asaltarme, me dio ánimos y me felicitó. Otro pasó rápido, pero en lugar de verme con aspecto amenazante, se rió y gritó: "Usted sí que le ha hechado bola, chamo!" Más abajo un grupo de albañiles me silbaron y me gritaron ánimos soeces al estilo de: "Pedalea, culo flojo!". Un policía al que pregunté por el camino se negó a creerme que venía pedaleando desde el Ecuador y se burló de mis pretensiones hacia el Brasil, pero fue amable y me indicó la ruta en medio de risas...</div><div><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjPiaSRVXvz7PT2hAitPqeip_XinUJtXiDcKislAtTUlr8hbSdhkymVMnP-A4g2qjj62rMpH8qQoxTwRoCCrwsVnnqHltvTXmJdDifdBZOKRuD-yqoadNNSlJacDkbpTBTj-s40pVU8XiwH/s1600-h/20.jpg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjPiaSRVXvz7PT2hAitPqeip_XinUJtXiDcKislAtTUlr8hbSdhkymVMnP-A4g2qjj62rMpH8qQoxTwRoCCrwsVnnqHltvTXmJdDifdBZOKRuD-yqoadNNSlJacDkbpTBTj-s40pVU8XiwH/s400/20.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5434099120042127506" /></a>Finalmente entré a Caracas, una nueva y gigantesca capital. Aquí mi pana Dani Rojas (del mismo clan de la Universidad Andina que ya se ha hecho cargo de mí en Pasto y Bogotá) me ha conseguido alojamiento y me ha orientado por la ciudad. Todo eso, sin embargo, será parte de historias futuras.</div><div><br /></div><div>Hoy por hoy, lo único que da vueltas por mi cabeza es una idea fija: necesito descansar.</div><div><br /></div><div>Caracas, Venezuela, miércoles 3 de febrero de 2010.<div><br /></div><div>3.291 kilómetros recorridos.</div></div></div>Sudamérica a pedalhttp://www.blogger.com/profile/01262964256565420157noreply@blogger.com9tag:blogger.com,1999:blog-1727217432271499245.post-79413351485105251702010-01-25T19:57:00.000-08:002010-05-05T14:05:39.662-07:00Una ciudad en las montañas<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjiksgYxRznOmOVxP5-662HboY_L4UY4HJ4nQkSslvxBOpeCh2xoemrv8a5TmPwbBJyykb3BYPVQVL-H2fKjdqZiWgjgI_4hJ2CQ7XoRxgrtCYOqfffkFRTg5g8SEEJbpiqGTSDghefIrnY/s1600-h/1.JPG"><img style="text-align: center; margin: 0px auto 10px; width: 400px; display: block; height: 300px;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5430895311097677442" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjiksgYxRznOmOVxP5-662HboY_L4UY4HJ4nQkSslvxBOpeCh2xoemrv8a5TmPwbBJyykb3BYPVQVL-H2fKjdqZiWgjgI_4hJ2CQ7XoRxgrtCYOqfffkFRTg5g8SEEJbpiqGTSDghefIrnY/s400/1.JPG" border="0" /></a>Mérida, a sus 1.600 msnm, es el corazón de los Andes venezolanos. En torno a ella se elevan todos los picos más elevados del país (algunos de los cuales alcanzan casi los 5.000 msnm) y los últimos glaciares que sobreviven hasta ahora en el pedazo venezolano de la cordillera. Es, además, la capital del estado central de los tres que se consideran andinos en este país: Táchira, Mérida y Trujillo, lo cual la convierte en el centro nacional de los deportes de aventura y exploración, además de la cuna de los ciclistas y cicloturistas más fuertes de este rincón del mundo.<br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjzgvXsbMfomDULHMXlXyYP1reWRW0xe6mkugVU1JwmpnoaNWyWrmDA5u5QZGbeTSq4_qmV0nq8s5HbrV2IabKTPFN39pEXwZGH4-MJ5rOzGIVc3X8dJejTCCbTK3ylZ6x8NqnGTDnhkqbN/s1600-h/2.JPG"><img style="text-align: center; margin: 0px auto 10px; width: 300px; display: block; height: 400px;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5430895306201450738" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjzgvXsbMfomDULHMXlXyYP1reWRW0xe6mkugVU1JwmpnoaNWyWrmDA5u5QZGbeTSq4_qmV0nq8s5HbrV2IabKTPFN39pEXwZGH4-MJ5rOzGIVc3X8dJejTCCbTK3ylZ6x8NqnGTDnhkqbN/s400/2.JPG" border="0" /></a> Para llegar a este punto clave recorrí cuatro jornadas desde Cúcuta. Atravezar la frontera fue bastante fácil. En el lado colombiano no tuve que hacer cola y en el venezolano apenas tuve que esperar un par de minutos. Esperaba más complicaciones de la que había oído llamar "zona de frontera más activa de Sudamérica", pero parece que nada del pesado tráfico que pasa constantemente sobre el Puente Internacional Simón Bolívar requiere sellar sus papeles en las oficinas de migración. A pesar de que cuando había llegado a Cúcuta solo pensaba en descansar y que había decidido cruzar la frontera para pasar un día de vago del otro lado, terminé por cambiar mis planes bruscamente y ese mismo día avancé unos 60 km hasta San Cristóbal, capital del Estado Táchira. Sin esperar más, pensé que sería mejor olvidar mi día libre y continuar durante tres días más hasta Mérida para ahí tener un descanso más largo.<br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjpXypHDeLVK2frFkPVhXkF66dq6M6gmcTDfvLYr-58Viu_zgA68Ligx8iYcfPAm5n4giRv7UcDaHkMD0-tp-PG5ket48_j_B34QELicueqq2PtSOxoRCbPuJzcit2RFBYYnwQsqWsoIkkQ/s1600-h/3.JPG"><img style="text-align: center; margin: 0px auto 10px; width: 400px; display: block; height: 300px;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5430895299801900226" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjpXypHDeLVK2frFkPVhXkF66dq6M6gmcTDfvLYr-58Viu_zgA68Ligx8iYcfPAm5n4giRv7UcDaHkMD0-tp-PG5ket48_j_B34QELicueqq2PtSOxoRCbPuJzcit2RFBYYnwQsqWsoIkkQ/s400/3.JPG" border="0" /></a> Como muchas otras, la ciudad de San Cristóbal iniciaba sus ferias justamente cuando yo llegaba a visitarla. Las calles andaban alborotadas y calientes, aunque los continuos y desorganizados apagones eléctricos en los que anda sumida Venezuela creaban (y crean) bastante desconcierto y malestar entre los ciudadanos. No tuve muchos ánimos para buscar bochinche, así que me limité a hacer los trámites habituales que se requieren para familiarizarme con el nuevo país: averiguar precios y divisas, reportarme con Quito (y con el austro, je), comprar una línea telefónica local (0414 720-0487, pa los que quieran llamar a insultar), preguntar rutas y distancias a la gente, sondear el carácter de policias, bomberos y demás, etc.<br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj0CDfKNTdXcL1T7GsVSeBfsXw7sqN7T5Y0KmxQue4xf6of57NyLEM1eq7v5aIU0L0DPB3EEyaJAd1NIofvk-HN_JmY6vbvZIuFHU04zXR-RWxHVDCeSH9mbrtpU7pgwH1eQt16kvlyPSuv/s1600-h/4.JPG"><img style="text-align: center; margin: 0px auto 10px; width: 400px; display: block; height: 300px;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5430895297601946866" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj0CDfKNTdXcL1T7GsVSeBfsXw7sqN7T5Y0KmxQue4xf6of57NyLEM1eq7v5aIU0L0DPB3EEyaJAd1NIofvk-HN_JmY6vbvZIuFHU04zXR-RWxHVDCeSH9mbrtpU7pgwH1eQt16kvlyPSuv/s400/4.JPG" border="0" /></a>Al siguiente día salí bastante desorientado en busca de la ruta a Mérida. La gente me hablaba de muchas vías distintas y el mapa que había conseguido era muy malo. Avancé con dudas y continuas paradas hasta finalmente decidirme por el camino más transitado (la panamericana), aunque aparentemente también el más largo. Por horas pedalée directamente hacia el norte, en lugar del este o noreste hacia donde quedaba Mérida, y, tras un ascenso largo y una zona de altibajos más o menos prolongada, terminé por descender hasta los llanos que bordean la cordillera por el flanco nor-occidental y avanzar por extensas planicies muy calurosas.<br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEijvSli5s1w0nwpzaW26tn8VLe_7Peyw3lKuk9jn7PdyQZGT5zh4FT5sAfAicpwNVxHDvMXMMSREKOXeQylPVV50HPM22ReffQEjJJktpsRVxjhQHT953ygu2mAQlkvOMA-4TuT79QF1BYv/s1600-h/5.JPG"><img style="text-align: center; margin: 0px auto 10px; width: 400px; display: block; height: 300px;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5430895292654657378" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEijvSli5s1w0nwpzaW26tn8VLe_7Peyw3lKuk9jn7PdyQZGT5zh4FT5sAfAicpwNVxHDvMXMMSREKOXeQylPVV50HPM22ReffQEjJJktpsRVxjhQHT953ygu2mAQlkvOMA-4TuT79QF1BYv/s400/5.JPG" border="0" /></a> La vegetación de ese día se transformó y pronto estuve en un ambiente de costa pantanoso y húmedo (a pesar de que no ha llovido en meses, según me dicen) donde los habituales cadáveres que pueblan este tipo de vías empezaron a volverse más y más peculiares.</div><div><br /></div><img style="text-align: center; margin: 0px auto 10px; width: 400px; display: block; height: 300px;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5430894766220521442" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi8ztUGrhTs33XR64HEpD8swFMY9Gt25JoXep5ur8zPl646lM0EdU7ll0KW8dboFgyVBfuYAzDWD8gsOOVFYXM_Bcm0FB95OZDA2JJUnQJNHYRNJVxF92injDUvwUaWSAcFYoCh3x289Qvo/s400/8.JPG" border="0" />Una jornada de 150 kilómetros me dejó rendido en la población de La Tendida. Durante el camino conversé con mucha gente y me fui empapando del caracter conversón, malhablado y tremendamente generoso del venezolano. Una señora muy humilde no quiso cobrarme por un almuerzo y tuve que insistir mucho para que acepte un pago casi simbólico, varios "jugeros" me regalaron vasos de naranjada y panelón (jugo de caña con limón), otros tantos conversaron conmigo y todos se demoraban mucho en darme su apreciación de la ruta, explicarme cada desnivel y aprovechar el momento para alabar o insultar a Chávez. Por la noche, en una pantalla gigante instalada en plena carretera, pude ver el primer juego de la serie entre los Leones de Caracas y los Navegantes de Magallanes (de Valencia), dos archi-rivales del béisbol venezolano que este año protagonizan la gran final.<br /><br /></div><div> </div><div></div><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhFSogUNgi-wNjuNtUcHRNY_0a9aBiONtOvQ86vTx-HtQOXNOg1hft9TSQKe6BEzKHTPmrF-qWBMxwZypbaFp3ZX_kfL0tKCNoXq-D9lg8WLYqSYOm1kZYVMjFDwEZ75CO4g1fDURAI-_rR/s1600-h/6.JPG"><img style="text-align: center; margin: 0px auto 10px; width: 400px; display: block; height: 300px;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5430894771614226674" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhFSogUNgi-wNjuNtUcHRNY_0a9aBiONtOvQ86vTx-HtQOXNOg1hft9TSQKe6BEzKHTPmrF-qWBMxwZypbaFp3ZX_kfL0tKCNoXq-D9lg8WLYqSYOm1kZYVMjFDwEZ75CO4g1fDURAI-_rR/s400/6.JPG" border="0" /></a>Dos días más y estuve en Mérida, tras volver a subir a la cordillera desde un mínimo de 120 msnm, en la zona de Coloncito, pasando junto a varios puentes rotos y por caminos muy "curvosos", que, en jerga local, según voy entendiendo, quiere decir "de subida". Para ascender nuevamente a las montañas abandoné la carretera panamericana y pasé por los municipios de Zea, Tovar y Santa Cruz de Mora, entre otros. En este último, pasé una noche.<br /><br /><div><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiwxTUutdvSNWYJ_PHVo_jNYN8uiq5o7Tnjm_UZMnyE3eI-ylwCyHTYe4nzjXBm7nmHavR48PMPhBLIX3QkdZrCjHmSknmLPNqNCgtNhUm1JhzflToHual0r_fEBqC1OytIqqxICUVp8PD6/s1600-h/7.JPG"><img style="text-align: center; margin: 0px auto 10px; width: 400px; display: block; height: 300px;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5430894772924599138" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiwxTUutdvSNWYJ_PHVo_jNYN8uiq5o7Tnjm_UZMnyE3eI-ylwCyHTYe4nzjXBm7nmHavR48PMPhBLIX3QkdZrCjHmSknmLPNqNCgtNhUm1JhzflToHual0r_fEBqC1OytIqqxICUVp8PD6/s400/7.JPG" border="0" /></a>Cuando finalmente entraba a Mérida mi cabeza iba volando en cálculos sobre el tiempo que me tomaría en llegar a Caracas (uf, estoy mucho más lejos de lo que pensé) y bastante fastidiada por el tráfico y el sol. En cierto momento mi odómetro dejó de funcionar, así que me detuve para tratar de averiguar el problema (soy tan freak con esto de los datitos que me muero de iras cada que pierdo información de distancias, velocidades, tiempo o alturas).</div><div> </div><div></div><div>Estaba tratando de cambiar las pilas del sensor cuando se detuvo un motociclista a mi lado y me preguntó de dónde venía. Como andaba malgenio, debo confesar que en un principio el encuentro me fastidió. Saludé y empecé a responder lo de siempre: "Vengo de Ecuador, he viajado casi dos meses, voy rumbo a Caracas y luego quizá al Brasil, etc. etc. etc." No me provocaba alargar la conversación, pero el hombre me dijo que él también había viajado y que podía recibirme. Claro, mi cara se iluminó.<br /><div><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjyMsK4b9Js-htqSWeIY_47iljZ7tr7unqK9VS6QESwvXSCaax2YG56qJRBZXYhQcEz3NLioCKsI9hSV98CEM99scO2Ff84KCQzdIVDhPRfdF5ip5SEs6GtrFARYrUoMMWXkloJE3Ms_tgo/s1600-h/9.JPG"><img style="text-align: center; margin: 0px auto 10px; width: 400px; display: block; height: 300px;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5430894765633115410" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjyMsK4b9Js-htqSWeIY_47iljZ7tr7unqK9VS6QESwvXSCaax2YG56qJRBZXYhQcEz3NLioCKsI9hSV98CEM99scO2Ff84KCQzdIVDhPRfdF5ip5SEs6GtrFARYrUoMMWXkloJE3Ms_tgo/s400/9.JPG" border="0" /></a>Todo lo que ha venido después de ese encuentro ha sido abrumador. Un grupo fenomenal de gente me ha abierto las puertas de sus vidas aquí en Mérida y me ha cuidado y protegido durante dos días de descanso. Hemos salido de caminatas de montaña, he asistido a una "paradura del niño" (algo equivalente a nuestro pase del niño), he comido como loco (casi todo gratis), he conocido a un montón de gente que me ha contado de sus vidas y me ha cargado de consejos e incluso he recibido dinero en efectivo. Un señor colombiano movió sus contactos y me paseó por las casas y negocios de un gran número de personas de la colonia ecuatoriana residente en Mérida, que es grandísima. Ellos (todos sin conocerme, y algunos incluso sin llegar a verme nunca) organizaron una colecta y terminaron por regalarme 700.000 bolívares, que es más de 150 dólares. </div><div><br /></div><div><div>Neudy, quien dirige la Funda-Eventos, la organización que me está hospedando, ha viajado en bicicleta por Venezuela, Colombia, Ecuador, México, toda Centroamérica, Brasil y más. Sus contactos y consejos me han servido muchísimo y han llenado mi tanque de ánimos para, como dicen aquí, "echarle bola".<br /><br /></div><div> </div><div></div><div><img style="text-align: center; margin: 0px auto 10px; width: 400px; display: block; height: 300px;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5430894757732217442" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg4IsVvIIy55VTwSeklWiQ6Q5l2IpAZ3CVMPhFXLgdGPyTzqGKSpfyfmnfyRwAMffwa2hNcKrTH5BlIkYBKF79NoNdbR6zzKW7yBKR98hkgnjuBYESHtGRKiUGkyffxQvx-6Nm5SwIvImb_/s400/10.JPG" border="0" /></div><div>No sé ni por dónde empezar a agradecer todo esto. He estado tan torpe con la cámara que casi no tengo fotografías de la gente con la que he pasado aquí (ojalá mañana no esté tan gil y pueda poner algo en el siguiente post). Si bien es un gesto prácticamente inútil, quiero anotar aquí mis sinceros sentimientos de gratitud a Neudy Monsalve y su familia (su hermano Manjerry fue quien me encontró), Marco Morales (el amigo colombiano), Rhadamés Barroeto (un divertidísimo y excelente scout de quien me hice rápidamente amigo) y toda la comunidad ecuatoriana de Mérida, en especial a Fabián Sánchez y sus hermanos, Carlos Quinche, Humberto Lema Conejo, el sr. Alfonso, el sr. Marcelo y muchísimos más de quienes lamentablemente no pude anotar sus nombres.<br /><br /></div><div> </div><div></div><div>Y ustedes, por último, tendrán que disculpar este post corto y aburrido, pero apenas he tenido tiempo para revisar fotos o conectarme al Internet.<br /><br /></div><div> </div><div></div><div>Se vienen, además, días de marcha forzada hacia Caracas. Ya sabrán por qué.<br /><br /></div><div> </div><div></div><div>Mérida, Venezuela, lunes 25 de enero de 2010.<br /><br /></div><div> </div><div></div><div>2.495 kilómetros recorridos.</div></div></div></div></div></div></div></div>Sudamérica a pedalhttp://www.blogger.com/profile/01262964256565420157noreply@blogger.com12tag:blogger.com,1999:blog-1727217432271499245.post-33225101745014865102010-01-19T14:07:00.000-08:002010-01-21T16:45:52.602-08:00El último páramo en Colombia<div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjOHUZo-cmkNrbovv8D8nbWQOKm8eXUBpZKnMqXajpMMKLBHRgxyUAfRgIRmfQtE60bMTd03BCczvI1fCSFOxgxmoKJq_slSCSe3UP9t8Ym7ixMzcLn_RQ-I7vVA_BwdF6sSSboxpbz5CPr/s1600-h/1.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5428583458743536258" style="margin: 0px auto 10px; display: block; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjOHUZo-cmkNrbovv8D8nbWQOKm8eXUBpZKnMqXajpMMKLBHRgxyUAfRgIRmfQtE60bMTd03BCczvI1fCSFOxgxmoKJq_slSCSe3UP9t8Ym7ixMzcLn_RQ-I7vVA_BwdF6sSSboxpbz5CPr/s400/1.JPG" border="0" /></a> No he parado en ocho días. Desde que salí de Soacha (Bogotá), no he dejado de pedalear ni un solo día hasta alcanzar la frontera con Venezuela. Con esto me reivindico de mis largas pausas de turismo y buena vida, pero a la vez me declaro agotado. Aparte de la jornada relativamente pequeña hasta Villa de Leyva, de la que ya he hablado, todos los días han sido de fuerte pedaleo y mucho esfuerzo para llegar hasta aquí. He atravezado los dos últimos departamentos que visitaré en territorio colombiano (Santander y Norte de Santander), en etapas que en más de una vez superaron los 100 km y haciendo escala en las poblaciones de Oiba, Aratoca, Bucaramanga, El Hatico y Cúcuta, en donde estoy ahora. Para lograrlo, además, tuve que atravezar nuevamente la cordillera oriental colombiana (de la que había descendido al salir de Boyacá) y con ello vencer el paso de otro páramo elevado: el alto de Berlín, a 3.400 msnm.</div><br /><div><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgWpWamm1B5W2TySQBaRza3oqLPBOn3gjxN5A8KPEC2pRRhA_GjMsF_SRcxE6wbjCVbD9JD1B9fFPmhFgU1eYi8xnz0Vl_AGvHQ_zSe0M4znuFuz0GT2jxb8D_nStwXYGF8l_72cNG4zInZ/s1600-h/2.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5428583451305638722" style="margin: 0px auto 10px; display: block; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgWpWamm1B5W2TySQBaRza3oqLPBOn3gjxN5A8KPEC2pRRhA_GjMsF_SRcxE6wbjCVbD9JD1B9fFPmhFgU1eYi8xnz0Vl_AGvHQ_zSe0M4znuFuz0GT2jxb8D_nStwXYGF8l_72cNG4zInZ/s400/2.JPG" border="0" /></a>Con frecuencia me ha sucedido que enfoco mi atención en puntos específicos de la ruta y por ende paso por alto pedazos que en el momento justo terminan siendo muy complicados. De nuevo me sucedió eso durante la ruta hacia Bucaramanga. Concentrado en las dificultades de la altura de Boyacá y pensando en lo que sería el cruce final de la cordillera antes de Cúcuta, por alguna razón había pensado que llegar a la capital de Santander sería relativamente más fácil y con mucha bajada. Esto último fue verdad, pero en términos generales, avanzar hacia el norte ha sido agotador. La dificultad principal ha sido algo que promete agravarse conforme me acerco al Caribe y la cordillera es cada vez más baja: el calor. Cada vez que me doy cuenta de que estoy malgenio y peresozo, coincide con que el calor es insoportable. Y la cantidad de líquidos que necesito cada día es inagotable.<br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhUrdEPs76iDVgNpwISmgcuVIWfARwcaAN33zryYuHTn6KGpMeaKRIjyC25oVfRM011d9f67WiPr_0HphMwWdU38j-8neaPK7mVjEz8zdAM9owAyYma-9w8DDv1hvDCWBH0tqI9HGAbGIIp/s1600-h/3.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5428583354027212514" style="margin: 0px auto 10px; display: block; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhUrdEPs76iDVgNpwISmgcuVIWfARwcaAN33zryYuHTn6KGpMeaKRIjyC25oVfRM011d9f67WiPr_0HphMwWdU38j-8neaPK7mVjEz8zdAM9owAyYma-9w8DDv1hvDCWBH0tqI9HGAbGIIp/s400/3.JPG" border="0" /></a>En Oiba, a donde llegué completamente exhausto tras una etapa de 130 kilómetros, me recibió un pueblo en plenas fiestas. Tuve tiempo para vagabundear entre la multitud y tomar algunas fotos (y cervezas, je), pero a fin de cuentas no tuve ánimos para incluirme en los festejos y a las 9 de la noche ya era un bulto que roncaba. El pueblo se había organizado a lo grande y esperaba la llegada de centenares de visitantes, pero, hasta donde yo pude ver, no había mucha más gente que la local. No por eso los ánimos habían decaído: mucha espuma, mucho baile, mucha música, mucho trago. Incluso pirotecnia y vacas locas. Si todo seguía como prometía, la cosa se iba a poner buena.<br /></div><div><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiILgaGz0W4OOpPL_ROpUjFOaTebEsNCBQgauxg7IbLTFT_tEa5mgceBCDdpI817Kfq8BLm-29NveDuOycIrl-I8mvtN4oK8xU3yTYVuv59D5S9ANanBaystkT8vJkKagrkBIMoVHAyFJAf/s1600-h/4.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5428583350297532338" style="margin: 0px auto 10px; display: block; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiILgaGz0W4OOpPL_ROpUjFOaTebEsNCBQgauxg7IbLTFT_tEa5mgceBCDdpI817Kfq8BLm-29NveDuOycIrl-I8mvtN4oK8xU3yTYVuv59D5S9ANanBaystkT8vJkKagrkBIMoVHAyFJAf/s400/4.JPG" border="0" /></a>Al siguiente día salí con mucho calor desde temprano para internarme por regiones de vegetación cada vez más tropical y frondosa. La humedad del ambiente contribuía a que yo vaya dejando mi ya clásica acequia de sudor por donde pasaba. Se ha vuelto normal que ahora lleve un par de camisetas amarradas a mis alforjas para usarlas como toallas para secarme en cada parada. Eso es útil, pero tampoco totalmente efectivo: a las pocas horas tengo que exprimirlas contínuamente y luego las dejo colgando solo para que se sequen; así ya no me sirven.<br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgLx2fMWfv8Lpuiu6LOKlXd95tAbhGIsLA9Pe0UF_1TcZHGcCkbUQVaxBu1YgLJEODdMcnvi3F4GAaBUJADzr-W_SsQBwzD1MfnUvVpH18Z1WcxDMYIII5x-9-ZHNWMqz-IZxdf8_N1LmuT/s1600-h/5.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5428583347765549090" style="margin: 0px auto 10px; display: block; width: 300px; height: 400px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgLx2fMWfv8Lpuiu6LOKlXd95tAbhGIsLA9Pe0UF_1TcZHGcCkbUQVaxBu1YgLJEODdMcnvi3F4GAaBUJADzr-W_SsQBwzD1MfnUvVpH18Z1WcxDMYIII5x-9-ZHNWMqz-IZxdf8_N1LmuT/s400/5.JPG" border="0" /></a>De todas formas, ni fiestas, ni calores, ni desniveles, ni paisajes han sido lo más impactante de estos pasados días. De nuevo lo más sorprendente ha sido el contacto con la gente. Debo reconocer que andaba un poco parco en eso. Me estaba acostumbrando a llegar a cada pueblo y en seguida buscar una residencia barata en donde pasar la noche, con lo cual evitaba establecer los contactos que normalmente debo establecer y conseguía rápido refugio para arreglarme y recuperarme. Aunque en algunos casos no me quedaba más que plantar carpa, de alguna manera había optado por dejar de pedir posada y buscar las comodidades de un colchón barato.<br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgnoxa9sgtUYH0vetImB90ugRw5mHcNv_tNgbQAVZT_n5RvBYGWj_fphJFoYSb7XeKqvBloTvzWtgQoL783HsU3RF-1qj_6e5N6upHv7xmY4ip1Kr29HUGQCTivgZd9OS3AheTyaqo4Pqu3/s1600-h/6.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5428583343819989586" style="margin: 0px auto 10px; display: block; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgnoxa9sgtUYH0vetImB90ugRw5mHcNv_tNgbQAVZT_n5RvBYGWj_fphJFoYSb7XeKqvBloTvzWtgQoL783HsU3RF-1qj_6e5N6upHv7xmY4ip1Kr29HUGQCTivgZd9OS3AheTyaqo4Pqu3/s400/6.JPG" border="0" /></a>Lo primero me dio un sacudón fue un encuentro casual que sucedió la mañana en que salí de Aratoca y empecé a descender por los desfiladeros empinados del Cañón del Chicamocha, uno de los más profundos y sorprendentes que he visto en todo este recorrido hacia el norte.<br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEglHdXkdwKL6jL0yMazo8427TUf4ZaHJxc6mU9zw-8HUIm-m1TQCO1ZpirqUftTj57Fhis_69860T-S9YX5wkLbRtI3yrYOzINxSC7Oogijbr-0BHowslok1G6yB5FmTlVChYnp1f-srD00/s1600-h/7.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5428583340100374562" style="margin: 0px auto 10px; display: block; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEglHdXkdwKL6jL0yMazo8427TUf4ZaHJxc6mU9zw-8HUIm-m1TQCO1ZpirqUftTj57Fhis_69860T-S9YX5wkLbRtI3yrYOzINxSC7Oogijbr-0BHowslok1G6yB5FmTlVChYnp1f-srD00/s400/7.JPG" border="0" /></a>Por donde yo bajaba iba subiendo Ian Attewell, un canadiense que ha recorrido ya más de 12.000 kilómetros en bicicleta desde su país hasta Sudamérica. Apenas lo vi al borde de una curva y le grité un "hola!" entusiasmado. Él también se emocionó y las siguientes dos horas las pasamos sentados al borde de la carretera compartiendo experiencias. Ian había descubierton las bondades de los bomberos, policías y demás hace no mucho, y estaba feliz por tener esa puerta de contacto con la gente local que es pedirles un cuarto para pasar la noche o un espacio vacío para armar la carpa. Las cosas sencillas que me dijo, como "para qué voy a gastar mi plata en un hotel que de todas maneras es sucio", o "si uno es bueno con la gente, la gente es buena con uno", me hicieron recordar todo lo que había aprendido en este y otros viajes. Pensé que sería mejor volver a la práctica de pedir y tratar de retribuir con lo poco que se pueda.<br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgMTzIUC6rP2J5sSo9tmUljUMFZdsdDokAFdDKfgixSeYEnKKo_aBZSTL-puW_EqRG4GQJbDFoHEzfs01cqWeAl9GWjMTqDz8PBWBnlYI_EfuHMHHetZtTE0bRoYz0z3qDMud5kmcTfoBU5/s1600-h/8.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5428583185421363234" style="margin: 0px auto 10px; display: block; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgMTzIUC6rP2J5sSo9tmUljUMFZdsdDokAFdDKfgixSeYEnKKo_aBZSTL-puW_EqRG4GQJbDFoHEzfs01cqWeAl9GWjMTqDz8PBWBnlYI_EfuHMHHetZtTE0bRoYz0z3qDMud5kmcTfoBU5/s400/8.JPG" border="0" /></a> Esa noche, al llegar a Bucaramanga, el cambio de actitud dio frutos sin que yo necesitase esforzarme en absoluto. Estaba completamente agotado por el calor. El ingreso a la ciudad había sido muy largo y complicado en medio de un tráfico pesado y un sol que me calcinaba todo un lado de la cara (el bloqueador se va en seguida a causa del sudor). Llegué a la plaza casi desesperado por líquidos fríos, y me senté a tomar un "raspado" junto a un pequeño kiosko móvil. Tanto el vendedor como algunos de los transeúntes cercanos empezaron a hacerme las preguntas de siempre, y yo respondí con todo el buen ánimo y la mejor amabilidad que pude. Luego de conversar por unos minutos, cuando pregunté por la estación de bomberos para ir a pedir ayuda, un hombre me dijo que podía ir a su casa y quedarme ahí.<br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh6c_SSAZtZ9KOi3tkLouX76SLVpxPUBcQ71RD2RtND3ShLn4IUF_80Jd2ZyKbGGZEoZo1G3Vu0QlV9ftaVDZ-Y9c-rRSIHhuUqUBBsojw8X0NmqcbUcvqK9cg7Yz5X42ReWFhI1rqNNzM3/s1600-h/9.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5428583181305410530" style="margin: 0px auto 10px; display: block; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh6c_SSAZtZ9KOi3tkLouX76SLVpxPUBcQ71RD2RtND3ShLn4IUF_80Jd2ZyKbGGZEoZo1G3Vu0QlV9ftaVDZ-Y9c-rRSIHhuUqUBBsojw8X0NmqcbUcvqK9cg7Yz5X42ReWFhI1rqNNzM3/s400/9.JPG" border="0" /></a> Su nombre era Pablo. Nunca supe su apellido, ni él supo el mío. Tampoco se preocupó por averiguar mucho más acerca de mis propósitos o metas. Solamente sabía que yo había viajado desde el Ecuador y que me dirigía hacia Venezuela. También sabía que trataba de ahorrar dinero pidiendo ayuda a la gente, y que hacía todo esto solamente por conocer nuevas regiones y nuevas personas. Fuera de los 15 o 20 minutos que conversamos en la plaza, no volvió a preguntarme nada más acerca de mí o de mi viaje, pero me dio una cama para pasar la noche, una ducha para bañarme y comida para recuperar fuerzas. En realidad, don Pablo era bastante reservado. Apenas me presentó a su mujer, de quien nunca supe el nombre, y lo único que hizo fue comentar acerca del programa de televisión que vimos por la noche. Cuando salía a la mañana siguiente y Bucaramanga quedaba a mis espaldas, pensaba si yo sería capaz de hacer algo así. O mejor dicho, si hubiese sido capaz antes de aprender a hacerlo en estos viajes.<br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjZBYrt5Gxen4O3rDUZQypU45c6jWQg6gjjiVoV8USXxF6k2tc7aEN8_jwzz6XpsekTj6Qm0Un4sfMpkPNAlZDH9oa3X_ymo9EfQ8rB_NlGGlGoc3tryrki2a1oiWhchmTd9C_wIWUOsea1/s1600-h/10.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5428583177657972290" style="margin: 0px auto 10px; display: block; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjZBYrt5Gxen4O3rDUZQypU45c6jWQg6gjjiVoV8USXxF6k2tc7aEN8_jwzz6XpsekTj6Qm0Un4sfMpkPNAlZDH9oa3X_ymo9EfQ8rB_NlGGlGoc3tryrki2a1oiWhchmTd9C_wIWUOsea1/s400/10.JPG" border="0" /></a> La cosa no terminó ahí. La subida a la que me enfrenté a la salida de Bucaramanga ha sido una de las más difíciles que he hecho en mi vida. Mi odómetro marcó 53 kilómetros solamente de subida, sin ni un solo descanso. Ascendí de los 960 msnm hasta los 3.400 msnm. Eso es la diferencia de altura que hay entre el océano y ciudades serranas como Loja o Ibarra. No recuerdo un desnivel en subida tan brusco en un solo día ni siquiera en el tremendo Perú, en donde nos tomó 6 días subir del mar hasta nuestro paso máximo de la Cordillera Blanca, cerca del nevado Pastoruri, a 4.825 msnm. Eso, además, en el séptimo día de viaje consecutivo desde mi salida de Bogotá, cuando en realidad necesitaba ya una pausa para evitar lesiones o cosas por el estilo.</div><div> </div><br /><div>Apenas empecé a subir me topé con una gran tropa de ciclistas que hacía lo mismo. Algunos subían unos pocos kilómetros y bajaban por diversión. Otros entrenaban velocidad o resistencia. Algunos planeaban ascender 10 o 15 kilómetros. Otros iban a los 20 o los 30. Los pocos que habían hecho el ascenso completo hasta el "Picacho" (el punto más alto de la carretera), me daban instrucciones, me explicaban la ruta y me indicaban los posibles puntos de descanso. En la mitad exacta del ascenso desde las afueras de Bucaramanga, en un lugar llamado La Corcova, unos ciclistas me invitaron a tomar cola, me dieron muchos ánimos y hasta organizaron una colecta para ayudarme. Entre todos me dieron 24.000 pesos (unos doce dólares). Los dos que lideraron el agasajo se presentaron como Pica-Pica (el segundo desde la derecha en la siguiente foto) y Cejas (el segundo desde la izquierda).<br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjJSK_UrCYpVRPRfz83rC9Mc_vyzypQ0ThyNKxl9l50N20GczFL5paOa6TFyp62mL0Ewzlyk1Hc_bu3quD1arPSbc8UEN6R6TatJO0bGCGv0nbcsIf-uSintqP0NK_HqaBqsUVCYXjwug45/s1600-h/11.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5428583173073502386" style="margin: 0px auto 10px; display: block; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjJSK_UrCYpVRPRfz83rC9Mc_vyzypQ0ThyNKxl9l50N20GczFL5paOa6TFyp62mL0Ewzlyk1Hc_bu3quD1arPSbc8UEN6R6TatJO0bGCGv0nbcsIf-uSintqP0NK_HqaBqsUVCYXjwug45/s400/11.JPG" border="0" /></a> Yo seguí subiendo feliz y con mucha energía. Los ciclistas que bajaban me saludaban y aplaudían. Aún desde los carros la gente me gritaba "¡hágale, hágale!" y me mostraban pulgares en alto. Cuando ya había pedaleado unas cinco horas, tuve frente a mí todo el macizo de piedra del "Picacho" y pude ver toda la ruta que me faltaba para llegar a la cumbre. La visión me agotó, pero no me dejé vencer y seguí muy lentamente hacia arriba. Ya superados los 3.000 msnm el frío se hizo notar y mi ropa mojada me empezó a molestar, pero decidí no parar hasta la cumbre.<br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhc49LPI4zeFpUm-ph-JOcr_ABDaHXF_wVJnYlMyroRtfe2_UeZBsRl4Zk_P3LOwVOZNC9rR_Q5ujNwPgoPUkX15DIF0uvdl8HT9TgQWqCM8Xd7z9PEsKoTk9oWEkdyqjkhLzQIeQ7aBxCX/s1600-h/12.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5428583175124897458" style="margin: 0px auto 10px; display: block; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhc49LPI4zeFpUm-ph-JOcr_ABDaHXF_wVJnYlMyroRtfe2_UeZBsRl4Zk_P3LOwVOZNC9rR_Q5ujNwPgoPUkX15DIF0uvdl8HT9TgQWqCM8Xd7z9PEsKoTk9oWEkdyqjkhLzQIeQ7aBxCX/s400/12.JPG" border="0" /></a> Ya muy cerca del final me pasó un último ciclista. Me dijo que faltaban apenas dos kilómetros para llegar. Yo ya no daba más. Llegué a la cima, en donde él me esperaba con su esposa y una pareja de amigos. Su nombre es Germán Villamizar, de alrededor de 60 años. Al verme tan cargado se asombró. Conversamos por al menos unas dos horas. Me dieron de almorzar, de tomar (y no solo Coca Cola, sino también un par de shots de aguardiente) y hasta me regalaron 40.000 pesos más. Todos me dieron sus contactos y me desearon muchos éxitos. Como conocían la ruta hasta Cúcuta y la habían vivido como ciclistas, me indicaron todo lo que vendría con mucha precisión.<br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiR7YcDNs1Y0YOXXq9U-A7sPplRYKRN2qkq62poFeCtpZkuxoKmDRIAN6SrRJoMP6ZMfRmlJ7zCw6OvKJ100Ayk5PBAwEwnllGmPKLfw572lhoSBU00FO34GsRPCFeDeo-vwYScI7OjmDnY/s1600-h/13.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5428583021914950802" style="margin: 0px auto 10px; display: block; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiR7YcDNs1Y0YOXXq9U-A7sPplRYKRN2qkq62poFeCtpZkuxoKmDRIAN6SrRJoMP6ZMfRmlJ7zCw6OvKJ100Ayk5PBAwEwnllGmPKLfw572lhoSBU00FO34GsRPCFeDeo-vwYScI7OjmDnY/s400/13.JPG" border="0" /></a> Apenas un par de kilómetros más adelante, un carro se detuvo y sus ocupantes se bajaron para darme galletas y un vaso de jugo. Así, la ayuda y el apoyo que recibía de la gente de pronto se había vuelto abrumador. Justo en uno de los momentos más difíciles la gente parecía haberse puesto de acuerdo para empujarme a la cima. Pasado el "Picacho", avancé por un páramo largo bastante frío. Ya casi no tenía tiempo (había llegado a la cima a las 2 de la tarde y había pasado unas dos horas con Germán y sus amigos), pero aún así decidí avanzar hasta que el sol declinase del todo. Esa noche la pasé a los 3.340 msnm plantando mi carpa junto a unos pinos del páramo, detrás de un restaurante ubicado en una comuna llamada "El Hatico". Aun por la noche recibí llamadas de Pica-Pica y Cejas que se comunicaban solamente para saber si todo había salido bien.<br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjsfuCS7vY8jjrP8ab0jl5QzOJ1K1lpYuLs_9tiuz2DHyMu0VzlOwvoj8I8q7z6hlaA88wtKYKMrEM2JlTYKr2Kmf-XTfG8u3mFwBZ9kylXljZ4IRJ1ZRPA5uIkSpacMWjVAW6P6ML_nsL6/s1600-h/14.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5428583019201725298" style="margin: 0px auto 10px; display: block; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjsfuCS7vY8jjrP8ab0jl5QzOJ1K1lpYuLs_9tiuz2DHyMu0VzlOwvoj8I8q7z6hlaA88wtKYKMrEM2JlTYKr2Kmf-XTfG8u3mFwBZ9kylXljZ4IRJ1ZRPA5uIkSpacMWjVAW6P6ML_nsL6/s400/14.JPG" border="0" /></a>Unos días antes, cuando estaba por llegar a la población de Aratoca, hubo un momento en que un hombre me gritó algo como "¡Qué privilegio andar con eso!", mientras él caminaba agobiado por el sol. Yo entendí que se refería a mi bici y solamente sonreí. Ante mi silencio, él volvió a decir algo que no entendí del todo pero que pareció ser un "Llevas la envidia de todo un país". Por un segundo pensé que estaba diciendo algo así como "Qué linda tu bici, me da ganas de tenerla". Volví a reír sin saber qué decir (yo estaba avanzando en subida y no tenía ganas de parar). Como me alejaba, el hombre gritó "¡Que Dios te acompañe!", y alzó sus manos. Entonces comprendí todo y grité "¡Gracias!", extendiendo mi mano con el pulgar arriba.<br /><br />El pequeño episodio me dio bastante en qué pensar durante el resto del camino de ese día. El hombre me estaba diciendo que era una suerte viajar así y que todo el mundo tenía derecho a envidiarme.<br /><br />Me parece que todas estas anécdotas que he anotado se conectan en un punto clave. Cuando uno hace algo como esto, algo tan "particular" o por lo menos "fuera de lo común", lo que hace deja de tener un valor únicamente por sí solo y pasa a tener un valor <span style="font-style: italic;">representativo</span>. En otras palabras, el simple hecho de estar aquí y tener la fortuna de vivir esta experiencia me pone en el lugar de muchos otros que quisieran vivirla, aunque en el fondo lo digan solamente de labios para afuera. O es al revés: es el resto de gente la que se pone en mí posición, y eso me deja a mí como representante de un espíritu, un cúmulo de ideas, una conjunción de aspiraciones, un foco de sueños individuales. Quiéralo o no, entonces, estoy aquí en representación de muchos, de todos aquellos que nunca estarán aquí ni harán esto sino a través de los pocos que tenemos la fortuna de hacerlo.<br /><br />Eso es un privilegio enorme.<br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh7XRh3_n46IMXNNVi9Wg_FhhX9r3p-xgIE9mZx3ITvpZDP6IY1rNtT8-gT3RburWfkdTyRS5_QRhajiTJ_paH1LvIK8fkqOw9OnbkxSKIfpYbK21Dzd3EfDya5wGDUml1Hn2EKGjy9MBPg/s1600-h/15.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5428583020296800322" style="margin: 0px auto 10px; display: block; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh7XRh3_n46IMXNNVi9Wg_FhhX9r3p-xgIE9mZx3ITvpZDP6IY1rNtT8-gT3RburWfkdTyRS5_QRhajiTJ_paH1LvIK8fkqOw9OnbkxSKIfpYbK21Dzd3EfDya5wGDUml1Hn2EKGjy9MBPg/s400/15.JPG" border="0" /></a>Pero no solamente es un privilegio. También es una fuerza muy grande que me empuja contínuamente. La gente me apoya porque quiere ver cumplida la ruta, porque ve en ello la posibilidad de cumplir metas que normalmente se escapan de las manos en la vida cotidiana, porque en la compleción de mi sueño proyectan la plenitud de los suyos. Pasa el tiempo y me doy más y más cuenta de lo importante que es eso. Mientras ese apoyo enorme se mantenga, no puedo sino vencer.<br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhj0A4soJ1uHT2fi2lPWY9eT858rbd2BzlNJWnI2oaoZX3zRCN-JiysUUnefve5T0LuTAoZZZ8PglF81RjrnpQ7nz8CbTirjW11SPhPt0DMtbf5-Mn7WNDdOnViHcat1qDttPNPs3yr9xB2/s1600-h/16.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5428583013766530370" style="margin: 0px auto 10px; display: block; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhj0A4soJ1uHT2fi2lPWY9eT858rbd2BzlNJWnI2oaoZX3zRCN-JiysUUnefve5T0LuTAoZZZ8PglF81RjrnpQ7nz8CbTirjW11SPhPt0DMtbf5-Mn7WNDdOnViHcat1qDttPNPs3yr9xB2/s400/16.JPG" border="0" /></a>Cada día tomo por destino una "meta a vencer". Puede ser un nombre ("hoy llego a tal o cual parte"), un número ("hoy avanzo tantos o tantos kilómetros"), una ubicación general ("hoy atraviezo tal cañón, o supero tal páramo"), etc. Con esas pretensiones avanzo y juego las cartas que tengo. Siempre, lo logre o no, cumplir la meta diaria es un desafío complicado: implica horas de movimiento, sol, sed, fatiga, dolor e incluso miedo. Pero todo el tiempo me siento empujado. Siento que desde hace mucho tiempo, aún desde los primeros días del primer SAP, dejé de hacer esto solamente por "conocer y viajar en bicicleta" (que es lo que suelo responder cuando me preguntan mis motivos). Eso quizá sea mi objeto inmediato, mi deseo primordial, pero sé que tras de mí llevo un gran grupo de gente que me apoya y se aventura vicariamente conmigo, ya sea simplemente porque se interesa por mí, como mi familia o mis amigos, o porque ve en mi viaje una promesa, una posibilidad, una fuerza latente.<br /><br />Por eso quiero hacer un gran agradecimiento a todos lo ciclistas que he encontrado en el camino ya todas las personas que cada día colaboran de muchas maneras para que yo pueda seguir.<br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj2DYg8lXyxoRZ74zgxKn1xQFYGtHffEbtj_zWyU0ZMEyD2bIRP6XttyPqy2D0FE-y0ag3bMcFCnUTQGF-YlhXRTRadI_tGvm1y53fzMP_za5k2AoimnK0b1y3HA-g75TKtrsoRgBwjzp6F/s1600-h/17.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5428583010330192338" style="margin: 0px auto 10px; display: block; width: 300px; height: 400px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj2DYg8lXyxoRZ74zgxKn1xQFYGtHffEbtj_zWyU0ZMEyD2bIRP6XttyPqy2D0FE-y0ag3bMcFCnUTQGF-YlhXRTRadI_tGvm1y53fzMP_za5k2AoimnK0b1y3HA-g75TKtrsoRgBwjzp6F/s400/17.jpg" border="0" /></a>Son ellos, pues, y no los músculos de mis piernas cada día más duros, los que me hacen sentir prácticamente invencible.<br /><br />Mil gracias, otra vez.<br /><br /><div>San José de Cúcuta, Colombia, martes 19 de enero de 2010.</div><br /><div></div><div>2.165 kilómetros recorridos.</div></div></div></div></div></div></div></div></div></div></div></div></div></div></div></div></div></div>Sudamérica a pedalhttp://www.blogger.com/profile/01262964256565420157noreply@blogger.com14tag:blogger.com,1999:blog-1727217432271499245.post-16534076100509356752010-01-13T13:39:00.000-08:002010-05-05T14:16:32.436-07:00Boyacá, la heroica<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhBqx5DFERVZj86b4Nyja6pEEtHbZ7s5ZOQFA32IO5Xq1MKZ9F4Rzo7EsZtib2DNTr1Yr-TqN4iDsZHXwjH00Sb_ygGXqya5MChiUDoUg1bKmbVRRFAlkQiGxljdUptImR8VpncBTc3pRXh/s1600-h/1.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5426343374651206018" style="display: block; margin: 0px auto 10px; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhBqx5DFERVZj86b4Nyja6pEEtHbZ7s5ZOQFA32IO5Xq1MKZ9F4Rzo7EsZtib2DNTr1Yr-TqN4iDsZHXwjH00Sb_ygGXqya5MChiUDoUg1bKmbVRRFAlkQiGxljdUptImR8VpncBTc3pRXh/s400/1.jpg" border="0" /></a> Los días de descanso en Soacha/Bogotá pasaron rápido. Tan rápido que decidí tomarme uno más de lo planeado y permanecí incordiando un poco más a Silvi y su familia. Los días acogedores que pasé entre ellos hicieron que retomar el viaje se torne algo difícil. Tras un inicio de turismo por los lugares imposibles de evitar (el Centro, Monserrate, Museo del Oro, etc.), el resto de días pasamos entre vagabundeando y descansando. Cierta noche hasta se armó un buen bochinche en par antros de la ciudad (primero por la 45, cerca de la Universidad Nacional, y luego por Chapinero), lo cual nos puso al siguiente día en búsqueda de las delicias colombianas anti-guayabo que pudiésemos encontrar en el sector. El último día visitamos el Parque Natural de La Poma, aún dentro del Municipio de Soacha pero bastante lejos del área urbana. El paseo lo hicimos todos juntos: doña Carmen (madre), Silvi (ya la conocen), Natalia (la sobrina) y Argos (un perro cascarrabias del que terminé siendo bastante amigo).<br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiDjjgGIylP4HPa5SEMqzMJ6rSbU1Q_rCtOuP_4w__f3e_7VAgtTCgKe9dx3VDKQLRNCCgt2hZDNZSH0l0owsEo5Zgjlnq9TPHgA1g-4xaNf7oLVV2DsbwCfvwiPjq6R5pyyLEFU8a8GmE2/s1600-h/2.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5426343371709908754" style="display: block; margin: 0px auto 10px; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiDjjgGIylP4HPa5SEMqzMJ6rSbU1Q_rCtOuP_4w__f3e_7VAgtTCgKe9dx3VDKQLRNCCgt2hZDNZSH0l0owsEo5Zgjlnq9TPHgA1g-4xaNf7oLVV2DsbwCfvwiPjq6R5pyyLEFU8a8GmE2/s400/2.jpg" border="0" /></a> Luego de eso visitamos el famoso Salto del Tequendama, en esta época completamente seco por la falta de lluvias que afecta a todo el país (ojo que ya mismito nos dejan de vender energía y por allá la vida se les pone más a oscuras). Si quieren fotos del salto en su estado habitual, vayan pal Google. Más peculiar, en cambio, esta que les ofrezco con la caída de agua completamente seca. El lugar, de todas formas, no deja de ser imponente, aún cuando el río Bogotá, que es el que se descuelga por el abismo, es bastante más apestoso que el Machángara en sus peores días.<br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEghbSa0v1-a8pZu43NgcuAXIXpNH-JBBsJITqzcbpjxpF4Rp8Inn5bQ6DSrBGwIMhcW7LNa3l-Oj78kuUIJW0HafXGNlYj0oEYoc7-JUksG12aeLOBXPyOfo4_S7SAwW0sevD2yQdjjpmoG/s1600-h/3.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5426343367193542882" style="display: block; margin: 0px auto 10px; width: 300px; height: 400px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEghbSa0v1-a8pZu43NgcuAXIXpNH-JBBsJITqzcbpjxpF4Rp8Inn5bQ6DSrBGwIMhcW7LNa3l-Oj78kuUIJW0HafXGNlYj0oEYoc7-JUksG12aeLOBXPyOfo4_S7SAwW0sevD2yQdjjpmoG/s400/3.jpg" border="0" /></a> Pasar tiempo, aunque sea muy poco, con un grupo de gente cercana entre sí, permite echar un vistazo al complejo mundo que las une y la separa, las eleva y las hunde. Con Silvi y su familia descubrí mucho. Quizá esperaba algo distinto de mi paso por Bogotá, pero este universo de Soacha ha sido una cara más auténtica de lo que aquí se vive, y por ello me siento agradecido. Silvi, con su característica alegría y fuerza, es un verdadero motorcito, tanto aquí como resultó ser allá en Quito. Por eso, aun siendo poco el tiempo en que nos conocemos, ya compartimos muchos amigos e historias. Nos veremos pronto, seguro.<br /><br /></div><div></div><div></div><div>El día en que finalmente continué pedaleando tuve que recorrer al menos 30 kilómetros, primero por el municipio de Soacha y luego por la mismísima Bogotá. Silvi desempolvó su bicicleta y me acompañó hasta el centro, donde finalmente nos dimos el abrazo de despedida. Desde ahí continué con la idea de salir por la ciudad por el extremo norte, no sin antes buscar un pan de chocolate que Emi me había recomendado por mail.<br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhmCeWsmbtgvb3JVapi3IZnJZnSNFWhaY7BvBkm6Bd-eN1qyydiQzwhou1OisHj8thJa8pxmpsiNbe1drX1jAiRJ2-AG0I00qoV0oQQW-RoRQrNdOY_CkxFLyK28ISVAOFVyJ4UWJ6fWk88/s1600-h/4.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5426343359385402834" style="display: block; margin: 0px auto 10px; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhmCeWsmbtgvb3JVapi3IZnJZnSNFWhaY7BvBkm6Bd-eN1qyydiQzwhou1OisHj8thJa8pxmpsiNbe1drX1jAiRJ2-AG0I00qoV0oQQW-RoRQrNdOY_CkxFLyK28ISVAOFVyJ4UWJ6fWk88/s400/4.jpg" border="0" /></a> Encontré el pancito (que en realidad era una tremenda baguette de chocolate que terminé de comer la mañana siguiente), y al mismo tiempo cambié de planes. Un ciclista local me recomendó abandonar la idea de salir por la autopista norte para subir unos 7 kilómetros hacia el nor-oriente, rumbo al municipio de La Calera. La nueva ruta era mucho más larga, pero me evitó un tráfico pesado y aburrido a cambio de vistosos paisajes ocultos desde la llanura bogotana.<br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjPCJl_tNxP94DFnA6Gx1R6BrIFoQ25EdGPPmFmCbXZE-mGMd1k4EDlo8q6wAHTDKcr7m_mDcsrtJqzddVERjlr2FZ4oYeV5WxwJi1p1j7AK9TmCrTdTE487SzPpVXP4xQAXvreDfEXXu7e/s1600-h/5.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5426343361822273682" style="display: block; margin: 0px auto 10px; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjPCJl_tNxP94DFnA6Gx1R6BrIFoQ25EdGPPmFmCbXZE-mGMd1k4EDlo8q6wAHTDKcr7m_mDcsrtJqzddVERjlr2FZ4oYeV5WxwJi1p1j7AK9TmCrTdTE487SzPpVXP4xQAXvreDfEXXu7e/s400/5.jpg" border="0" /></a>Antes de La Calera, en la cumbre de esa loma que subí con mucho cansancio, me saludó otro ciclista local. Saúl Santana se sorprendió un poco por el peso de mi equipaje y, tras conversar lo habitual, me invitó a comer pan de bono con jugo y galletas. Incluso se ofreció a comprarme golosinas para continuar el viaje. Por fin me acordé de sacar la cámara en un momento así. El resultado es la siguiente foto que espero que Saúl pueda ver, junto con los agradecimientos que aquí le dedico por su ánimo y su apoyo.<br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgRHVHKuNdlKr2gZLo3uhVBRgq32f8u4ST-I-2XlABZzb_90aEa9l40d1M3TbAoGaRTYEE4Ub3Eg_qimfouiG_xJJOjbJx4RekJjIr0tOlfwEJkIjYFfRRqkMYswu8HK9SxqMGLDWHYqobP/s1600-h/6.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5426343016909648258" style="display: block; margin: 0px auto 10px; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgRHVHKuNdlKr2gZLo3uhVBRgq32f8u4ST-I-2XlABZzb_90aEa9l40d1M3TbAoGaRTYEE4Ub3Eg_qimfouiG_xJJOjbJx4RekJjIr0tOlfwEJkIjYFfRRqkMYswu8HK9SxqMGLDWHYqobP/s400/6.jpg" border="0" /></a> El resto del día fue muy divertido. El retorno al trajín del viaje fue bastante duro. No puedo decir que el camino haya estado especialmente difícil, pero me costó bastante. Desde La Calera avancé hacia Guaska y Guatavita, ésta últma una población bastante peculiar por estar ubicada junto al embalse Tominé. Cuando se cerró el paso de las aguas, la población fue destruida (o inundada, más bien), y se optó por reconstruir el pueblo en una ladera cercana. Todo el pequeño pueblo mantiene una arquitectura tradicional española, pero es bastante nuevo. Me quedé poco en el pueblo con la idea de huir del turismo caro, y avancé para encontrar refugio más adelante. Los paisajes de esa campiña eran muy diferentes a lo que había visto hasta ahora en Colombia, pero a la vez bastante parecidos a lo que yo esperaba encontrar cuando ingresé.<br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiwRaIRR8VpwxrZLF8nrbLIezPeGjqs5x7WLCrZu5Pn1Xy3N28cTiElKzkJRMs5qU6Mg0SuVwI6qSbk1U_7cDl3Tr_CU6UoX0MCKxAAb3zTSAIdlzHW2KvFmElgjaWCvmoUtrSnyU6fp3dx/s1600-h/7.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5426343012743974466" style="display: block; margin: 0px auto 10px; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiwRaIRR8VpwxrZLF8nrbLIezPeGjqs5x7WLCrZu5Pn1Xy3N28cTiElKzkJRMs5qU6Mg0SuVwI6qSbk1U_7cDl3Tr_CU6UoX0MCKxAAb3zTSAIdlzHW2KvFmElgjaWCvmoUtrSnyU6fp3dx/s400/7.jpg" border="0" /></a> Dormí en Sesquilé, tras unos 90 km de pedaleo desde Soacha. Lo gracioso fue que, mientras en Guatavita había muchas hosterías y hoteles, en Sesquilé no había ni uno. Yo iba pensando en alquilar un cuarto barato para dormir en cama y reponerme, pero no hubo tal. La policía me indicó el (según ellos) único lugar seguro para poner la carpa: el mercado. Tuve que esperar hasta pasadas las 8 de la noche para que la gente desocupe el lugar y ahí mismo instalar mi pequeña casa móvil. Mi colchón, que anda todo roto, me permitió pasar una noche bastante buena bajo el alero dé un edificio. Mi bici pasó amarrada a un árbol en media plaza. Al amanecer, estaba ahí y la gente pasaba sin curiosear demasiado. Olvidaba decir que Sesquilé también es un pueblo antiguo y muy bonito.<br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgalDDUeMs4JN_DuxVNjtEy4B2EuqF9OjO7gryyyYbuSDpeuSvu_YT-nXYCmrayehmn7cI7mFPPXom0AnY5S48hYmW-Q2z5slZPxJztwcyATiwhck3YI_WcvrHsKVBYBR6dWmXvzs-f0mj2/s1600-h/8.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5426343008154025826" style="display: block; margin: 0px auto 10px; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgalDDUeMs4JN_DuxVNjtEy4B2EuqF9OjO7gryyyYbuSDpeuSvu_YT-nXYCmrayehmn7cI7mFPPXom0AnY5S48hYmW-Q2z5slZPxJztwcyATiwhck3YI_WcvrHsKVBYBR6dWmXvzs-f0mj2/s400/8.jpg" border="0" /></a> Mi siguiente destino fue Tunja, capital de un nuevo departamento: Boyacá. La mañana fue fría como ninguna otra de las que he vivido en Colombia, aunque tampoco nada exagerado. Todo el día atravesé pequeñas colinas con sus respectivos alti-bajos. Avancé bien y sin problema, envuelto en un paisaje lleno de montañas distantes, embalses y riachuelos. A esta zona de Boyacá que he recorrido solo le falta un pico elevado, quizá coronado de nieve, para ser una fenomenal.<br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhaUV-L0vtmuBK9KZNfG2VdNqrlNmtPUAlXQ_xw98mdlE28kFUWhjDTKVP4X7D7cY3VgjNbysEE811HCHbulABTDLN5Lyxhv73clRboE91LkaXXrPYatJik8Rvx38JA1jDDzLkuISIrda1G/s1600-h/9.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5426343003217140546" style="display: block; margin: 0px auto 10px; width: 300px; height: 400px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhaUV-L0vtmuBK9KZNfG2VdNqrlNmtPUAlXQ_xw98mdlE28kFUWhjDTKVP4X7D7cY3VgjNbysEE811HCHbulABTDLN5Lyxhv73clRboE91LkaXXrPYatJik8Rvx38JA1jDDzLkuISIrda1G/s400/9.jpg" border="0" /></a>Almorcé en las afueras de Ventaquemada y poco después arribé a un lugar en el que venía pensando desde hace bastante tiempo. A pocos metros de la carretera se eleva un complejo de monumentos que recuerdan la famosa batalla que libertó a Colombia y todas las gestas que la acompañaron. Tuve que abandonar un rato a Sherpa para subir a ver el monumento a Bolívar que corona todo el complejo. Una de las cinco estatuas que sostienen al Libertador lleva maíz en las manos y se eleva sobre el escudo del Ecuador.<br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiU-J-JaT4B5VF-48DsTnuXEtQFImU3hkTolrqXnXfzhaqaC5l3PQdDrtyrfgXahj1efIrJdq2Km7eODLHHBlQedwdiQbevOo7gHDc1x6MdaFT8mWjp0JVd6wy0ngHNhX9-L-36T5QdkaYc/s1600-h/10.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5426342999952939282" style="display: block; margin: 0px auto 10px; width: 300px; height: 400px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiU-J-JaT4B5VF-48DsTnuXEtQFImU3hkTolrqXnXfzhaqaC5l3PQdDrtyrfgXahj1efIrJdq2Km7eODLHHBlQedwdiQbevOo7gHDc1x6MdaFT8mWjp0JVd6wy0ngHNhX9-L-36T5QdkaYc/s400/10.jpg" border="0" /></a> Cuando la campaña en el Orinoco llegó a un punto muerto, Bolívar decidió realizar un ataque sorpresivo por un sector inesperado. Atravezó los llanos de Casanare y juntó sus tropas con las del General Francisco de Paula Santander, quien había combatido en la región de la Nueva Granada por los pasados meses. Unidas las tropas, se inició una de las proezas más destacadas de toda la gesta libertaria. Bolívar subió a los Andes cruzando las llanuras de Apure y pasando por el Páramo de Pisba. La marcha fue durísima y acabó con gran parte del ejército, pero fue un éxito. Una vez en el altiplano, las tropas republicanas se reorganizaron y obtuvieron un valioso triunfo en Pantano de Vargas, el 25 de julio de 1819. Pocos días después, el 7 de agosto, con la intensión de detener a las tropas realistas comandadas por José María Barreiro que se replegaban hacia Bogotá, Bolívar condujo toda su columna hacia el paso del río Teatinos. Ahí se libró el enfrentamiento principal, cuyo punto clave consistía en apoderarse del puente. Bolívar venció y capturó a Barreiro con casi todo su ejército. Con ello, no quedó en la Nueva Granada ningún ejército capaz de ofrecer resistencia a las intenciones independentistas. Vargas y Boyacá fueron las primeras grandes victorias de la campaña final que dio libertad política a la que ahora llamamos "Gran Colombia". Luego, con Bogotá bajo control patriota, vendrían las campañas de Venezuela y Quito, cuyo fin ya conocemos.<br /><br /></div><div></div><div></div><div>Si se fijan en la siguiente foto, podrán ver que bajo el nuevo puente aún pueden verse las bases del antiguo. Del control de esa estructura dependió la victoria de Boyacá y la independencia de la Nueva Granada.<br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhKwoL_vBrw8I7rUNvFG0buRp6AtcviZNhkDV_wlhMqlkU9rUGz_0dP-TXJiaz2VKh03HK2l8lxw8hLup1z7r-VVeG7hRajm84iStl6Uc0q7fnNKtVoS9683_88cTmxpsTOuuccyI3m1zf7/s1600-h/11.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5426342737413491346" style="display: block; margin: 0px auto 10px; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhKwoL_vBrw8I7rUNvFG0buRp6AtcviZNhkDV_wlhMqlkU9rUGz_0dP-TXJiaz2VKh03HK2l8lxw8hLup1z7r-VVeG7hRajm84iStl6Uc0q7fnNKtVoS9683_88cTmxpsTOuuccyI3m1zf7/s400/11.jpg" border="0" /></a> Más de una hora estuve visitando los monumentos de la batalla. Luego tuve que volver a ascender unos 7 u 8 kilómetros, pero para entonces iba yo cabalgando un fuerte corcel y llevaba en mi mano una lanza de caballería. A Tunja llegué pensando que era Bolívar dirigiendo el combate, y a ratos jugaba a vencer a los camiones (aunque nunca lo logré, je).<br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhCjYsm60_3xAxwGuyOdTpGA2mrdaAD68PCnyLMovaAjIT1IRAx-eoiokEvAVFTBowS6LsIjUT1mKCB0kzOQhGxmBicMYgtAILhyphenhyphen1xQvS04k9lz41o2zs4HCe1w35CsyPgcuQ2NygYHhj0z/s1600-h/12.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5426342733021017938" style="display: block; margin: 0px auto 10px; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhCjYsm60_3xAxwGuyOdTpGA2mrdaAD68PCnyLMovaAjIT1IRAx-eoiokEvAVFTBowS6LsIjUT1mKCB0kzOQhGxmBicMYgtAILhyphenhyphen1xQvS04k9lz41o2zs4HCe1w35CsyPgcuQ2NygYHhj0z/s400/12.jpg" border="0" /></a> En seguida busqué un lugar para quedarme, y esta vez estuve decidido a tener cama y ducha. Con mi buen olfato para rastrear tugurios, obtuve una habitación baratísima y de lo mejor. Apenas cabía la cama, aunque había bastante espacio para la bici. Ni una sola ventana, claro, y la puerta no podía cerrarse sino con un tronco haciéndole presión. El baño, compartido por todo el piso, era un tubo pelado cuya agua congelada (Tunja está casi a la altura de Quito) caía muy cerca del inodoro. Éste, por su parte, exhibía sin escrúpulo sus pestilencias que eran imposibles de descechar por falta de suministro de agua en el tanque. No por eso mi duchazo fue corto. Al contrario, lo disfruté cada segundo. Eso de ir al baño, en cambio, lo dejé para una curva estrecha en el camino al siguiente día.<br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhLTo5oYlchKR4svNrB32HVYs0Kgr-G0ivQ8WAVMoz2gJbf4n5RUlOnTK70UDIYbUKdO9DiJ7gh-s5SzVfqBQvtN1V9XjZbya-oksQA1VD6wrfH6K34zrrlbYETdMYJ2sjP-7TaxH0K_YcP/s1600-h/13.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5426342732814544914" style="display: block; margin: 0px auto 10px; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhLTo5oYlchKR4svNrB32HVYs0Kgr-G0ivQ8WAVMoz2gJbf4n5RUlOnTK70UDIYbUKdO9DiJ7gh-s5SzVfqBQvtN1V9XjZbya-oksQA1VD6wrfH6K34zrrlbYETdMYJ2sjP-7TaxH0K_YcP/s400/13.jpg" border="0" /></a> Queda poco que decir de este recorrido. De Tunja salí por un camino inesperado, casi completamente dirigido al oeste en lugar de seguir hacia el norte. El cambio se debía a mi deseo de visitar la ciudad de Villa de Leyva, famosa por su arquitectura tradicional y su centro perfectamente conservado. El pueblo, en realidad, es un centro turístico importante y como tal está equipado de todo lo necesario: calles empedradas a la perfección, casas inmaculadas, restaurantes "gourmet", hoteles cinco estrellas y hostales "baratas" a casi 50.000 pesos (o sea casi cinco veces más caros que las cómodas residencias a las que vengo acostumbrado).<br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhflIm3KDa2l18480W-_b950P5hCNBT0ntoyHLJhIW5_4qpBK5-qYm-PDnX-257jC-0zycxWg_wgd3Rye1SBmhf6_PhkISeyCckRBRiZO1ujMGKgEH7lahN8gPeCmurulWolyEmASjoa7xm/s1600-h/14.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5426342728195252162" style="display: block; margin: 0px auto 10px; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhflIm3KDa2l18480W-_b950P5hCNBT0ntoyHLJhIW5_4qpBK5-qYm-PDnX-257jC-0zycxWg_wgd3Rye1SBmhf6_PhkISeyCckRBRiZO1ujMGKgEH7lahN8gPeCmurulWolyEmASjoa7xm/s400/14.jpg" border="0" /></a>La ciudad, con todo, es hermosísima, y decidí darme un medio día de descanso aquí. Por la mañana pedalée apenas 40 km (una de las etapas más cortas del viaje), de los cuales más de 20 fueron de bajada. El camino fue genial y muy divertido. Al llegar me senté en la plaza a descansar. Se me acercaron dos personas que dijeron haberme visto saliendo de Bogotá. Estaban curiosos por lo que yo andaba haciendo, así que conversamos un buen rato. Ellos me guiaron hacia hospedajes no tan caros y restaurantes igualmente moderados. Con ello me convencí finalmente y pasé todo el resto del día paseando por el pueblo y armando este post.<br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhw-_f1CnkQXsTpCA2bD464LyQH9Omf-Dfcyt9yq6y69xFJDQzW6ANPnqZk2KFumZoBBRqhIWTgO5TVihjRgFnlY296j2nZmjELvO8-J8UZ3w3w_dCqTCe7cGIyVRoOVEqiNeMEs_zNagno/s1600-h/15.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5426342725020845970" style="display: block; margin: 0px auto 10px; width: 400px; height: 300px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhw-_f1CnkQXsTpCA2bD464LyQH9Omf-Dfcyt9yq6y69xFJDQzW6ANPnqZk2KFumZoBBRqhIWTgO5TVihjRgFnlY296j2nZmjELvO8-J8UZ3w3w_dCqTCe7cGIyVRoOVEqiNeMEs_zNagno/s400/15.jpg" border="0" /></a> Mi pierna derecha anda quejándose en un músculo raro cuyo nombre no recuerdo a pesar de haber asistido, en Medellín, a "Bodies", la exposición esa de los cuerpos reales plastificados y en exhibición. Jua jua. De todas formas espero que este día corto le permita reestablecerse (en realidad me está doliendo desde antes de llegar a Bogotá, así que dudo que se calme). Leyva me ha hecho acuerdo de que no siempre tengo que hacer etapas dementes que me dejen boqueando del cansancio.<br /><br /></div><div></div><div></div><div></div><div>Aún así espero divertirme más sacándome el aire en las siguientes jornadas hacia Bucaramanga.<br /><br /></div><div></div><div></div><div>Por primera vez lo que me falta de Colombia empieza a ser pequeño en el mapa.<br /><br /></div><div></div><div></div><div></div><div>Villa de Leyva, Colombia, miércoles 13 de enero de 2010.<br /><br /></div><div></div><div></div><div></div><div>1.667 kilómetros recorridos.</div></div></div></div></div></div></div></div></div></div></div></div></div></div>Sudamérica a pedalhttp://www.blogger.com/profile/01262964256565420157noreply@blogger.com9tag:blogger.com,1999:blog-1727217432271499245.post-45968067890961669002010-01-08T10:25:00.000-08:002010-05-05T14:19:51.314-07:00Los altos de Cundinamarca, el retorno de la morsa y la barrera de los 1.000<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgyFWq4M5k6m-APE8MU_wGRDF3w2QffHh4pyIO2WwxfrHCkHvmOd75N4fbX9Yctml-oOb65mxWS6Y7lr4k8jO-eTF3oTmZYqLtfbs8Z8LcJN_qyoROyBu7UpZeC17zdcUYWf6CZ0_Xz3P7f/s1600-h/1.JPG"><img style="text-align: center; margin: 0px auto 10px; width: 300px; display: block; height: 400px;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5424438233144899682" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgyFWq4M5k6m-APE8MU_wGRDF3w2QffHh4pyIO2WwxfrHCkHvmOd75N4fbX9Yctml-oOb65mxWS6Y7lr4k8jO-eTF3oTmZYqLtfbs8Z8LcJN_qyoROyBu7UpZeC17zdcUYWf6CZ0_Xz3P7f/s400/1.JPG" border="0" /></a> Esta vez sí que puedo hablarles de grandes distancias, jornadas fuertísimas y cruces elevados a lo largo de las dos ramificaciones de Los Andes que he tenido que enfrentar en los pasados días. Luego de tanto descanso y turismo, he vuelto de bruces al tenaz avance por la geografía colombiana. Bien sabía yo que los días previos a la llegada a Bogotá serían el reto más complicado de la primera gran etapa de esta nueva aventura. Y así fue, sin duda. Pero de nuevo he tenido éxito y finalmente les escribo desde la capital de este país y la ciudad más grande de toda esta región del planeta.<br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj99_yGmcXyJ3yRSR-Cwnzd64VkxtwoTQrDeFBAB6KlNH4Ji-ieYUEMMfI6QYe_cgfdrN61seieg73c5XbXgM5FyWL34k8-wcrLnEINSh0kYuze66wwHufedBtc31S5C0dSEWvATxpf_stu/s1600-h/2.JPG"><img style="text-align: center; margin: 0px auto 10px; width: 400px; display: block; height: 300px;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5424438233546715810" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj99_yGmcXyJ3yRSR-Cwnzd64VkxtwoTQrDeFBAB6KlNH4Ji-ieYUEMMfI6QYe_cgfdrN61seieg73c5XbXgM5FyWL34k8-wcrLnEINSh0kYuze66wwHufedBtc31S5C0dSEWvATxpf_stu/s400/2.JPG" border="0" /></a>Lo primero, al salir de Pereira, fue completar la ruta del "eje cafetero" haciendo una etapa relativamente corta (53 km) hasta la ciudad de Manizales. Desde entonces no la tuve fácil. Engastada en una peculiar ladera que baja de los páramos del Nevado del Ruiz (5.300 msnm), Manizales me obligó a ascender unos 800 metros a lo largo de al menos 15 km muy calientes y a momentos muy verticales. Llegué temprano (a eso de las 14h00), pero bastante cansado. Me dio pereza buscar hospedaje gratuito y al rato ya estaba instalado en una residencia barata del centro. La ciudad estaba en el inicio de su 54va Feria, y quería aprovechar las horas de la tarde para conocerla.</div><div><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg9FyxRyTWOX3ooAGu3bGr-8Q0HfYF3EA-P6K-7C94WzV7ef4ONNKsHaURpXkGKjYn1k3BCP-e5UF_bz4exxeyTP6ElFvhguuIILHBmGzOC5cogQ9Ae4Jz9pfTw8CknKM-Zh5NFVu2o4rFe/s1600-h/3.JPG"><img style="text-align: center; margin: 0px auto 10px; width: 400px; display: block; height: 300px;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5424438228671757010" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg9FyxRyTWOX3ooAGu3bGr-8Q0HfYF3EA-P6K-7C94WzV7ef4ONNKsHaURpXkGKjYn1k3BCP-e5UF_bz4exxeyTP6ElFvhguuIILHBmGzOC5cogQ9Ae4Jz9pfTw8CknKM-Zh5NFVu2o4rFe/s400/3.JPG" border="0" /></a>Gran ciudad esa de Manizales. Su ubicación y su crecimiento desordenado le han dado un relieve único. Para un ciclista urbano debe ser muy difícil vivir ahí. Fuera de las aristas de las lomas donde se ubica el centro y las principales avenidas, todo es desnivel brusco y constante. Los barrios más bajos deben estar unos 300 metros más abajo de los más altos, con una distancia que no supera las 10 o 15 cuadras. Casi desde cualquier punto de la ciudad se siente uno caminando al filo de un gran mirador.</div><div><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh88tvkxe_PLOFCfSJ4_KPagLsJsfEmOBVltcE71PdEBjlTrPQfHgh9I-pCL2MUAgrbmJzXMR-Epsgbm5_zkcSWOrtkyxc5nb5evQFbki2jRgX9fO79-swX1s3Vs8rEJnm1jjRvCqDFFm_7/s1600-h/4.JPG"><img style="text-align: center; margin: 0px auto 10px; width: 400px; display: block; height: 300px;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5424438098377727058" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh88tvkxe_PLOFCfSJ4_KPagLsJsfEmOBVltcE71PdEBjlTrPQfHgh9I-pCL2MUAgrbmJzXMR-Epsgbm5_zkcSWOrtkyxc5nb5evQFbki2jRgX9fO79-swX1s3Vs8rEJnm1jjRvCqDFFm_7/s400/4.JPG" border="0" /></a>La Feria de Manizales, que al parecer es famosa dentro y fuera de Colombia, tenía a la ciudad como un hervidero de gente y actividad. Desfiles, reinas, inauguraciones, luces, comida, juegos, teatro... todo era alboroto. Me divertí bastante paseando por las calles viendo chucherías y tomando cerveza. Por recomendación de mis padres, fui a conocer el cable aéreo que, inspirado en su similiar de Medellín, ha sido inaugurado recientemente. Durante todo su recorrido se pueden ver magníficos paisajes de la ciudad y sus entornos.</div><div><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhVvJW8oSbr32Hmz765FV1xawFwKtmb_9eIirh9tZGl7xwsexmcb6phq6rQfEdHBXQk0mNnSVN4lxAlw-Lu5sfF2A0_AEysL22jMGOwY0Fsofwb2GQOfOSrFEkBURJefeWjBhRDPSUuKeq-/s1600-h/5.JPG"><img style="text-align: center; margin: 0px auto 10px; width: 400px; display: block; height: 300px;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5424438090052875074" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhVvJW8oSbr32Hmz765FV1xawFwKtmb_9eIirh9tZGl7xwsexmcb6phq6rQfEdHBXQk0mNnSVN4lxAlw-Lu5sfF2A0_AEysL22jMGOwY0Fsofwb2GQOfOSrFEkBURJefeWjBhRDPSUuKeq-/s400/5.JPG" border="0" /></a>Hacia el anochecer caminé hacia la "ladera de Chipre", al extremo occidental de la ciudad. Se trata, en realidad, del filo de una loma que marca un límite natural para la zona urbana y desde donde (al menos en un buen día como el que a mí me tocó vivir) se puede observar todas las lomerías y valles del oeste de la Cordillera Central como en ningún otro lugar que haya visto. Hacia el otro costado, al oriente, se levanta la mismísima cordillera, y es posible ver por completo algunos de los nevados y picos de la zona. El lugar me pareció lleno de una energía muy fuerte, creada y sostenida por el espectáculo verdaderamente majesutoso del paisaje. Las masas de gente y el ambiente de fiesta contribuyeron para hacer de mis pocas horas de estadía en Manizales uno de los momentos que seguramente más recordaré de lo que he vivido hasta ahora en Colombia.</div><div><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjuWhwOrUuF0-XvB4y6ypEUJ8C_j-TF2cvjTtUwoabHhTB4x6MdPayvxERCswzyy4DJ94hwF2pQ_yzgtopM9RYT8Z8U7tCP_7e_lHpMjFNyjnaTYING6i_p6WBOGX3w4PNVmL8ML-izm6n3/s1600-h/6.JPG"><img style="text-align: center; margin: 0px auto 10px; width: 300px; display: block; height: 400px;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5424438088513963714" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjuWhwOrUuF0-XvB4y6ypEUJ8C_j-TF2cvjTtUwoabHhTB4x6MdPayvxERCswzyy4DJ94hwF2pQ_yzgtopM9RYT8Z8U7tCP_7e_lHpMjFNyjnaTYING6i_p6WBOGX3w4PNVmL8ML-izm6n3/s400/6.JPG" border="0" /></a>Luego de un atardecer espectacular y de comer un montón de comida chatarra en todos los kioskos que se me fueron atravezando, me fui a dormir con la idea de salir muy temprano al siguiente día: finalmente había llegado el momento de enfrentarme al cruce de la cordillera.<br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEicONAWYu6KkP_mFxqzKXfCxf2ZiSBUpIxhJQAd-MKxbsqnekuSme1dFwsioRoroiQO85_rZcNXfPqx8ofIOH1HSAOEv9wdCXr-wAeuBxKcgBM18xoUXWWJMVq7s9NIoSvLu5xAYjlP3X_q/s1600-h/7.JPG"><img style="text-align: center; margin: 0px auto 10px; width: 400px; display: block; height: 300px;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5424437953717020402" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEicONAWYu6KkP_mFxqzKXfCxf2ZiSBUpIxhJQAd-MKxbsqnekuSme1dFwsioRoroiQO85_rZcNXfPqx8ofIOH1HSAOEv9wdCXr-wAeuBxKcgBM18xoUXWWJMVq7s9NIoSvLu5xAYjlP3X_q/s400/7.JPG" border="0" /></a>Manizales, de todas las ciudades que recorrí en el lado occidental de la Cordillera Central, fue la más alta de todas (2.135 msnm). Aunque para salir de ella tuve que bajar hasta los 2.055 msnm, eso permitió que el ascenso al páramo fuese menos largo de lo esperado. Durante toda la mañana pedalée lentamente, tratando de mantener altas mis energías e hidratándome mucho. A eso de las 15h00 llegué a los 3.650. Para mi sorpresa, aún estaba bastante fuerte.</div><div><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjZALugyojsrMIpNDMdB73MDOxSa4-HdGkaQfMFAzTMtiCZnCSQhOskYxZG-QpOrnrAs-T64m3suvGhtNVtLvOFKYC6wALqcDz8Fkr2TwvIZlEPrNmZ9NtSCZS8RpSUaP05AlyrSF6GphK0/s1600-h/8.JPG"><img style="text-align: center; margin: 0px auto 10px; width: 400px; display: block; height: 300px;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5424437952664491362" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjZALugyojsrMIpNDMdB73MDOxSa4-HdGkaQfMFAzTMtiCZnCSQhOskYxZG-QpOrnrAs-T64m3suvGhtNVtLvOFKYC6wALqcDz8Fkr2TwvIZlEPrNmZ9NtSCZS8RpSUaP05AlyrSF6GphK0/s400/8.JPG" border="0" /></a>Poco antes de la cumbre del páramo ("Alto de Letras" lo llaman) pude ver la cumbre blanca del Nevado del Ruiz. El espectáculo no duró más de 20 minutos; luego una nube se interpuso y no pude ver toda la montaña desde más arriba, pero el pequeño vistazo fue suficiente para darme muchos ánimos.</div><div><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhh9ilbxHSj9R09vYEvgAWKE7-5IPy8t1cfltfq10db4I3mUN2gPL24tdbX_mIO2gazm1fxqa2XZvAaQSdWLHHzpqBDgcYRD6XXYr3WOwdKJ0_fXc0w2CM624KzGORdb13kSIv4bjSIry_E/s1600-h/9.JPG"><img style="text-align: center; margin: 0px auto 10px; width: 400px; display: block; height: 300px;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5424437946912615106" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhh9ilbxHSj9R09vYEvgAWKE7-5IPy8t1cfltfq10db4I3mUN2gPL24tdbX_mIO2gazm1fxqa2XZvAaQSdWLHHzpqBDgcYRD6XXYr3WOwdKJ0_fXc0w2CM624KzGORdb13kSIv4bjSIry_E/s400/9.JPG" border="0" /></a>Una vez atravezado el páramo de Letras y vencidos algunos repechos largos, todo lo demás fue una bajada brutal. Casi me daba miedo pensar en hacer la misma ruta hacia el otro lado. En números redondos, ese día subí 40 km y bajé 80. Ascendí 1.600 metros y descendí 3.200. Para que se ubiquen un poco con esto de los desniveles, piensen que la altura oficial de Quito en el observatorio de la Alameda es 2.820 msnm, mientras que la estación del Teleférico en Cruz Loma está a 4.100 msnm; ahí hay una diferencia de casi 1.200 metros. Por tanto, hablar de 3.200 metros de desnivel, para una bicicleta, es bastantísimo, así sea de bajada.</div><div><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgdvNNo9g3TZO5wiYQeqclbbKGrOs8N98mszNohKHEgfFrZc0R6uz1wa-5r4MYvMg1EiDpF8ZsKlnvBh_32pq6O5hQo-Rg9Gj8ar0JLtLoEaQ-v36Cc5hQJ86uusMml7SrEVimBymqzWXQW/s1600-h/10.JPG"><img style="text-align: center; margin: 0px auto 10px; width: 400px; display: block; height: 300px;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5424437837635730882" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgdvNNo9g3TZO5wiYQeqclbbKGrOs8N98mszNohKHEgfFrZc0R6uz1wa-5r4MYvMg1EiDpF8ZsKlnvBh_32pq6O5hQo-Rg9Gj8ar0JLtLoEaQ-v36Cc5hQJ86uusMml7SrEVimBymqzWXQW/s400/10.JPG" border="0" /></a>Por mucho concentrarme en el cruce de la Cordillera Central, no había pensado mayormente en lo que sería encaramarme por la Cordillera Oriental para alcanzar la planicie en donde se ubica Bogotá. Conforme descendía y descendía en busca del río Magdalena me daba cuenta que la subida hacia el oriente del río sería tremenda. Esa noche dormí en San Sebastián de Mariquita, un pueblo al parecer bastante antiguo que se encuentra ya en un clima completamente tropical-caliente.<br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgPBRADXiGEoftmQw-EH4MkqH_xbyjdRhumNm6-Uy43SELx3U1YEbf2pnQnyJ_cDf3p7b_vAa3lYYJKzyqhwZ0ysKzGeu5M8Ic8fVG5RHnCfivDsVTZT2UXSMajW4m4V8e76IvN33iUWNc2/s1600-h/11.JPG"><img style="text-align: center; margin: 0px auto 10px; width: 300px; display: block; height: 400px;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5424437838197086514" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgPBRADXiGEoftmQw-EH4MkqH_xbyjdRhumNm6-Uy43SELx3U1YEbf2pnQnyJ_cDf3p7b_vAa3lYYJKzyqhwZ0ysKzGeu5M8Ic8fVG5RHnCfivDsVTZT2UXSMajW4m4V8e76IvN33iUWNc2/s400/11.JPG" border="0" /></a></div><div>Cuando a la mañana siguiente por fin crucé el río Magdalena, había llegado a una altura de apenas 200 msnm. Era casi como estar en la playa, y apenas tenía un día y medio para subir a la capital serrana. No tuve más que fajarme bien la indumentaria y emprender el lento ascenso.</div><div><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiP6plRSSwHDoMFoDaIpOL0vJUUqGaypoD8w6Qgg6PReTx1xQVPpi6ifWwDaHH03GZStxkFQf60IoAjxRxxTBiLroswgsqb55mMqEm9ac44kgVyFrrhRN9PFlmYZSB3wuu4CJbAJCMm_rfX/s1600-h/12.JPG"><img style="text-align: center; margin: 0px auto 10px; width: 400px; display: block; height: 300px;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5424437759568350034" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiP6plRSSwHDoMFoDaIpOL0vJUUqGaypoD8w6Qgg6PReTx1xQVPpi6ifWwDaHH03GZStxkFQf60IoAjxRxxTBiLroswgsqb55mMqEm9ac44kgVyFrrhRN9PFlmYZSB3wuu4CJbAJCMm_rfX/s400/12.JPG" border="0" /></a>Eso de "fajarme bien la indumentaria" es un decir, claro. El gran problema de ese día fue el calor, lo cual practicamente me obligó a repetir famosas hazañas del ayer. El clima, sumado a la cada vez más ridícula diferencia de color entre mis extremidades quemadas y mi torso blanco, me llevó a la decisión de resuscitar el antiguo Proyecto Morsa, calamitoso incidente que algunos recordarán cuando, junto con la no menos famosa "Anguila" Salvador, nos calcinamos como chicharrones bajo los calurosos soles de los desiertos del norte del Perú. El bloqueador (cosa de débiles) no servía de nada gracias a la cantidad de sudor que perdía en poquísimo tiempo y que se lo llevaba consigo. Fue tremendo. El agua que perdía podía contarse en litros. Las camisetas que me amarraba a la cabeza para absorber el agua se estilaban en cuestión de minutos, y tenía que detenerme a exprimirlas e intercambiarlas para seguir. Antes de llegar a la cumbre de esa primera "pre-cordillera" había consumido más de 5 litros de líquidos. Y tenía sed.<br /><div></div><br /><div><img style="text-align: center; margin: 0px auto 10px; width: 400px; display: block; height: 300px;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5424437565436611906" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhrvID9_MfUHmWRSr86IJHQnZ0E4Ax9Ku4sgK1viL0lEtxYBakOjWryJGFegp_bNO3iVywEShnouNJLyU6jQG2A0lyrNG7YDMWLny6YPjQzPmSewxDQ2lUbuLl8nde_NEXY4LFSHqxZ9wMD/s400/13.JPG" border="0" /></div><div>Apenas había superado los 1.000 metros de altitud cuando empecé descender todo lo ganado hasta llegar a la población de Guaduas. Ahí me reacomodé, almorcé, me volví a equipar con botellones de líquidos y, bestia de mí, decidí continuar. Lo que vino fue otra cadena elevada en la que alcancé los 1.750 msnm. En un momento, agotado y cubierto de una nube a causa del sudor que se evaporaba, me eché al borde de la carretera y casi me quedé dormido. Quien me despertó fue Leonardo, un ciclista colombiano que se dirigía a Bogotá junto con un amigo (Gustavo), luego de haber recorrido por semana y media algunas zonas del valle del Magdalena. Ellos han sido los primeros cicloturistas con los que me he encontrado en este viaje. Conversamos un buen rato y luego pedaleamos juntos con la idea de comer más adelante. Ellos, mucho menos cargados y notablemente más flacuchentos que yo, me sacaron rápida ventaja. No los volví a ver.<br /><br /></div><div></div><div></div><div></div><div>Como era de esperarse, los resultados del Proyecto Morsa fueron muy parecidos a los de la primera vez en el Perú. La diferencia es que en esta ocasión no he tenido ninguna mano amiga que me ponga Caladryl en la espaldita, la cual hasta ahora sigue como pepa de achiote. Esa noche la pasé en Villeta, a menos de 100 km de Bogotá pero a tan solo 825 msnm. Aún me sentía en lo que en Ecuador sería zona de Costa, a pesar de estar tan cerca de la llanura bogotana.<br /><br /></div><div></div><div></div><div></div><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgE9ZJPPsAFwVppz72KkhNwiBUnCCyfxsj80TU4q2PsmusrGVppFGItoKC3uVlRttQnQvxmSg368IzuqZoVrOsYSyVl-2HakrUKr_niGvFkA5zWKBZcJQtRgy43BtzdRa-bs-k0G4WNx-Vr/s1600-h/14.JPG"><img style="text-align: center; margin: 0px auto 10px; width: 400px; display: block; height: 300px;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5424437559143884738" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgE9ZJPPsAFwVppz72KkhNwiBUnCCyfxsj80TU4q2PsmusrGVppFGItoKC3uVlRttQnQvxmSg368IzuqZoVrOsYSyVl-2HakrUKr_niGvFkA5zWKBZcJQtRgy43BtzdRa-bs-k0G4WNx-Vr/s400/14.JPG" border="0" /></a>Estaba tan cansado que antes de dormir decidí no intentar la conquista de Bogotá en un solo día. Según mis cálculos, tendría que subir al menos 2.000 metros y no me sentía con fuerzas para hacerlo en un solo día. Mis piernas me dolían por zonas que no sabía que existían, y la quemazón de la piel me tenía sediento y cansado todo el tiempo.<br /><br /></div><div></div><div></div><div>Al día siguiente emprendí la marcha relativamente tarde (8h00) con la idea de subir hasta donde avance y dormir ahí antes de llegar a Bogotá. Sin embargo, tras 40 kilómetros de ascenso ininterrumpido y casi cinco horas de pedaleo, conquisté el "Alto de la Taberna", a casi 2.700 metros, desde donde tuve una suave bajada hasta entrar en la planicie que se extiende por el centro de Cundinamarca. A las 16h00 ya estaba dentro del Distrito Capital, y a eso de las 17h30 incluso había entrado y salido de la ciudad de Bogotá en dirección a Soacha, un municipio aledaño del sur-oeste, en donde mi panita Silvi (ganadora indiscutible a personaje extranjero revelación del año en los pasados multi-pesi-premios) me ha recibido con gran alegría.</div><div><br /></div><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg8pSu9o4QtOKEwRgwbYHZDgoTG-CfjKKQRQaXJfIVjJpsxnZSMKkqOtgL648hUnGO_BgRfWRG1SZrJ5P1LoaawzbYUC26X6V2H2JrQtSkVQMKkCbpS_mAURz2qdxZ3hfw4iuBt-frifSPm/s1600-h/15.JPG"><img style="text-align: center; margin: 0px auto 10px; width: 300px; display: block; height: 400px;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5424437559497672402" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg8pSu9o4QtOKEwRgwbYHZDgoTG-CfjKKQRQaXJfIVjJpsxnZSMKkqOtgL648hUnGO_BgRfWRG1SZrJ5P1LoaawzbYUC26X6V2H2JrQtSkVQMKkCbpS_mAURz2qdxZ3hfw4iuBt-frifSPm/s400/15.JPG" border="0" /></a> <div>De esa forma, tras cuatro días cansadísimos, llegué al corazón de Colombia. Lo primero que hice en la mañana siguiente fue coser una bandera de este país en mis alforjas. Con eso, ya solo me quedan dos de toda la colección que me regaló mi hermano para que las vaya agregando en cada nuevo país.<br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhpwkontFd_NTzNT1mNvr-WJhwsjZ6lLltoqX7YGgyAiNnOj9T0bEY1E5dqrtZW8JhQQdxt8QH0gTZCLztgdbxq0bPbko-Glr3CZ0KmdM_731FsUrbc-lYqMTNzIbLm9tsNif8Hh-a2a-vX/s1600-h/16.JPG"><img style="text-align: center; margin: 0px auto 10px; width: 400px; display: block; height: 300px;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5424437435569116434" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhpwkontFd_NTzNT1mNvr-WJhwsjZ6lLltoqX7YGgyAiNnOj9T0bEY1E5dqrtZW8JhQQdxt8QH0gTZCLztgdbxq0bPbko-Glr3CZ0KmdM_731FsUrbc-lYqMTNzIbLm9tsNif8Hh-a2a-vX/s400/16.JPG" border="0" /></a>La experta guía citadina Sivia Bernada me ha tenido paseando por las maravillas de esta ciudad enorme. De eso no les diré mucho, así que confórmense con las fotos que aquí pongo.<br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiWpWYle6pVXZtjX4iKdb0t4mzYNilBCQvW4BtsuxBglQ-Bu_nW7FXKRfsgKbX6uh9NZnBUh7DhG3Y27bPe9Mb4etI2cmToWxfAfeNSZMTjdAV92q1XpyikejIUbzIRnrohWYIiHvkQN0CU/s1600-h/17.JPG"><img style="text-align: center; margin: 0px auto 10px; width: 400px; display: block; height: 300px;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5424437430580410226" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiWpWYle6pVXZtjX4iKdb0t4mzYNilBCQvW4BtsuxBglQ-Bu_nW7FXKRfsgKbX6uh9NZnBUh7DhG3Y27bPe9Mb4etI2cmToWxfAfeNSZMTjdAV92q1XpyikejIUbzIRnrohWYIiHvkQN0CU/s400/17.JPG" border="0" /></a>Una vez repuesto y aclimatado a esta nueva geografía, me preparo para pasar un par de buenos días de juerga y francachela en Bogotá antes de seguir al norte. Silvi, que anda de vacaciones, está totalmente dispuesta a plegarse a la huelga, así que parece que tendremos un divertido descanso al buen estilo de este pueblo alegre y amigable, en su tiempo cuna de los mejores orfebres de América.<br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjfGeXt75rCHQMZId2zW35P4Ujen1eiTJn8bymg-uefpsIiEcFR4qEU-_lfOKW3Ua0Uz-XwBkwXLIU88rfzZ22EZiRStd5xUb6xi8Ybsn_qeehfUAinPgVNijWxonzRrI_2HLPHfDEucSl3/s1600-h/18.JPG"><img style="text-align: center; margin: 0px auto 10px; width: 300px; display: block; height: 400px;" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5424437368602894818" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjfGeXt75rCHQMZId2zW35P4Ujen1eiTJn8bymg-uefpsIiEcFR4qEU-_lfOKW3Ua0Uz-XwBkwXLIU88rfzZ22EZiRStd5xUb6xi8Ybsn_qeehfUAinPgVNijWxonzRrI_2HLPHfDEucSl3/s400/18.JPG" border="0" /></a> <div>Alguna vez dijimos que la clave para estos viajes en bici está en bancarse los pesados días iniciales hasta alcanzar un nivel físico y mental capaz de llevarnos a cualquier parte. Había pensado que ese momento se ubicaba alrededor de la barrera de los 1.000 km. Estos pasados días me hacen acuerdo, sin embargo, (como tantísimas otras veces) de que nunca se debo subestimar los retos que quedan por delante. Que haya conseguido grandes logros no quiere decir que lo que tenga adelante sea menos complicado. La barrera de los 1.000 no existe. Lo que existe es una barrera siempre presente y que solamente podemos vencer si nos atrevemos a intentarlo. No hay de otra. El astrólogo argentino-payanés Juan diría que este es mi ascendente Capricornio hablando, je. En todo caso, me queda clara la lección: aún me falta mucho camino duro por recorrer.<br /><br /></div><div> </div><div></div><div></div><div></div><div></div><div>Y siempre será así.<br /><br /></div><div> </div><div></div><div></div><div></div><div></div><div>Bogotá, Colombia, viernes 8 de enero de 2010.<br /><br /></div><div></div><div></div><div></div><div></div><div> </div><div>1.442 kilómetros recorridos.</div></div></div></div></div></div></div></div></div></div></div></div></div></div></div></div></div>Sudamérica a pedalhttp://www.blogger.com/profile/01262964256565420157noreply@blogger.com8